He tardado mucho en publicar. Intentaré ser más constante.
En parte fue por el trabajo y en parte un poco desanimada por no recibir muchos reviews que digamos. Sé que uno no escribe por eso, pero todos queremos recibirlos en realidad.
DrVenom555: Es que Kate tiene sus motivos. No desconfía de Willie, sino de Katrina. Ya son muchos aliens, pero sabemos que él tiene corazón de pollo.
Capítulo nueve
How dare you
How dare you talk to me like that
If you're not careful I'll get mad
El desayuno estuvo muy tenso, tanto que la atmósfera podría cortarse con un cuchillo. Esto se debía a que Alf y Kurtis no se hablaban. Nadie se hablaba, en realidad. Desde que los hermanos de Alf habían llegado, todo había ido para peor, a pesar de que ellos no tenían la culpa.
El timbre comenzó a sonar.
—Yo voy —dijo Lynn enseguida, ya no soportando estar ahí.
—Debe ser Katrina —dijo Kurtis.
—¿La llamaste? —le preguntó Alf, entre enojado y confundido.
—Te habías largado al demonio, no sabía a quien llamar.
—Hay una diferencia entre irse a dar una vuelta y "largarse al demonio", por si no lo sabías.
En ese momento, entró Lynn en la cocina, seguida de Katrina.
—Buenos días —saludó ella, como si ni se percatara de la tensión en el aire.
—¡Trina! —exclamó Augie, ya estirando sus brazos desde la sillita alta. La chaffi le dio un abrazo y un beso rápido en la frente
—Katrina, ya te había dejado un mensaje en el DCU diciendo que ya Gordon había aparecido —le explicó Kurtis.
—De todos modos decidí venir. Sonabas enojado en el mensaje.
Kurtis esquivó su mirada.
—¿Me podrían decir que sucedió exactamente? —preguntó Katrina.
—No sucedió nada —le respondió Alf—. Aquí Kurtis se puso paranoico.
—¡Deja de actuar como si todo esto fuera mi culpa! —gritó, dando un puñetazo sobre la mesa. Augie se acurrucó en su silla, asustada.
Katrina se cruzó de brazos, sin impresionarse en lo más mínimo.
—Así que esto es lo que tenemos —murmuró—. Para empezar, bajen la voz. Hay niños pequeños aquí —agregó, señalando a Augie y a Brian.
Lynn se acercó a su hermano.
—Tenemos que ir a la escuela —le dijo.
Brian se levantó de la mesa.
—Adios, Katrina —se despidió. La chaffi solo inclinó la cabeza en respuesta. Una vez que se marcharon, Katrina se dirigió a Augie.
—¿Sabes prender la televisión y cambiar los canales, verdad?
—Yak.
Katrina la alzó en brazos y la bajó, no sin antes que Augie le tocara la punta de la nariz con la suya. A Willie le pareció que Alf gruñó cuando hizo eso.
—Ve a ver la tele —le dijo, abriéndole la puerta de la cocina. Augie salió corriendo hacia la sala y Katrina cerró la puerta. Luego se sentó en el mismo lugar que había ocupado Brian hacía unos segundos.
—¿Podrías dejar de hacer eso con mi hermana? —gruñó Alf.
—¿Hacer qué?
Alf soltó un bufido, como si tratara un tema obvio.
—Tocarse las narices. Eso solo se hace con miembros de la familia. ¿Viviste en Melmac realmente o solo le chupaste la sangre a un pobre melmaciano que no llegaba a fin de mes?
—¡Gordon! —lo retó Kurtis—. Para que lo sepas, fue Augie la que quiso hacerlo. Supongo que después de habernos salvado de ahogarnos en medio del mar en un planeta desconocido, arriesgado su puesto de trabajo y traernos hasta ti se ganó ese derecho.
Alf abrió la boca para decir algo, pero se quedó sin palabras.
—Ahora que arreglamos ese pequeño inconveniente —dijo Katrina, cruzando los dedos sobre la mesa. Tenía las uñas cortas y sin un rastro de esmalte—, creo que es hora de que todos los que estamos aquí presentes tengamos una charla.
Willie miró su reloj. No tenía mucho tiempo.
—Tengo que ir a trabajar, no creo que pueda quedarme más que unos minutos —le dijo a Katrina.
—Es importante —replicó Katrina—. Supongo que te perdonarán por llegar un poco tarde.
El jefe de Willie era un maldito ogro que solo se preocupaba por si mismo y no quería escuchar sus gritos, pero al mismo tiempo sentía mucha curiosidad al ver a Katrina manejando a Alf, así que se quedó en silencio y no se movió.
—Bien —dijo Katrina. Miró a Alf—. Sabes bien que no puedes salir de la casa y que los humanos suelen ser hostiles con lo desconocido. ¿Por qué lo hiciste?
—Ya lo dije antes, estaba haciendo un poco de ejercicio, es todo. Lo llevo haciendo hace meses y nadie se ha dado cuenta.
—¿Realmente vale la pena arriesgar tu seguridad, la de tus hermanos y la de estos humanos para salir a dar una caminata?
—Suena horrible cuando lo dices así —Alf tamborileó los dedos sobre la mesa de manera lenta, pero rítmica.
—Es que es así —insistió Katrina—. Basta que un solo humano haga un reporte para provocar una tragedia y yo no podré evitarla.
Alf miró a Willie y a Kate y luego al suelo, jugueteando con sus dedos.
—Ikso…
—En inglés —lo interrumpió Katrina, como si fuera una profesora regañando con suavidad a su alumno.
Alf abrió y cerró los puños varias veces, como había hecho después de haberle gritado a Willie anoche, pero no dijo nada.
—Sé lo que sientes, Gordon, pero…
Alf soltó una carcajada.
—¿Tú? ¿Saberlo? Tu no sabes nada, kariaki.
Kurtis abrió grandes los ojos, como si hubiera dicho una grosería muy grande
—¡Gordon! ¿Cómo te atreves a…?
Katrina alzó la mano.
—Dejalo que continue.
—¿Qué sabes tú sobre el encierro? —le preguntó, con tono amargo—. Llevo aquí casi seis meses, con los libros, la televisión y el telefono como único contacto con el mundo humano. No puedo salir, no puedo conocer gente nueva, no puedo comer gatos. Tú puedes salir y hacer lo que se te dé la gana con tu carita de modelo rompehogares, con documentos falsos para que nadie te haga preguntas. ¿Y dices que me entiendes? Solo salgo para no volverme loco aquí adentro.
Todos se quedaron en silencio. Desde que los chicos y Katrina habían aparecido, Willie sentía que estaba conociendo una parte de Alf que había permanecido oculta. Sabía que tenía problemas con estar encerrado, pero siempre lo había dicho con humor. Esta vez lo decía desde su amargura.
—Tienes razón —dijo Katrina, sin mostrarte ofendida en absoluto—. No lo sé, pero sé lo que se siente estar en lugar donde las reglas te agobian y no te dan libertad. Quiero ayudarte a que estés lo mejor posible aquí, pero tienes que poner tu parte. No solo por ti, sino por tus hermanos.
Alf miró a Kurtis. Este carraspeó, algo incómodo.
—Yo también quiero salir —le dijo, extendiendo su mano para tocar la de Alf—. Claudia nos ha llevado en un par de ocasiones cuando se lo pedí, pero tuve tanto miedo que nunca volví a pedírselo. Lo único que quiero es que estemos a salvo los tres.
Alf se rio suavemente y acarició los dedos de Kurtis.
—¿Dónde está ese hermano tonto que dejé en Melmac? —murmuró.
—Creo que allí se quedó —respondió—. ¿Lo extrañas?
—Si te soy sincero… si. A nadie le gustan los sabihondos.
Kurtis le echó los brazos al cuello y lo abrazó. Alf le acarició el pelo.
—Lo siento por preocuparlos —le dijo—. Me acostumbré a estar solo y no pensé en ustedes.
Willie y Kate miraron a Katrina, quien miraba la escena con total naturalidad.
—Si eso es todo, me retiro —dijo, ya levantándose.
Willie se apresuró a levantarse para acompañarla hasta la salida. Katrina se detuvo brevemente para despedirse de Augie y aprovechó la oportunidad para hablarle.
—Manejaste bien la situación allí —la felicitó.
—Gracias.
—Katrina… ¿Te molestaría venir a almorzar mañana? Mañana es sábado y no iré al trabajo.
La chica parpadeó, un poco confundida.
—Tengo unos días libres, así que puedo venir. ¿Por qué?
—Es sobre la propuesta de anoche.
—¿Lo consultó con su esposa?
Willie se acomodó la corbata, nervioso. No, no se lo había consultado.
—Lo… lo haré cuando llegue del trabajo.
Katrina inclinó levemente la cabeza.
—Me parece bien. Hasta mañana.
—Hasta mañana.
Katrina se marchó de la casa, haciendo repiquetear los tacos cuadrados de sus botas al salir. Tal vez estaba cometiendo una locura, pero con lo que había visto en la cocina había bastado para convencerlo de que Katrina debería quedarse. Solo faltaba convencer a Kate.
—Ya habíamos hablado de esto, Willie.
—Kate, que se quede solo una semana. Es obvio que ella puede manejar el tema mejor que nosotros.
—Entonces podrías convencerla de que se los lleve.
—Ella ya dijo que no podía hacerlo porque su trabajo es riesgoso y si le pasa algo, ellos no tendrían a quien acudir.
Kate se mordió el labio.
—¿No hay otra manera?
—No se me ocurre ninguna.
Kate lo miró de brazos cruzados, pensando. Willie casi podía ver como ella estaba buscando todas las excusas posibles para evitar que se quedara.
—Solo una semana. Si no funciona…
—Se irá.
Esa había sido la conversación que habían tenido por la noche. Al día siguiente no estaba de buen humor y le daba la impresión que empeoraba a medida que se acercaba la hora de almorzar. Willie no entendía del todo que tenía Kate en contra de Katrina, pero tal vez se sintiera un poco amenazada por ella.
Willie estaba pensando en esas cosas, leyendo el periódico en el sofá sin verlo mientras Kate cocinaba, pero luego sintió unos pequeños dedos que trepaban por su brazo. Apartó la vista y vio a Augie parada sobre el sillón, mirandolo con mucha curiosidad. Era la primera vez que se acercaba a él de manera voluntaria y tan de cerca.
—¿Qué pasa, Augie? —le preguntó, acercándose un poco a ella.
Augie estiró la mano e intentó tomar sus lentes. Willie se alejó antes de que pudiera alcanzarlo.
—No, Augie, no puedes tomar mis anteojos —le explicó.
Ella lo miró con los ojos llenos de reproche y siguió estirando los bracitos para alcanzarlo.
—¡Augie! —la llamó Kurtis. La pequeña soltó un resoplido y bajó, mientras murmuraba.
— Ikso mov nor kot eko eka nit kriva.
—Se llaman anteojos, Augie. Le sirven para ver mejor.
— it tak na lepa si.
—No, no está ciego, solo que no ve del todo bien.
—¿No existen los lentes en Melmac? —preguntó Willie, curioso.
—Para protegerse del sol, si, pero no para ayudarte a leer.
—¿Y que hacen cuando alguien tiene mal la vista? —preguntó.
—Se los opera, creo —respondió Kurtis—. No tengo mucha idea de medicina, pero puedes preguntarle a Katrina, ella sabe más.
Como si la hubieran invocado, se escuchó el ruido de una moto que estacionaba frente a su casa. Willie se levantó y miró por la ventana. El catsuit y el cabello rubio platinado le indicaron que Katrina había llegado. Llevaba en sus espaldas una gran mochila negra, mas chica que una de acampar, pero definitivamente más grande que una promedio.
Willie le abrió inmediatamente la puerta. No quería que ella se quedara más tiempo de lo normal fuera y que los vecinos (especialmente Raquel) se quedaran mirándola y sacando conjeturas y teorías extrañas.
—Hola —saludó Katrina. Augie fue corriendo para abrazarla aunque, dada su altura, solo llegaba a abrazar las botas de cuero.
—Hola, Katrina —la saludó Willie—. ¿Cómo estás?
—Bien —respondió ella, mientras se agachaba a acariciar a Augie. Su ropa de cuero rechinó un poco al hacerlo.
—Oh, miren quien llegó, Emma Peel —se burló Alf, entrando desde la cocina junto con Brian.
—Gracias por el halago —respondió Katrina, ya levantándose.
—¿Qué traes en la mochila? —le preguntó Kurtis.
—Unas cosas que se dejaron en casa de Claudia.
—¿Sabes algo de ella? —le preguntó.
—Si, está trabajando y está muy feliz en Bungaraya. Les manda saludos.
Kate asomó la cabeza por la ventana que conectaba la cocina con la sala.
—La comida está casi lista —anunció. Vio a Katrina y frunció el ceño ligeramente, tal vez por la ropa que llevaba—. Hola, Katrina —agregó, de manera un poco seca antes de cerrar las puertas con un poco más de fuerza de la necesaria.
Alf levantó las cejas.
—Espero que hayas traído un antídoto para venenos dentro de esa mochila —le comentó.
—Kate no tiene ningún motivo para envenenar el plato de nadie —lo retó Willie. Luego agregó—. Tal vez el tuyo.
Katrina se sentó en el sillón y comenzó a hablar con Kurtis mientras sostenía a Augie en sus brazos. Alf se sumó a la conversación y terminaron los tres hablando en melmaciano animadamente. Willie no entendía nada, pero aún así le fascinaba escucharlo. Por lo que había analizado, usaban palabras cortas y con muchas consonantes guturales.
Kate finalmente sirvió la comida: pasta con bolognesa. Cuando Lynn salió de su habitación y vio a Katrina, se quedó maravillada por su atuendo.
—Es hermoso —dijo, acercándose a ella. Katrina parpadeó, como si no se lo esperara—. Te queda genial.
—¡Pareces un agente secreto! —exclamó Brian.
—Ojalá tuviera un traje así —suspiró Lynn.
—Sobre mi cadáver —le advirtió Kate, terminando de servir la mesa.
—Oye, a ti te podría quedar bien el traje —comentó Alf—. Estás más delgada últimamente.
—Gracias.
Kate levantó a Augie en brazos, no sin cierto esfuerzo. Podría medir menos de medio metro, pero pesaba lo mismo que Brian o incluso un poco más. No entendía como Katrina podía levantarla con la misma facilidad que un peluche de felpa.
Todos se acomodaron en la mesa: Willie y Kate del lado derecho; Lynn y Katrina del izquierdo; Alf en la cabecera con su hermano y Brian del otro lado. Augie terminó con su sillita cerca de Katrina.
—¿Tu trabajo es peligroso? —le preguntó Lynn a Katrina.
—No más peligroso que el trabajo de un policía humano —respondió Katrina.
—¿Eso quiere decir que hay muchos como tú entre nosotros? —preguntó.
Katrina enrolló los tallarines en su tenedor, antes de meterse un bocado a la boca de manera pensativa.
—Algunos —respondió Katrina una vez que tragó.
—¿Es verdad que puedes cambiar de apariencia?
—Si.
—¡Me gustaría verlo! —exclamó Brian, ilusionado.
Kate se inclinó muy ligeramente hacia adelante.
—Brian, no la hagas sentir incómoda —le dijo, pero Katrina negó con la cabeza.
—Es normal que pregunte eso —lo defendió Katrina—. Otras especies también suelen pedirle eso a los otros chaffis.
—Si, lo es —se metió Kurtis—. Claro, yo sé que cambia de forma, pero es interesante ver como lo hace.
—¿Cómo funciona? —preguntó Willie.
Katrina se removió en la silla. No parecía querer hablar del tema.
—No puedo decírtelo. Los humanos no deberían saberlo.
—Oh —Willie estaba decepcionado. Quería saberlo, pero si Katrina no lo decía, por algo era.
—¿Entonces no nos mostrarás? —insistió Brian—. No le contaré a nadie.
Katrina lo meditó unos instantes.
—De acuerdo —aceptó—. Pero solo un cambio pequeño.
Como si le estuvieran derramando un balde de pintura en la cabeza, su cabello rubio platinado cambió a negro azabache comenzando desde la raíz hasta la punta. No tomó más de un segundo y fue más gradual de lo que Willie se imaginó.
—¡Wow, es genial! —exclamó Brian.
—Un gran ahorro de tintura para el cabello —se rio Lynn.
Alf aplaudió de manera bastante sarcástica.
—Bravo, bravo. Yo puedo hacer cosas asombrosas también. ¿Quieren que escupa el refresco por la nariz? Lo puedo arrojar hasta a tres metros de distancia. ¿Tu puedes hacer eso, Katrina?
—No lo hagas —se metió Willie de manera seca. Odiaba cuando intentaba ser el centro de atención.
—Ustedes se lo pierden. Al menos lo mio es un talento real. Lo único que hacen los chaffis es robar lo de los demás chupándoles la sangre como sanguijuelas.
—¡Alf! —lo retaron todos a la vez, incluida Kate.
Katrina volvió a su cabello normal. Una vez más, no parecía ofendida, como si estuviera acostumbrada a escucharlo o simplemente no le afectaran los insultos.
—No es así y lo sabes. Deja de menospreciar a los demás solo para quedar bien —dijo, con voz suave y sin una gota de reproche.
Alf tamborileo los dedos sobre la mesa, molesto. No estaba acostumbrado a lidiar con alguien que no le afectaran sus palabras. Quiso decir algo, pero soltó un gruñido y se levantó de la mesa.
—Me voy al garaje —dijo y se marchó sin decir nada más. Ni siquiera había terminado de comer.
Kurtis se levantó para seguirlo, pero Katrina lo detuvo.
—Yo me encargo.
Cuando Katrina se marchó, Kate le susurró a Willie.
—No va a funcionar. Es obvio que a Alf no le agrada Katrina.
Willie suspiró. Tal vez tuviera razón.
Katrina entró al garaje y encontró a Gordon sentado en las escaleras, leyendo un libro. Era uno de Julio Verne. Katrina tenía un conocimiento bastante básico de cultura y el autor le sonaba familiar, probablemente se lo habían mencionado en algún momento de su entrenamiento.
—¿Tienes algo en contra de los chaffis? —preguntó.
Gordon ni se molestó en levantar la vista.
—No tengo nada en contra de los chaffis. Varios amigos míos son chaffis.
—¿En serio?
—No, la verdad no.
Katrina suspiró.
—¿Tiene algo que ver con el problema que hubo con las protestas en Ditro?
—¿Eh? No, no —respondió, con impaciencia—. Es que… olvídalo.
—Gordon… sé que amas a tus hermanos con tu vida y que quieres a estos humanos…
—Tanner.
—Como sea, pero no vas a lograr que ellos estén cómodos aquí si tu comienzas a comportarte agresivo.
Gordon resopló y dejó el libro a un lado, apoyándolo con brusquedad sobre el escalón.
—Claro que estoy agresivo. Todo estaba mas o menos bien, hasta que llegaste tú y me refriegas en la cara que eres mejor que yo.
Katrina parpadeó.
—Yo ni siquiera insinuaría eso.
—Lo sé y eso lo hace peor. De seguro Willie habría deseado que llegaras tú en lugar de mi.
Con que eso era, pensó Katrina. Caminó un poco hacia él, apoyando su mano en la baranda de la escalera.
—Creo que la señora Tanner me hubiera entregado enseguida —bromeó.
Gordon se rio bajo.
—Te habrías zafado fácilmente con tus encantos.
—Probablemente.
Gordon se levantó y la miró con total seriedad.
—Escucha, se que planeas vivir aquí, los escuché discutir a los Tanner anoche. Sé que eres una asesina a sueldo para los Chaffis de la Tierra y puede que no esté de acuerdo con tu trabajo, pero salvaste a mis hermanos y quieres lo mejor para ellos tanto como yo. Si eso significa que tengas que vivir aquí… que así sea. De todos modos, los chicos te adoran y creo entender que es lo que vieron en ti.
Katrina asintió con la cabeza.
—Gracias por darme tu aprobación.
—Volvamos a la casa. Tengo una idea para hacer que te quedes.
Con curiosidad, Katrina siguió a Gordon hasta la sala. Los Tanner habían terminado de almorzar, pero aún seguían en la mesa.
—Me alegro que no se hayan comido mis tallarines —dijo. Se dirigió a Katrina—. Hay mucha escasez de comida en esta casa, así que a veces tenemos que apuñalarnos unos a los otros para comer la última albóndiga.
—Para Alf nunca es suficiente comida —se metió Willie.
—¿Todo está bien? —preguntó Kate.
—Oh, si. Katrina y yo estuvimos charlando un poco —dijo, comiendo lo poco que quedaba de su plato de un bocado—. Me dio algunas ideas para que todos convivamos en paz, empezando por ofrecerme a lavar los platos —agregó, mientras juntaba los platos en una pila.
—Prefiero que estés lejos de cualquier objeto que se pueda romper —dijo Kate.
—Yo lo ayudaré —se ofreció Katrina, siguiéndole el juego—. Es lo mínimo que puedo hacer.
—No es necesario, Katrina—se apresuró a decir Willie.
—Solo voy a supervisar que no rompa nada —le susurró Katrina—. Si no lo dejan hacer nada, nunca colaborará.
—¡Katrina! —la llamó Augie, alzando los brazos. Katrina la alzó a upa y fue con Gordon a la cocina, siguiendo a Gordon.
Cuando cerró la puerta de la cocina, Gordon comenzó a canturrear en voz baja mientras colocaba los platos sobre la mesada de la cocina.
—Te dirán que si —le dijo a Katrina, mientras tomaba una silla que le permitiera alcanzar el lavabo—. Confía en mi.
Willie y Kate fueron a su habitación cuando los alienígenas fueron a la cocina. No querían hablar delante de sus hijos sobre el tema de Katrina. No hasta haber tomado una decisión.
—¿Qué piensas? —le preguntó Willie.
Kate se mordió el labio.
—No sé que hayan hablado esos dos, pero logró calmarlo. Se puso muy agresivo con ella sin motivo.
—Sabemos que a Alf le encanta ser el centro de atención, no pudo soportar que Katrina lo tuviera —le respondió Willie—. Probablemente fue eso.
Kate tamborileó los dedos sobre su brazo, un poco molesta. Estaba sintiendo el sabor de la derrota y no le estaba gustando para nada. Además, estaba tan cansada física y mentalmente que no tenía ganas de discutir.
—Puede quedarse a dormir hoy, solo para ver como interactúa. Mañana veremos.
Willie le dio un abrazo y la besó en la mejilla.
—Gracias por ceder, Kate.
Kate le besó la punta de la nariz y le sonrió, aunque con cierta vacilación.
—Solo espero que estemos tomando la decisión correcta.
