Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: ¡Hola de nuevo!Hace tiempo alguien comentó que Luna se relaciona mucho con sus amigos, y que Draco no. Estoy de acuerdo, así que este Drabble intentará paliar un poco esa sensación. Como siempre, momentos de pareja que me encantaría ver y que me moría de ganas por compartir. Son jóvenes, están enamorados y la felicidad se les escapa.

Espero que guste y me dejéis comentarios. Pronto vendré con otro, y aviso… será con un nuevo miembro de la familia ;) ¡también apetece que den pasos nuevos! Disfrutadlo, ¡besos!

Alerta Rating: Vocabulario explícito. Me gusta avisar por si acaso, aunque no creo que nadie se escandalice por nada a estas alturas. Draco y Luna merecen tener una vida íntima rica y satisfactoria

Preparativos

Olía a café.

Incluso medio dormido, en la penumbra del dormitorio, Draco reconoció el aroma que venía del piso de abajo. Sonrió antes de abrir los ojos, estiró la mano, sujetó la varita y con ella en ristre, levantó las persianas.

Su cuerpo le dio los buenos días concentrando toda la sangre de su sistema circulatorio en un único punto. Enfatizando más la sonrisa, abrió los dedos sobre el colchón, esperando capturar a Luna y dedicarse a devorarla para abrir el apetito de un desayuno que tomarían mucho más tarde.

Entonces, oyó voces y pasos, y su gesto afable se congeló.

Incorporándose en la cama, se restregó los ojos y comprobó, (aunque ya lo suponía), que Luna no estaba echada a su lado, mimosa y deseosa de un arrumaco de domingo días mientras abajo el desayuno se preparaba para ambos.

Resignado a tener que levantarse sin satisfacer sus deseos de prometido excitado, Draco se puso una bata y salió del dormitorio con el ceño tan fruncido como si llevara horas trabajando frente a una pila de informes del Ministerio que no tuviera fin.

Tan pronto llegó al rellano del piso principal, con la bata medio abierta y el aroma del café mezclándose con el perfume de Luna por el salón, la vio. Sentada muy recta en una de las sillas moradas de su comedor, ante un dossier perfectamente etiquetado y con una taza de porcelana fucsia entre los dedos, el cabello castaño de Hermione Granger volaba en todas direcciones, sin medida ni control.

Al oír el crujido del último escalón, ella levantó la vista de lo que estaba leyendo y la posó sobre Draco, recorriéndole de arriba abajo. Desvió la mirada con rapidez, con un rubor que hizo que él alzara su ceja rubia varios centímetros.

−Buenos días a ti también –le sonrió Luna, apareciendo de improviso y dándole un beso en la mejilla−, me halaga ese buen despertar, pero tenemos invitados, cariño.

Echándose un vistazo, Draco se dio cuenta de que su erección matutina seguía latente en su cuerpo, y la bata de seda mal cerrada no hacía nada por disimularla. Estupendo, pensó, justo lo que uno querría enseñar a Hermione un domingo en el salón de su casa.

−Malfoy –la oyó decir a modo de saludo, todavía sin mirarle y enrojecida−. No era necesario ver tanto de ti.

−Yo no esperaría que te sorprendiera, aunque viviendo con Weasley, entiendo que las comparaciones sean odiosas…

−¡Draco! Estoy segura de que Ron está muy bien dotado, ¿no es así, Hermione?

Malfoy sonrió, levantando el mentón exactamente igual que hacía de niño ante el intento de Luna por traer paz.

−¿Con una novia tan seria y madrugadora en día de fiesta? Lo dudo.

Luna le dio un codazo y Draco carraspeó, cerrándose la bata y apuntando con su varita hasta sus piernas. De inmediato, su pantalón de pijama quedó colocado en su sitio y el pudor de la señorita castaña pareció agradecerlo.

−Has madrugado –le dijo Luna, dándole una taza con su sonrisa sincera, fresca y preciosa. Draco estiró las manos para abrazarla.

−Tú también. No me gusta.

−Alguien tiene que organizar la boda, si es que sigues queriendo que nos casemos.

−También debemos ocuparnos de practicar para la luna de miel.

−No creo que haya nada que puedas mejorar.

−Vuelve arriba y te demostraré punto por punto por qué estás equivocada.

Hermione carraspeó, dejando la taza con excesiva fuerza sobre la mesa del comedor. Draco puso los ojos en blanco. Luna y aquel grupo de amigos… Potter y los fantásticos, pensó con ironía. A su pesar, dejó a su novia irse de su lado y ocupar la silla vacía junto a la dictadora de la organización de bodas.

Qué suplicio… y aún le quedaban más de tres meses.

−Si habéis terminado de discutir sobre características íntimas que no aportan nada al asunto…

−¿No tienes casa, Granger?

Ofendida, ella se volvió hacia él, mirándole sin amilanarse. Draco tuvo el tino de cerrar el pico. Ella le había noqueado de un puñetazo una vez, y sabía que se moría de ganas por volver a hacerlo.

Era lo bastante listo como para provocarla hasta ciertos límites.

−¿Y tú, Malfoy? ¿No tienes amigos?

−En realidad sí que tengo. Voy a verme con ellos ahora, precisamente, mientras vosotras os encargáis de todos los asuntos relacionados con la boda que no me interesan en lo más mínimo.

Luna chasqueó la lengua, conjurando varios tipos de flores distintas y uniéndolas entre sí para hacerse una idea de cómo podría quedar su ramo de novia.

−A veces pienso que solo quieres llegar, decir tus frases y marcharte.

−Exacto –conciliador, Draco la besó en el pelo, entrelazando los dedos a los de ella−, todo lo que me importa de ese día es firmar todo lo que suponga convertirte en la señora Malfoy.

Hermione puso los ojos en blanco. Habían tenido muchas charlas sobre lo raro que sería (y aterrador, según Ron), que Luna se convirtiera en una Malfoy. Como si al dar el sí quiero aceptara algún contrato maligno o pronunciara una maldición imperdonable. Albergaban la esperanza de que conservara su apellido, Draco lo sabía, y secretamente, deseaba lo mismo.

Aunque no por ello dejaría de meter cizaña para incordiar a los demás.

−No desesperes Granger. Seguro que Weasley se anima a declararse un día de estos. En cuanto Potter le dé la orden.

Hermione ni siquiera la miró cuando levantó la varita y apuntó hacia él, provocándole risas que resonaron por toda la casa cuando se fue.

−Recuérdame por qué te casas con él, Luna.

−Le quiero.

−¿Y es irreversible? Podrías curarte.

Lovegood se rio, encogiéndose de hombros.

−Todos tenemos una penitencia que pagar. La mía es ser feliz y amar a Draco.

Hermione apretó los labios en un mohín. Jamás lo admitiría ante nadie (haría lo que fuera para olvidarlo, sería capaz incluso de sacarse el recuerdo y enterrarlo profundamente en un pensadero de ser necesario), pero la verdad es que podía entender a Luna.

Había atisbado suficiente bajo aquella bata para comprender que Draco Malfoy, tenía muchos más talentos, además de sacarla de quicio.

−Hermione, te has sonrojado.

−Vamos con los centros de flores, Luna.

Draco se había citado con Theodore Nott y Blaise Zabini en Las Tres Escobas. Aquellos antiguos compañeros de estúpidas correrías en Hogwarts, se habían convertido ahora, con la madurez de la edad, en amigos cercanos para él, gente con la que podía contar.

Con motivo de su compromiso, y dado que Luna parecía necesitar a todo su séquito para que la ayudaran, les veía prácticamente todas las semanas.

Se saludaron con la cabeza cuando Draco llegó. Pidió a Rosmerta una cerveza de mantequilla para empezar y, relajándose por primera vez desde que se había levantado, escuchó con calmada atención las charlas insustanciales sobre trabajo y familia de sus dos amigos.

−Dinos, Draco –empezó Zabini, cuando los temas fueron girando hacia asuntos más personales−, ¿cómo van los preparativos de tu juicio final?

−Eso, háblanos del color que tendrá la capucha del dementor que va a darte el beso, Malfoy.

Draco sonrió y bebió de su jarra antes de contestar. Aunque atrás habían quedado las suspicacias de sus amigotes sobre Luna y sus características peculiares (más de una pelea habían tenido por ello), no había reunión de hombres donde no sacaran la ironía a pasear.

Dos solteros empedernidos que veían como su tercero en discordia abandonaba voluntariamente la circulación. Sentían una mezcla de lástima y envidia.

−Pues si os digo la verdad, no tengo ni idea de cómo va. Luna se ha quedado en casa, revisando un dossier enorme en compañía de Granger, organizadora de bodas.

Nott levantó la ceja. Se apoyó en la silla, jugueteando con la varita entre los dedos.

−¿Granger, dices? ¿Hermione Granger?

−La cofundadora de los Potter-fantásticos, sí –admitió Draco, con una risa−. Me he levantado esta mañana con la lívido a doscientos por cien y me he topado con ella de frente.

−¿Y no te lanzó un montón de canarios furiosos?

−Esperaba un puñetazo en la cara, pero se ve que se ha vuelto contenida con los años –Malfoy sonrió. Al final, iba a terminar por apreciarla.

−Así que estás en esa fase donde no eres más que algo prescindible mientras las mujeres se encargan de todo –dijo Nott

−Mientras los manteles no sean escarlata y oro…

Zabini pidió una segunda ronda de cervezas, mientras reía la gracia de Draco. Él había estado a punto de casarse, aunque no había llegado tan lejos como su antiguo compañero de dormitorio. Fue infiel demasiado pronto, recordó.

−¿Has pensado ya si vas a vender la noticia a la prensa mágica? Sigo teniendo contactos en El Profeta. –Ofreció Blaise.

−Daremos una entrevista a Denis Creevey.

Draco apretó los labios e intentó mirar a otro lado para evitar el aluvión que se le vendría encima, sin éxito.

−¿Creevey? ¡Eres un Malfoy!

−Sé quién soy, Zabini.

−¿Cómo vas a venderle a ese tipo el reportaje de tu boda?

−Porque trabaja para el periódico del que es dueña mi mujer, Nott. ¿Crees que Luna aceptaría que su boda no fuera noticia en El Quisquilloso?

−Pero es que… ¡es la publicación de cabecera de Potter, Draco!

−Es el periódico de Luna –repitió Malfoy−. Y la difusión que tenga me es igual en tanto ella sea mi mujer y yo su marido.

−Nunca entenderé a qué tanta prisa.

Zabini se rascó la cabeza, esperando que Draco arrojara luz a aquel hecho. Mucho habían hablado e intentado disuadirle, apelando a que era joven, tenía la vida entera por delante y el mundo estaba lleno de brujas por conocer.

−Luna es mi familia. No quiero perder el tiempo cuando tengo claro con quién deseo pasarlo.

−Pero echarte la soga al cuello, Malfoy… −Nott silbó−, son palabras mayores.

−Que vosotros no podáis comprometeros con nada en vuestra vida no me hace de la misma pasta.

−¡Eh! –Zabini le apuntó con el dedo−. Yo me comprometí muy seriamente con el Club de las Eminencias. Sigo enviando postales de Navidad todos los años.

Draco soltó una risotada burlona, provocando que su amigo se cruzara de brazos, ofendido.

−Sigues tocado porque nunca formaste parte, Malfoy.

−Déjalo Zabini, él es toda una eminencia en la cama de su Luna –adujo Nott, haciendo sonreír a Draco−. Brindemos por esa dichosa boda, después de todo, ¡nos van a sacar en El Quisquilloso!

−Todavía puedo arrepentirme de invitaros.

−Por Draco y Luna –Dijo Blaise, con un tono excesivamente dramático−, joder, no me puedo creer que una mujer así se vaya a casar contigo.

−Al final iba a ser cierto que está más loca que cuerda –susurró Nott, haciendo un guiño cómplice.

−Pero por mí, imbéciles –respondió Draco, con una sonrisa inmensa y la jarra de cerveza levantada−. ¡Salud!

Draco volvió a casa con la sonrisita tonta del que, no estando borracho, se encuentra lo bastante ebrio como para que todo en la vida le parezca bonito y maravilloso.

Subió las escaleras a trompicones y se apoyó en el quicio del dormitorio, observando a Luna mover grácilmente la varita para que las prendas del cesto de la ropa limpia fueran colocándose en los cajones de la cómoda adecuados. Levantando la mirada, ella le sonrió un poco.

Malfoy hizo lo propio, con el flequillo rubio cayéndole sobre la frente.

−Te vas a casar conmigo –le dijo, señalándola con el dedo.

−Eso dicen –Luna fue a su encuentro, dándole un beso suave y haciendo un mohín−. Hemos bebido un poco, me parece.

−Granger casi me vio en toda mi esplendorosa belleza y viril masculinidad. Seguro que ella también ha bebido.

Luna se echó a reír, arrastrando a Draco hasta hacerle caer sobre la mecedora de su madre que ocupaba un rincón del dormitorio. Sentada en su regazo, se dedicó a acariciarle la cara, mirándole con adoración.

−Te quiero mucho, Draco Malfoy.

−Vaya a saber uno por qué.

Sonriendo, él la besó, atrayéndola a su pecho, dejándola oír el latido de su corazón.

−¿Eres feliz conmigo?

−Nunca había sido feliz antes de ti, Luna.

−Eso está muy bien. Estoy orgullosa de que te sientas así por mí. Y también de estar a punto de llamarte mi marido.

−¿Aunque me pasee casi desnudo y con una buena erección mañanera delante de tus amigas?

Luna levantó la cabeza, riéndose bajito. Draco la imitó, enredándose un mechón de pelo largo y rubio entre los dedos.

−Mientras solo sea enseñar…

−El uso y disfrute es todo suyo, futura señora Lovegood−Malfoy.

−Esas son palabras que requieren de una demostración.

Draco se levantó de un salto, con ella en brazos. La hizo girar y después, esquivando una camisa de flores que volaba hasta la percha del armario, entró con ella al cuarto de baño. Los grifos de la bañera se abrieron y el ambiente comenzó a templarse.

−Nunca rechazo un desafío.

Luna le besó, no había más que decir.