Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.
Nota: Normalmente, le doy a Draco, cuando es adulto en estos drabbles, trabajo en Gringotts. Pero… he visto una imagen, cuyo enlace pondré a continuación, porque enseguida la guardé en mi tablero de Pinterest DRUNA, que me hizo replanteármelo.
El Medimago Malfoy sonó tan bien, me gustó tanto, que ésta historia nació casi sola.
También suelo poner que Luna y Draco se hicieron novios en Hogwarts… eso cambia aquí. Se reencuentran, en un ambiente distinto, ¡me ha parecido divertido, otro enfoque, algo nuevo! Pero sin remedio, su destino es… el que es también aparecen otros personajes…
Espero de corazón que os guste, a mí me ha encantado escribirlo. ¡Por favor, dejadme reviews, me encanta interactuar!
Medimago Malfoy: pin/472526185884669729/
San Mungo
Medimago Malfoy por favor, acuda a planta baja: accidentes provocados por artefactos, sección: detonaciones de varita.
Medimago Malfoy por favor, acuda…
Draco dejó salir su Vuela Pluma del bolsillo de su bata con el escudo de San Mungo (Hospital de Enfermedades y Heridas Mágicas) y cruzó el vestíbulo mientras la voz de la recepcionista se repetía a su paso, indicándole donde pasaría la próxima consulta.
Medimago Malfoy por favor, acuda a planta baja: accidentes provocados por artefactos, sección: detonaciones de varita.
Llegó a la planta indicada usando el ascensor para medimagos y cruzó el pasillo, girando luego a la derecha donde se encontraban las camillas de urgencia. Sonrió a una joven enfermera de prácticas que volcó la poción crece−huesos dentro del medidor con tanta fuerza que ésta, cayó al suelo.
−No le des demasiada, podrían salirle cuatro brazos –advirtió Draco, con una sonrisa.
−Claro, sí, como usted diga, doctor Malfoy.
La muchacha, pecosa y regordeta, se apresuró a sacar la varita para limpiar el desastre. Mientras, Draco llegó finalmente a la amilla donde aguardaba su próximo paciente, sacó el historial, leyendo que el accidente había sido causado por la explosión de una varita previamente reparada, con evidentes malos resultados.
Una vez hubo memorizado los hechos, compuso su mejor sonrisa antes de traspasar las cortinas verdes que separaban a la paciente, del resto.
−Pansy Parkinson –dijo, cruzando los brazos sobre su camisa azul cielo. Ese día llevaba una corbata gris.
−Draco Malfoy –respondió ella, echándose el corto pelo oscuro, que le llegaba por el mentón, hacia atrás−. Ahora tengo apellido de casada.
−Y yo una bata de Medimago –Malfoy le sonrió−, ¿quieres contarme qué ha pasado?
−Esa estúpida varita. Debí cambiarla, pero Ollivanders hijo insistió en que estaba reparada.
−Pocas veces se equivoca.
−Eso díselo a la sacudida que me lanzó contra la pared de mi sala de estar.
Pansy se toqueteó su abultadísimo vientre de embarazada y Draco comprendió que pareciera tan preocupada. Un impacto como aquel, en su estado, podría haber desplazado al bebé, que según su informe, estaba todavía a cinco semanas de nacer.
−Probablemente el pequeño Crabble ni siquiera se haya enterado –Draco rio ante la cara de espanto de Pansy−, ¿no te gusta el nombre?
−Cállate, Malfoy.
Sonriendo para tranquilizarla, Draco cerró bien las cortinas tras él y sacó de su bolsillo la varita. Le hizo un gesto a Vuela Pluma, que comenzó a garabatear en el historial de Pansy todo lo que acontecía en aquella visita.
−Voy a hacerte una exploración mágica y otra ginecológica para estar seguros –Pansy asintió, acomodando la cabeza sobre la almohada−. Pon los pies en los estribos, por favor.
Ella obedeció, viendo como Draco se colocaba unos guantes y tomaba asiento en una butaca redonda que flotó hacia él. Tan pronto le vio levantar la sábana e inclinar la cabeza entre sus piernas separada, Pansy se echó a reír.
−¿Algo va mal?
−No, perdona Draco. Es solo que… bueno, en Hogwarts habría dado lo que fuera por tenerte en esta posición.
Con la barbilla apoyada en la rodilla izquierda de Pansy, Malfoy negó con la cabeza. Sus ojos brillaron de añoranza. Inocencia perdida, se dijo, ¡qué tesoro!
−Te contaré algo que nunca admitiré haber dicho –le susurró, tomando de la bandeja un artilugio alargado y con la punta redonda−, en ese entonces no habría tenido ni idea de qué hacer con lo que ahora estoy viendo.
−Yo podría haberte ayudado.
−Seguro que sí, Parkinson. Ahora no te muevas.
Draco volvió a agachar la cabeza y durante unos segundos, los dos permanecieron callados. Cuando volvió a asomarse, sonreía, lo que hizo a Pansy dejar salir el aire que había estado contenido.
−¿Está todo bien?
−Tu futuro bebé sigue en su sitio. ¿Ya sabes el sexo? –ella asintió−. Bien, hagamos una ecografía externa.
Draco murmuró unas palabras, apuntando con la varita sobre el vientre de Pansy. En un instante, una imagen muy detallada en tonos azulados apareció ante ellos, mostrándole el interior de su útero, donde un bebé perfectamente formado se chupaba el dedo. Malfoy giró la imagen a ambos lados, comprobando peso y altura. Emocionada, Pansy miró a su aumentado bebé con ojos embelesados.
−Está perfecto. Felicidades.
Ella se secó una lágrima, viendo como la imagen se desvanecía a su alrededor. Draco le dio un pañuelo, indicándole que ya podía bajar los pies de los estribos.
−Reposa un poco, estarás dolorida por el golpe pero te aseguro que no habrá nada que lamentar. Eso sí, compra una varita nueva.
−Puedes jurarlo.
−Me ha gustado verte.
Medimago Malfoy por favor, acuda a planta baja: accidentes provocados por artefactos, sección: accidentes de escoba.
Sin casi tiempo para más que quitarse los guantes, Draco dejó la camilla de Pansy y recorrió el pasillo en sentido contrario para llegar a la sección desde la que le llamaban. Nada más acercarse, se topó con la cabellera pelirroja de Ronald Weasley, que sobresalía por encima de las cortinas cerradas.
Cogió el historial de la mesa, enarcando una ceja. Después, respiró hondo y dejó caer los hombros, traspasando al lado de la camilla sin hacer caso al gruñido que inmediatamente precedió a su llegada.
−Ginevra –saludó.
−¿Malfoy? ¿Vas a dejar que te atienda Malfoy?
−Cierra la boca, Ronald.
−¿Pero acaso no hay más medimagos en todo…?
−¡Ron, cállate! –bufando exasperada, Ginny le amenazó alzando la varita con la mano que no tenía apoyada en la camilla, hinchada y de un tono azulado−. Draco es el médico oficial de Las Arpias, tiene todo mi historial.
−¿Qué conoce tus alergias y condiciones médicas?
−Yo también me alegro de verte, Ron –Draco sacó a Vuela Pluma de su bolsillo y se aproximó a Ginny con mirada crítica−. Paciente, Ginevra Molly Weasley, cazadora profesional.
Dictó los datos personales más importantes, después de lo cual, se cruzó de brazos y alzó una ceja rubia. Ginny se puso más colorada que su pelo, que ya era decir. Levantó la muñeca con dificultad, haciendo un gesto de dolor.
−En mi defensa, pude con esa bludger.
−Y te costó una buena fractura.
−Ganamos el partido.
−¿Y no te dije que esperaras para jugar tiempos completos? El esguince de la última vez no había curado del todo.
−¡Eso mismo le dije yo! –Ron la señaló, como si todavía fueran críos y estuviera culpándola de haber roto alto−. Y verás cuando se entere Harry.
−Me muero de miedo –Ginny le sacó la lengua−. Perdíamos por sesenta a cuarenta y dos, Draco. Sino distraía esa bludger, nunca hubiéramos cogido la snitch.
−Ginevra, como médico de Las Arpias me alegro mucho de la paliza que recibió el contrario –ella sonrió ampliamente−, pero como profesional que debe velar por sus pacientes…
−¡Vamos Draco! Los dos sabemos que me quedarán como mucho dos temporadas.
Malfoy era consciente de que Ginny dejaría de jugar profesionalmente tan pronto se casara, puesto que deseaba ser madre de familia tanto como jugadora de Quidditch, así que no era raro imaginar que se entregaría al doscientos por cien en ambas labores.
Aunque por supuesto, no al mismo tiempo.
−No me arriesgaré a una conmoción cerebral siendo madre –sentenció−, pero las de ahora me libran de oír al imbécil de mi hermano intentar amenazarme con mi novio.
−Que los dos sabemos que no hará más que deshacerse en mimos contigo.
−Te tiene muy consentida.
−¡Cierra la boca, Ronald!
−¿Ah sí? Pues no volveré a acompañarte. Y te dejaré sola en manos de Malfoy.
Draco, que ya se había acomodado en su butaca redonda flotante al lado de Ginny, se limitó a sonreír. Cogió su varita y le apuntó a la muñeca, viendo alzarse ante él una imagen detallada de la lesión. Entrecerrando los ojos, asintió para sí mismo, conjurando una férula y vendas.
−Tienes suerte, no te la has roto del todo.
−Estoy hecha de puro acero.
−Por suerte para todos los que seguimos a Las Arpias. Deberías saltarte el próximo partido. Y haré llegar esa información a tu entrenador.
−Esa bata no te da el poder Malfoy.
−En realidad, sí que me lo da.
Draco le inmovilizó la mano y la hizo tomarse una poción para el dolor. Ginny estaría ko el resto de la noche, aunque Ron no se apartaría de ella por miedo a que Malfoy le hubiera suministrado algún veneno.
Sería capaz de echar a Harry de la cama de ser necesario. No sería la primera vez.
−Descansa, no queremos perderte para la final.
−Cuenta con eso, doc.
Draco cerró la cortina, dejando intimidad para que Ginny pudiera vestirse. Desde fuera, oyó a Ron, completamente fuera de sí "¡todavía no entiendo cómo le dejaron trabajar aquí y atender personas!" la réplica de la benjamina Weasley retumbó en todo San Mungo "¡cierra la boca, Ronald!"
−Bien, veamos adonde…
Medimago Malfoy por favor, acuda a la primera baja: heridas provocadas por criaturas, sección: mordeduras.
Medimago Malfoy por favor, acuda a la primera baja: heridas provocadas por criaturas, sección: mordeduras.
Medimago Malfoy…
En vista de que el café de media mañana iba a tener que esperar, Draco se apresuró a coger el ascensor que le llevaría a la primera planta. Tan pronto cruzó las puertas, memorandos de papel, historiales, rollos de vendas y camillas flotantes le siguieron. Enfermeras, doctores y un paciente con una fea erupción de un color indeterminado le dieron los buenos días.
Una vez en su destino, Malfoy volvió a recorrer el pasillo, buscó el historial apropiado y, sorprendido al leer el nombre que en él figuraba, abrió las cortinas, encontrándose con una sonrisa cálida, un cabello rubio y la piel blanca de apariencia más suave que había visto nunca.
El feo mordisco de la pierna, claramente infectado y de color rojo no afeaba ni una pizca a la paciente.
Draco carraspeó, intentando sacar a Vuela Pluma de su bolsillo. Tiró, manchándose de tinta. Maldijo por lo bajo, sacando la varita y apuntándose a la bata.
−Fregotego –volvió a carraspear−. Luna Lovegood, me alegra verte aquí.
−¿Te alegra que esté enferma?
−¿Qué? No, no, solo… bueno, hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
−Desde la inauguración de la nueva sede de El Quisquilloso Magic News. Gracias por venir, por cierto.
−A ti por invitarme.
Luna sonrió. Draco sonrió.
Y el mordisco que ella tenía en el muslo adquirió el tono morado propio de las heridas que debían ser tratadas sin perder más tiempo. Consciente de que estaba comportándose exactamente igual que la enfermera de la planta baja, Draco tragó saliva y revisó los informes de Luna. Suspicaz, la miró con una ceja alzada.
−¿Una mandrágora, en serio? ¿No aprendiste nada de la Profesora Sprout?
−Están en la pubertad. Necesitaba unas raíces para trenzarme una pulsera protectora y tiré demasiado fuerte. La arrullé y me la senté en las rodillas, pero no parece que eso fuera suficiente.
−A juzgar por el aspecto de ese mordisco, no lo fue. Accio desinfectante. ¿De qué va a protegerte la raíz trenzada de mandrágora?
−Oh… verás, eso está sujeto a mi investigación más reciente. Todavía no puedo desvelarlo, aunque si necesitas información para tratar la herida, mi asistente tiene todas mis notas.
−¿Asistente?
Luna asintió. Desde luego, no podría haber ido sola a San Mungo con una herida como aquella. Aparecerse estaba totalmente desaconsejado ante mordeduras, y desde luego, la Red Flú, con todo el hollín y la ceniza, solo lo habrían empeorado.
−Denis Creevey.
−¿Estás de broma?
Las vendas y artilugios médicos se detuvieron en el aire y Draco, retomando la compostura, volvió a dirigir la varita a la pierna de Luna, haciendo así que la limpieza de la herida continuara, en tanto que los rollos de vendaje empezaban a cubrirla.
−Denis ha demostrado ser un periodista mágico muy cualificado –expuso Luna, comprobando con agrado que el color de la mordedura pasaba a rosa conforme el desinfectante hacía su trabajo−. Me es de gran ayuda.
−¿Pero ya ha pasado sus TIMO's?
−¡Draco, solo es un par de años menor que nosotros!
−¿Ah sí? Pues yo juraría que todavía estaba en Hogwarts.
Luna negó con la cabeza, aunque se dejó contagiar por la sonrisa de Malfoy, que obviamente no pensaba dejar pasar la oportunidad de burlarse de la edad de Denis Creevey siempre que le fuera posible.
−Quién sabe, quizá trabajando contigo le aprueben Cuidado de Criaturas Mágicas sin tener que pisar el Bosque Prohibido.
−Te aseguro que mis mandrágoras están muy bien educadas.
−Salta a la vista.
Con dedos suaves, Draco revisó la herida, asegurándose de que no quedaran rastros de infección. Después, dejando la varita de lado, procedió a terminar de vendar él mismo la pierna de Luna, cuya mirada azul hielo se posó en él.
−Eres muy delicado.
−Quién lo diría ¿um?
−Bueno, en caso contrario, no habrías podido ser un buen Medimago.
−Weasley está en la planta baja. No creo que comparta tu opinión.
Vuela Pluma garabateó unos antibióticos y el documento con el sello de San Mungo cayó sobre el regazo de Luna, que lo guardó en su bolso tras echarle una mirada rápida. El quehacer de Draco era mucho más interesante de observar.
−Tómate esa poción durante unos días. Enseguida cicatrizarás y luego, no quedará marca.
−Oh, no me importa, son gajes del oficio. Las cicatrices significan cosas.
Que se lo digan a Potter… pensó Draco, aunque no lo dijo.
−De todas maneras, sería una pena que una piel tan bonita quedara marcada por una mandrágora con mala pubertad.
−Muchas gracias Draco.
−Es mi trabajo.
Luna asintió, flexionando la pierna para comprobar que podía bajar de la camilla por sí misma. Su alivio al no experimentar dolor fue tan palpable y sincero, que Draco se sintió más orgulloso que nunca de su profesión.
Había terminado allí, se dijo. Nada lo retenía, pero por algún motivo, no podía irse. Todavía no.
−He oído que Longbottom y tú… ya no estáis juntos.
−¿Y cómo sabes eso?
Draco se hizo el desentendido, firmando el alta de Luna para que pudiera irse tan pronto estuviera lista. No admitiría haber prestado a aquella historia toda la atención que le había dedicado. Por lo menos, no en ese momento. Encontrarse con ella había sido cosa de suerte. Puro azar. No lo echaría a perder jugando las cartas demasiado pronto.
−Viene a menudo por aquí, ya sabes –miró hacia el techo, como haciendo ver que señalaba algunas plantas más arriba, donde los padres de Neville permanecían internos−, cuenta cosas y no siempre es muy discreto.
−Teníamos gustos diferentes –Luna se encogió de hombros, poniéndose su chaqueta color rábano encima del vestido−. Él va a solicitar la plaza de profesor adjunto de Herbología en Hogwarts y yo… quiero un poco de aventura.
−Pues esperemos que no te traiga aquí a menudo.
−¿No quieres volver a verme, Draco?
−¿Qué? ¡Claro que sí! Yo… ¿cómo puedes pensar…? Me refería…
La risa de Luna le hizo sonrojar. Él, Draco Malfoy, ¡que había sido hasta Mortífago en prácticas! Vale, durante muy poco tiempo, pero aun así… ¡sonrojarse ante una chica!
−Te estaba tomando el pelo. Entiendo que te refieres a que no tenga más accidentes.
−Si voy a volver a verte, Luna, querría que tuvieras todas tus partes completas. Sin mordiscos de ninguna criatura.
−Quién sabe –ella suspiró, mirando a algún lugar más allá de la ventana de la habitación−, quizá los próximos mordiscos sean humanos.
Draco abrió la boca.
Y la volvió a cerrar.
Allí parado la vio decirle adiós con la mano y salir al pasillo, perdiéndose de vista rumbo a la salida.
Cuando fue capaz de reaccionar, se apresuró a llevar el informe con el alta de Luna a recepción, donde la bruja con labor administrativa se encargaría de archivarlo. Oyó un silbido procedente de su derecha, y se dio cuenta de que un joven, que lucía un sarpullido que comenzaba a extenderse, tenía los ojos puestos en Luna, que se alejaba.
−Menuda mujer –dijo el tipo, cuyo nombre Draco leyó de pasada en el formulario que estaba rellenando.
Enarcando una ceja, Malfoy negó con la cabeza, decidiendo que dejaría que ese molesto picor que el tipo debía sentir, durara un poquito más de la cuenta.
−No tienes ni una posibilidad, Scamander. Ni una sola.
