Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.
Nota: ¿Qué puedo decir? Me encanta la pareja DRUNA, y también imaginar cómo podrían ser las cosas entre ellos, en diferentes circunstancias… hoy os dejo una escena de Hogwarts, después de la guerra. Aunque no suelo relacionar los momentos entre sí… este podría ser considerado posterior a la viñeta "Bosque Oscuro".
Draco ha decidido terminar su último año y tiene razones de sobra para sentirse motivado. ¡Espero que os guste! Prometo tardar menos en actualizar ¡besos, y gracias por vuestros comentarios!
PASILLOS
Draco se sujetó con fuerza del pasamanos de la escalera cuando ésta decidió cambiar de posición. Tras tantos años en Hogwarts estaba acostumbrado a ese hecho, pero de todas maneras, le resultaba un fastidio tener que estar mirando dónde pisaba cada vez que subía un escalón.
Un alumno de primero tropezó con el movimiento de la escalera y estuvo a punto de irse de bruces, provocando una carcajada de Draco, que se echó hacia atrás el flequillo rubio despreocupadamente, mirando al joven alumno (de Griffindor, precisamente) con socarronería. Puede que los tiempos hubieran cambiado, pero la sombra Malfoy era alargada y el estudiante no se atrevió a replicar nada a las risotadas de Draco.
Había tardado un tiempo en decidirse a retomar los estudios, después de lo ocurrido en el que debía haber sido su séptimo año. Tras unos meses divagando y deambulando por el bosque oscuro, ciertas tardes pasadas en una compañía del todo inesperada le habían hecho pensar que, teniendo la oportunidad, era tonto no aprovecharla. De modo que volvió al colegio para cursar su último año, después de pasar todos los controles y procesos que la nueva directora se esforzaba en hacer cumplir a todos los alumnos.
Aunque la culpabilidad de los Malfoy en la última guerra había sido transversal (sobre todo en lo que a Draco se refería), él temía que le mirasen mal, le hicieran el vacío o actuaran ante él como si fuera un apestado. En apariencia, le gustaba mostrar que todo aquello le había dado igual, del mismo modo que le importaba muy poco que Potter y gran parte de su séquito fueran ahora héroes mundiales y estuvieran por encima de los TIMO's y todo examen existente, siendo elevados a la categoría de miembros de la comunidad mágica de pleno derecho, no meros estudiantes.
La realidad, era que había pasado noches sin dormir temiendo que volver a Hogwarts siendo Draco Malfoy volviera a ser la misma pesadilla que antaño.
Curiosamente, el regreso estaba resultando lo mejor que había hecho en su vida.
Saltó de la escalera y cruzó la entrada a la sala común de Ravenclaw, ascendiendo después al pasillo que daba al baño de los prefectos.
Por el camino, se cruzó con uno de sus compañeros de séptimo, al que saludó con un movimiento de cabeza. Era un chico simpático, y Draco solía sentarse con él en pociones.
Arrastrando la capa negra con el ribete verde y plateado, Draco solo tuvo que girar a la izquierda para que en su boca se mostrara la más amplia y socarrona de las sonrisas.
Apoyada en el muro que unía el lavabo de prefectos con la escalera que bajaba a las salas comunes, esperaba Luna Lovegood, con su corbata de Ravenclaw ligeramente aflojada y el lustroso cabello rubio recogido en una trenza gruesa que le caía sobre un hombro. Draco se metió las manos en los bolsillos y empezó a deambular a su alrededor, tal como lo había hecho aquellos días en que la había acechado entre las sombras del bosque oscuro.
Debido a su estatura, Malfoy inclinó ligeramente el cuello para poder clavar sus ojos grises en Luna, que cerró momentáneamente su ejemplar de "seres sobrenaturales cuya existencia no ha sido comprobada" y le miró, expectante.
-Lovegood –declaró él, dejando en claro que la había visto y reconocido-, ¿tan impaciente estabas que no podías si quiera llegar al baño de los prefectos?
-En realidad… es un poco antes de la hora –comentó Luna, dejando el libro dentro de la mochila abierta y atestada de artilugios que tenía a sus pies-, te has adelantado.
Draco se encogió de hombros, como si no le importara en lo más mínimo.
-También podemos decir que voy con años de retraso, ¿no crees?
Luna soltó una risilla que se intensificó cuando Draco tiró de su mano hasta pegarla completamente a su cuerpo. En un movimiento fluido, la acorraló entre él y la pared del pasillo, mirándola ahora con los ojos completamente encendidos.
-Hola Luna –le dijo, con un tono mucho más suave y aterciopelado.
-Hola, Draco.
Él echó la cabeza hacia atrás un segundo, como si cogiera impulso, y después, lanzó los labios, ávidos, hacia ella.
Como siempre, el beso fue electrizante, cargado de pasión. Luna sabía lo que quería y estaba dispuesta a obtenerlo con facilidad, de modo que entreabrió los labios y ronroneó cuando la lengua de Draco se perdió entre ellos. Con dedos suaves, ella le recorrió el pelo rubio, haciéndole sentir estremecimientos de gusto conforme sus hebras platinas se iban rindiendo a la habilidad de Luna para acariciarlas.
Malfoy la tomó del muslo y se lo subió a la cadera, tanteando con la mano desde la parte superior de la media de Ravenclaw que Luna llevaba, hasta el bajo de su falda. La piel suave se erizó, y el joven sonrió con satisfacción al comprobar como ella reaccionaba ante él.
Draco estaba ya aflojándole más la corbata con la mano libre, cuando unos pasos a su espalda les alertaron.
-Luna, has vuelto a dejarte la insignia de prefecta en la biblio…
Tanto Malfoy como ella desviaron la vista hacia una muy sorprendida Hermione Granger, que sostenía una pila de libros sobre la que brillaba una pieza dorada con una P tallada.
Draco echó la cabeza hacia atrás, sin ocultar un gruñido cuando Luna bajó la pierna de su cadera y le apartó la cara unos centímetros para sonreír a una turbada Hermione. ¡Qué típico!, pensó, de mal humor. De entre todos los responsables alumnos que podrían haber renunciado a un puesto inmediato en el Ministerio de Magia para cursar ''legalmente'' su último año de estudios, ella tenía que haber sido la primera.
Y lo que era aún peor, estando fuera el resto… Ginny, Luna y Hermione se habían vuelto un puñetero trío inseparable.
Draco odiaba los tríos.
-Por si no lo has notado, Granger –escupió, aunque con menos inquina que antaño. Sus brazos, fuertes por el Quidditch se negaban a aflojar la cintura de Luna-, algunos intentamos enrollarnos en pasillos oscuros. Aunque claro, no me extraña que no reconozcas semejante acción…
-¡No seas así, Draco! –le riñó Luna, cuya sonrisa era implacable e imposible de desaparecer-. Estoy segura de que Hermione se enrolla todo el tiempo, ¿no es verdad? Cada vez que visita a Ron, son inseparables.
Draco puso cara de asco, dejando caer la frente sobre la mejilla de Luna mientras negaba. De entre todos los contras que existían para que ellos dos no salieran juntos (y Merlín sabía que eran tantos que se había cansado de buscarlos), las amistades de Luna eran lo que peor llevaba.
Esperaba de corazón que al terminar el año, ella se distanciara de todos ellos. Así podría llevarla a su guarida y devorarla a placer, sin interrupciones.
-Solo he venido a devolverte la insignia de prefecta –las mejillas de Hermione estaban tan escarlata como su corbata de Griffindor. Intentando no mirar a la pareja, dejó la pieza dorada dentro de la mochila de Luna.- Por cierto, Malfoy, deambular por este pasillo está prohibido para ti. No eres prefecto.
-¿Y no crees que estar enrollándome con una me da inmunidad? ¡Ay!
Miró ceñudo a Luna, que le había propinado un pellizco en el pecho y reprobaba su comportamiento con la mirada. A su pesar, Draco la soltó, dejando que se alejara de él para agradecerle apropiadamente a Granger su inestimable gesto.
"Amigos…" pensó Draco, molesto, "menudo estorbo para las relaciones".
Se cruzó de brazos, apoyado en el muro, y las miró a los dos, con un pie cruzado sobre el otro. Si Hermione creía que se iba a largar de allí sin unos cuantos besos más, estaba más loca de lo que parecía. Le esperaban dos insufribles horas de herbología y otra más de pociones, así que no vería a Luna hasta la hora de la cena, y eso sería desde la distancia de las mesas de sus casas. Se armaría de paciencia, aunque carraspearía de cuando en cuando para hacer recordar a su chica, que estaba allí.
-Aún no sé cómo lo soportas –masculló Hermione, recogiendo sus cosas después de haber anotado unas indicaciones que Luna le había dado para un trabajo conjunto de Historia de la Magia.
-Pienso que si más gente lo entendiera, entonces muchos querrían estar con Draco –fue la respuesta de Luna-, así que… prefiero que nadie lo comprenda.
Hermione se encogió de hombros y desapareció por fin. Draco se acercó nuevamente, hasta envolver a Luna en los brazos y darle suaves besos en la mejilla, esperando que el ánimo apasionado volviera a resurgir entre ambos.
-No tienes por qué ser así –susurró ella.
-Ya sabes que cuando digo que nos estamos enrollando es… solo una palabra-, explicó él, poniendo su mejor semblante de inocencia-, Luna… esto es mucho más que un rollo, ojalá no lo fuera, créeme, ¡me encantaría que no me gustaras nada en absoluto!
Lo dijo con una sonrisa tan dulce, que ella solo pudo ponerse de puntillas y besarle. Fue uno de esos besos fuertes y con ruido al final. Los preferidos de Draco.
-Hermione es una buena chica.
-Toda para Weasley.
-Que también es un buen chico.
Draco resopló y devolvió la espalda de Luna a la pared del baño de prefectos. Con un gesto de las cejas, empezó a deslizar la nariz bajo la oreja y por el cuello de la chica, hasta llegar con sus labios a la abertura de la camisa. Con dedos hábiles, la corbata de Ravenclaw se soltó de su lugar.
-¿Sabes quién es también un buen chico, Lovegood? ¿Un chico realmente genial? E irresistible, además.
-¿Harry? –se mofó ella, riendo al ver la expresión lúgubre en la cara de él-, lo siento, lo siento. ¡Solo era una broma!
-¿Cómo quieres que siga después de mencionarlo? –Draco se golpeó la frente con la mano-, nada me corta más el rollo que… Potter.
Con una caída inocente de ojos, Luna volvió a colocar su pierna contra la cadera de Draco, haciendo una ligera presión con el pie sobre la curva del trasero de Malfoy. Con un movimiento aprendido, ella adelantó las caderas, golpeando con sutileza la pelvis de él, que respondió inmediatamente.
-Umm espero que eso no sea por Harry.
-Ven aquí de una vez.
Luna solo tuvo tiempo de exhalar una risa ahogada antes de que Draco guiara su rostro a él. Le devoró los labios con los suyos, que estaban totalmente abiertos, y durante un rato muy largo, fueron como dos sombras entrelazadas entre sí, ajenas a todo y todos, en aquel pasillo vacío que se había convertido en el refugio de su creciente pasión.
Draco llegó tarde a herbología, y despeinado. Pero la sonrisa de satisfacción que lucía en el rostro bien valía toda consecuencia.
