Buenas!

Por motivos laborales estoy publicando esto en cualquier dia, la verdad. Pero voy a intentar ser constante.

DrVenom555: Vos querés lucha en el lodo, ¿no?

Seogumi: Creo que cualquiera apoyaria a Kate. Los tres hermanos es una de las cosas que más amo escribir, lastima que la gran diferencia de edad a veces los distancie un poco como hermanos. Se llevan casi tanto como Lynn, Brian y Erik (que todavía no nació)

Capítulo diez

Why don't you do right

You let other women make a fool of you…

Alf no destruyó nada durante el resto del día. Incluso ayudó a limpiar la casa bajo la supervisión de Katrina. Cada vez que quería huir de la responsabilidad, Katrina mandaba a Augie a que lo retara. A Alf le era imposible resistirse a una niña de la mitad de su tamaño que lo retara como una madre enojada y volvía a su tarea de limpiar el piso.

—Pequeña Hitler —murmuraba, mientras escurría el trapo en un balde—. Se aprovecha que se ve adorable.

No solo Alf ayudaba, sino también Kurtis. Era más pequeño de altura, pero se las ingeniaba para lustrar los muebles subido a una silla. Kate tuvo que admitir que habían hecho un muy buen trabajo. Ojalá fuera siempre así, porque cada vez se cansaba más de hacer las tareas del hogar.

—Me van a tener de esclavo limpiando —escuchó Kate que Alf se quejaba ante Katrina mientras terminaba de secar el piso de la sala—. En cualquier momento traerán los grilletes y las cadenas, ya lo verás.

—No exageres —le respondió—. Es convivencia básica. Todos hacen una parte y todos felices.

—No sé por qué te quejas —la apoyó Kurtis—. En casa a veces ayudabas.

—Cuando mamá amenazaba con afeitarme todo el pelaje del cuerpo si no lo hacía —le replicó Alf—. Tampoco es que hiciera mucho. Cocinaba, barría y en ocasiones debía cuidar a dos bestias a lo que tenía que llamar "hermanos".

—¡Oye!

—¿Me lo vas a negar?

Kurtis se cruzó de brazos.

—Exageras. Eres un exagerado.

—Si, sigue mintiendo para quedar bien.

—Basta ustedes dos —los retó Katrina, sin agresividad en su tono—. Creo que ya han hecho bastante por hoy, descansen un poco.

—Genial, al fin un poco de televisión —Alf se dejó caer en el sillón y Kurtis lo imitó. Katrina se giró para ir a la cocina y Kate cerró la ventana con rapidez, yendo hacia la nevera fingiendo que buscaba un bocadillo.

Katrina entró a la cocina, haciendo repiquetear sus botas. Kate tomó una jarra de jugo de naranja y cerró la nevera.

—¿Quieres que te sirva un vaso de jugo? —le preguntó Kate, de la manera más casual que pudo.

Katrina miró la jarra que tenía en la mano, escudriñándola como si esperara que un bicho saliera de allí.

—Bueno —respondió, mientras se sentaba.

Kate le sirvió el vaso de jugo y lo puso sobre la mesa.

—Una pregunta… ¿En tu planeta comen animales que podrían ser considerados mascota aquí?

Katrina parpadeó y tomó un sorbo de jugo con lentitud.

—No. Somos omnívoros, pero comemos principalmente comida marina.

—Oh —respondió—. Solo peces y esas cosas… es un alivio.

Katrina siguió bebiendo su jugo lentamente. Algo en su expresión le decía que no le gustaba lo que estaba tomando, pero solo lo hacía por cortesía.

—Willie y yo hemos estado hablando mucho estos últimos dos días y… creo que tal vez no sea mala idea que te quedes aquí. Fingirás ser la sobrina de una prima mía que va a la Universidad de Los Angeles.

—Está bien.

—¿Tienes apellido? —le preguntó.

—Waterson. Mi nombre completo es Katrina Waterson.

—¿Y cuantos años tienes?

—Doscientos cincuenta y dos.

Kate se rio un poco.

—No, quiero decir… la edad que aparentas.

—Veintitres. Si necesitas más datos, mis documentos dicen que soy de Nueva York y vivo aquí desde hace cinco años.

—Bien, eso es lo que diremos si alguien pregunta.

Katrina hizo un gesto de asentimiento y se tomó de un trago lo que quedaba del jugo como quien tomaba un remedio especialmente amargo. Kate iba a mencionar algo al respecto, pero decidió dejarlo pasar.

—Te mostraré la habitación de invitados —le dijo.

La casa tenia cuatro dormitorios: la habitación matrimonial, la habitación de Lynn, la habitación de Brian y la habitación de invitados (normalmente Dorothy). No le habían querido dar la habitación a Alf porque simplemente no querían dar explicaciones a nadie sobre por qué nadie podía entrar a ese cuarto. Raquel era una mujer especialmente metiche y podría descubrir algo.

La habitación de invitados era simple, pero acogedora. El color blanco le daba un aspecto muy luminoso y lo hacía parecer más grande de lo que era. Katrina se sentó en la cama y le dio un vistazo a su alrededor.

—Gracias por permitir quedarme, señora Tanner.

—Eres mi sobrina ahora. Debes llamarme Kate.

Katrina parpadeó varias veces con rapidez

—Oh, es verdad. Deberé acostumbrarme.

—Si quieres puedo pasarte algo de ropa para que te pongas.

—Te lo agradezco. Mañana iré a mi departamento a buscar algunas cosas.

Kate se fue de la habitación, dejándola a solas. Aún se sentía un poco incómoda con tenerla en su casa, pero la necesitaban. No creía que causaría mayores problemas.


Kate se levantó con el sonido del despertador. Lo primero que notó fue un olor a comida que invadía la casa. ¿Alguien estaba cocinando?

—¿Kate? —Willie ya se estaba despertando, frotándose los ojos y colocándose los anteojos.

—Willie, alguien está cocinando.

—¿No será Alf?

Kate se levantó de un salto, asustada.

—¿Alf manejando mi cocina? Esta vez no se lo voy a permitir.

Kate se puso la bata y casi corrió hasta la cocina, con Willie siguiendola. Desde allí se escuchaban murmullos que no pudo identificar. Con un suspiro, abrió la puerta.

—¡Alf no quiero que…! —empezó a decir, pero su discurso murió en sus labios cuando vio que era Katrina quien cocinaba. Estaba usando SU cocina y manipulando SU sartén para hacer pancakes con SUS ingredientes. Ya había hecho una gran cantidad, repartida en varios platos.

Pero ese no era el problema

Katrina solo estaba vestida con un conjunto de ropa interior negra (que parecía bastante elegante y costosa) y una camisa blanca que le había prestado ayer. Ni siquiera estaba abrochada, sino que la llevaba suelta

—¡Buenos días, Kate y Willie!

Kate tardó un par de segundos en darse cuenta que Alf estaba sentado en la mesa, junto con Kurtis y Augie.

—Buenos días, señora Tanner —agregó Curtis.

Lika rema, kyrian Tanner —dijo Augie, sentada en las piernas de Alf.

—Le dice buenos días, señores Tanner —tradujo Kurtis.

—Buenos días a ustedes también —saludó Kate, de manera distraída. Se dirigió a Katrina, que no parecía haberse dado cuenta de nada—. Katrina…

—Buenos días, Kate —saludó, sin mirarla—. Estoy haciendo pancakes de manzana. También estoy preparando huevos fritos, tocino y tostadas con jamón. El café se está preparando en la cafetera. No tardaré mucho, lo prometo.

—¿¡Se puede saber que estás haciendo vestida así!? —le gritó Kate. Miró a Willie y vio que se estaba girando hacia la pared para no verla, como si Katrina fuera Medusa.

—Enseñando lo anatómicamente correcta que está —se burló Alf—. ¿Tú que opinas, Willie?

—Yo n-no vi nada —tartamudeó Willie. Incluso se había tapado los ojos.

—Yo le advertí a Katrina que se pusiera al menos unos pantalones —se excusó Alf—. Pero los chaffis son desvergonzados por naturaleza.

—No me dijiste nada —se defendió Katrina.

—Si, solo te la quedaste mirando con la boca abierta, al igual que el señor Tanner —se metió Kurtis.

—¡Me tomó por sorpresa! —exclamó Willie.

—A todos —se rio Alf.

Katrina dejó de cocinar.

—Si es tanto una molestia, me pondré más ropa. Vigila la comida, Gordon.

—A la orden, jefa.

—Kurtis, no dejes que Gordon se coma toda la comida hasta que yo regrese.

—Demonios —murmuró Alf.

Kurtis hizo una especie de gesto militar a la altura de la nariz.

—¡Yak, luret! —exclamó.

Alf gruñó y se levantó a continuar cocinando, murmurando en voz baja. Cuando Katrina se retiró, Willie dejó de taparse la cara.

—Por Dios —musitó Willie—. ¿Qué demonios le pasó?

Kurtis se encogió de hombros.

—Yo no le veo nada de malo. Claudia andaba así en su casa todo el tiempo —explicó—. Nosotros solemos andar desnudos a veces dentro de la casa y los chaffis tienen una costumbre similar.

—Los humanos no hacemos eso —dijo Kate, apretando los dientes.

—¿Ah, no?

—No.

—Oh… entonces supongo que esta situación es más incómoda de lo que creí… ¡Gordon, no te comas el tocino, te estoy vigilando!

Katrina regresó. Se había puesto el catsuit que llevaba anoche.

—Me encargaré yo a partir de ahora. Gordon, aléjate del tocino.

—Me caias mejor semidesnuda —se burló Alf, mientras se volvía a sentar—. ¿No tenías frío? Tu planeta es más cálido, que yo recuerde.

—Me gusta el frio —respondió Katrina.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó Willie, ya acercándose a ella.

—Gracias. Ayudame con el tocino y los huevos. Yo puedo con lo demás.

—No sabía que cocinabas, Katrina… bueno, si lo sabía, pero no sabía que cocinabas comida humana —le dijo Willie, ya poniendo el tocino en la sartén.

—Si, me gusta preparar mi propia comida —le sonrió débilmente, cosa que puso de los nervios a Kate—.Tengo que admitir que la comida de este planeta es mucho mejor que en el mio.

—¿Qué comen en tu planeta? —preguntó Willie y Kate supo que lo había perdido por completo. Quería tocar el tema sobre su vestimenta anterior, pero una vez que se ponía hablar de un tema interesante, no le prestaría atención ni aunque cayera una bomba.

—Si te digo los nombres, no entenderías de que se trata —respondió Katrina—. Además, no creo que valga la pena que te lo describa.

—Katrina, debiste haberme pedi…

—Kate, dejala, solo quiere ser amable —se adelantó Willie, con tono jovial. Se volvió hacia Katrina—¿Me decías?

Kate lanzó un resoplido y miró a Alf. Sabía que no era su culpa, pero quería desquitarse con alguien. Alf pareció notarlo, porque levantó los brazos en un gesto de rendición.

—Me desperté hace quince minutos y ya había plantado bandera en tu territorio —bromeó Alf—. Dejala que lo haga, quiero probar algo que tal vez tenga más sabor.

Kurtis le dio un codazo para que se callara y Augie agregó:

Nyur Gordon senika agrentis —lo retó.

—No fui grosero, fui sincero —le respondió Alf a su hermana. Se volvió hacia Kate—. Sientate, Kate.

Kate solo quería irse, pero no iba a permitir que Katrina se sintiera la dueña de la casa. Vio a Willie y a Katrina conversando alegremente, como si se conocieran de toda la vida y sintió una leve punzada de celos en el pecho. Arrastró una silla y se sentó de mala gana.

Lynn y Brian entraron a la cocina, fascinados.

—Oye, eso huele bien —dijo Lynn, mirando a Katrina—. ¿Lo hiciste tú?

—Mayormente.

Entre Katrina y Willie, sirvieron toda la comida. Odiaba admitirlo, pero los pancakes estaban deliciosos y sabían a manzana. Para colmo, tuvo que soportar los halagos de toda la familia hacia Katrina, felicitándola por sus habilidades en la cocina.

—¿Vas a preparar el almuerzo también? —le preguntó Brian a Katrina.

—Hoy no. Debo ir a San Diego a buscar algunas cosas. Tal vez pueda hacer la cena.

—¡Genial!

Katrina terminó su desayuno y se levantó.

—Me iré a mi departamento. Regresaré para la hora del almuerzo, tal vez después.

—¿Traerás tarta de gato otra vez? — preguntó Alf.

—Ya veremos.

Katrina salió y Kate se levantó para seguirla. Necesitaba dejarle ciertas cosas en claro.

—¡Katrina!

Ella se giró.

—¿Si?

Kate respiró hondo.

—No sé que clase de costumbres tendrás en tu planeta, pero aquí no puedes simplemente… andar medio desnuda por la casa.

Katrina la miró, parpadeando varias veces, como si intentara asimilar lo que escuchaba.

—Entiendo. Su especie no puede mirar a alguien desnudo sin pensar en implicaciones sexuales. No suelo interactuar con otros humanos y mucho menos convivir con ellos, así que ese detalle se me ha pasado por alto.

Kate sonrió de manera forzada.

—Intenta no olvidarlo la próxima vez.

—No lo haré.

Katrina inclinó la cabeza en un gesto de despedida y se marchó. Escuchó el motor de la moto arrancando y luego marchando hasta San Diego.

Kate regresó a la cocina y se sentó en la mesa, molesta.

—Nos cruzamos a Katrina mientras íbamos al baño —comentó Lynn—. ¿Por qué estaba así vestida?

Alf abrió la boca para responder, pero Kurtis se metió antes de que dijera algo desagradable.

—Diferencias culturales —respondió —. Es común para ellos estar con poco y nada de ropa dentro de la casa.

—Yo también la vi. ¿Es normal que tenga abdominales? Pensé que solo los hombres lo tenían. Se ve genial.

—Bastante genial —agregó Lynn—. Pero supongo que eso intimidará a muchos hombres. Tiene más musculos que varios que conocí.

Willie la miró, con las cejas levantadas.

—¿Varios? —preguntó—. ¿Cuáles varios?

—¿Por qué no querrían salir con ella por eso? —interrumpió Brian—. Sería como salir con una superheroina de historietas, como Superchica.

Kate intentó comer los pancakes, pero estaba tan molesta por la conversación que se los dio a Alf.

—Comelos tú —le dijo, poniéndole el resto con brusquedad en el plato y yéndose hacia la habitación. Le pareció que Willie la llamaba, pero lo ignoró.

No lo quería admitir, claro que no, pero estaba sintiendo celos de Katrina. No solamente era hermosa y tenía un cuerpo bastante escultural, sino que además cocinaba bien y tenía un salario que mucha gente solo se atrevería a soñar. Tal vez fuera una ama de casa excelente, inteligente, de cultura… mucho más interesante que una simple ama de casa que no trabajaba desde hacía diecisiete años, con un título en Historia del Arte que jamás había ejercido.

Willie entró en la habitación, confundido.

—¿Kate, que pasó?

—¿Por qué no le dijiste nada? —le preguntó Kate.

—¿De qué hablas?

—Sobre que Katrina estaba semidesnuda en la cocina.

Willie carraspeó.

—Bueno… ya se lo dijiste tú, ¿no?

—¿Pero por qué no lo hiciste tu primero?

Willie se acomodó los anteojos.

—No… no lo sé, me distraje.

—Ya creo que estabas distraído —se rio Kate sin alegría alguna.

—¿Qué estás insinuando, Kate?

—Oh, por favor, Willie, no podría culparte. Es muy hermosa, hay que admitirlo.

Willie respiró hondo.

—Escucha, Kate, yo no me siento atraído por ella, ¿de acuerdo? —le dijo—. ¿Crees que voy a tirar más de veinte años de matrimonio a la basura por una alienígena que conocemos hace unos días? ¿Qué clase de hombre crees que soy?

Kate se remojó los labios. Ahora su planteamiento sonaba ridículo.

—Es que yo…

No, no iba a admitir que creía que Katrina era mejor que ella. A duras penas podía admitírselo a si misma.

—… lo siento, Willie. No sé que me pasó.

Willie la besó en los labios.

—Te aseguro que no soy alguien que abandonaría a su esposa por una cara bonita. Eres todo lo que yo quiero.

Kate le devolvió el beso.

—Tú también cariño.

—Si te hace sentir mejor, hablaré con ella…

—No, no, está bien.

Kate salió de la habitación y se fue a la cocina a lavar los platos. Confiaba en Willie, se conocían desde la universidad y nunca habían tenido problemas de celos antes. Él nunca la engañaría.

Pero no confiaba en Katrina.


Katrina llegó a su departamento, en el que había vivido desde que había llegado a la Tierra. Lo primero que hizo fue revisar el refrigerador. Varias botellas de agua, leche y un pote de helado de chocolate al que le quedaba la mitad del contenido. Aún no había hecho las compras semanales, por lo que no tenía casi nada para comer.

Katrina sacó el helado, tomó una cuchara y se sentó a comerlo. El helado de chocolate era su debilidad y tenía que recordarse con frecuencia que no debía abusar de ello si no quería terminar con un terrible dolor de estómago o perder su figura. Mientras lo comía de manera lenta y sistemática, se preguntó como demonios iba a llevarse todo lo que necesitaba cuando solo disponía de una moto. No era la primera vez que se mudaba, pero era la primera vez que se mudaba desde que trabajaba para los Chaffis de la Tierra.

Terminó de comer, sacó su DCU y marcó el número de su amigo Russell mientras iba a la habitación principal.

—¿Hola?

—¿Cuál es mi carta favorita? —preguntó Katrina

—Luna —respondió la voz grave de un hombre—. ¿Cómo estás, Katrina?

Katrina abrió el armario, corrió a un lado los abrigos y desmontó el fondo falso. Una cantidad de pistolas, rifles, escopetas y cuchillos de toda clase se mostraron ante ella. Y solo era una parte de todas las armas que guardaba en su casa.

—Necesito que vengas a mi casa. Tengo que hablar contigo sobre algo muy importante. Sé discreto.