Capítulo trece
If you could read my mind
¡Buenas!
Tuve mucha falta de inspiración y mucho trabajo, pero ahora que pude hacer malabares con mis horarios, puedo ponerme a escribir otra vez.
Pau: Ya te mande un mensaje privado, espero que lo hayas recibido.
When you reach the part where the heartaches come
The hero would be me
But heroes often fail
And you won't read that book again
Sacar todas las cosas del ático, limpiarlo y hacerlo habitable les llevó más de una semana y Katrina solo pudo estar disponible la mitad del tiempo, debido a los llamados que recibia de su trabajo que implicaban salir corriendo como una médica a la cual llamaban para hacer una cirugía urgente en mitad de la noche.
Una vez que sacaron todas las cosas del ático que tenían que sacar y limpiaron todo el polvo acumulado por años, comenzaron a hacerlo habitable con las cosas que Willie y Kate les dejaron. Una cama, una mesa de luz, una lampara de noche. Había una estantería empotrada, por lo que podían poner libros y cosas allí. También les dejaron algunos cuadros para decorar un poco.
Alf y Kurtis se encargaron de vaciar toda la nave espacial. Era su nave militar con la que solia viajar y estaba llena de cosas personales.
—¿Por qué tienes tantos juguetes? —preguntó Kurtis, sacando una raqueta con una bola atada a un hilo.
—Porque la milicia me bloqueaba las páginas de Internet que nos distrajeran de las misiones. Kainfal era un maldito desgraciado. Apuesto a que en su nave podía ver… lo que se le diera la gana.
—Oye, Kainfal fue el mejor capitán que haya tenido la milicia.
—YO era el mejor capitán, hermanito. Si hubiera estado más tiempo, habría llegado a ser comandante, te lo aseguro.
—Pensé que te agradaba
—Si, pero eso no quiere decir que fuera el mejor capitán.
Siguieron con su tarea de vaciar la nave. Kurtis sacó unos álbumes de fotos y se puso a revisarlos.
—Kurtis, no te detengas, ayúdame a sacar las cosas —lo retó, mientras ponía un reproductor de música sobre la mesa.
—Espera, estoy viendo la foto de nuestros padres.
Alf se acercó a mirar. Era una foto de él cuando era pequeño junto con sus padres. Tendría tal vez unos treinta años. Para variar, su padre lo tenía en brazos. Tal vez fuera un poco aburrido, pero era muy sabio y siempre dispuesto a apoyar a sus hijos en lo que quisieran. Un excelente padre.
Ojala hubiera muerto mucho antes arruinó la vida de mamá.
El pensamiento surgió tan de golpe en su cabeza que se paralizó por completo. Por suerte Kurtis estaba demasiado ocupado pasando las hojas del álbum como para notarlo.
—¡Oye, mira esta! —exclamó—. ¡Estás en el parque de diversiones! ¿Por qué no estoy ahí?
—Porque todavía no estabas —respondió, presionando un poco su cabeza con la mano, como si eso pudiera callar sus pensamientos
—Pero si tienes como ciento cincuenta años en esta foto.
—Ay, Kurtis, tengo que confesarte algo… eres adoptado. Mamá te encontró en la basura.
Kurtis le golpeó en el hombro.
—Ay, bueno, está bien, no eres adoptado. Ahora suelta ese álbum y sigue ayudando. Puedes verlas cuando terminemos.
La época donde papá todavía no era un imbécil si mamá se hubiera deshecho de él habríamos sido más felices
Alf cerró los puños y apartó los pensamientos de su cabeza. Su padre había sido un buen hombre, un excelente esposo y un padre excepcional. No había sido su culpa
Todo el día encerrado en la cochera con sus inventos estúpidos arruinó nuestra familia me arruinó a mí.
Cada vez que tenía uno de esos pensamientos, no podía pararlos y sucedían uno tras otro como una reacción en cadena. Por lo general le pasaba cuando el insomnio lo atacaba, pero era la primera vez que le pasaba a plena luz del día.
—Gordon, ¿por qué guardaste este cuchillo? Está roto.
Alf se dio vuelta y vio a su hermanito con un cuchillo militar en las manos. La hoja estaba rota.
El torkish sobre mí con su boca redonda y llena de dientes baba chorreando en mi cara tenía olor a muerte
—Para meter miedo, tú sabes —respondió Alf. Su tono salió completamente normal, por suerte. No quería pensar en ese día. Todavía tenía la cicatriz de ese encuentro.
—Tú no me das miedo.
Dile eso a los que asesiné
Sus estómagos comenzaron a revolverse. Sentía nauseas
—Lo que me da miedo es que estemos emparentados. Sigue ayudando.
Alf quería terminar lo antes posible. No se sentía para nada bien y el hecho de que su hermano estuviera con él no lo ayudaba. Quería tomarse un descanso y estar solo unos cinco minutos… o cien años.
En los compartimentos ocultos de la nave encontró varias armas y municiones. No tenía problemas si Kurtis la veía, pero temía que Willie y Kate entraran y vieran todo eso. Encontró una caja metálica con el logo de la milicia y comenzó a guardar todo deprisa
Muerte sangre cadaveres por todos lados tu culpa tu culpa los mataste asesino asesinoasesinoasesinoasesino
—¿Gordon?
Alf volvió a la realidad.
—¿Eh?
—Te pregunté si me prestabas las tarjetas de Boulabeisbol que encontré —dijo, sosteniendo el alto un manojo de tarjetas
—Ah, sí, sí. Solo no las manches con tus dedos pegajosos —sentía ganas de vomitar.
Kurtis lo golpeó en las costillas, lo que provocó que sus estómagos se contrajeran de manera dolorosa, pero soportable.
—Idiota.
—Mejor vete a descansar. Yo sigo.
—¿Estás seguro?
—Vete antes de que el descanso me lo tome yo.
Kurtis se fue riendo con las tarjetas. Alf se quedó solo, con el sonido de su hermano riendose en sus oídos. Se sentó en el suelo un par de minutos, intentando calmar sus pensamientos. Si pudiera, se reventaría la cabeza contra la pared para perder el conocimiento, pero no era una opción viable. Iba a tener que soportarlo, le gustara o no.
Después de que sus estómagos se calmaron y su mente dejó de divagar, se levantó y siguió sacando sus cosas de la nave.
Un par de horas después, Katrina entró en el desván con una canasta, una escalera, una soga y algunas herramientas. Todas las cosas de la nave estaban metidas en cajas y puestas en el desván. Gordon le había comentado que no desempacaría nada hasta mañana y se quedó en el garaje. Augie estaba durmiendo sobre la cama, mientras que Kurtis estaba sentado en el suelo, observando las cartas junto con el pequeño humano llamado Brian.
—¿Qué es eso? —le preguntó Kurtis, dejando a un lado las tarjetas.
—La cama de Augie —respondió.
—Espero que tú la alces todas las noches —comentó.
—Llega hasta el suelo, solo tienes que levantarla con un sistema de poleas —se explicó Katrina de manera monótona, subiendo por la escalera.
—¿Dónde voy a dormir yo? —preguntó Kurtis.
—Con tu hermano —respondió Katrina—. La cama es lo suficientemente grande para ambos.
—¡Pero Augie duerme sola! —exclamó.
—Te conseguiré una cama más pequeña o puedes subirte el canasto que está en el cuarto de lavado. Mientras tanto, tendrán que compartir la cama.
Kurtis murmuró algo y volvió a las tarjetas.
—Puedes dormir en mi habitación —le ofreció Brian a Kurtis—. Tengo una bolsa de dormir que uso para ir de campamento. ¡Sería como una pijamada!
—¡Me parece una buena idea!
Katrina lo miró.
—Puedes ir a dormir al cuarto del humano alguna que otra vez, pero no a vivir en ese cuarto.
—¿Por qué no? —preguntó Kurtis.
—Eso, ¿por qué no? —lo siguió el pequeño humano, en el tono más dulce y suplicante posible.
Por un instante, Katrina recordó a una de sus hermanas menores, suplicando dormir en su cama porque había tenido una pesadilla. Ella alejó el recuerdo de su cabeza.
—Porque esta es la habitación de Kurtis y es más seguro —le explicó, con calma. De ser los padres, le habría respondido de manera más brusca, pero ella era débil cuando se trataba de niños, sin importar la especie.
—De acuerdo —murmuró el chico, bajando la vista.
—Pero como dije, puede dormir en tu cuarto algunos días si quieres.
Katrina terminó de instalar la canasta y la probó. Funcionaba. Le hubiera gustado usar a Augie para asegurarse de que aguantara su peso, pero estaba tan profundamente dormida que prefirió dejarla así.
—Kurtis, avísame cuando se despierte tu hermana. Quiero comprobar que la canasta resista su peso.
—Está bien —respondió, sin mirarla, demasiado concentrado mostrándole las tarjetas al niño humano.
Katrina bajó las escaleras y estaba por regresar a su habitación, pero se detuvo a escuchar un sonido que identificó como las teclas de un piano.
Katrina se desvió hasta la sala y ahí vio a Gordon, sentado en el banco, tocando una melodía que le sonó vagamente familiar. Tal vez ella ignorara muchas cosas, pero no de música. Eso, el agua y el homicidio eran sus elementos.
Por algún motivo, parecía frustrado mientras tocaba, como si no se pudiera concentrar o tocar lo que quería. Katrina recordó que había un instrumento parecido en Melmac llamado sikarina, solo que tenía más teclas que las humanas. Era obvio que se le iba a dificultar tocar cualquier pieza de su planeta.
Katrina se acercó hacia él despacio hasta ponerse a su lado. Gordon la miró y, por una milésima de segundo, notó que tenia la mirada perdida y vidriosa pero luego parpadeó y esa expresión desapareció.
—¿Terminaste de instalar la cama de Augie? —le preguntó, ya volviendo su atención al piano.
—Si, solo me falta probarla.
—Ajá.
No parecía tan conversador ni sarcástico ni bromista como de costumbre.
—Es difícil sin las teclas rojas —comentó Katrina.
Gordon asintió.
—Si, pero uno se acostumbra. ¿Tocabas la sikarina?
—Si, un poco.
Gordon dejó de tocar melodías aleatorias y se llevó una mano a la cabeza, agotado.
—¿Te sientes bien?
Gordon asintió.
—Solo me duele un poco la cabeza, no es nada.
—Deberías descansar un poco. Creo que tengo medicina en mi cuarto.
—Ya se me pasará solo.
Katrina apoyó su mano en el teclado y comenzó a tocar algo aleatorio. Gordon la miró por unos segundos y luego se corrió un poco del asiento para dejarle lugar.
Katrina había investigado mucho de la música humana, especialmente la clásica. Después de pensar un poco, decidió tocar Chopsticks. Apenas había empezado los primeros acordes cuando Gordon comenzó a tocar también, siguiéndola en la melodía.
Era extraño, pero sentía como si hubieran tocado el piano juntos toda la vida. Sin errores, como si lo hubieran tocado esa pieza por años. Se sentía completamente en paz y armonía como no lo había sentido en décadas. Cuando terminaron de tocar, Gordon simplemente empezó otra canción que Katrina reconoció y siguieron tocando juntos durante un rato.
No supo cuánto tiempo estuvieron tocando, pero cuando terminaron una pieza, escuchó unos aplausos detrás de ellos. Katrina se dio vuelta y vio a los Tanner, a Kurtis y a Augie detrás de ellos. Gordon se levantó y comenzó a hacer reverencias.
—Gracias, muchas gracias, no tienen que adorarme como si fuera una gran estrella, aunque si insisten no los detendré —bromeó Gordon.
—No te olvides que no estabas solo —le recordó Kurtis.
—Ah, sí, Katrina fue un buen complemento —le respondió, sin darle mucha importancia.
Gordon recuperó muy rápido su sentido del humor y estuvo muy animado el resto del día. Katrina no sabía que le había pasado, pero estaba contenta de que su pequeño concierto de piano le hubiera hecho tan bien.
Katrina no podía dormir.
Una de las grandes desventajas de ser asesina era que la llamaban a cualquier hora y las misiones podían durar desde minutos hasta días. Eso hacía que sus ciclos de sueño fueran un completo desastre. En general eso no le molestaba, pero ahora que no estaba en su casa le parecía un incordio.
Fue al baño, se dio una ducha rápida, se puso un pijama (andar desnuda ya no era una opción) y fue a la cocina a buscar algo de comer.
Gordon estaba allí, tomando una lata de cerveza. Ya había dos latas vacías sobre la mesa de la cocina. Apenas la miró cuando la vio entrar.
—¿Tampoco puedes dormir? —le preguntó.
—El trabajo me alteró las horas de sueño otra vez. Ya se ajustará solo —dijo, mientras abría la nevera y sacaba una manzana.
—Entiendo.
Gordon tomó un trago de cerveza.
—Oye, Katrina…
Katrina le dio un mordisco a la manzana y tragó.
—¿Si?
—¿Cuál es tu nombre real? Tu nombre chaffi.
Katrina parpadeó. Era cierto, nunca se lo había dicho.
—Kalessa —respondió.
Gordon se rio.
—¿Kalessa? ¿En serio?
—¿Qué tiene mi nombre?
—Nada, solo que… tienes nombre de princesa snob y arrogante.
Katrina no pudo más que reírse también.
—¿Porque mi nombre significa elegancia? Si, admito que es un nombre algo pretencioso.
—¿Te pusiste uno igual cuando viviste en Melmac?
Katrina se sentó en la mesa.
—No. Me puse Trisha.
—Un nombre humano. Parece nombre de una desnudista de Las Vegas.
Katrina suspiró y siguió masticando su manzana, pensativa.
—Entre tu época y la de tu hermano se pusieron de moda los nombres humanos en Melmac. Creí que encajaría mejor. Ustedes dos son una clara prueba de ello.
—¿Por qué te mudaste a Melmac?
Katrina levantó una ceja.
—¿Es un interrogatorio?
—Yo no sé nada de ti. Entiendo que no le digas nada a los Tanner, pero no tienes por qué ocultarme cosas a mí.
—Te lo diré con una condición.
—Dispara.
—¿Qué te estuvo pasando todo el día? Te noté un poco apagado.
Gordon tomó un largo trago de cerveza.
—Nada.
—¿Limpiar la nave te trajo recuerdos?
Gordon volvió a tomar un trago largo.
—Algo así —dijo—. Me puse un poco sentimental, pero eso es todo.
Katrina no le creía una sola palabra. Repasó mentalmente todas las cosas que Kurtis le había contado sobre él.
—¿Recordaste cosas de tu época militar, tal vez?
Gordon la miró, con los ojos chispeantes de rabia.
—Sí, recuerdo cosas. ¿Por qué me preguntas eso?
—No lo sé. Solo pensé que quizás podías estar…
—No estoy deprimido, ¿está claro? —la interrumpió Gordon, en un tono que dejaba claro que no quería hablar más del tema.
Katrina se levantó de la mesa, pero Gordon volvió a hablar.
—Lo siento. Sé que estás preocupada por mí.
—Entiendo.
—No, no entiendes. A veces… pienso cosas que no quiero o no debería pensar. Como una pelota rebotando en mi cabeza con cada vez más y más fuerza.
—¿Qué tipo de cosas?
—Cosas que no quiero pensar. Sobre mi familia, sobre mi pasado. Sobre todo, sobre lo que hice.
—Pero eso es normal. Todos tenemos pensamientos que no queremos que salgan a la luz.
Gordon asintió.
—Sí, es normal. Pero a veces esos pensamientos se vuelven tan fuertes que… no puedo controlarlos.
—¿Qué haces cuando eso te pasa?
—Me tomo unas cervezas, me duermo o veo una película. Trato de distraerme.
—¿Y eso funciona?
—Por lo general sí. ¿Alguna vez te ha pasado?
Katrina miró hacia un costado. Ella también tenía sus propios recuerdos dolorosos con los que lidiar.
—Algunas veces, pero no creo que tanto como tú.
Gordon asintió.
—Te toca.
—¿Eh?
—Me lo prometiste. ¿Por qué te mudaste a Melmac?
Era algo muy delicado lo de su mudanza, pero supuso que podía contar una verdad a medias. Al fin y al cabo, lo que Gordon había contado había sido algo vago.
—Mi madre era una mujer muy estricta. Demasiado. Cuando cumplí la mayoría de edad tuve una discusión muy fuerte con ella y decidí irme del planeta para cortar todos los lazos con mi madre y el resto de mi familia. No he vuelto a verla ni a hablarle desde entonces.
—¿Sabe que estás aquí? ¿Lo que haces?
—No lo sé y no me interesa. Lo único que lamento es que mis tres hermanas menores estén siendo criadas por ella. Les va a arruinar la infancia.
—¿Tan malo es?
Katrina se rio sin alegría mientras iba a buscar dos latas de cerveza, una para él y otra para ella.
—No tienes idea.
Le tendió una lata a Gordon y ella abrió la suya propia.
—Hagamos un brindis —le dijo Gordon.
Katrina levantó una ceja.
—¿Un brindis? ¿Y por qué brindamos?
—Porque a pesar de todo estamos de pie, ¿no?
Katrina levantó la lata de cerveza y la chocó contra la de Gordon
—Porque estamos de pie.
