Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: Draco teme sus propios deseos, ¿satisfacerlos hará peligrar la integridad y forma de ser de Luna? ¿O estar con ella será una cura para todo lo oscuro que habitaba en él? Está claro que nunca es fácil para ellos encontrar el equilibrio, pues el pasado pesa mucho en la memoria. Espero que os guste, muchas gracias por vuestros comentarios

Alerta Rating: Escena de sexo explícita.

VENENO EN LA PIEL

El olor a sudor y pasión se condensaba en el dormitorio, elevándose en el aire y moría contra el cristal cerrado y empañado de vaho del gran ventanal. El cabecero de la cama entrechocaba contra la pared revestida de piedra, arrancándole un sonido repetitivo cuyo repiqueteo iba aumentando.

Con los músculos de la espalda totalmente en tensión, la frente perlada de gotas de sudor y el flequillo rubio cayéndole sobre la frente húmeda, Draco crispó los dedos de ambas manos, aferrando las sábanas de la cama en los puños. Tensó la mandíbula hasta sentir hormigueo en los dientes y embistió ruda y profundamente. Empujó casi con saña, alzándose unos palmos del colchón y lanzándose sobre el cuerpo que tenía debajo casi bruscamente, hasta clavarse en lo más hondo, con furia.

Las rodillas de Luna se arquearon hasta rozarle las caderas y le buscó las mejillas con las manos, tirando ligeramente de su cara para conseguir que aquellos ojos torturados, de color gris intenso, se posaran en ella. Él la miró, emitiendo un gruñido indescifrable en el proceso.

-No tan fuerte… -susurró ella ahogadamente-, despacio, Draco.

Dejando caer la frente sobre la de ella, Malfoy cambió el peso de su cuerpo, extrayendo ligeramente su erección y volviendo a introducirla en ella con mucha más calma. Sus penetraciones, aunque profundas y certeras, fueron más consideradas y suaves. La habitación se llenó de gemidos, y Luna rompió la tensión de sus músculos con caricias y besos que él se rindió a recibir.

La mano de Draco la tomó del muslo hasta subírselo sobre las nalgas, y le recorrió el rostro y el cuello con los dedos mientras la miraba, marcando el ritmo de un sexo mucho más paciente y satisfactorio que todo el que había practicado antes de conocerla.

Ralentizó el ritmo al sentir el final sobrevolarle demasiado deprisa. Con un esfuerzo, se dejó caer sobre el lecho de sábanas enredadas y Luna quedó a horcajadas sobre él. Sosteniéndola de la cintura, la ayudó a moverse, cabalgando deliciosamente en dirección al placer que ambos solo obtenían estando juntos.

Draco se permitió enredar los dedos en aquella melena rubia, alzándose de la cama para devorar con labios y lengua la piel expuesta y enrojecida de Luna, que temblaba, arqueándose y emitiendo unos sonidos que entraban directamente el cansado corazón de Malfoy.

-Vamos Luna –jadeó él, desesperado, con el cuerpo al límite de sus fuerzas-, venga pequeña…

Colocando una de sus manos en la nuca de ella y la otra en su espalda la volvió a recostar. Estando nuevamente en la posición dominante, Draco realizó una serie de embestidas certeras que arrancaron gemidos de la muchacha, cuya cadera se alzaba al compás de él, reteniéndolo en su interior, queriéndolo, de la forma más primaria y simple que jamás hubiera encontrado el ser humano.

El orgasmo llegó y se llevó a Luna a un mundo onírico de colores brillantes, haciéndola cerrar los ojos y estremecer el cuerpo entero. Malfoy la contempló, en aquellos momentos en que se permitía hacer las paces consigo mismo. Hundió el rostro en el cabello de Luna, cerrando su mano derecha sobre uno de sus senos, notando los palpitantes latidos de su corazón conforme él seguía torturándola de placer, más, más… hasta que también hubo paz y descanso para él.

Con un gruñido muy ronco, vacío su alma y su cuerpo en las entrañas de la única mujer en cuyos brazos conocería jamás el perdón. Ella le amaba hasta el punto de dejarle hacerle todas esas cosas, sabía Dios por qué. Lo que Luna sentía, de algún modo, la impulsaba a ir a su casa, a quitarse la ropa, y a dejar que él la convirtiera en su mujer, que la tomara y hallara placer en su cuerpo.

La gente debía haber tenido razón siempre, pensó, dejándose caer otra vez en la ponzoñosa tortura en la que solía vivir una vez pasado el efecto del clímax, Luna debía estar loca después de todo.

La besó en la frente y, dedicándole una caricia fría, salió de la cama, recogiendo su batín del suelo y cubriéndose el cuerpo con él. Con una mano temblorosa, Draco se echó el flequillo hacia atrás y abrió la ventana para que el aire fresco se llevara del dormitorio el olor a sexo… y a Luna. Preservarlo lo torturaría, como siempre.

Caminó unos pasos, alejándose de la cama, y abrió la botella de cristal de murano en la que guardaba el whisky de fuego. Se sirvió un vaso que no bebería, y alzó la copa para ver en su reflejo como Luna levantaba su espléndida desnudez de la cama, la tapaba con la sábana y se le acercaba lentamente, con el cabello enredado sobre un hombro, los labios hinchados por los besos y el semblante dulce y sosegado.

Su entrepierna se endureció como respuesta a su sola presencia, y eso le enfureció.

-No podemos volver a hacerlo –dijo, esperaba que con un tono lo bastante seco como para ahuyentarla-, no está bien.

Luna le acarició el hombro y besó su espalda. El alma de Draco se removió dentro de su cuerpo, que estaba tenso pese a la reciente liberación. No merecía aquellas atenciones, ni ninguna otra que previniera de ella. Acostumbrarse a tenerla solo les causaría problemas a los dos. Tarde o temprano ella le vería como todos los demás y entonces, querría huir lo antes posible. Él lo permitiría, por su bien, pero en ese momento, probablemente el aura pura de Luna estaría ya infectada de su oscuridad.

-No me has hecho daño, Draco –fue la respuesta que ella dio, uniendo imaginariamente los lunares de la espalda masculina con la yema del dedo-, fuiste muy pasional, como siempre, pero no brusco.

-Un maldito bruto –contestó él, dejando el whisky, sin tocar, sobre el aparador-, eso es lo que soy. Y tú una demente por permitirme ponerte un jodido dedo encima.

La oyó reír y tuvo que darse la vuelta para verlo. Esa boca, que tanto había besado y arrasado con sus labios y su lengua viperina estaba curvada en una dulce sonrisa. La belleza de Luna le robó el aliento, y poco o nada importaba lo que dijera, porque sabía que esa no había sido la última vez. Nunca lo era.

Le puso las manos en los hombros, acariciándole las clavículas. Ella olía a él, a haberle tenido dentro de su cuerpo, a haberle permitido morir y renacer en sus entrañas. El placer que le proporcionó pensarlo casi le cegó.

-Esto no puede ser, Luna.

-Te portas de forma más cariñosa de lo que crees, y eres muy suave mientras te mueves, como si volaras por primera vez sobre un thestral y temieras asustarlo por haberlo montado sin el suficiente respeto.

-Deberías asustarte –con pesar, llevó su dedo pulgar a la mejilla de Luna, recorriéndola despacio y en círculos-, te deseo y cuando me excito lo único que quiero es apoderarme de ti con todas mis fuerzas. Y a veces…

-¿Y crees que no es eso lo mismo que siento yo, Draco? ¿Crees que mi cuerpo no se estremece y que mi corazón y mi mente no desean tenerte de esa misma forma?

Alzando unos centímetros la sábana para no tropezar, Luna avanzó unos pasos, hasta abrazarse al pecho de Malfoy y apoyar la mejilla en la parte de su pecho que el batín no cubría. En contra de todos sus principios, él la rodeó con sus brazos, aspirando su aroma y preguntándose, egoístamente, por qué no volvía a llevarla a la cama y olvidaba todas las implicaciones morales que tanto le acosaban por unas horas.

La quería para él, la tenía ahí y por algún motivo, Luna parecía dispuesta a permitirlo. ¿Entonces? ¿Por qué vivía aquella tortura? ¿Por qué se negaba a sí mismo, por primera vez en su vida, lo que quería?

-La diferencia es que… tu deseo es limpio y natural –suspiró, apoyándose en la coronilla rubia de Luna y cerrando los ojos unos instantes-, el mío está lleno de veneno, de ponzoña… mi propia piel es tóxica para ti.

Durante unos momentos, ninguno dijo nada, hasta que Luna rompió el abrazo y posó los labios en el pecho de Draco, buscando los centímetros de piel libre y tirando apenas del nudo del batín para poder recorrerle mimosa y tiernamente. Un rugido reverberó en el pecho de Malfoy, que tragó salivo y luchó consigo mismo para no reaccionar primitivamente.

-Si todo eso fuera verdad… ¿por qué pensar que me intoxicas? ¿Por qué no creer que yo limpio lo oscuro de tu interior cuando estamos juntos?

-Hay hechos que no se pueden borrar, Luna.

-Como querernos.

De puntillas sobre sus pies descalzos, los delgados brazos de Luna envolvieron el cuello de Draco. Le rozó la nariz con la suya varias veces, hasta obligarle a esbozar una sonrisa y chasquear la lengua. Rendido, él la tomó de la cadera, aupándola los centímetros necesarios para que sus bocas se encontraran. Después, hizo presión sobre las nalgas de ella para que notara lo receptivo que era su cuerpo a toda aquella cercanía.

-Tienes todo el poder sobre mí sin proponértelo –le dijo en un susurro.

-Tranquilo –fue la respuesta calmada de Luna-, lo usaré solo para hacerte feliz y demostrarte que lo mereces.

Draco no estaba seguro de que aquello pudiera ocurrir, lo único que tenía claro era que estando con ella se sentía humano y hombre de una forma hasta entonces desconocida. Sin esfuerzo, la alzó en brazos y caminó los pasos que los separaban de la cama sin apartar los ojos de los de Luna.

-Estar dentro de ti es lo único que hace que me sienta completamente en paz –le confesó, dejándola sobre el colchón como si depositara el objeto más valioso de su colección-, me siento parte de ti, completamente tuyo.

Luna le sonrió y se removió para dejarle apartar el batín y la sábana a un lado, alejando todo aquello que imposibilitaba a sus pieles entrar en el contacto que tanto necesitaban.

-Entonces ya sabemos por dónde empezar –y después le besó.

Sus figuras entrelazadas quedaron reflejadas en el líquido ambarino de la olvidada copa de whisky de fuego.