Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.
Nota: Antes que nada, perdón por el retraso. Entre unos problemas informáticos, la vuelta al trabajo, las clases y otros proyectos, he visto el tiempo un poco mermado. Pero aquí estoy, espero que de vuelta, con un nuevo retazo DRUNA que espero os guste.
Como siempre, otra secuencia cotidiana que, para mí, merece ser contada, porque en esta pareja, incluso una simple mañana de domingo alberga múltiples posibilidades. Ojalá os alegre tener noticias mías, y eso os anime a dejar algún review. Saludos
EXCEPCIONES
Una de las razones por las que Draco Malfoy había aceptado vivir en una zona de Londres puramente Muggle, era porque la tranquilidad y el hecho de que nadie le conociera y mirara por la calle le era mucho más valioso que cualquiera aspecto positivo que pudiera tener vivir en una calle residencial para magos. Incluso aunque tuviera que limitar el uso de la magia.
Había estado hospedado en el Caldero Chorreante durante el tiempo que duraron las obras en el dúplex que ahora compartía con Luna, y el mero hecho de salir a la calle siempre se le había antojado peor que una maldición imperdonable. Ahora, en cambio, pocas eran las personas que se paraban para mirar dos veces a un joven alto, delgado y de cabello rubio, que más parecía un turista nórdico de paso que un mago de considerables cualidades.
Aquella mañana de domingo en particular, Draco salió del dormitorio atándose el batín negro sobre la piel desnuda y recolocándose el pelo, cuyos mechones le caían sobre la frente, entre bostezos relajados. Se permitió unos segundos para poner en marcha la cafetera Muggle que Luna había comprado y conjuró unas tostadas. El ejemplar de El Profeta dominical había llegado por Red Flú hacía unos minutos y esperaba, junto al Quisquilloso especial fin de semana, sobre la tarima de la sala de estar.
En momentos como aquél, cuando un cuchillo que flotaba en el aire untaba de mermelada de arándonos un par de rebanadas de pan perfectamente tostadas, Draco pensó que por fin, tras muchos traspiés (y sabía Merlín que no habían sido de los sencillos) había encontrado la estabilidad.
Le encantaba aquel dúplex decorado casi en su mayoría con lo más estrafalario que Luna había encontrado en cada tienda de muebles Muggle que les había salido al paso, el que ninguna de las sillas del comedor encajara con las otras, que los cojines fueran distintos y tuvieran tazas de café con frases de lo más inverosímiles. Esa era su vida, la vida feliz y estable de Draco Malfoy.
Tenía la boca torcida en una sonrisa ladeada mientras cogía una taza naranja que rezaba "hasta mediados de mayo, protege tu varita con una pluma de papagayo" cuando el sonido estridente del timbre irrumpió en su mañana cotidiana.
Recolocándose la bata, anduvo los pasos que separaban la cocina de la entrada y echó una ojeada por la mirilla. Estuvo tentado de darse la vuelta y hacer caso omiso, pero terminó por abrir la puerta, aunque no lo bastante para que el inesperado visitante pudiera interpretar el gesto como una invitación a pasar.
La sonrisa despreocupada de Dennis Creevey, con su cámara al cuello y su cabello castaño pajizo bien peinado hacia los lados se congeló durante unos minutos, hasta que logró obligar a todo su cuerpo a relajarse, seguramente auto convenciéndose de que no iba a ser maldecido por Draco Malfoy aquella agradable mañana de domingo.
-Vengo a ver a Luna –Dennis carraspeó-, a la… editora jefe, la señorita Lovegood.
-Lo creas o no, imaginaba que no venías a compartir unas tostadas conmigo.
A pesar del tono, el semblante de Draco era tan pétreo que cualquiera podría haber pensado que acababan de inmovilizarlo con un hechizo. Se mostraba serio e imperturbable, haciendo sentir todavía más inquieto al joven Creevey, que padecía de una inseguridad galopante.
Volviendo a carraspear, Dennis dio un paso al frente, pero Malfoy no hizo el menor intento por cederle el paso al interior de su hogar.
-Señor Malfoy…
-Vamos, no hace falta que le llames señor.
El aludido se dio la vuelta y dejó que la puerta se abriera unos centímetros más en el proceso. Luna apareció por el pasillo, llevaba un vestido suelto que le llegaba por las rodillas, de un color verde muy pálido, con una rebeca de punto fina en color caramelo. Todavía estaba descalza y trajinaba con las dos manos para atarse la abundante melena color platino con una cinta a juego con su atuendo.
-Señor Malfoy estará bien –declaró Draco cuando volvió su atención hacia Creevey-, ¿habíais hecho planes?
Luna se puso se puntillas y Draco entendió el gesto inclinándose ligeramente para que ella pudiera darle un beso en la mejilla. No cambió el gesto que dirigía a Dennis en ningún momento.
-Anoche terminamos una serie de entrevistas con antiguos profesores de Hogwarts que vamos a publicar en el ejemplar del lunes –explicó ella-, con motivo del aniversario del Colegio. Tenemos que editarlas hoy para que estén listas.
-¿Y es necesario que vayas tú? –Malfoy la miró, consternado-, ¡Luna, es domingo!
-Soy la editora de El Quisquilloso, no sería profesional que me ausentara. Mi padre no faltó a su puesto ni un solo día mientras dirigió la revista.
-Tu padre no despierta ningún interés íntimo por mi parte. Tú sí.
Dennis abrió la boca, pero Draco le dedicó una mirada acusadora muy penetrante y segundos después, en los oídos de Creevey solo se apreciaba un zumbido. El chico se cruzó de brazos, sumiso. Era evidente que le habían lanzado un hechizo no verbal para que no pudiera escuchar la conversación.
-Está claro que este tipo se siente más que encantado con pasar contigo cuantas más horas del día pueda.
-Bueno… pero yo soy la novia de Draco Malfoy, lo que haría que hasta los Colacuernos Húngaros se pensaran dos veces el dirigirme la palabra.
Draco hizo un mohín, pero Luna le sonrió, calzándose unas manoletinas de color caramelo que ya había dejado en la entrada. Estaba muy guapa, siempre con esos colores alegres y ese semblante de suprema paz, tanto si iba a trabajar como si planeaba quedarse en el jardín ayudando a cualquier amiga a desgnomizar. No había tarea que la desagradara ni la agriara el gesto.
-No estaría de más que dejaras caer por ahí que sigo tan abominable como siempre.
-No pierdo ocasión de decirlo –le dio otro beso en la mejilla.- Aparécete para que comamos juntos, ¿de acuerdo? Por Red Flú, impones muchísimo en medio de las llamas verdes.
-Es un color que siempre me ha favorecido.
Luna cogió su bolso, metió dentro la varita y echó un vistazo amable a Dennis, que sonreía desde el otro lado de la puerta, sin cruzar el umbral, y temporalmente sordo a todo sonido procedente de dentro de la casa.
-Es un buen chico –le dijo a Draco, con paciencia-, siempre me apoyó, incluso cuando mi revista era considerada una chifladura.
-Nadie pensaba eso –incluso el propio Malfoy debía admitir que era difícil que alguien tragara con aquella mentira-, lo que ocurre es que tus publicaciones eran… demasiado audaces en aquellos tiempos. Ahora todo es más liberal.
Si había algo que Luna Lovegood aceptaba con facilidad, eran las explicaciones simples.
-Intenta llevarte bien con Dennis, ¿de acuerdo? Por mí.
-Luna… -Draco resopló, cruzándose de brazos.
-Añádelo a tu lista de excepciones, por favor.
Ese condenado papel no vinculante que Draco respetaba a pies juntillas porque tenía valor para Luna. Había en él nombres de individuos a los que gustosamente él había maldecido… algunos le habían parecido mejores tipos con el tiempo, pero la gran mayoría no. No obstante, era una de esas cosas que hacía para hacerle a Luna más fácil la vida.
Incluso había compartido mesa y mantel con Potter y Weasley en una charada denominada "cena de antiguos alumnos". Aún se notaba las secuelas. Y jamás admitiría que no había sido tan horrible como había podido pensar.
-Haré el intentó –claudicó al final.
Satisfecha, Luna hizo un gesto y Dennis Creevey recuperó su capacidad auditiva. Como no quería tentar a la suerte, se limitó a saludar a Draco con un gesto de cabeza y bajó las escaleras que comunicaban el dúplex con la calle, dispuesto a esperar a Luna abajo para irse juntos a la redacción de El Quisquilloso.
-Nos vemos para comer.
-Cuenta con ello.
Compartieron un último beso, y Draco la vio marchar escaleras abajo, seguramente en dirección al callejón donde podía desaparecerse. Con los hombros mucho más bajos de lo que habían estado hasta hacía solo unos minutos, cerró la puerta y volvió los pasos hacia la cocina. La cafetera eléctrica ya había terminado de llenarse y las tostadas, mágicamente untadas y aún calientes gracias a un hechizo aplicado al plato del desayuno, aguardaban. Un gesto de varita bastó para que el contenido fuera a parar al interior de la nevera. Draco se dirigió al dormitorio sin casi mirar a la cocina, dejando atrás los ejemplares del periódico y todos sus planes dominicales iniciales.
Planeaba salir pronto de casa, y quizá dar una vuelta por la redacción. Una cosa era que hubiera prometido meter a Creevey en su lista de excepciones, y otra que fuera a hacerlo de forma inmediata. Con ese convencimiento, fue a vestirse, después de todo, pensaba reunirse para almorzar bastante más pronto de lo habitual.
