Ufff, me tomó mucho tiempo escribir. Trabajo, trabajo y trabajo. Para colmo el calor no me deja escribir en paz, pero estoy equilibrando las cosas.
Wolftelope: Está enojado aún, pero está preocupado y bastante dividido. Quiere sacar a Alf de su vida, pero al mismo tiempo sabe que eso podría significas su muerte, en el mejor de los casos.
Alf se ve a si mismo como un monstruo. Sabe que el gobierno tiene la culpa, pero también siente que es la suya por no haber salido a tiempo de la milicia
Me alegro lo del Zalenko. En la serie original pasa algo parecido a esto, pero con mucho más humor.
Capitulo veintiuno
Dr Psiquiatra
Creo que ya es tiempo de ir con el psiquiatra
Lo dijeron en mi casa y me trajeron casi a rastras
Pues cuando llego de noche
Y me quieren hacer un reproche
No oigo nada, no oigo nada
Y corro a la ventana
Willie estaba sentado en un cómodo sillón fuera de la oficina del psiquiatra Lawrence Dykstra, aferrado a su maletín e intentando no pensar en nada. Había aprovechado su hora del almuerzo para ir a visitarlo, pero ahora que estaba ahí tenía ganas de levantarse e irse corriendo.
No estaba solo. Al lado había un hombre de su edad, vestido de traje y de aspecto muy tenso que leia una revista que probablemente fuera de finales de los 70. Se preguntó fugazmente si sus problemas eran peores que tener una camada de extraterrestres en su casa.
Tenía la vista al frente, totalmente perdido en sus pensamientos, cuando una voz agresiva lo sobresaltó.
—¿Qué está mirando?
Willie miró al hombre que estaba a su lado, pero no le respondió. En ese momento, el doctor Dykstra salió del consultorio, acompañando a un hombre joven.
—Bueno, señor O Hara, nos vemos la semana que viene —le dijo. Willie se puso de pie, listo para hablar con él—. De camino a casa, repita una y otra vez: No existen las criaturas del espacio.
A Willie se le resbaló el maletín y cayó al suelo. El psiquiatra se volteó a verlo.
—¡Hola, Willie! —saludó, agradablemente sorprendido.
—Hola, Larry —saludó Willie, de manera tímida y pasandose la mano por el pelo.
Larry había sido compañero de universidad de Willie y de Kate. Cabello castaño y de ojos grises, vestía un sueter gris y pantalones marrones. Se veía bastante bien.
—Yo soy el siguiente —interrumpió secamente el hombre que estaba sentado en el sillón. Larry miró su reloj.
—Faltan diez minutos para su sesión —dijo. Volvió la vista hacia Willie—. Pasa.
—No quiero ocupar tu tiempo —Willie ya sentía ganas de retirarse.
—Será mi tiempo —gruñó el hombre.
—Entra un momento —insistió Larry. Willie obedeció y entró al consultorio. Le pareció escuchar al paciente decir algo, pero no llegó a escuchar algo legible.
El despacho de Larry era amplio y exactamente lo que esperaría de un psiquiatra.
—Willie, Willie —exclamó Larry, tomandolo de las solapas de su saco, observándolo como si estuviera buscando algo. Willie le dio un débil puñetazo en broma— ¿Qué te trae por aquí?
—No sé, poca cosa —respondió Willie, esquivando su vista. No sabía que decirle en realidad—. Estaba cerca de aquí y… Vaya, creí que todos los psicólogos tenían un diván.
—Si, pero me quedaba dormido.
Willie se rio, pero cuando lo hizo salió muy forzado. No sabía que estaba haciendo allí, nadie podía ayudarlo.
—Bueno, supongo que me iré ya.
—No, ¿por qué no esperas? Termino la sesión y almorzaremos —le ofreció Larry.
Willie se quedó en silencio. Quería hablarle a Larry, pero no sabía ni por donde empezar. Debió notársele en la cara, porque Larry se acercó un par de pasos y le preguntó:
—¿Willie, va todo bien?
—Si.
Larry frunció el ceño. No le creía una palabra.
—¿Estás preocupado?
—No, no —intentó defenderse Willie con una risa que aparentaba ser despreocupada.
—¿Problemas en casa?
No tienes idea, Larry, pensó.
—No —mintió—. Lo normal, nada importante, nada fuera de lo…
Willie permaneció en silencio. No aguantaba más. Necesitaba hablar con alguien…
—Vivo con criaturas del espacio exterior.
Larry comenzó a reírse a carcajadas. Willie se lo esperaba.
—Bueno, eso pasa mucho últimamente. Sientate.
Larry se sentó en el sillón, aún riéndose. Willie tomó una foto dentro de su chaqueta.
—Este es Alf —dijo, tendiéndosela. Solo estaba él, no le pareció prudente exponer a los niños—. No es… no es una foto muy buena.
Larry observó la foto y su sonrisa se congeló. Lentamente se transformó en una mueca de sorpresa.
—Sé que debería… sé que debería estar encantado con vivir con seres tan extraordinarios —continuó Willie, caminando con lentitud de un lado a otro de la sala—. Pero créeme, tiene sus inconvenientes. Alf tiene cualidades maravillosas lo admito y sus pequeños hermanos son extraordinarios, pero esto se me está saliendo de las manos —Willie se sentó en un sillón al frente de Larry, quien aún miraba la foto—. Si, Alf era un poco fastidioso antes, pero desde que llegó esta alienigena que se hace llamar Katrina y trajo a los niños con ella… he notado cosas que había pasado por alto. El era un militar en su planeta y estoy comenzando a sospechar si… no sufre de síndrome de estrés postraumatico o algo así. Recientemente nos puso en peligro a toda mi familia y no sé si pueda perdonarlo. Lo quiero, pero… ya no sé que hacer —su voz se estaba quebrando y las lágrimas le estaban escociendo los ojos—. Como amigo, ¿qué piensas?
Larry aún miraba la foto. Willie ni siquiera estaba seguro de que lo hubiera escuchado. Decidió dejarle un poco de tiempo para que lo asimile. Al fin, apartó los ojos de la foto y habló.
—¿Podrías contarme toda la historia? —preguntó Larry, despacio.
Y Willie habló. Le contó de la manera más resumida posible como Alf llegó a la Tierra, la aparición de Katrina y los hermanos menores de Alf. También habló de los problemas de conducta del alienígena y del Zalenko que había herido a Katrina y había puesto en peligro a toda la familia. Durante todo ese tiempo, Larry no lo interrumpió ni una vez. Cuando Willie terminó de hablar, el psiquiatra se levantó de su sillón y le devolvió la foto.
—Tengo que ir a tu casa a verlos si quieres que ayude, Willie
—No, no hace falta que vengas —respondió, también poniéndose de pie.
—No es ninguna molestia. Además, quiero conocer a esa cosa.
—De acuerdo, pero por favor, no lo llames "cosa". Es muy sensible.
Larry asintió.
—¿Crees que pueda verlo esta noche?
—Claro, no creo que haya problema.
Unos golpeteos furiosos se escucharon del otro lado de la puerta.
—Es mi paciente —explicó Larry—. Debo seguir trabajando.
—De acuerdo.
Larry le abrió la puerta y dejó salir a Willie, el cual tuvo que esquivar al mismo paciente que estaba esperando en la sala y que tenía una expresión furiosa en su rostro. Mientras Willie se iba, lo escuchó vociferar sobre como nadie le prestaba atención.
Willie habló por teléfono con Kate y le contó su plan. Después de dudar un momento, decidió que Katrina también debía saberlo.
No se lo tomó muy bien
—Willie, ¿Qué pasaría si quiere revelar el secreto al mundo? —gruñó Katrina, mientras hablaban en la habitación de ella.
—No lo hará, confío en él.
—Pues yo no.
—Vamos, no quiero que seas grosera con él. No les hará daño.
—Claro que no lo hará. Me encargaré de eso.
—Katrina….
—¿Qué? Solo hablaré con él. Jamás le haría daño alguno —Katrina dio una sonrisa que intentó ser tranquilizadora—. ¿Se lo has dicho a Gordon?
Willie decidió no decirle a Alf ni a sus hermanos hasta último momento. Sabía que el mayor de los melmacianos era muy reacio a las terapias.
—Aún no.
—¿Y cuando se lo vas a decir?
—Ahora mismo.
Willie salió de la habitación de Katrina y fue al comedor. Kate y Lynn estaban poniendo la mesa mientras charlaban de manera animada. Brian también estaba con ellos, ayudando. Willie se dejó caer en un sillón.
—Brian, ¿puedes traer a Alf? Está en el garaje.
Brian se puso rígido, con una servilleta de tela en sus manos. Aún le tenia miedo por lo que había pasado. Antes de que Willie pudiera decirle algo. Katrina entró a la sala. Para sorpresa de todos, se había puesto un sueter rosa pálido y unos jeans. Parecía algo más del estilo de Lynn que de ella misma.
—¿Quieres que te acompañe, Brian? —preguntó Katrina. El niño asintió—. Vamos, entonces.
Katrina le tomó y lo llevó hacia el patio trasero, mientras le sonreía de manera tranqulizadora.
—Quiero preparar a Alf antes de que llegue Larry —le explicó Willie a ambas mujeres.
—Papá, ¿crees que es seguro? —preguntó Lynn.
—No creo que haya problema —respondió Kate en lugar de Willie—. Creo que podrían llevarse muy bien.
Katrina y Brian regresaron con Alf siguiéndolo detrás. Aún se lo notaba totalmente apagado y ni siquiera miraba a nadie a los ojos.
—¿Qué pasa, Willie? —preguntó. Su voz sonó casi como un susurro. Resignado. Derrotado. Cansado. Por un momento, Willie ni siquiera lo reconoció e incluso se olvidó por un momento lo que le iba a decir.
—¿Voy a buscar a los niños? —interrumpió Katrina.
—No, aún no —respondió Willie.
Kate se acercó despacio hacia Alf.
—Te tenemos una sorpresa —le dijo, con suavidad.
—¿Servirán a Suertudo en la cena? —preguntó Alf, con una breve sonrisa. Aunque el chiste sonó a algo que él diría, había sonado un poco forzado.
—No, Alf, tenemos un invitado —interrumpió Lynn.
—¿Esa es la sorpresa? —preguntó Alf, decepcionado—. No se preocupen, no saldré del garaje.
—En realidad, Alf… el invitado viene a verte.
Alf lo miró a Willie de arriba abajo y todo su cuerpo se puso rígido.
—Ahora entiendo todo —su voz sonó casi como un gruñido.
—¿Lo entiendes? —preguntó Lynn.
—Claro que lo entiendo —le respondió—. ¿El invitado es de la Fuerza Antiextraterrestre, por casualidad?
—No, claro que no —lo tranquilizó, ya levantándose—. Es un viejo amigo mío, es un psicólogo. Te aseguro que no tienes nada de lo que preocuparte.
Alf se relajó, pero solo un poco. Se dirigió a Katrina.
—¿Tú estás a favor de esto?
Katrina se mordió el labio inferior.
—No mucho, pero no hay otra salida.
—¿Van a involucrar a mis hermanos en todo esto?
—Todos vamos a participar, incluida yo.
Alf asintió con la cabeza.
—Genial, vamos a comer.
Alf se dio media vuelta para dirigirse a la mensa y Willie lo detuvo enseguida, agarrándolo por el codo.
—No, no, no, Alf. El llegará enseguida. Vamos a cenar todos juntos.
Alf resopló, pero no dijo nada. Dirigió su vista a Brian por un segundo y el chico fue enseguida a refugiarse entre las piernas de su hermana.
—Iré por los niños —dijo Katrina, ya dirigiéndose al desvan.
—Bonita ropa —murmuró Alf—. Vas bien.
Katrina sonrió ligeramente y continuó su camino.
—Alf, ¿tu sabes lo que es un psicólogo o un psiquiatra? —le preguntó Kate.
—Mas de lo que me gustaría —gruñó. Luego su tono se suavizó—. He visto a Bob Newhart.
—Eso es una serie —respondió Lynn.
—¿Para que va a venir ese tal Larry de todas maneras?
—Bueno, el va a observar todo lo que hacemos —le explicó Kate.
—¿Observar? ¿Observar qué?
—Bueno, va a observar como la familia interactuar, como nos llevamos…
Alf frunció el ceño.
—¿Qué va a hacer, mirarme bajo un microscopio? ¿Analizar todo lo que yo diga? ¿Hacerme preguntas sobre mi vida que no sé como debo contestar y mucho menos delante de…?
Katrina volvió a entrar a la sala, esta vez con los dos niños.
—¿Todo está bien, Gordon? —preguntó Kurtis.
—Si, enano, claro que si —respondió Alf, sonriendole—. Todo estará bien.
—¿Es verdad lo del psicólogo? —preguntó, vacilante. Tampoco parecía gustarle la idea.
—Por desgracia.
El timbre sonó.
—Demonios —gruñó.
—Alf, relájate —intentó tranquilizarlo Lynn.
—Si, no quiero que piense que soy un desquiciado —murmuró. Se llevó una mano a su pecho para controlar su respiración y Kurtis se aferró al brazo libre.
—Estamos aquí.
Willie fue a abrir la puerta. Efectivamente, era Larry. Se estrecharon la mano mientras se saludaban.
—Tienes buen aspecto ahora —comentó Larry, mientras entraba a la casa—. Hola, Kate —saludó, mientras iba hacia ella, pero se frenó en seco al ver que Alf estaba en medio del camino con Kurtis. Augie estaba en los brazos de Katrina.
—Hola, Larry —saludó Alf de manera casual.
Larry se inclinó un poco, dudando si darle la mano o no. Después de unos segundos de vacilación, finalmente se la tendió
—No voy a comerte, ¿sabes? —bromeó Alf—. Aunque con las porciones que sirven aquí, podría considerar hacerlo.
Kurtis le dio un codazo.
—Disculpa a mi hermano, es un idiota sin remedio. Soy Kurtis, el hermano del medio —se presentó, extendiendo la mano. Larry tuvo que agacharse un poco más para estrechársela.
—Era una broma, claro —dijo Alf—. Tener sentido del humor es una buena señal de salud mental, ¿cierto?
Willy puso la mano en la espalda de Larry para guiarlo hasta donde estaban Katrina y Augie.
—Ellas son Augie, la hermana menor y ella es Katrina…. También es un alien.
Augie escondió su carita en el pecho de Katrina. Ella le acarició la cabeza en un gesto protector.
—Mucho gusto —saludó Katrina, de manera cortés, pero fría—. Augie es un poco tímida.
—Oh, entiendo —respondió Larry—. Te ves… muy humana.
—Soy cambiaformas. ¿Willie no te lo dijo?
—Me dio pocos detalles.
Katrina asintió levemente con la cabeza. Puso una mano en el bolsillo y sacó una pequeña linterna que parpadeó en colores ante los ojos de Larry.
—¡Hey! — exclamó Larry, llevandose una mano a los ojos.
—Lo siento, tenía que asegurarme que no seas otro de mi especie —se disculpó Katrina—. Voy a acomodar a Augie —agregó, mientras buscaba su silla alta para acomodarla.
Notando que no iba a poder hablar mucho más con Katrina, volvió hacia Alf.
—¿Qué te parece la Tierra? —le preguntó.
—Me gusta mucho, Larry, pero desearia que haya más amor y menos guerra. Eso no lo diría un psicótico, ¿verdad?
Willie no pudo evitar negar con la cabeza ante el comentario. Por desgracia, Alf lo notó enseguida.
—¿Qué? ¿Por haber estado en una guerra no crees que quiera la paz? —le espetó.
Kate salió enseguida a salvar la situación.
—¿Qué hay de nuevo, Larry? —le preguntó.
—Oh, bien. Sometiendo a los pacientes en el sofá.
Alf soltó una risa seca, carente de alegría. Willie no recordaba haberlo escuchado reír así y le dio escalofríos. Sentía como si fuera otro.
—La cena está lista —anunció Lynn, ya regresando de la cocina.
—Al fin —murmuró Alf.
—Deberias verlo comer —le susurró Willie a Larry.
Alf miró la mesa, como si no supiera donde sentarse. Katrina lo arregló enseguida.
—Aquí —dijo, mostrando una silla vacia entre ella y Kurtis.
Todos se acomodaron en la mesa. Larry terminó en la cabecera de la mesa. Alf echó un vistazo a la comida.
—Todo se ve maravilloso, Kate —comentó.
Kate parpadeó. Alf nunca le había halagado la comida antes.
—Gracias —respondió, un poco sorprendida.
—Disculpen, ¿me podrían pasar las papas cocidas, por favor?
—¿Alf dijo por favor? —se extrañó Lynn.
—¿Alf dijo pasar? —preguntó Kate, en el mismo tono de su hija.
Alf los ignoró.
—Vamos, Larry, ataca — lo animó
—A Alf le gusta atacar —murmuró Willie, pero enseguida se detuvo en seco. La mesa quedó en silencio.
—Dije que lo sentía —su voz sonó como un gruñido—. No lo hice a propósito.
—No, no quise decir… —intentó retroceder Willie, pero ya era demasiado tarde: Alf ya se estaba levantando de la mesa.
—No vine aquí a que me atacaran.
Katrina apoyó su mano sobre el hombro de Alf.
—Tranquilizate. Seguramente Willie solo hizo una mala elección de palabras. ¿No es cierto? —dijo, mirándolo de manera amenazadora.
—Veo que hay mucha tensión aquí —comento Larry—. Alf, ¿te gustaría contarme que fue lo que pasó?
—Puedes quedarte con la versión de Willie, es la favorita de toda la familia.
—Pero prefiero escuchar la tuya.
Alf soltó un suspiro y volvió a sentarse.
—Los melmacianos hombres solemos sufrir una condición llamada Zalenko. Cada setenta años humanos aproximadamente perdemos la cordura y atacamos lo que se nos ponga enfrente. No fui muy claro con los Tanner y los pude haber matado a todos de no ser por Kurtis y Katrina —explicó.
—Oh —dijo Larry—. Fue una situación muy seria.
—Estoy consciente que fue mi culpa, me siento como un pedazo de basura y me siguen refregándolo en la cara como si yo pudiera retroceder el tiempo o algo para evitar que haya pasado.
—Alf, no te lo estamos refregando —le dijo Willie.
—¿Ah, no? ¿Crees que evitarme no es refregármelo en la cara? ¿La frialdad con la que me tratan? Brian antes estaba todo el tiempo conmigo y ahora ni siquiera tolera estar en la misma habitación, como si temiera que le arrancara la cabeza.
Brian ocultó su rostro en el brazo de su madre y se puso a sollozar en su hombro.
— Brian, ¿cómo te sientes acerca de lo que sucedió con Alf?
Brian se apartó y se secó las lágrimas.
— Tengo miedo de él. Nunca sabré cuando va a suceder otra vez.
—Entiendo. Es normal sentir miedo después de una experiencia traumática. ¿Hay algo que pueda hacer Alf para que te sientas más seguro?
— No sé.
—¿Qué tal si hablamos sobre lo que sucedió y lo que Alf podría hacer para demostrarte que no volverá a suceder? —sugirió Larry
Willie carraspeó
— ¿Puedo decir algo? Brian está asustado, pero también quiere saber si Alf lo ama y lo va a proteger.
—Sí, estoy de acuerdo—agregó Kate—. También estamos preocupados por la seguridad de Brian.
— Alf, ¿puedes entender cómo se sienten Willie, Kate y Brian? —preguntó Larry
— Sí, lo siento mucho. Nunca quise lastimar a nadie. Quiero demostrarles que no volverá a suceder.
—Alf, ¿puedes decirles a Willie, Kate y Brian lo que planeas hacer para demostrarles que pueden confiar en ti de nuevo?
Alf suspiró.
—Sí, prometo ser más cuidadoso en el futuro. Esto no volverá a pasar, ya que el Zalenko más cercano será el de Kurtis y tardará como cincuenta años humanos. También quiero pasar más tiempo con Brian para demostrarle que lo amo y que siempre lo protegeré.
—Eso suena bien, Alf. Realmente queremos confiar en ti de nuevo, pero va a tomar tiempo —dijo Willie
—Sí, creo que lo importante es que sigamos hablando y trabajando juntos para superar esto —agregó Kate
—Me alegra escuchar eso. Recuerden que la confianza se gana con el tiempo y el trabajo duro. Si siguen trabajando juntos y mantienen las líneas de comunicación abiertas, pueden superar esto juntos.
Larry volvió a dirigirse a Brian.
—¿Te gustaría hacer un ejercicio conmigo? Cierra los ojos y respira profundamente. Ahora, imagina que estás en un lugar donde te sientes seguro y feliz. Puede ser un lugar real o imaginario. ¿Lo tienes? Bien. Ahora, imagina que Alf está allí contigo. Pero no está enojado ni asustado, sino feliz y juguetón. ¿Lo ves? ¿Cómo te sientes al ver a Alf así?
—No sé... —respondió Brian, con los ojos cerrados
—Brian, ¿quieres abrir los ojos y mirar a Alf? ¿Puedes ver que está tranquilo y relajado?
Brian abrió los ojos y miró a Alf.
—Si —respondió
—Alf no quiere lastimarte, Brian. Él te quiere. ¿Te gustaría darle un abrazo?
Brian dudó. Con lentitud, se levantó de asiento y se acercó a Alf. Extendió los brazos y lo abrazó.
—Todo está bien —murmuró Alf—. Nunca les haría daño, ni a ti ni a nadie.
— Muy bien, ahora que hemos superado eso, volvamos a lo que hablábamos antes. Willie, Kate, Lynn, ¿cómo se sienten con Alf ahora? —preguntó Larry.
— Yo lo entiendo, pero no puedo evitar sentir un poco de miedo —dijo Kate
—Lo mismo para mí. No quiero que nadie salga lastimado —la apoyó Willie
—Yo lo entiendo también, pero me siento mal por Alf. Él no quería hacernos daño —agregó Lynn
— Entiendo cómo se sienten. Pero Alf también necesita su apoyo. ¿Qué les parece si trabajamos juntos para recuperar la confianza y la seguridad en la casa?
—Sí, por supuesto.
— Por supuesto.
— Me encantaría.
Willie sonrió de manera genuina por primera vez en varios días. Habia una esperanza de que las cosas fueran mejor, al fin y al cabo.
Larry volvió a su casa, agotado. Aún no podía creer todo lo que había presenciado. Había acordado ver a Alf una vez por semana durante la noche para tratarlo. A juzgar por lo que había hablado, el alienigena tenía TEPT por situaciones que aún tenía que descubrir.
Encendió la luz de la sala y casi pegó un grito al ver a Katrina sentada en el sillón, tomando un vaso de agua como si entrar en casas ajenas sin ser invitada fuera lo más normal del mundo.
—¿Qué… que haces aquí, Katrina? —preguntó.
—¿Puedo llamarte Larry? —preguntó ella, sin responder su pregunta—. Tu apellido es impronunciable.
—Si, puedes llamarme Larry pero, ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes donde vivo?
Katrina apoyó el vaso de agua con suavidad.
—No he tenido el tiempo suficiente para hablar contigo. En cuento tu dirección… tengo mis métodos.
—¿No podía esperar?
—No.
Katrina se levantó y Larry no pudo evitar dar un respingo.
—Seré breve: quiero que me jures por lo más sagrado que jamás vas a revelar lo que has visto —dijo, con voz neutra, pero sus ojos eran amenazantes.
—No era necesario que hicieras esto, Katrina. No le contaría esto a nadie.
—Júralo.
Larry suspiró.
—Lo juro. ¿El juramento de un humano vale de algo para ti? Porque por lo que me han contado no te agradan mucho.
—La gran mayoría me desagradan. Procura no entrar en esa lista y todo estará bien.
Larry asintió. Sus ojos se abrieron cuando ella metió su mano dentro de la chaqueta, pero solo sacó un sobre y se lo extendió.
—El dinero para las sesiones de Alf. Probablemente tengas que atender a los niños en algún momento, así que esto alcanzará. Ellos también sufren. Te daré más el próximo mes.
Larry tomó la carta, intentando que no le temblara la mano.
—Fue un placer hablar con usted, doctor.
Katrina salió por la puerta principal como si nada hubiera pasado. Larry abrió el sobre y casi se le cayó de las manos cuando vio un montón de billetes de cien dólares dentro. Se lanzó hacia la puerta para alcanzar a Katrina, pero esta ya se había esfumado. Lo único que escuchó fue el ruido de una moto alejándose en la distancia.
