Elein88: ¡Muchas gracias por tus comentarios! Animan mucho a continuar ^.^
Soy consciente de que mi forma de narrar es complicada, pero espero que la historia compense el esfuerzo.
Aquí dejo un capítulo de conexión. Creo que los capítulos en 2.ª persona son más animados (así es como intento que el lector viva la acción), pero el narrador omnisciente es necesario para no perder detalles que, de la otra forma, no se conocerían.
Os dejo un montaje para una posible portada que me ha regalado Numenoreano. Me ha gustado tanto que he querido compartirlo con vosotros ^_^
http (dos puntos) / / numenoreano (punto) deviantart (punto) com /art/Cae-la-Noche-538323070
Para quienes gusten de escuchar música mientras leen, pueden poner esta pieza de Youtube (Campfire Sounds Virtual Camping "Sleep Sounds") desde el principio del capítulo:
watch?v=2rBCJZOHAMs
En fin, espero que os guste :) Y tanto si es así como si no, agradeceré comentarios :D Todo sea por mejorar.
· CAPÍTULO IV: SOMBRÍA ·
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Gandalf apareció mágicamente, pero ya no había mucho más que hacer. No obstante, el encontrarse a la mayoría de los enanos, o bien aún en sacos, o bien a un espetón atados, le hizo figurarse parte de lo que acababa de ocurrir.
Eso, y los cadáveres de los tres ogros, a cuál más en peor estado.
—¿Alguien puede decirme qué es lo que ha pasado aquí? Y no es que dude de ti, Bilbo, mi querido amigo, pero no creo que hayas sido tú el que ha acabado con los trolls, aunque seas casi el único que no esté envuelto a granel.
—Apareció de la nada —señaló raudo Glóin, con su marcado acento.
—Cuando el hobbit estaba distrayendo a los trolls, saltó de forma increíble hasta detrás de la hoguera y empezó a matarlos uno por uno —apostilló su hermano Óin, arrastrando mucho las erres.
—¿Quién saltó?
—¡Esa horrible criatura! —escupió Thorin mientras era ayudado por Bilbo a librarse del costal.
«Tan horrible no era», pensó fugazmente Kíli, pero el recuerdo todavía reciente del cuchillo curvo en su garganta le disuadió de compartir públicamente ese pensamiento.
—¿Qué criatura? —inquirió Gandalf.
—Que te lo digan Bilbo y Kíli, que fueron los que la vieron de cerca —sugirió Dwalin antes de caer sobre los rescoldos gracias a la intervención de Fíli, el primero al que liberó el mediano.
El mago los miró a ambos en demanda de respuestas. Bilbo se giró hacia él sin dejar de desanudar las ataduras de Thorin.
—Bueno, aunque al principio en el caos de la pelea me pareció un hombre (algo delgado y nada corpulento, eso sí), después me cercioré de que era una mujer, pero con la capucha y el embozo no pude verle el rostro.
—¿Una mujer? ¿Sola? —Se sorprendió Gandalf—. Me resulta extraño. Quizás una elfa... —susurró para sí pensativo.
Algo no le terminaba de encajar.
El modo en que yacían los monstruos indicaba rigor; los tres habían muerto por una sola laceración, ya fuera en el abdomen, en la nuca o en el pecho. Pocas razas en la Tierra Media poseían semejante precisión técnica. Sin embargo, y aunque había un asentamiento élfico cerca de allí, el viejo maia estimó improbable que una elfa solitaria anduviera de noche rondando por ese bosque sin valor estratégico.
Y la hoguera.
La hoguera, que por su tamaño debería haber continuado ardiendo, y de la cual ahora sólo quedaban exánimes brasas entre los gruesos leños... Ese detalle que los enanos ni percibieron le escamaba profundamente.
Se acercó al gigante más próximo al cúmulo de armas y le arrancó con dificultad la guja del torso.
—Es un archa huerca. ¿Estáis seguros de que era una mujer?
Un fugaz estremecimiento general sacudió a los enanos. Sencillamente era imposible que un orco les hubiese ayudado; más bien los habría rematado.
—No, aquello no era un orco, pero tampoco una mujer. Le vi los colmillos cuando estaba a punto de degollar a Kíli —respondió Thorin; su voz calma se tornó ronca y grave, con un poso de angustia e ira.
—¿Colmillos? ¿Pero de qué estáis hablando? ¿Y me estáis diciendo que primero os salva de tres monstruos, pero luego no tiene reparos en intentar mataros? No tiene ningún sentido. —Pero sí lo tenía. El Istar empezaba a hacerse una idea de lo que podía ser aquel ser, y no le gustaba lo más mínimo—. Kíli, cuéntame exactamente qué ha pasado y no escatimes detalles.
Kíli remoloneaba ayudando a Bífur para evadir la pregunta. Estaba avergonzado de que su impetuosidad casi le costara la vida de una forma tan ruin, atado como un cerdo en el matadero. Estaba avergonzado de haber provocado que su tío, que nunca se había doblegado por nada, hubiese tenido que suplicar por su vida retorciéndose en un mísero saco sin la oportunidad de blandir siquiera una espada.
»¡Kíli! —le exhortó Gandalf.
—¡No sé por qué lo hice! —se escudó—. Bilbo le preguntó algo sobre un tigre o una pantera y cuando se volvió a responderle, yo le quité el pañuelo que le cubría la cara. —Hizo una pausa y rememoró el rostro de la muchacha. Un escalofrío.
—¿Y...? —El brujo empezaba a perder la paciencia. Quería pruebas que ratificasen la hipótesis que había comenzado a elucubrar en su cabeza.
—Tenía los colmillos largos y afilados, como los de un lobo.
Gandalf calló un instante. Ese dato confirmaba la práctica totalidad de sus temores. —¿Y no viste ningún otro rasgo que te llamara la atención? —preguntó con la vana esperanza de que un último detalle echara por tierra sus cábalas.
—Sus ojos —interrumpió Bilbo—, sus ojos eran brillantes, como si emitieran luz o la reflejasen, con multitud de vetas más claras que el fondo.
—¡Sí! —se apresuró a afirmar Kíli—. Le brillaban los ojos. Eran amarillos. «Nunca había visto unos ojos así». —Pero esto último tampoco lo dijo en voz alta.
Ya no albergaba ninguna duda.
El eremita se quedó clavado en el sitio, sostribado en su bastón.
¿Por qué? ¿Qué es lo que había movido a esa abominación a salvar a los enanos? Su raza era neutral a la par que cruel. No se inmiscuían en asuntos ajenos e, inclementes, mataban por necesidad: necesidad de sangre, necesidad de mantenerse en secreto, necesidad de conocimientos... Lo que significaba matar mucho. Aislados de las otras culturas, cuyas conductas sociales obviaban, no sentían lástima o admiración por ninguna otra especie más allá de la que pudiera suscitar la sabiduría que éstas acumulasen. De ahí que, aun considerándose una raza sombría, despreciasen a la mayoría de seres malignos (orcos, trasgos, troles...) por considerarlos inferiores intelectualmente. Pero en realidad, debido a su exacerbado hermetismo, se sabía muy poco de los de su género, y lo poco que Gandalf sabía era que debían temerlos.
—¿Y a qué venía la pregunta que le hiciste? —Quiso saber Fíli desde el otro lado de la improvisada barbacoa. La recordaba porque se encontraba junto a Bilbo cuando éste la formuló.
—¡Ah! Por nada. Es que la noche anterior me pareció ver una especie de gran felino de ojos ambarinos y pelaje oscuro, como con reflejos violáceos, entre la maleza frente al precipicio. Habría jurado que era una pantera, pero no podía ser estando tan al Norte, ¿no? —Quería restar trascendencia a esa información. Presentía que se había equivocado al no comentarlo en su momento.
—¡¿Estás insinuando que sabías que ese ser ha estado vigilándonos desde hace días y no has dicho nada?! —gritó Thorin colérico. Tenía claro que la incorporación del hobbit a la compañía no había sido una decisión acertada, pero ahora estaba seguro de que su ineptitud también podía llegar a costarles caro: la vida.
—N-no le concedí importancia. Estábamos en plena naturaleza, creí normal que hubiera bestias alrededor —se defendió el mediano, pero bajando el volumen y la seguridad en su respuesta a medida que ésta escapaba de su boca. Se estaba dando cuenta de cuán necio había sido. No estaba en una excursión por el parque, estaba en una misión capital para sus camaradas, y lo más probable es que hubiera gente con interés en sabotearla.
Gandalf se interpuso entre Bilbo y Thorin para que este último no continuase increpándole por su descuido. Ya no tenía solución que el mediano hubiese visto tal o cual cosa y no hubiese avisado, y seguro que había aprendido la lección.
—Si esa criatura nos ha estado siguiendo, será por algún oscuro motivo, y no dejará de hacerlo ahora aunque se haya descubierto. Tarde o temprano volverá a aparecer y tendremos que estar preparados, porque si es lo que creo que es, os aseguro que la forma de acabar con ella será ímproba y a un alto coste. Deberemos disuadirla de que no somos lo suficientemente interesantes como para que se entretenga con nosotros, y esperar que no nos mate por ello —sentenció el mago, revistiendo sus palabras de un tono lúgubre que a los enanos se les antojó tremendista y exagerado. Ni que se tratara de un balrog...
Porque... no podía tratarse de un balrog, ¿verdad?
