¡Buenas!
Capitulo catorce
Mexico
Mexico, Mexico
Down the highway, down the line
'Cross that border
Back in time to Mexico
El desván al fin fue terminado después de días y días de arduo trabajo. Los Tanner subieron a ver y quedaron más que satisfechos con el resultado.
—Hasta yo quiero dormir aquí. —dijo Lynn cuando lo vio.
—Mamá, ¿puedo tener una pijamada aquí con Kurtis?
—Cuando terminen de acomodarse, cariño. —le respondió a su hijo menor, algo más abierta a la idea tras ver el cuarto impecable—. Realmente estoy impresionada.
—No puedo creer lo hermoso que ha quedado todo. —comentó Willie.
El nivel destructivo de Gordon había bajado a cero, según las palabras de los Tanner; Katrina pensó que tal vez eso se debía a lo ocupado que habían estado por reformar el ático, así que decidió meterlo en un pasatiempo productivo.
—¿Cultivar verduras? —Gordon miró el libro que Katrina le había comprado con desconfianza, pero al mismo tiempo se mostraba interesado— ¿Es en serio?
—Es una buena idea: puedes estar un poco al aire libre y podrás comer algo que tú mismo cultivaste, ¿Qué te parece?
—Pensé que no te gustaba que asomara mi enorme y preciosa nariz fuera de la puerta por culpa de los vecinos.
—Sí, pero tampoco puedes quedarte tanto tiempo adentro, no es sano. Además, la valla es lo suficientemente alta para que no te vean, a menos que asomen la cabeza. Y si de casualidad te descubren, puedo hacerme cargo muy rápido.
Gordon alzó las cejas.
—¿Quieres que cave las tumbas por ti o puedes hacerlo sola? —bromeó—. Raquel debe pesar como una vaca sobrealimentada.
—Si quieres…
Luego, se puso serio.
—Sé que pueden ser molestos, pero por favor, no los mates.
—No te preocupes, no lo haré si hay otra manera
—Prométeme que no los asesinarás —insistió Gordon—. Aún no te conozco lo suficiente, pero sé que te gustan las soluciones rápidas y no te gustan los humanos.
Katrina puso los ojos en blanco y surcó con su dedo índice una cruz debajo de su oreja derecha, el símbolo de promesa melmaciano
—Te lo prometo, ¿Sí?
Gordon pareció más tranquilo y asintió con la cabeza antes de alejarse, con el libro en la mano.
La puerta del garaje estaba cerrada. Gordon golpeó suavemente la puerta.
—¿Papá?
Sin respuesta.
—¿Papá? —lo volvió a llamar. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada—. Papá, sé que estás ahí adentro, mamá me dijo que estarías aquí.
—Quiero estar solo —la voz de su padre salió tan derrotada que casi no lo reconoció.
—Papá, sé que la situación es difícil, pero siempre salimos adel…
La puerta se abrió.
Ahí estaba su padre, de pie frente a él. Era una cabeza más alta que Gordon, de pelaje castaño oscuro y ojos grises que ninguno de sus tres hijos había heredado. Parecía que había envejecido ciento cincuenta años en un solo día.
—¿Por qué? —le dijo, con los ojos llorosos.
—¿Por que qué, papá?
Unas lágrimas se resbalaron de su cara. Pero no eran lágrimas. Era sangre.
—¿Por qué no nos salvaste, hijo mío?
Alf se despertó de golpe, sobresaltado. Aún era de noche. Kurtis dormía de espaldas a él en la cama que estaban compartiendo. Había tenido una pesadilla. Otra más de tantas.
Se levantó y fue a ver a Augie. Estaba durmiendo en la canasta colgante, hecha un ovillo. No pudo evitar acariciarle el pelo unos segundos. Ojalá que ninguno de los dos tuviera pesadillas tan horribles como las suyas.
No iba a lograr volver a dormirse aunque quisiera, así que pensó que tal vez podría leer algo. Entonces recordó el libro de jardinería que Katrina le había dado. Lo buscó por la habitación y lo encontró sobre el baúl que se encontraba a los pies de la cama. Tal vez si trabajaba en hacer una huerta y se acostaba cansado, su cerebro no tendría fuerzas para inventarse una estúpida pesadilla sobre su padre. Lo tomó y bajó despacio por las escaleras para leerlo en la sala sin molestar a sus hermanos.
Alf se terminó el libro en una sola noche. No tardó mucho en entusiasmarse de manera genuina con la idea y pidió más libros, lo cual Katrina le entregó con mucho gusto. Una vez que leyó todo lo que necesitaba, pidió semillas. Katrina también se las consiguió y prometió ayudarlo.
Sus hermanos también se entusiasmaron bastante con la idea y lo acompañaron a sembrar. Brian también decidió ayudarlo. Le encantaba sentir el sol, aunque fuera invierno y sentir que estaba ayudando a crear vida. Además, podía comerse los insectos.
Pero si de algo carecía Alf, era de paciencia.
—Katrina, van a pasar al menos dos meses antes de que brote algo del suelo —se quejó ante la chaffi.
—¿Y que esperabas?
—Bueno, pensé que tal vez me ayudarías a conseguir… abono especial.
Katrina resopló.
—No apresures a la naturaleza. Ella es sabia, sabe lo que hace.
—Tu amiga vive en Bungaraya y sé que lo venden allí.
—Nunca fue probado en la Tierra. Podrías provocar un desastre ecológico.
—No exageres, es abono no bomba atómica. Como mucho, tal vez arruine la tierra un poco, pero no se extenderá más allá.
Katrina se mordió el labio, pensativa.
—Te conseguiré un poco, SOLO un poco, pero no me haré responsable si algo sale mal.
—Oh, vamos, ni que fuera a crear una planta al estilo La Tiendita de los Horrores.
Alf casi hubiera deseado que algo así le hubiera pasado. Al menos eso hubiera significado que no había sido un completo fracaso.
Katrina le trajo el abono unos pocos días después y lo usó casi de inmediato. Lo plantó en unas maceta, por las dudas.. Las verduras habían tardado una semana en crecer lo suficiente para ser cosechadas, si, pero salieron terriblemente defectuosas, como si hubieran nacido resecas o a punto de pudrirse. Ahora todo el fruto de su trabajo estaba sobre la mesa de la cocina y probablemente terminarían en la basura. Ni él se comería eso.
Ahora que había revisado bien, había cosas que no debió haber plantado, como cebolla de verdeo y maíz, que solían plantarse en la primavera. Un desastre total. Casi podía ver a Katrina mirándolo de manera burlona dicendo "te lo dije". Menos mal que se había ido a trabajar, pero sabía que volvería muy tarde por la noche,
Lo peor de todo es que los Ochmonek se habían comprado un chihuahua hacía menos de un mes. Se metía en el jardín y le rompía las plantas. Si llegaba a pescar a ese desgraciado, le clavaría el rastrillo de jardinería en la espalda y usaría su piel como tapete.
¿Habia pensando que eso era lo peor? Estaba equivocado. Kate también sabía de jardinería y era obvio que no se podía explicar como habían crecido tan rápido, pero mal.
—¿Usaste abono alienígena? —lo retó Kate con una mezcla de miedo y enojo, una vez que Alf confesó la verdad a regañadientes. Tenía un pelapapas en la mano y eso le hizo dar un escalofrío.
—Si, pero creo que no funcionó.
—¿No se te ocurrió pensar que pudiste haber arruinado la tierra para siempre? —insistió Kate, furiosa —. No sabemos como funciona esa cosa que le pusiste.
—Bah, no creo que eso haya pasado.
—Ah, y no hace falta que me digas quien te proporcionó ese abono: Katrina.
—Oye, no te metas con Katrina, solo me estaba haciendo un favor.
El teléfono empezó a sonar en ese momento, como si fuera el timbre de una campana de boxeo. El teléfono estaba justo delante de él, así que atendió.
—¿Hola?
—Alf, pásame a Kate —la voz de Willie del otro lado le sonó algo nerviosa.
Alf bajó el auricular y la miró.
—Oye, Kate, quiere que te intercambie —se burló.
Kate dejó de cocinar y lo miró con los ojos entrecerrados, pero no dijo nada. Willie suspiró.
—No tiene importancia… Dile a Kate que llegaré tarde.
—Bien —respondió Alf y colgó el teléfono.
—¿Quién era? —preguntó Kate.
—Parece que era Willie.
Kate puso los ojos en blanco mientras ponía unas verduras en la olla.
—¿Y que te dijo?
—Dijo que iba a llegar tarde.
—¿Dijo por qué?
—¿Qué te crees que soy, una secretaria? —se burló Alf, pero por dentro estaba alerta. Podría ser un chaffi encubierto. No solía valerse de contraseñas como lo hacía Katrina, sino que era mucho más sutil, para no alarmar a nadie.
El teléfono volvió a sonar y Alf atendió, un poco más aliviado. Se habría preocupado si no hubiera vuelto a llamar.
—¿Casa de la familia Tanner?
—Soy Willie.
—Ah, justo estabamos hablando de ti.
—No cuelgues —Willie parecía estar enojado—. Tengo que hablar con Kate. Tengo algo que decirle.
—Oye, ¿es acerca sobre que no puedes venir a casa? ¿Estás ocultando algo? —bajó la voz —. ¿Tienes una chica por ahí?
Willie habló de manera lenta, conteniendo las ganas de gritarle.
—Tengo que llevar a un muchacho a que tome el autobús.
—Oh, que original —se burló Alf. Se dirigió a Kate, quien lo miraba con los brazos cruzados—. Kate, tienes que oir esto, toma el otro teléfono.
Kate tomó el teléfono adosado a la pared de la cocina.
—¿Cariño, que es lo que pasa?
—Hay un muchacho que tiene que regresar a Mexico. Yo no puedo localizar a su familia y no quiero dejarlo abandonado, así que quiero llevarlo al autobús yo mismo.
—Bueno, entiendo, cariño.
—Kate, ¿vas a creerle eso? —bromeó Alf.
—¿Por qué sigues en el teléfono? —inquirió Willie.
—¡Cuelga! —le gritó Kate, apuntándole con el teléfono.
—Un segundo, Kate, quiero escuchar el chiste del chico sin familia —se rio Alf.
—No es un chiste —insistió Willie—. El chico tiene una familia, tiene un padre, solo que no he podido encontrarlo y… ¿Por qué estoy hablando contigo?
—No sé, tu llamaste.
—Kate, llegaré un poco tarde, ¿de acuerdo? Adios.
—Adios, cariño.
—¡Oye, oye, Willie! —Alf habló deprisa para que no le cuelgue—. Hay algo que no me quedó bien claro… ¿Tienes o no tienes algo de acción por ahí, picarón?
La llamada se cortó. Alf colgó el teléfono y se encontró con la severa mirada de Kate.
—Aparentemente no.
Alf lo único que quería era tomarse una cerveza, ver el partido juvenil de básquet y ganar la apuesta que había hecho con Kate, pero todo tuvo que ser arruinado por Willie.
Si, la historia del niño mexicano resultó ser cierta y lo comprobó al ver que Willie lo había traido a casa para ganar tiempo y poder encontrar a su padre. Luis, que así se llamaba, se iba a quedar a dormir y él iba a quedarse encerrado en el desván junto con sus hermanos, quienes estaban al tanto de la situación.
—Entiendo al señor Tanner —dijo Kurtis—. Es muy considerado lo que hizo.
—¿Podemos verlo? —preguntó Augie.
Kurtis negó con la cabeza.
—Nadie nos puede ver, Augie.
—Pero… los Tanner…
—Ellos ya lo sabían a través de Gordon.
Alf alzó en brazos a su hermana, con cierta dificultad.
—No te preocupes, mi princesa. Nos tienes a nosotros, a los Tanner y a Katrina.
—Y a Russell —agregó Augie, sonriendo.
—Ah, cierto, el grandote.
—Gordon, tengo hambre —se quejó Augie.
—Ya nos traerán la comida —la tranquilizó Kurtis.
Lynn apareció unos cuarenta minutos más tarde con la cena: pollo con ensalada. Alf miró las verduras y recordó el fracaso que había sido su huerta. Kurtis pareció notarlo, porque le dijo:
—La próxima vez saldrá bien… si seguimos bien las instrucciones, claro.
—Y no le ponemos abono radioactivo —se rio Alf.
Cuando sus hermanos se durmieron y dejó de escuchar ruidos en la casa, bajó las escaleras y salió al patio trasero. Tomó un asadón y se quedó escondido en el pasillo que conectaba la parte frontal con el jardín de atrás. Ese maldito chihuahua las iba a pagar caro por romper sus plantas.
Se quedó un rato allí hasta que escuchó un ruido metálico. El maldito perro había entrado. Sujetó con fuerza el rastrillo y salió de su escondite, blandiendo el azadón.
—¡Muere, perro maldito! —gritó.
Se detuvo justo a tiempo cuando vio que no era un perro, sino un joven que debería tener la edad de Lynn. Piel tostada, cabello oscuro y ojos marrones. Llevaba una camisa a cuadros y unos jeans. Probablemente fuera el chico que Willie había traido a casa… ¿o era un chaffi?
El chico estaba pegado contra la pared, muerto de miedo. Hablaba en un idioma que desconocía, una de las tantas variantes del lenguaje humano. Rogó internamente que siguiera hablando y ver si así podía entender el idioma.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.
El chico solo lo señaló, mientras seguía hablando su idioma nativo. Solo entendió la palabra "amityville" que, si mal no recordaba, era una película de terror.
—Calmate, ¿quieres? —dijo, intentando que bajara la voz. Lo único que se escuchaba además de sus voces era el ruido de una moto acercándose.
—Por favor, no me lastimes —suplicó el chico. Bingo, pensó Alf. Es idioma español.
—Claro —Alf soltó el azadón. Luego le mostró las manos, para mostrarle que ya no llevaba nada más y probó hablar en español—. ¿Amigos?
El chico parpadeó, mirandolo con asombro.
—¿Puedes entenderme?
—Si. Me llamo Alf. Soy un extraterrestre. Del espacio —aún estaba asimilando el idioma y le costaba encontrar algunas palabras.
—¿Del espacio?
—Si. Vengo de Melmac —no encontró la palabra para explosión. Demonios, su antepasado no había aprendido el idioma completo—¡Kaboom! —dijo, para ver si así entendia. Al ver que no era así, le dijo —. Olvídalo.
El chico iba a decir algo más, pero luego abrió los ojos de manera desorbitada, mirando detrás de Alf y alzó las manos. Ni siquiera tuvo que darse vuelta para saber que era lo que estaba pasando.
—Katrina, baja el arma —le dijo, con suavidad.
Katrina se acercó y se puso a su lado, junto con un arma que parecía humana.
—Te vio —fue todo lo que dijo—. Debe morir.
—Katrina, es solo un humano.
—¿Seguro? ¿Qué hace aquí?
—Es un chico que trajo Willie a la casa y está buscando a su padre.
Katrina se acercó aún más al adolescente y Alf se puso en el medio.
—No ha hecho nada.
Katrina levantó una ceja.
—Tu altura no basta para cubrir sus partes vitales.
—No es un chaffi…
—No me interesa. Debe morir.
—¿Matas gente inocente también? Katrina, él no dirá nada, lo juro. Está aterrado.
El chico estaba contra la pared, temblando de miedo y llorando, rezando en voz baja.
Oh Elem que hacer brotar la vida del suelo y nos das calor y luz iluminanos para repeler la oscuridad…
Oh, no otra vez. No ahora.
—Va a hablar, no puedo arriesgarme.
—No lo hará. Y aunque hablara ¿Quién le va a creer? Mañana volverá a Mexico, nadie lo sabrá. Matar no es una solución real.
Hipocritahipocritahipocrita
Katrina no respondió. Se quedó quieta, examinando al chico.
—Es solo un niño, Katrina.
Katrina, con un suspiro, guardó el arma y sacó de su bolsillo la famosa linterna desentransformadora. Se acercó al chico y le apuntó a los ojos con la luz. No hubo reacción.
—Escuchame bien —le dijo Katrina, en español—. Abres la boca sobre lo que viste y te juro que nadie encontrará tu cadáver jamás. ¿Entendido?
El chico asintió, temblando como una hoja.
—Perfecto —dijo—. Me alegro que hayas comprendido. No te haré daño, mientras no cuentes nada.
Alf se acercó para tranquilizarlo.
—Me disculpo por parte de Katrina. Ella es… muy sobreprotectora conmigo.
El chico parecía no escucharlo. Seguía mirando a Katrina con pánico.
—Será mejor que te vayas —le dijo, con un poco de resentimiento en la voz—. Te tiene miedo.
Katrina puso los ojos en blanco.
—Como quieras —gruñó y entró a la casa por la puerta de atrás.
Costó mucho calmarlo después de lo sucedido. Logró convencerlo de que Katrina no le haría daño y que solo estaba queriendo protegerlo, que no mataría ni a una mosca. Estuvieron hablando un largo rato sobre cultivo y todos los errores que había cometido. Al final, Luis le confesó la verdad: Él no estaba buscando a su padre, sino que huía de él. Se habían mudado recientemente de Mexico a Estados Unidos y no se acostumbraba al cambio.
A la mañana siguiente, Willy terminó encontrando al padre de Luis. El chico se enfureció y quiso huir, pero Alf lo convenció de que le diera una oportunidad a su padre. Luis finalmente aceptó y se fue con su padre, prometiendo que nunca le contaría de su existencia. Todo muy satisfactorio…
Exceptuando Katrina, por supuesto.
Cuando Willy se fue a trabajar, Alf se fue como un huracán a la habitación de Katrina, que no se había aparecido desde la noche. Después de golpearle la puerta por un minuto, ella apareció, con una botella semi vacía de agua en la mano y con el cabello revuelto.
—¿Qué quieres, Gordon? Estaba durmiendo.
Alf entró a la habitación de golpe, mientras Katrina cerraba la puerta y tomaba un trago de agua.
—¿Estás mal de la cabeza? —casi le gritó—. ¿Ibas a ejecutar a un adolescente humano solo porque me vio?
—No me gusta dejar testigos sueltos.
—¿Hubieras hecho lo mismo con un niño de la edad de Brian?
Katrina no respondió de inmediato y evitó su mirada.
—Eres el menos indicado para escandalizarse sobre asesinatos a sangre fría.
Alf parpadeó.
—¿Qué?
Katrina volteó la vista hacia él
—¿Crees que no sé quién eres en realidad? ¿Qué no investigué sobre ti cuando Kurtis me dijo que te buscaba? Todos estamos en esta situación por tu culpa, porque sabes o al menos sospechas lo que te pasaría si te agarra la Unión Intergaláctica. ¿O me equivoco?
Alf soltó una risotada sin humor. No era información precisamente confidencial.
—Nadie te obligó a venir aquí. Nadie te obligó a ser asesina y nadie te obligó a irte de la casa de tu madre. Yo no tuve opción.
—Tuviste opción cuando terminaste el servicio obligatorio, pero decidiste quedarte.
Ya tuvo suficiente. Se acercó de manera amenazante hacia Katrina.
—Tú no tienes la menor idea de lo que he pasado, Katrina, así que cierra la boca.
—Vete de mi habitación, Gordon. No quiero pelear.
Alf respiró hondo. . Se alejó de ella pero quería tener la última palabra antes de irse.
—La mayoría de los problemas no se arreglan con un balazo, a pesar de lo que te hayan enseñado en los Chaffis de la Tierra —le gruñó, antes de cerrar la puerta de un portazo.
