Buenas!

Ya estoy casi totalmente recuperada del COVID. La comida es ligeramente insípida, pero sacando eso estoy perfecta. Por motivos laborales, comenzaré a publicar los domingos en lugar de los miércoles.

Seogumi: Al principio no iba a ser interacciones entre Brian y Kurtis, pero me di cuenta que sería un error si no lo hiciera y decidí que fueran amigos. Tienen edades cercanas y son dos varones, así que sería normal que fuesen amigos

DrVenom555: Kurtis era un mocoso malcriado en la serie animada, pero acá es un poco más grande y tuvo que madurar por lo que pasó en Melmac. Ya pondré alguna escena de Katrina enseñando sus abdominales, pero no será en este capítulo, tendrás que esperar.

Capítulo siete

Why Don't We Live Together?

But if we should live together

There's something we could share

If we dare

Why don't we?

Katrina apareció un par de días después. Esta vez no vino en un auto, sino en una enorme moto Kawazaki. Llevaba una chaqueta negra de cuero y unos jeans bastante rotos. Parecía salida de algún álbum de rock. En su espalda llevaba una mochila similar a las que se usaban en el ejército

—Buenas noches —saludó Katrina, inclinando la cabeza—. ¿Puedo pasar?

—Si, adelante —dijo Willy.

Los tres hermanos estaban en la sala, mirando la televisión. Apenas dio unos pasos adentro y Augie corrió hacia ella y le abrazó la pierna.

—¡Trina! —Augie chillaba de felicidad, mientras Katrina la alzaba y la abrazaba. Era el primer gesto de ternura que Willy había presenciado de parte de la chaffi.

—Hola, cariño —le dijo, frotando su nariz contra la de ella. Alf la miró y frunció el ceño, como si no le agradara que Katrina mimara mucho a su hermana—. Les traje una sorpresa.

It yak si. ¡Iksa kiek, iksa kiek!

Katrina la bajó, sacó su mochila de la espalda y sacó una pequeña caja de cartón. La apoyó sobre la mesa ratona y la abrió. Dentro, había una tarta.

—Tarta de gato. Yo misma la hice.

Alf fue hacia la tarta, como si estuviera en un trance.

—¿De verdad es de gato? —preguntó.

—Si.

—No será de un gato atropellado, ¿verdad? Tengo mis principios.

—No, es de gato de callejón. Coman.

Alf se puso una porción entera en la boca. Los ojos le brillaban a medida que lo masticaba, como si hubiera probado la comida más perfecta jamás creada.

—Katrina, si no fueras una chaffi, te pediría que seas mi novia —dijo, una vez que la tragó y se sirvió otra porción.

—Me conformo con que me saluden tú y tu hermano —dijo.

Kurtis, que también estaba devorando la tarta, tragó y luego dijo:

—Lo siento, Katrina. Hola, me alegra verte.

—A ti y a esta tarta —agregó Alf.

—Dejenle algo a su hermana —les advirtió—. Yo voy a hablar con los Tanner, ¿si?

—Vamos a la cocina —dijo Willy—. Kate está allí.

Kate estaba terminando de lavar los platos de la cena cuando entraron.

—Buenas noches, Katrina. ¿Quieres algo para tomar?

—Buenas noches, señora Tanner. Y no deseo beber nada, muchas gracias.

Katrina se sentó en una de las sillas, entrelazó los dedos sobre la mesa y sostuvo su barbilla. Parecía estar teniendo una conversación interna consigo misma a la que nadie estaba invitado. Cuando Willy ya estaba a punto de hablarle, Katrina preguntó:

—¿Qué fue lo que pasó exactamente?

Willy y Kate contaron toda la historia sobre las reglas sobre no comer gato, como Augie había descuartizado a uno y las peleas que había tenido con Alf. Katrina escuchó todo esto sin siquiera moverse. De no ser porque parpadeaba y a veces movía los ojos, podría tranquilamente hacerse pasar como una muñeca de cera.

—Ya veo —dijo. Se humedeció los labios y luego agregó—. ¿Qué saben de los melmacianos?

Willy y Kate se miraron.

—Alf no habla mucho de Melmac y cuando lo hace… bueno…

—Miente. Constantemente —terminó la frase Willy.

—¿Cómo están tan seguros de que está mintiendo?

—¿Aplauden con eructos? —preguntó Kate

—No.

—¿Tienen ocho estómagos?

—Si.

—¿Existe un deporte llamado Boullabaseball?

—¿El que se parece al baseball humano? Si, pero tiene otro nombre: sankitaba

—¿Y se jugaba lanzándose tripas de pescado?

—No, pero usaban un espécimen marino, similar al pez globo, en la antigüedad. Luego se comenzó a usar una pelota, aunque es más blanda que la que se usa aquí.

—Bueno, al menos no todo lo que dice es mentira.

Katrina suspiró.

—Veo que Gordon no ha dicho mucho de su planeta nativo, pero no está obligado a contarles. ¿Tienen otros problemas más con él?

Oh, Willy hacía mucho que quería decirle eso a alguien que no fuera su esposa.

—¿Problemas? Alf en si mismo es un problema. Destroza la casa, la ensucia, come como por cuatro personas adultas, nos desobedece, usa nuestras tarjetas de crédito como si yo fuera millonario y nos mete en problemas con otras personas constantemente.

Katrina arqueó las cejas.

—¿Ha dicho que come mucho?

—Demasiado es la palabra que usaría.

—¿Come cosas que no son comida? Metal, tiza…

—… crema para el cuerpo, clavos, tela —agregó Kate.

Katrina frunció el ceño.

—Los melmacianos no comen mucho más que un adulto humano —dijo Katrina—. Creo que tiene un trastorno alimenticio.

—¿Un trastorno?

—¿Oyeron hablar de la pica?

—No —dijeron Kate y Willy a la vez.

—Los melmacianos tienen distintas necesidades nutricionales que ustedes o yo. Al no encontrar lo suficiente, necesita suplir los nutrientes de alguna manera. Un ser humano adulto necesita ocho miligramos de hierro al día. Los melmacianos necesitan cincuenta. Si bien son omnívoros, su dieta principal consiste en carne roja, pescado e insectos.

—¿Estás queriendo decir que come mucho porque le faltan proteínas? —le preguntó Willy.

—Eso coincide con la pica, así que es muy probable que así sea. Por suerte el ácido de sus estómagos es muy potente y disuelve hasta metales, pero no es lo más recomendable. No soy médica, pero sé cómo funciona un cuerpo melmaciano. Si sigue una dieta rica en hierro, podría comer menos. Aunque si hay otro factor…

—¿Qué clase de factor? —preguntó Kate.

—La depresión, por ejemplo.

Willy levantó las cejas.

—¿Alf con depresión? —se burló Willy—. Yo no creo que él…

Katrina clavó su vista en él. Sus ojos grises parecían nubes de tormenta.

—Claro, porque un ser que perdió su planeta, su trabajo, su familia y sus amigos y que tiene que vivir en un planeta extraño, con costumbres distintas, donde muy probablemente lo maten o lo conviertan en un conejillo de Indias apenas lo vean no tiene ningún motivo para sentirse deprimido, ¿verdad, señor Tanner?

Un silencio incómodo se cernió en la habitación. Las palabras sarcásticas de Katrina lo habían golpeado bastante fuerte. Alf siempre se veía tan despreocupado y alegre… aunque un par de veces lo había descubierto con la mirada perdida en algún punto de la habitación, totalmente metido en sus pensamientos. Era muy obvio y él, con su trabajo, debería saberlo mejor que nadie. ¿Cómo pudo sencillamente ignorar todo el asunto?

Katrina se levantó de la mesa.

—Si me disculpan, necesito hablar con Kurtis. ¿Hay algún lugar donde pueda hablar a solas con él?

—Pueden ir al garaje —dijo Kate, un poco cohibida. A ella también le había afectado las palabras de la alienígena

—Se lo agradezco.

Katrina dio media vuelta y salió de la cocina. Willy miró a su esposa y se pasó la mano por la cabeza.

—Creo que… hemos estado haciendo las cosas mal, ¿verdad? —le preguntó Willy.

Kate le acarició la espalda.

—Cariño…

—Es que ella tiene razón. Muchas veces lo veo y me olvido por completo lo que le sucedió. Si yo estuviera en su lugar… yo no podría…

Kate lo abrazó.

—Podemos hablar con Alf después, ¿si?

—Supongo que podría hacerlo.

Kate le dio un beso rápido en los labios.

—Te prepararé un té.

Willy asintió y se dejó caer en la silla más cercana. Tenía mucho en que pensar.


—Gordon no es el mismo, Katrina, puedes creérmelo.

Katrina estaba sentada en un taburete de madera, dentro del garaje. Kurtis paseaba de un lado al otro, incapaz de ocultar sus nervios.

—Ha pasado por mucho…

—Todos lo hicimos, pero siento como si él fuera otro —replicó Kurtis.

—¿Cómo se comportaba él antes de la explosión?

Kurtis dejó de caminar y se rascó una oreja.

—El siempre fue bastante relajado. Estaba de buen humor casi siempre, incluso canturreando por la casa de vez en cuando. Acá hace mas o menos lo mismo, pero hay ciertas actitudes que me parecen raras.

—¿Cómo qué?

—El es muy desconsiderado con esta familia. Gordon jamás habría sido así. A él siempre le gustaba ayudar a los demás, aunque eso lo terminara perjudicando algunas veces. En cambio, aquí es como… como si le gustara sacarlos de quicio. Es totalmente irracional.

Katrina puso su mente en marcha. Ella no tenía mucha idea sobre interacción social y todo lo que había aprendido había sido para camuflarse como asesina, un cierto conocimiento de psicología básica. No era mucho, pero tendría que bastar.

—¿De que manera los saca de quicio?

—Intenta comerse al gato, se come toda la comida, rompe cosas de manera accidental o a propósito, dice idioteces que harían enojar a cualquiera. Incluso lo vi comiéndose cosas que no debería comer, como jabón.

—Entiendo.

—Katrina —la voz de Kurtis temblaba—. ¿Tu crees que mi hermano esté… tu sabes…?

—No está loco —respondió Katrina, antes de que Kurtis terminara de hablar—. Como dije, ha pasado por mucho y tal vez su estado mental no es el mejor en estos momentos. Necesita tratamiento psicológico, tal vez psiquiátrico, pero en este momento no hay manera de que tenga contacto con un profesional.

Kurtis se pasó las manos por la cabeza, casi como si quisiera arrancarse el pelo.

—¿No hay nada que podamos hacer? —Kurtis parecía al borde de la desesperación.

Katrina se mordió el labio. No podía buscar un profesional de la salud mental y lo más cercano que tenía eran sus vagos conocimientos. Una idea se cruzó por su cabeza, una idea muy arriesgada. Podría simplemente no hacer nada, pero ella tenía una debilidad por los niños. Mucho más con esos dos melmacianos que estaban a merced del destino junto con unos humanos que no los comprendían bien.

—¿Katrina? —la voz temblorosa de Kurtis la volvió a la realidad.

—Veré que puedo hacer. Volvamos a la casa.

Katrina y Kurtis salieron del garaje y volvieron a entrar a la casa por la puerta de la cocina. Los señores Tanner estaban tomando un té y los miraron cuando pasaron, pero ella los ignoró. Los humanos eran, en su opinión, seres inferiores.

Cruzaron la cocina y fueron a la sala. Gordon estaba aún mirando la televisión. Augie se había quedado dormida, apoyando su cabecita en la pierna de su hermano.

—Katrina, debo decirte que no sé si es porque no he probado gato en meses o que la comida de Kate es demasiado insípida, pero tu tarta estuvo deliciosa. Diez sobre diez.

Katrina le sonrió.

—Gracias. Aprendí en Melmac.

—¿En que parte de Melmac viviste?

—En varios lados, pero la mayor parte la pasé en el Norte, en la ciudad de Toster

—¡Ah, Toster, la ciudad de la alegría! —exclamó Gordon—. Estuve allí un par de veces, por las carreras de perros.

—¿No fue allí donde te metiste en problemas con esos delincuentes por apostar? —preguntó Kurtis.

—Oye, no fue mi culpa. Neep fue el que tiró todas las motocicletas.

—¿Neep? —se burló Katrina—. Es como ponerle Guau a un perro terrestre.

—Reclamale a Kurtis, él le puso el nombre. Yo quería llamarlo El Aniquilador. Papá lo trajo a casa hace décadas, cuando esta pulga apenas estaba aprendiendo a balbucear. Comenzó a decirle Neep y el tonto del perro creyó que se llamaba así y no respondía a ningún otro que le dijéramos. Así que quedó Neep.

Kurtis carraspeó y comenzó a alejarse hacia el pasillo.

—¿Adonde vas, mocoso?

—Al baño —respondió, antes de desaparecer por una de las puertas.

Katrina se sentó despacio en el sillón, para no despertar a Augie.

—¿Cómo se están adaptando aquí?

—Oh, fantástico —respondió con sarcasmo—. Están muy felices en un lugar donde no pueden ejercer su propia cultura

—¿Hubo algún problema?

—¿No estás por eso aquí? —se burló Gordon—. Sé que no viniste solo a saludar y a traer tarta de gato. Los Tanner te llamaron.

—Si, así es.

—¿Estuvieron lamentándose sobre el pobre gato que Augie cazó?

—Solo me contaron la situación, es todo.

Gordon lanzó un gruñido, pero no dijo nada.

—Hay mucha falta de comunicación en esta casa —dijo Katrina—. Los humanos no te comprenden y tú no haces mucho esfuerzo tampoco para hacer lo mismo.

—Yo me comuniqué claramente al decir que Augie no tuvo la culpa de lo que hizo.

—Me refería a la pica.

Gordon miró incómodo hacia otro lado.

—No entiendo de que hablas.

—Sabes que no es normal, ¿verdad?

—Si vas a decirme que estoy loco…

—No estás loco. Tienes insuficiencia de hierro y por eso estás comiendo metal y otras cosas.

Kurtis regresó. Tenía parte del pelaje de la cabeza mojado.

—Kurtis, llévate a tu hermana a la cama —le ordenó Gordon—. Y quédate con ella. Podría asustarse si se despierta y se encuentra sola.

Kurtis miró a Katrina preguntándole con la mirada que estaba pasando, pero solo hizo un gesto con la cabeza.

—Hazle caso a tu hermano mayor.

Kurtis suspiró y alzó en brazos a su hermana, caminando con dificultad hasta desaparecer por la cocina.

—¿Dónde están durmiendo? —preguntó Katrina, por curiosidad.

—En el cuarto de lavado, al lado de la secadora.

Katrina levantó las cejas. Tenía que ser una broma.

—¿Los tres?

—¿Por qué te sorprende tanto? Ya me viste dormir ahí.

—Si, pero no creí que harían lo mismo con los niños —Katrina se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Realmente los quieres, ¿eh? A mis hermanos.

—Solo quiero que estén bien, es todo. Me encantaría encargarme yo misma, pero…

Eres una asesina de los Chaffis de la Tierra. Kurtis me lo contó —dijo Gordon, hablando en su idioma nativo

Katrina sonrió de manera triste.

—Por eso no pueden vivir conmigo. Es una profesión peligrosa y si algo me llegara a pasar o a Russell… quedarían a la deriva.

Gordon se quedó pensativo.

¿Tu duermes?

—¿Hmm?

—¿Duermes bien después de haber matado a alguien?

Katrina se encogió de hombros.

Si tienen que morir bajo mi mano, algo habrán hecho. Así que duermo muy tranquila.

Gordon abrió la boca, como si quisiera decirle algo, pero en ese momento se abrió la puerta de entrada y apareció Lynn.

—Hola, Alf —saludó. Luego miró a Katrina, sorprendida, y le sonrió—. Hola, Katrina.

—Hola, Lynn —saludó Gordon, de manera distraída. Se levantó del sillón—. Voy a ver como están mis hermanos.

Gordon se retiró de la sala. Lynn se acercó a Katrina.

—Linda ropa —comentó.

Katrina la miró. No estaba segura si era o no sarcasmo. No le importaba de todas maneras.

—Gracias —respondió, por decir algo.

—Kurtis habla mucho de ti —siguió hablando Lynn, acercándose un poco a ella—. Todas cosas buenas, claro.

—Me alegro —respondió Katrina, de manera seca. Interactuar con humanos sobre temas intranscendentes no era su fuerte.

Pensó que Lynn ya la dejaría tranquila, pero en lugar de eso, continuó:

—¿Qué te parece la Tierra? —preguntó, con entusiasmo.

Katrina suspiró.

—Un lugar primitivo donde sus habitantes se matan entre ellos y envenenan su propia tierra como si en el universo sobraran los planetas habitables para ustedes —respondió con desgano —. ¿Puedes llamar a tus padres y decirles que vengan? Tengo que hablar con ellos —agregó, para hacerle entender que no quería volver a hablar con ella.

Lynn se la quedó mirando un par de segundos, con una sonrisa congelada en su rostro que comenzó a desaparecer poco a poco a medida que iba a la cocina a buscar a sus padres. Un par de segundos después, aparecieron.

—¿Nos llamaste, Katrina? —preguntó el señor Tanner.

—Si, creo que tengo una idea sobre como mejorar la relación entre ustedes.

—¿Ah, si? —preguntó Kate, interesada.

Katrina se puso de pie y les sonrió como si les estuviera a punto de vender algo. Había encontrado la solución definitiva.

—Voy a vivir aquí.