¡Buenas!

José Molina: Uy, cuantos reviews

1) Este en realidad no era el comienzo original. El original empezaba con un recuerdo de Alf intentando parar unos disturbios en su planeta originado por unos chaffis, pero luego con el tiempo cambié de opinión y escribí este.

2) Me hubiese gustado que Claudia se quedara más, pero necesitaba que se fuera para que la trama continuara. A Alf le dolió mucho tener que renunciar a su trabajo, pero ya le entró la paranoia.

3) Alf tuvo más entrenamiento que Katrina, para él no fue tan dificil reducirla. Los Tanner no quieren saber nada, al menos Kate. Willie va a querer interrogarla durante horas sobre el espacio. Y en cuanto a la raza melmaciana... bueno, es una raza practicamente guerrera así que...

4) El salario mínimo en esa época eran 580 dólares, así que imaginate, le dio casi un sueldo completo por las molestias.

5) Augie entiende, pero ella no puede hablarlo por un trauma psicológico. Brian y Kurtis no me los imaginé como amigos al principio, pero me pareció logico que lo terminen siendo.

Capítulo quince

Is There Something I Should Know?

Please, please tell me now

Is there something I should know?

Is there something I should say?

Russell vivía en el corazón de Los Ángeles, en un departamento amplio donde vivía con su novia Mandy y sus cinco gatos, los cuales estaban más mimados y cuidados que muchos niños. Era un lugar espacioso y pasaba su tiempo libre tejiendo o perfeccionando recetas de cocina cuando no estaba matando chaffis a diestra y siniestra.

—Aún no entiendo por qué se enojó conmigo —dijo Katrina, tomando una taza de té con unas galletas caseras de vainilla con chips de chocolate recién salidas del horno en la amplia sala de estar. Russell había estado todo el tiempo en silencio, escuchando atentamente toda la historia. Mandy no estaba; trabajaba en el sector de Recursos, con un horario fijo.

—Katrina, tienes que entender que no todo el universo piensa igual que tú —suspiró Russell

—Eso ya lo sé —gruñó Katrina—. Pero esto era sentido común. El chico pudo haber abierto la boca y arruinado todo. Las noticias viajan rápido.

—No en este planeta. Los medios de comunicación aún están muy atrasados. Su versión de DCU no lo usaban ni nuestros abuelos.

—Aún así…

Russell levantó una mano con lentitud para hacerla callar.

—Katrina, piensa por un momento. Solo era un pobre chico humano que venía de Mexico. Tal vez fuera indocumentado incluso, no lo sé. Solo bastaba un buen susto y ya, no abriría la boca en lo que le quedara de vida. Su único crimen fue estar en el momento y lugar equivocados. No matamos inocentes, ¿verdad?

Katrina miró sus propias rodillas.

—No —respondió con sequedad.

—¿Entonces por qué en el nombre del Universo quisiste hacerlo?

Katrina se encogió de hombros.

—Los muertos no hablan.

Russell se quedó en silencio unos segundos antes de responder:

—¿A eso llegaste, Katrina? ¿A matar solo "por si acaso"? ¿La vida ya no vale absolutamente nada para ti?

Katrina se puso rígida.

—Eso no es verdad. Si me hubieran avisado de antemano que ese muchacho estaba en la casa, nada de esto habría pasado.

—Pero pasó. Y hubieras actuado de la misma manera, aunque te hubieran avisado.

—No…

Russell sonrió con tristeza.

—Si, Katrina, si. Siempre estás dispuesta a disparar primero y preguntar después ¿Qué harías si alguna vez te equivocas y matas a un inocente?

—Hasta ahora no ha sucedido —insistió Katrina tercamente.

—¡Pero estuvo a punto de suceder! Un día las cosas van a salir mal y vas a matar a alguien que no lo merece.

Uno de los gatos de Russell comenzó a refregarse en las piernas de Katrina. Russell suspiró:

—Katrina, tu no eras así. No eres así —continuó Russell—. Has cambiado mucho desde que te fuiste de casa y comenzaste a frecuentar a…

—Ni se te ocurra mencionarla en mi presencia.

Un silencio pesado se cernió en la sala. Russell tragó saliva nerviosamente.

—Lo siento. Pero ella ha tenido mucha influencia negativa en ti. Y aún la sigue teniendo, a pesar de no verla desde hace décadas, ¿no te das cuenta?

Katrina se levantó de la mesa, asustando al gato.

—Gracias por el té y las galletas, Russell —dijo, antes de marcharse.


Katrina no regresó a la casa de inmediato. Paró en una heladería y pidió un helado de chocolate. Se quedó sentada en una mesa, simplemente comiendo a pesar del frio que estaba haciendo y mirando a la gente pasar.

Las palabras de Russell le rebotaban en la cabeza una y otra vez. Era cierto que había cambiado desde que se había ido de casa. Era más libre, más independiente, con la autoestima suficiente para dejar que nadie la pasara por arriba.

Pensó en sus hermanos mayores, quienes la habían repudiado cuando se fue de la casa. Bueno, no todos. Uno de ellos le había dado su total apoyo y le abrió las puertas de su hogar, pero se negó. Quería probar lo que era ser "un espíritu libre", pero el problema fue que terminó dañando a otros.

Tal vez ella aún seguía influenciando en su vida, a pesar que no la veía desde hacía al menos cincuenta años, al fin y al cabo.

Pero no sabía que hacer para cambiarlo.

Regresó a la casa de los Tanner antes del anochecer. Willy ya había llegado a la casa y estaba mirando la televisión con Gordon.

—¡Hola, Katrina! ¿Fuiste a trabajar otra vez? —le preguntó. Gordon ni siquiera volteó a verla.

—No, fui a ver a un amigo. Dile a tu esposa que no cenaré, estoy muy cansada.

Katrina fue a su habitación y se acostó en la cama. Se quedó mirando el techo, procesando la conversación que había tenido con Russell y, al mismo tiempo, reflexionando sobre su vida. ¿Realmente era feliz? Tenía una vida cómoda, donde le pagaban muy bien y con sus buenas dosis de adrenalina, pero por dentro estaba bastante vacía.

Estuvo un rato así, perdida en sus pensamientos, hasta que golpearon la puerta. Tres veces rápido, dos más espaciados.

—Pasa, Kurtis.

El chico melmaciano se asomó en la puerta de manera tímida.

—¿Estás peleada con Gordon? —preguntó.

—No —mintió ella—. ¿Por qué preguntas?

—Porque está actuando como si no existieras.

Katrina se sentó en la cama.

—Hemos tenido un pequeño desacuerdo, eso es todo.

—Tiene que ver con Luis, ¿verdad? El chico que buscaba a su padre.

Katrina parpadeó.

—¿Por qué crees eso?

—Porque nos descubrió.

Katrina suspiró.

—No pueden darse a conocer al primer humano que se encuentran.

—Fue un accidente, Gordon nunca lo hubiera hecho a propósito.

—Lo sé.

Kurtis miró al piso un momento antes de cambiar de tema:

—Oye, ¿sabes lo que pasó con las verduras que cultivamos?

Casi se había olvidado del tema.

—No ¿Qué sucedió?

—Se arruinaron. El abono no funcionó.

—Oh, lo siento. Sé lo entusiasmados que estaban.

—¿Puedes arreglarlo. Katrina?

Ella no era ninguna experta en plantas terrestres, pero podría intentarlo. Tenía que sacarse esos pensamientos de la cabeza como fuera.

—Le preguntaré a Russell. Él sabe más de estas cosas que yo.

Kurtis asintió.

—Buenas noches, Katrina.

—Buenas noches.

—Y… por favor, intenta arreglar las cosas con Gordon. No me gusta verlos pelear.

Kurtis se fue y Katrina tomó su DCU del bolsillo. No tenía ganas de llamar a Russell, pero si quería arreglar ese desastre que Gordon había hecho, necesitaba ayuda.


Después de una larga charla con Russell y darse un buen baño, Katrina fue al jardín bien entrada la noche, en medio del frio invernal, con unas semillas que le habían quedado de sobra y una bolsa de abono. Con la luz del patio como única fuente de iluminación, comenzó a preparar la tierra. Por alguna razón, le dio la impresión que la tierra ya había sido preparada.

—Luis lo hizo.

Katrina se dio vuelta y vio a Gordon parado en el marco de la puerta trasera.

—¿Luis?

—El chico al que le quisiste abrir un nuevo orificio en la cabeza anoche —respondió lacónicamente

—Ajá —fue todo lo que dijo Katrina, mientras seguía revolviendo la tierra con la pequeña pala de jardinería—. De todos modos no le hubiera disparado.

—¿Ah, no?

—Le hubiera roto el cuello. Es más silencioso y menos que limpiar.

Gordon se rio de manera amarga.

—Realmente no sientes remordimientos.

Katrina clavó la pala en la tierra.

—Soy mala para esto. Soy asesina, no jardinera —murmuró, queriendo cambiar de tema—. Hacer que brote la vida es algo totalmente opuesto a lo que hago.

—Al menos lo estás intentando.

Katrina se levantó del suelo. No le gustaba admitir sus errores.

—Tal vez me haya adelantado un poco con el chico —dijo finalmente—. Pero debieron haberme avisado que se quedaba a dormir.

—Apareció de golpe…

—Tuvieron varias horas para avisarme, no pongas excusas.

Gordon lanzó un gruñido.

—Bueno, en eso tienes razón, pero tampoco sabía que matabas a todo lo que se moviera.

Katrina resopló.

—¿Querías escucharlo? Bueno, lo siento. Mi trabajo hace que a veces sea un poco paranoica con los humanos. Vuelvo de trabajar y veo que estás interactuando con alguien que no es de la familia Tanner, ¿que querías que hiciera?

—¡No apuntarle con una maldita arma! Podrías haber sido más disimulada si sospechabas de él…

—¡Solo quería protegerlos! —gritó Katrina.

Un silencio sepulcral se cernió sobre ambos. Katrina temblaba y no precisamente por el frio. Ella acostumbraba a estar siempre bajo control, pero estaba muy cansada de que le criticaran cada paso que daba y mantener su fachada de mujer fría y tranquila le estaba costando. Tiró la pala a un costado y se dirigió a la puerta.

—Katrina…—la llamó Gordon, pero ella simplemente se metió en la casa y se encerró en su habitación.

Katrina se sentó en la cama y tomó una de las muchas botellas de agua que tenía a mano. Se tomó la mitad de una de medio litro, lamentando no tener ninguna bebida alcohólica con ella. No solía emborracharse con frecuencia; la cantidad de veces que lo había hecho en un año los podía contar con los dedos de las manos y se ponía muy inestable después de unos cuantos tragos.

Sintió que alguien golpeaba la puerta. A juzgar porque no sonaban de muy abajo, no era ninguno de los melmacianos.

—¿Katrina? —escuchó la voz del señor Tanner—. Escuché una discusión, ¿está todo en orden?

—Estoy bien —respondió Katrina.

—¿Puedes contarme que sucedió? Tal vez pueda ayudarte.

Katrina no quería su ayuda, pero a riesgo de enfrentarse a una catarata de preguntas mañana, prefirió abrirle la puerta.

Gordon entró a la habitación, sonriendo. Enfrente de ella había un banco de piano y debajo un trapo de piso para que no hiciera ruido al apoyarlo.

—Me encanta cuando me subestiman —dijo, sentándose en la cama de Katrina, mientras esta lo veía con asombro—. Así disfruto cuando se dan cuenta demasiado tarde de lo que puedo ser capaz de hacer. ¿También investigaste eso?

—Largate.

—Oye, vengo en son de paz. Escúchame.

Katrina cerró la puerta.

—¿Qué?

—Mira, lo que hiciste no estuvo bien…

Katrina puso los ojos en blanco.

—No pongas esa cara, déjame terminar. No estuvo bien, pero comprendo lo que hiciste. Si yo viera que mis hermanos están interactuando con un humano que no conozco… hubiera hecho algo parecido. Por Barrick, incluso en mi propio planeta me hubiera puesto a la defensiva si alguien de mi propia raza se hubiera acercado a ellos.

Katrina permaneció en silencio. Gordon continuó.

—Eso no quita que lo que hiciste estuvo mal. Lo que estuvo mal…

—… fue que hayas sido un hipócrita al respecto conmigo —completó Katrina.

Gordon gruñó un poco, pero asintió.

—¿Qué te pareció mi truco del banco? —preguntó de golpe, sonriendo—. Fui bastante listo.

—Lo suficiente para engañarme —gruñó Katrina.

—Oye, no te sientas mal. Tú eres chaffi de la Tierra desde hace cinco años, pero yo fui militar durante casi cuarenta y estuve en dos guerras. Recuerdo cuando entré para el servicio obligatorio. Mi sargento me decía que era un payaso. Débil. Inútil. Que solo era el hijo de un obrero que no había agarrado una pistola en su vida porque no había hecho la milicia. No pasó mucho tiempo para que él estuviera recibiendo órdenes mias. Estuvo una semana de parte de enfermo cuando se enteró de mi nombramiento como superior.

Gordon lanzó una risotada y Katrina no pudo evitar sonreir un poco también. Cualquiera que lo conociera de vista, pensaría que solo era un payaso que no sabía nada de la vida y que no se tomaba nada en serio. Su expediente militar decía todo lo contrario.

—¿Estamos bien, entonces? —preguntó Katrina.

—Claro que sí. Pero no vuelvas a hacer algo así.

—Solo si me avisas cuando haya otros humanos aquí.

—No hay problema. ¿Quieres tomar una cerveza? Es mucho mejor que tomar esas insípidas botellas de agua —le dio un vistazo a su alrededor. Había al menos cuatro packs de agua mineral apilados contra la pared—. ¿Cada cuanto vas al baño? ¿Cinco minutos?

—Eso no te concierne. Ve a traer unas cervezas.

—Ya voy, ya voy.

Gordon se marchó y Katrina se tiró boca arriba en la cama hasta que regresó con dos latas de cerveza.

—Toma.

Katrina se sentó en la cama, abrió la lata y le dio un sorbo.

—¿Todas nuestras peleas terminarán tomando cerveza? —le preguntó Katrina.

—Mientras no la pague yo, si —respondió, tomando de manera pensativa—. ¿Qué tanto sabes de mi?

Katrina parpadeó. Gordon insistió.

—Dijiste que me habías investigado. ¿Qué encontraste?

Katrina volvió a tomar otro sorbo.

—Te llamaron por sorteo en el servicio militar, destacaste por ser un gran estratega, participaste en la guerra de Mukluk y en la de Marte. Recibiste varias medallas, incluyendo la Medalla al Mérito y…

Gordon hizo un gesto con la mano.

—Te daré una estrellita en la frente si te callas —se burló—. Tuve diecisiete, por si no las contaste.

—Las conté.

—Y me limpiaría el trasero con cada una de ellas si no se hubieran destruido en la explosión. No valen nada.

Se quedaron en silencio un rato. Katrina sentada en la cama y Gordon recostado contra la pared, bebiendo cerveza.

—Es mi culpa —dijo finalmente.

—¿Qué?

—Nada de esto habría pasado si simplemente me hubiese quedado en tu planeta y que hicieran lo que quisieran conmigo. Mis hermanos no habrían venido hasta aquí, no estarían corriendo peligro. Los Tanner habrían sido más felices sin mi… soy un desastre.

—Ellos decidieron venir…

—No tienen ni cien años de vida, ¿qué demonios pueden decidir? ¿Por qué Makin, Steve, Skip o Rhonda no quisieron hacerse cargo de ellos?

Katrina se levantó de la cama y se arrodilló frente a Gordon:

—Porque ellos jamás hubieran aceptado un lugar en donde no estuvieras tú. Lo único de lo que hablaban era lo mucho que querían reunirse contigo.

Los ojos de Gordon brillaban por la tristeza. Carraspeó un poco y se acomodó el pelaje de la cabeza.

—¿Qué hay de ti?

Katrina parpadeó.

—¿Hmm?

—De tu vida. Creo que de la mía sabes bastante.

Katrina se acomodó el cabello. No estaba preparada para lidiar con una conversación dirigida a ella.

—No es muy interesante.

—Fingiré interés. Me volví bueno escuchando a Willie sobre sus historias de la infancia.

Katrina sonrió débilmente.

—Soy la quinta de ocho hermanos y mi padre se separó de mi madre al poco tiempo de nacer la última. Creo que eso fue la que la volvió extremadamente controladora para asegurarse que nadie la abandonara. Incluso controlaba a las que ya se habían ido de casa para formar sus propias vidas. Les lavó totalmente el cerebro, pero no a mi ni a mi hermano Ashelus. Las dos ovejas negras de la familia.

—¿Qué hizo?

—Se mudó a Xerx y se enamoró de una mujer que ya tenía dos hijos. Pusieron una armería juntos y están muy felices. Cortó todo lazo con mamá y no lo culpo.

—¿Aún hablas con él?

—A veces. El tiene mucho trabajo y yo también. No tenemos mucho tiempo.

—Pudiste haberte ido con él en lugar de venir aquí.

Katrina suspiró.

—Quizás, pero él tenía su vida armada y yo quería explorar mi vida a mi manera. Como ves, no salió muy bien.

—Podrías irte cuando quieras. A menos que eso signifique que salgas de la Tierra pedazo por pedazo.

—Estoy cómoda aquí. Gano buen dinero, tengo a mi amigo cerca y nadie de mi familia puede venir hasta aquí a recriminarme nada.

Gordon levantó las cejas.

—Los bloqueaste de tu DCU, ¿cierto?

Katrina sonrió.

—¿Bloquearlos? Cambié de número. Buena suerte ubicándome.

Gordon se estiró un poco y se incorporó.

—¿Te vas a dormir?

—Ojalá. No debería bajar mientras mis hermanos duermen. No quiero que pase lo de la otra vez.

—Oye…

Gordon se dio vuelta.

—¿Qué?

—¿Es mi imaginación o hablas mucho más serio en melmaciano?

Gordon se quedó quieto un par de segundos.

—Buenas noches. No ametralles a Suertudo; las balas no le dan buen sabor —le dijo, antes de irse.