¡Buenas! ¿Como están? Yo tengo una leve migraña en estos momentos, pero ya está pasando. El calor me está volviendo loca.

DrVenom: Sería la fantasía de cualquier pajero eso XD.

Seogumi: Ya veré si la subo, pero la migraña no me deja pensar en este momento. La cantidad de misterios y secretos que tiene es más de lo que te imaginas, pero se va a resolver a lo largo del fanfic.

Capítulo cuatro

Blood Brother

I keep trying for everything, I don't count the cost

But I see an ocean I'm determined to cross

'Cause I look the heat, created the beat

And I've got the strength of a dragon

Alf explicó todo a los Tanner recién a la mañana siguiente, después de que Katrina llamó a la hora del desayuno y pidió hablar con él. No fue fácil de entenderlo, ya que estaba demasiado nervioso y exaltado como para explicar algo coherente, pero lo que entendieron fue que Kurtis, el hermano menor de Alf, había logrado escapar del planeta y había conseguido llegar a la Tierra, pero había caído en las costas de Black Beach por un error de coordenadas y había sido acogido por dos chaffis que en ese momento paseaban por la playa. Lograron ubicar a Alf gracias a la novela para la que solía escribir los libretos. Ahora, la chaffi llamada Katrina lo traería por la noche para que se pudieran ver al fin.

—No lo he visto en más de un año —decía Alf en el lavadero, mientras se arreglaba el pelaje con un cepillo para el cabello que obviamente era de Kate. Lynn le sostenía un espejo frente a su rostro—. Es un poco malcriado, pero lo van a adorar, ya lo verás.

—¿Y cómo es él? —preguntó Lynn, curiosa

—No es tan guapo como yo ni tan gracioso, pero es buen chico.

—¿Y a que hora vendrá?

—A las siete para la hora de la cena, ya no deben tardar ¿Creen que puedan servir a Suertudo para la cena en su honor?

—¡Alf!

—Cierto, es demasiado tarde para eso.

Mientras tanto, en la sala, Kate y Willy ponían la mesa en el comedor. Estaban muy intrigados sobre el melmaciano que vendría a cenar con ellos.

—Willy, ¿Cómo crees que sea el hermano de Alf? —preguntó Kate, acomodando los platos.

—No lo sé —reflexionó, colocando los cubiertos—. Sea como sea, lo quiere mucho.

—Es muy extraño. Alf nunca nos contó de su familia antes. Solo mencionó a sus amigos y a Rhonda.

—Habrá tenido sus razones.

Escucharon el ruido de un auto acercarse y Willy miró por la ventana. Era un Ford Mustang 1967 color verde oscuro, el mismo que había pasado a recoger a Katrina anoche.

—¿Ya llegaron? —Brian salió de su habitación y se asomó también a la ventana.

—Creo que si.

Alf salió de la cocina. Parecía tan nervioso que podría vomitar.

—¿Está aquí?

—Si, eso parece —lo tranquilizó Kate.

Willy salió de la casa justo a tiempo para ver a Katrina bajar del asiento del conductor. Lo miró de manera ligeramente sorprendida cuando lo vio frente a él.

—Hola —saludó ella, enarcando una ceja—. No hacía falta que viniera hasta aquí.

—Solo quería ver si necesitabas ayuda con algo —dijo Willy, incómodo. Miró de la manera más disimulada del mundo en el interior del auto, pero tenía vidrios polarizados.

Katrina lo miró con sus fríos ojos grises, pensativa. Se dio vuelta y le tendió una bolsa.

—Es la ropa que me prestaron, lavada y secada. Si quiere ayudarme, solo mantenga la puerta de entrada entreabierta y quédese adentro —le dijo—. Yo entraré en un instante.

—Oh… está bien.

Willy iba a retirarse, pero luego escuchó:

—Señor Tanner…

Wily se dio vuelta

—¿Si?

Katrina sacó algo rápido del bolsillo de su chaqueta y le apuntó a los ojos con una pequeña linterna que parpadeaba entre blanco, rojo y azul.

—¡Hey! —dijo, cubriéndose los ojos con una mano.

—Eso era todo. Puede irse adentro.

Willy, confundido, se metió dentro de la casa. La luz lo había dejado un poco mareado.

—¿Era ella? —preguntó Kate.

Willy cerró la puerta, dejándola ligeramente entreabierta.

—Si, si, era ella.

A los pocos segundos, Katrina entró a la casa, sosteniendo un canasto de mimbre cubierto por una manta con un brazo y cargando un bulto contra su pecho en la otra. Parecía un niño pequeño, ya que tenía un gorro, chaqueta, un pantalón y zapatos demasiado anchos para ser humanos. Katrina cerró la puerta con el pie y bajó al niño.

No era un niño. Era un melmaciano más pequeño que Alf; le llegaba un poco más abajo del hombro. A diferencia de su hermano mayor, tenía ojos color azul marino y, por lo que se veía de lo que sobresalía de la ropa, su pelaje era de color arena.

Alf y Kurtis se miraron a los ojos, sin moverse. Ambos parecían demasiado impactados como para reaccionar. Kurtis se sacó el gorro que tenía puesto y lo apretó contra su mano.

—Gordon —susurró. Willy había pensado que como mucho era un adolescente, pero al escucharlo se dio cuenta que tal vez no fuera mucho mayor que Brian.

Alf no respondió de inmediato. Solo se lo quedó mirando como si lo que tuviera al frente fuera un espejismo o una ilusión.

—¿Eres tú? —logró decir al fin.

Kurtis corrió hacia él y se le arrojó encima en un abrazo, llorando. Alf lo apretó con fuerza contra su pecho, hundiendo la nariz en su cabello y acariciándole toda la espalda como si quisiera comprobar que era sólido. Se separaron un momento, solo para refregarse las narices en un gesto cariñoso y volverse a abrazar, murmurando palabras en melmaciano. Incluso Willy sentía ganas de llorar al verlos y no era el único: Kate ya se estaba secando los ojos con una servilleta y Lynn simplemente los miraba dejando que sus lagrimas corrieran libres por sus mejillas. Brian no lloraba, pero se veía feliz por el reencuentro. Solo Katrina los miraba como si nada pasara. El único movimiento que tal vez traicionara esa fachada fría era el hecho de que se mordía ligeramente los labios.

—Bueno —Alf finalmente se separó de su hermano, aunque sin soltarlo. Le pasó una mano por los hombros y se giró hacia los Tanner—. Este es mi hermano menor, Kurtis.

—Hola —saludó Kurtis, de manera tímida, mientras se limpiaba los ojos con la manga de la chaqueta—. Mucho gusto.

—Oh, el gusto es nuestro —dijo Willy—. Yo soy Willy; ella es mi esposa Kate y ellos dos son mis hijos, Lynn y Brian.

Kurtis se aferró aún más a su hermano, como si les tuviera miedo. Alf se dio cuenta enseguida.

—No les tengas miedo, son buenas personas, lo prometo.

Kurtis lo miró, no muy convencido. Alf continuó.

—Vamos, Kurtis. Mírame, llevo varios meses aquí y todo está bien… claro, si no cuentas el aburrimiento, el encierro y la comida insípida de Kate.

—¡Alf! —lo retó Kate.

—Era broma, era broma.

—Si confías en ellos, yo también lo haré —dijo Kurtis—. Antes que nada… quiero mostrarte algo muy importante que no te dije en el mensaje.

Sin decir una palabra, Katrina se acercó y puso la canasta sobre la mesa de café. Lo hizo con mucho cuidado, como si cargara algo frágil. Estaba cubierto con una manta celeste, así que no podían ver su contenido.

—Será mejor que te sientes —le dijo Kurtis.

Confundido, Alf obedeció y se sentó en el sillón.

—¿Es un gato? Muchas gracias, Kurtis.

—No, no es eso… Solo promete no gritar.

Kurtis se acercó a la canasta y retiró la manta con cuidado. Alf pegó un grito que fue inmediatamente callado por Kurtis, metiéndole ambas manos en la boca con rapidez.

Lo que había dentro era otro melmaciano que no media ni medio metro de altura, con un vestido color azul. Tenía el mismo color de pelaje que Alf, solo que un poco más claro y más abundante en la zona de la cabeza. Dormía profundamente, abrazando un peluche maltratado que se asemejaba a un gato.

—No dije que estaba conmigo en el mensaje porque temía que cayera en manos equivocadas —se excusó Kurtis—. Lo siento por no avisarte

Alf cayó de rodillas al suelo, acariciándole el pelo. Willy se acercó y le puso una mano en el hombro.

—¿Quién es? —le preguntó.

—Augie —murmuró, con voz no muy firme.

—Nuestra hermanita —aclaró Kurtis—. Logré rescatarla de Melmac.

Alf tomó a su hermana en brazos y la acurrucó contra su pecho. Ahora que podía verla mejor, Willy notó que era apenas más grande que un bebé recién nacido.

—¿Augie? —Alf intentaba despertarla—. Despierta, mi princesa.

La niña lanzó un pequeño gruñido y sacudió un poco las orejas.

—Se durmió a mitad del camino la pobrecita —comentó Kurtis.

—Augie —la volvió a llamar, sacudiéndola un poco.

La pequeña parpadeó y miró a su hermano, medio dormida. También tenía ojos color azul marino. Se lo quedó mirando en silencio ante de acariciarle la cara.

It Gordon si —preguntó

—Si, soy yo.

Los ojos de Augie se llenaron de lágrimas y lo abrazó con fuerza. Alf la acunó contra su pecho, como si fuera un bebé.

—Shhh, Augie. Tu hermano mayor está aquí —le dijo, intentando ocultar sus lágrimas—. Te extrañé mucho, princesa.

Luego de unos segundos, Augie se separó y miró a su alrededor. Al conectarse con los ojos de Willy, escondió su cara en el rostro de su hermano.

—Oh, vamos, cariño. Willy no es muy agraciado que digamos, pero no es malo.

Iksa naek prika.

—No tengas miedo, Kurtis y yo estamos contigo.

E Katrina.

—Cierto, Katrina —torció su cabeza para mirarla—. Gracias por cuidar de ellos.

—Claudia hizo la mayor parte, pero está bien.

Gordon, iksa naek niev —dijo Augie.

—Yo también. La comida ya debe estar lista.

—¿Entraremos todos en la mesa? —preguntó Kurtis.

—Si, no hay problema con eso —respondió Kate.

El problema surgió cuando quisieron sentarse. Kurtis a duras penas llegaba a la mesa y ni hablar de Augie. Solucionaron el problema trayendo un par de almohadones para Kurtis y que Augie se sentara en las piernas de Gordon.

La comida finalmente fue servida en la mesa: solomillo con ensalada de zanahorias, papas y brócoli. Apenas transcurrida la cena, Alf preguntó a su hermano:

—¿Cómo escapaste de Melmac?

Kurtis enfocó la mirada en el plato. Parecía que se esperaba esa pregunta.

—La noche que… tú sabes… mamá y papá salieron al cine. Mamá iba a llamar a la niñera, pero les dije que yo ya era grande y que podía cuidar a Augie yo solo. Papá estuvo de acuerdo y mamá protestó un poco, pero finalmente se fueron. Fue la última vez que los vi.

Kurtis se llevó un pedazo de papa a la boca y la masticó muy despacio. Cuando tragó, continuó hablando:

—Había pasado una hora y estaba con Augie viendo la tele, cuando se interrumpió la señal y se mostró un mensaje pregrabado del gobierno diciendo que debíamos abandonar el planeta de inmediato. Salí a la calle y escuché las sirenas de emergencia de la Guardia Orbital y a todos corriendo.

"Mamá y papá habían comprado una nave hacía unos años. Varias veces me llevaste a dar una vuelta, ¿recuerdas? Yo te preguntaba sobre los controles y tú me enseñabas. Incluso me dejaste pilotear unos minutos. Tomé a Augie y me subí al techo del garaje, donde estaba la nave. Despegué y hui lo más rápido que pude, solo con lo que tenía puesto. Seguí algunas naves que habían despegado y terminé en Mukluk."

—¿Mukluk? —preguntó Alf con disgusto.

—No habría ido ahí de saberlo, pero ya era tarde. Me encontré con algunos sobrevivientes y algunos eran militares. Reconocí a uno de ellos por el uniforme de la Guardia Orbital y le pregunté por ti, era un tal Makin.

—Ah, Makin, lo recuerdo. Que insoportable —comentó Alf.

—El me dijo que Melmac había estallado. Yo no lo quise creer, pero vi las noticias y… supe que era cierto. Pregunté por ti y me dijo que habías salido del planeta al igual que muchos otros militares, así que era muy probable que siguieras vivo. Eso me dio un poco de esperanza.

"Makin me dijo que probablemente estabas en Chaffers. Los Muklukianos no me querían dejar pilotear solo, ya que era menor de edad, pero Makin dijo que se haría cargo de nosotros por el momento. Conocí a otro militar llamado Steve y nos fuimos juntos"

"En Chaffers, comenzamos a buscarte por todos lados. En un hospital, nos dijeron que habías estado allí y que estabas herido, pero que te fuiste antes de que te dieran el alta y que probablemente hubieras abandonado el planeta."

"Los chaffis quisieron retenernos porque eramos menores de edad y teníamos que estar en un orfanato, pero me escapé. Steve se quedó mientras Makin, Augie y yo huimos al espacio. Nosotros te buscábamos a ti, Makin buscaba también familiares suyos."

"Fuimos a varios planetas, buscándote. En algunos tenían información sobre ti, otros no. Cuando llegamos a Bungaraya, Makin encontró a una prima suya, mientras que yo encontré a Skip y Rhonda. Ellos me dijeron que estabas aquí y me dieron las coordenadas, pero me dijeron que no esperara que fueras a abandonar la Tierra. Me ofrecieron viajar con ellos, pero me negué. Nos fuimos de Bungaraya, ya sin Makin."

"Volé hasta la Tierra, pero calculé mal donde aterrizar y terminé estrellándome en el agua, cerca de la costa. Katrina y Claudia estaban allí paseando y nos vieron, así que nos rescataron. Les contamos a que veníamos y nos ocultaron mientras buscaban información. Luego pasó lo que ya te dije por mensaje: la novela, tu nombre y todo eso. Y aquí estamos."

Un silencio se apoderó de la sala. Los únicos ruidos que se escuchaban eran de Augie comiendo su cena en el regazo de Alf.

—Fue como una aventura de película —dijo Brian, asombrado.

—Veo que pasaste por mucho con tu hermana —murmuró Willy—. Debió ser difícil para ti, siendo tan pequeño.

—No soy tan pequeño —Kurtis sacó pecho como para parecer más adulto—. Tengo noventa y ocho años y pronto seré todo un adulto.

—Claro que sí —se burló Gordon—. ¿Duermes con la luz encendida todavía?

Kurtis se cruzó de brazos, molesto.

—Cállate. Ahora estoy recordando lo insoportable que eras.

—Habló el que inundó la casa.

—Habló el que estrelló el auto en la pared de la milicia.

—Habló el que arruinó mi cena con Rhonda.

—Eso lo hubieras arruinado de todos modos, porque eres un idiota.

—¡Dokta! —gritó Augie—. Nyur eksi wakara.

Alf lanzó una breve risa.

—Me alegro de que estés vivo, Kurtis. Lograste sobrevivir y cuidaste a nuestra hermanita. Bien hecho.

Kurtis bajó la mirada hacia su plato, casi avergonzado.

—¿Kurtis? —lo llamó Alf, preocupado

El chico levantó la cabeza y forzó una sonrisa.

—¿Mhh? Lo siento, me distraje un momento—Se giró para ver a Kate—. Esta carne está deliciosa.

—Oh, muchas gracias.

—Pobre criatura, perdió el sentido del gusto —comentó Alf, negando con la cabeza.

—Si no te gusta, me lo puedo comer —le sugirió Kurtis.

—Sigue soñando —se burló, mientras se terminaba el solomillo de un solo bocado.


El resto de la cena transcurrió con normalidad. Kurtis resultó ser un chico bastante educado y serio. Alf no paró de hacer payasadas durante la comida, como hacer que se le escurriera el refresco por la nariz, probablemente para animar a su hermano.

Katrina casi no habló, pero cuando lo hacía usaba un tono casi mecánico, como si fuera un robot que había aprendido a imitar la voz humana, más no sus emociones, pero cuando hablaba con cualquiera de los melmacianos, su tono era mucho más normal. Cuando terminaron de cenar, Katrina se puso de pie.

—Necesito hablar con ustedes dos. A solas —agregó, dirigiendose a Kate y Willy.

—Si, por supuesto —dijo Willy—. Vamos a la cocina.

Levantaron la mesa y fueron hacia la cocina. Una vez que pusieron las cosas para lavar, los tres se sentaron en la mesa.

—Seré tan breve como pueda —empezó Katrina—. Cuando encontré a los niños, les prometí que encontraría a su hermano y que no permitiría que nada ni nadie los separara.

—Entiendo —dijo Willy.

—Mi amiga, quien los estaba cuidando, se ha ido del planeta. Yo no puedo cuidarlos: vivo en medio de la ciudad y por mi trabajo me es imposible hacerme cargo de ellos a tiempo completo. Tampoco puedo sacarlos del planeta, así que…

—Espera —la interrumpió Kate— ¿Estás queriéndonos decir que nosotros cuidemos a estos niños?

—Si.

Willy y Kate se miraron. Ya tenían suficiente con un extraterrestre, no podrían con tres.

—Creanme que no quiero hacer esto, pero no hay otra salida —insistió Katrina.

—¿No sería mejor llevarlos a otro planeta? —preguntó Willy.

—Fue mi primera opción —dijo Katrina—. Pero me encontré con una problemática.

—¿Cuál?

—Gordon ha estado internado en un hospital en mi planeta. Obviamente no quisieron dar mucha información por la confidencialidad medico-paciente, pero averigüé como se están manejando las cosas respecto a los que sobrevivieron.

—¿Cómo? —preguntó Kate.

—La Unión Intergalactica lanzó un decreto a nivel universal. Todos los melmacianos que lleguen a cualquier planeta deben pasar por un chequeo psicológico para saber si están aptos para insertarse a la sociedad. La poca información que me dieron es que Gordon no había pasado la prueba. Eso quiere decir…

—… que no estaría apto para cuidar a sus hermanos, ¿verdad?

—Exacto.

—Katrina, sé que estás preocupada por ellos, pero no podemos cuidarlos.

—Por lo monetario, no hay ningún problema —Katrina sacó un sobre del bolsillo de su chaqueta y lo puso sobre la mesa—. Puedo pasarles dinero de manera semanal, a mi no me molesta. También puedo aparecerme por aquí e intentar resolver cualquier problema que tengan.

Kate no pudo evitar lanzar una pequeña risa sarcástica.

—¿Crees que puedes hacerlo? Alf no es fácil de manejar.

—He vivido en Melmac por un tiempo. De hecho, vine a la Tierra no mucho antes de la explosión. Conozco su cultura y sus costumbres, así que puedo comprenderlo mucho mejor que ustedes —Katrina respiró hondo—. Sé que es difícil, pero ustedes son la única esperanza que tengo. Si dicen que no, me los tendré que llevar a mi planeta natal y que los terminen separando por vaya a saber cuánto tiempo.

Se quedaron en silencio. Desde la sala se podían escuchar las voces y las risas de los tres melmacianos. Sabía que era difícil, pero Alf ya había pasado demasiado. Willy a veces se olvidaba que su planeta natal había estallado y que muchos de sus amigos y familiares habían muerto. Probablemente había pensado que sus hermanos estaban muertos también. Dios, eran tan pequeños…

—Podríamos intentarlo —dijo finalmente. Kate lo miró como si quisiera estrangularlo.

—Cariño, creo que deberíamos pensarlo —le aconsejó Kate rápidamente.

—Kate, no puedo separarlos. Simplemente no puedo —se dirigió a Katrina—. Los cuidaremos, lo prometo.

Por primera vez, Katrina esbozó una sonrisa milimétrica. No duró más de un segundo, pero la notó.

—¿Tienen alguna pregunta para hacerme antes de que te vayas?

¿Alguna? Willy tenía millones de preguntas en la cabeza que se amontonaban una encima de la otra.

—¿Qué haces aquí en la Tierra? —preguntó al fin.

—Trabajando.

—¿De qué?

Katrina se mordió el labio.

—Soy una especie de agente policial de Chaffers. Mi trabajo es capturar alienígenas criminales que vienen a este planeta a esconderse para reenviarlos a mi planeta y que sean juzgados.

—¿Quieres decir que hay extraterrestres criminales caminando entre nosotros? —preguntó Kate, nerviosa.

—Si. Pero no se preocupen, es poco probable que se topen con alguno.

—Si, poco probable —se burló Willy. Estaba hablando con una alienígena y había tres más viendo la televisión en la sala. Tal vez debería jugar a la lotería.

—Antes de que lo olvide… tengo que darles esto.

Katrina sacó de un bolsillo un dispositivo extraño de color negro. Parecía un estuche de maquillaje para rubor, solo que tenía rayas encima de manera que formaban triángulos como en una pizza. Dentro de cada uno tenía pequeños símbolos que Willy jamás había visto.

—Esto en un dispositivo de comunicación para que puedan mantenerse en contacto conmigo por si me necesitan. Kurtis les explicará cómo utilizarlo —les dijo, mientras ponía el disco sobre la mesa—- Debo irme, se está haciendo tarde. Vendré a visitarlos dentro de una semana para ver como está todo. Que tengan una buena noche.

Katrina giró sobre sus talones y se marchó de la cocina. Mientras se escuchaban las voces de los alienígenas despidiéndose, Kate le dijo:

—Cariño, creo que fue una decisión muy precipitada.

—Lo sé, pero no puedo dejarlos solos. Como trabajador social, he visto muchos casos de familias que han sido separadas y…

Kate lo tomó de la mano.

—Lo entiendo.

Willy fijó la vista en la mesa y vio el sobre. Casi le dio un infarto al ver quinientos dólares dentro. Iba a alcanzar a Katrina, pero escuchó el ruido del auto alejándose.


Katrina llegó a su departamento y se dio una larga ducha caliente. No le agradaban los humanos y mucho menos dejar a los niños con ellos, pero no tenía opción. Al menos se habían tragado el cuento sobre por qué no podía llevar a los melmacianos al espacio, aunque no era del todo una mentira. También se habían creído lo de "agente policial de Chaffers". Tampoco era del todo falso: si se dedicaba a perseguir criminales de su propia raza, seguido en menor medida por los muklukianos y, muy rara vez, venusianos. Solo que había omitido el hecho de que ella solía asesinarlos por órdenes de sus jefes. Lo de trabajar para el gobierno de su planeta era casi un eufemismo: hacía siglos que la organización para la que trabajaban, llamados Los Chaffis de la Tierra, eran totalmente independientes, una nación aparte. En Chaffers solo se condenaba a muerte a los que habían cometido crímenes considerados graves, mientras que para los Chaffis de la Tierra, el solo hecho de pisar el planeta podría ser motivo suficiente para que regresaran a su planeta de origen dentro de una cámara criogénica para cadáveres.

Uno pensaría que de esa manera nadie se atrevería a entrar. Error. Muchos de los que huían a la Tierra eran idiotas que creían poder burlar a una organización que llevaba funcionando desde aproximadamente cinco milenios. ¿Alguno lo lograba? Algunos, pero no era muy frecuente. Tarde o temprano cometían un error y ahí entraba ella. No siempre debía matarlos; si tenían información valiosa para localizar a otros, los capturaban con vida.

Los motivos eran varios: huían de la policía alienígena (como los Jones); se habían mezclado con los alienígenas equivocados y creían que en la Tierra jamás los encontrarían; venta de objetos terrícolas, tráfico de drogas (algunos compuestos terrestres inofensivos para los humanos podrían ser consideradas como tal para otras especies); terroristas (había algunos chaffis que consideraban que los humanos debían ser eliminados o que la Tierra debía ser eliminada). Eso solo era algunos de los ejemplos con los que tenía que lidiar de vez en cuando.

Katrina llenó la bañera de agua caliente y se acostó en ella. No le quedaban muchas horas de sueño antes de levantarse e irse a trabajar.