Lo terminé hace días, pero no tuve tiempo para publicar hasta ahora.
Wolftelope: A Katrina no le podia salir todo bien, pobre. Solo tuvo mala suerte.
Russell tiene una novia maravillosa llamada Mandy, con la que comparte su afición a los gatos, la cocina y tejer sueteres mullidos para el invierno.
¿No hay dedazos? Apocalipsis seguro.
Nunca comí queso a la parilla, pero en las peliculas y series se ven ricas.
Capitulo veintitrés
Yes or no
Yes or no
I'll take it fast or slow
I'll make it easy for you to decide
Yes or no
You've got to let it go
Just take a stance
Either dance or tell me no
Si bien Katrina se había sacado un 79% en medicina, sabía poco y nada de enfermedades. Su conocimiento se limitaba a medicina de combate y enfermedades básicas (mayormente respiratorias y digestivas).
Si mal no recordaba, era la primera vez que escuchaba hablar del cáncer.
Gordon tampoco tenía mucha idea. Por lo que había entendido de Willie, era una enfermedad mortal donde unas células crecían de manera descontrolada y se alimentaban de los nutrientes del cuerpo hasta matarlo.
—¿Estás seguro que es una enfermedad letal? —preguntó Katrina con suavidad.
—Willie dijo que a veces se puede curar, pero… no es frecuente.
Katrina lanzó un suspiro. No le agradaba Kate en realidad, pero ella pensaba en Willie y en los niños. Ellos deberían estar sufriendo mucho.
—¿Los niños lo saben?
—Lynn lo sabe. Brian no. Tampoco lo saben mis hermanos, pero los niños son muy perceptivos, se darán cuenta que algo anda mal, si es que no se dieron cuenta ya.
Katrina se mordió el labio. Se sintió muy incómoda de repente, como si no debiera estar ahí.
—¿Cómo está Willie? —preguntó.
—Destrozado, pero hace lo que puede por los niños.
—¿Cuánto tiempo le queda?
Gordon se encogió de hombros.
—Creo que un año.
Un año…. Un año humano era apenas un suspiro en la vida de un chaffi. Sentía que bastaría con parpadear y Kate simplemente ya no estaría allí.
—Entiendo —murmuró
Gordon volvió a su libro, dando por finalizada la conversación. Katrina dio media vuelta y fue hacia su cuarto. Dejó su mochila a un costado y se dejó caer en la cama.
No quería pensar en nada. Esa familia humana no le importaba, no debería importarle. Los humanos eran seres condenados a ser destructivos, solo había que mirar cómo se mataban entre ellos en guerras sin sentido.
¿Entonces por qué sentía una extraña sensación en el pecho? Kate ni siquiera le caía bien y el sentimiento era mutuo. No podían estar en la misma habitación sin que hubiera tensión. Si sentía algo, sería lástima por Willie. Él la amaba mucho, al igual que los niños.
Willie era el único humano que genuinamente le agradaba. Era un hombre amable, decente, dedicado a su trabajo y con una curiosidad infantil respecto al espacio exterior que le hacía sonreír por dentro en varias ocasiones. Si tan solo todos los humanos fueran como él, la Tierra sería un lugar mucho mejor.
Bueno, también estaba Lynn. Estaba muy lejos de ser una de esas adolescentes estúpidas que solía ver en las calles a la salida del colegio o en un centro comercial. Bueno, si parecía salir con varios chicos y eso, pero no era ninguna cabeza hueca ni una prostituta barata por eso.
Brian… bueno, Katrina siempre había tenido debilidad por los niños, sin importar la especie. El chico le daba mucha ternura y le hacía recordar a sus hermanitas menores, que estaban en su planeta natal y que no las veía desde hacía unos cincuenta años. De los siete hermanos que tenía, solo se hablaba con uno, Ashelus. Triste, pero así eran algunas familias.
Katrina suspiró y miró al techo. No había nada que ella pudiera hacer y aunque pudiera, necesitaría un médico en el que confiar.
La casa de los Tanner se sentía muy pesada.
Todos intentaban actuar con normalidad, pero era obvio que había algo que no marchaba bien. Willie llegaba más temprano, Lynn pasaba mucho más tiempo con su madre y Gordon comenzó a ayudar a Kate, mostrando unas habilidades de ama de casa que Katrina no sabía que tenía.
Katrina misma se había vuelto muy silenciosa y se encerraba más en su cuarto la mayor parte del tiempo (cuando no estaba trabajando). Se sentía casi culpable en cierta manera. Tenía conocimiento de que la medicina chaffi podía curar prácticamente toda enfermedad humana, al menos las que eran infecciosas. Podría preguntar por ahí, pero podría despertar alguna sospecha.
Una noche, Katrina fue a tomar una cerveza en el patio mientras todos dormían y le sorprendió ver a Willie allí, sentado en la reposera, tomando algo que parecía más fuerte que la cerveza que Katrina tenía en la mano.
—¿Willie?
El hombre se sobresaltó un poco al escucharla.
—Katrina, hola —saludó Willie, forzando una sonrisa.
—¿Qué estás bebiendo?
Willie miró la botella a la que le faltaba ya un cuarto de su contenido.
—Tequila —respondió—. La verdad no suelo tomar estas cosas, solo las tengo por si vienen visitas.
Katrina abrió la lata de cerveza y bebió un sorbo en silencio.
—¿Sabes? Hasta hace un par de semanas creí que todo estaba comenzando a marchar bien y ahora me entero que mi esposa con la que llevo casado casi veinte años se va a morir —murmuró Willie.
—Lo siento.
—Se supone que tengo que ser fuerte por los niños, pero me pregunto qué pasará cuando ellos no tengan a su madre… cuando yo —Willie se sacó los anteojos y se limpió los ojos con la manga—… cuando yo ya no la tenga a mi lado.
Katrina se acercó, dubitativa. Ella tal vez fuera mejor consolando a niños que se habían raspado la rodilla, pero no a un adulto cuya esposa iba a morirse de manera lenta y dolorosa.
—¿Los tratamientos humanos no sirven?
—No. Está la quimioterapia, pero eso solo retrasará lo inevitable. Además, es muy dolorosa.
—¿Qué es la quimioterapia? —preguntó Katrina.
—Son unos fármacos muy agresivos que sirven para reducir el tumor. Tiene muchos efectos secundarios, como nauseas, vómitos, caída del cabello…
Katrina solo sabía de la medicina de su planeta natal y no conocía ningún tratamiento que tuviera efectos tan nefastos en el cuerpo.
—Kate se negó a hacerla—continuó, con la vista fija en el cielo—. Dice que los gastos médicos serán demasiados para algo que ni siquiera la salvará. Solo le quedan meses, yo…
Willie apoyó la cabeza entre sus rodillas para ahogar su llanto. Katrina, con vacilación, le apoyó una mano en la espalda para intentar reconfortarlo.
—Willie, yo puedo pagarla si eso es lo que quieres —murmuró.
Willie levantó la cabeza y la miró. Se veía totalmente destruido.
—Te lo agradezco mucho, pero Kate tiene razón, sería dinero tirado a la basura.
Willie volvió a su posición anterior. Katrina se sentó en el suelo a su lado y esta vez apoyó la mano en su cabeza, dejándolo llorar. La única vez que había estado en una situación tan fuerte había sido cuando el padre de Russell había muerto.
Luego de un rato, Willie dejó de llorar. Quiso seguir tomando, pero Katrina lo sujetó con suavidad de la muñeca.
—No necesitas esto. Nadie lo necesita —le dijo.
Willie asintió, un poco ido.
—¿Puedes levantarte solo?
—Apenas he tomado un poco.
Se levantaron ambos, aunque a Willie le costó un poco más y fueron juntos adentro de la casa. Cuando llegaron a la casa, Willie le sonrió con tristeza y le dio unas palmaditas en el hombro.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por escucharme.
Willie se fue a su habitación. Katrina dudó un momento antes de volver al jardín y terminarse la lata de cerveza. Tenía mucho en lo que pensar.
Katrina se despertó temprano para hacer el desayuno. Por lo general lo hacía Kate y últimamente Gordon era el que se encargaba, pero por una vez quiso preparar el desayuno para toda la familia. Una pequeña manera de aliviar la carga.
Mientras estaba preparando las tostadas, sintió unos pasos detrás de ella. Por un instante pensó que era Gordon, ya que él tenía la manía de levantarse antes que los Tanner, pero se sorprendió al ver que era Kate. Estaba envuelta en una bata que parecía quedarle un poco más grande de lo normal, a pesar de ser la que siempre usaba.
—Oh, buenos días —saludó Katrina—. Estaba preparando el desayuno.
—Ya veo —murmuró Kate—. ¿Qué estás preparando?
—Tostadas. Iba a hacer un licuado de banana, pero no encontré la licuadora.
—Puede que Alf se la haya llevado para intentar licuar al gato —bromeó.
Kate estaba siendo más amable de lo normal con ella y Katrina tuvo por un segundo la paranoia que ella no fuera Kate, pero la descartó.
—Tal vez esté en el garaje, iré a buscarla —dijo Katrina.
Kate se sentó en la mesa.
—Katrina… necesito hablar contigo. Es muy importante.
Katrina se sentó al frente de Kate.
—¿Si?
—Sé que sabes que me estoy muriendo y sé que los humanos somos muy poca cosa para ti, pero quiero que me hagas un favor.
Katrina carraspeó, un poco incómoda.
—¿Si?
—Sé que cuando yo me vaya, esta casa estará hecha un caos. Quiero que me prometas que cuidarás de mi familia.
Katrina se entretuvo mirando el mantel.
—Kate, yo…
—Sé que no hemos empezado con buen pie y que no nos agradamos, pero mis hijos te adoran y Willie te considera una amiga —la interrumpió Kate—. El no podrá solo con todo.
—Espero que no estés sugiriendo que tome tu forma.
Kate parpadeó por la sorpresa y luego se rio un poco.
—No, no estoy sugiriendo eso. Sé que estoy pidiendo mucho, pero quiero que los cuides. Por favor.
Katrina se removió en la silla.
—No sé cómo lo haría.
—Exactamente como lo vienes haciendo hasta ahora.
Katrina dudó. No podía negar que estaba teniendo cierto afecto por los Tanner, pero de ahí a comprometerse… bueno, no es como si los humanos vivieran tanto.
—Mientras Gordon y sus hermanos sigan aquí, cuidaré de tu familia —dijo.
A Kate le pareció suficiente, porque asintió con la cabeza.
—Gracias —le dijo, con los ojos brillantes.
Katrina no sabía qué demonios estaba haciendo fuera del consultorio del doctor Fowler. En realidad, si lo sabía, pero la pregunta seguía allí, flotando en su mente. La pregunta era: ¿Por qué estaba arriesgándose yendo al consultorio del doctor Fowler?
Bueno, que más daba, de todos modos tenía que entrar, sus entrañas le dolían mucho. Katrina dio tres golpes rápidos a la puerta. Esperó, pero nadie atendió. Cuando ya estaba dando media vuelta para irse a ver si había otro médico y olvidarse de todo, la puerta se abrió.
El doctor Alexander Fowler (o Alex, como le gustaba que lo llamaran) era un médico chaffi que era mayor que Katrina, pero aparentaban la misma edad, incluso un poco menos. Muy pálido y pecoso, de abundante cabello rojo revuelto y ojos verde agua, tenía toda la pinta de ser un nerd de laboratorio que no había visto la luz del sol en años.
—Hola, Katrina. ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Algún problema con tu rodilla? Me comentaron que te heriste en una de las pruebas, me lo hubieras dicho antes y te atendía yo mismo.
Todo eso lo dijo casi sin respirar, como solía hablar siempre. Tal vez fuera por su adicción a la cafeína, la cual siempre prometía dejar, pero nunca lo hacía.
—No, solo me duele el estómago. Creo que algo que comí anoche me cayó mal.
No mentía. Anoche le había puesto una generosa cantidad de picante a su comida y anoche había bebido algo de tequila que Willie había dejado en la botella. Suficiente para despertarse al día siguiente como si tuviera brasas calientes en su estómago.
Fowler abrió la puerta y la hizo acostarse en la camilla.
—¿Qué comiste? —le preguntó, mientras le levantaba la camisa y le palpaba el estómago.
—Algo con mucho picante —respondió.
—¿Tomaste algo para el dolor?
—No.
—Bueno, te daré una pastilla para aliviarte el dolor, pero come liviano por un par de dias, no queremos que te hagas un agujero en el estómago —le comentó, mientras buscaba unos frascos de medicamentos.
—Gracias, doctor Fowler.
—Puedes llamarme Alex, nada de "doctor Fowler", ya te lo había dicho.
—Si, lo siento. ¿Aún trabajas en investigación?
—Si, de vez en cuando estoy ahí. Estamos investigado esa nueva enfermedad que salió, llamada VIH, ¿la conoces?
Difícil de olvidar, dado lo mucho que le habían taladrado la cabeza con eso al poco tiempo de llegar. Incluso estaba en las preguntas del examen sobre medicina que le habían hecho.
—Si, ya me han informado. ¿Como van con eso?
Fowler le alcanzó la pastilla y un vaso de agua.
—Bastante bien, ya aislamos el virus. En pocos años ya tendremos la cura y los empleados lujuriosos podrán tener sexo desenfrenado con los humanos como si no existiera la sífilis, la gonorrea o la clamidia. Gracias al universo no podemos embarazar ni ser embarazados por humanos, que si no….
Katrina se tomó la pastilla y el vaso de agua, la cual le pasó a Alex luego.
—¿Solo se ocupan de las enfermedades infecciosas o alguna otra más?
—¿A cuál te refieres?
—Al cáncer, por ejemplo.
Alex sonrió. Parecía que le gustaba hablar sobre temas médicos.
—Al principio no se investigaba, hasta que un pequeño porcentaje de chaffis comenzó a tener cáncer. Luego los científicos se dieron cuenta que si un chaffi tomaba sangre humana de una persona que era propensa al cáncer, había una pequeña posibilidad de que mutara. No mucho, pero lo suficiente para ponernos manos a la obra. Hoy se puede tratar sin ningún problema.
Había esperanza, al fin y al cabo.
—¿Quieres que te invite a almorzar? —le preguntó Katrina—. Te traeré algo de McDonalds. Sé que te gusta. Incluso te compraré una Cajita Feliz.
Alex parpadeó, confundido.
—¿Sabes que tengo pareja? Porque si estás intentando seducirme…
Katrina alzó las manos.
—Lo sé y se quién es tu pareja, así que no te preocupes, este es un almuerzo de amigos, si lo quieres llamar así. Yo solo comeré pollo hervido con un poco de puré de calabaza o lo que sea.
—De acuerdo, pero ni se te ocurra robarte mis papas fritas.
Katrina llevó a Alex a su departamento semivacío. Ella iba al menos una vez al mes tan solo para pagar las facturas. Esta vez se había encargado de limpiar un poco para que no pareciera tan polvoriento y abandonado.
En la sala de estar, mientras Alex comía su combo de McDonals y ella solo tomaba una sopa de pollo en lata calentada en el microondas, Katrina le contó todo. Desde como encontraron la nave de Kurtis y Augie estrellada en el mar, hasta la enfermedad de Kate. Toda la historia le llevó casi veinte minutos.
Alex se la quedó mirando, ya con media hamburguesa olvidada sobre la mesita ratona. Después de que Katrina terminó de hablar, Alex se inclinó hacia atrás.
—Déjame digerir esto un momento…. Encontraste dos niños melmacianos y en lugar de reportarlo, te los quedaste y estuviste buscando a su hermano mayor.
—Si.
—Encontraste al hermano mayor viviendo CON HUMANOS y en lugar de reportarlo, llevaste a los niños con esa familia y te quedaste con ellos.
—Si.
—Ahora la madre humana se está muriendo de cáncer y en lugar de dejarlo pasar, me estás pidiendo ayuda.
—Si.
—Al margen de todo esto, esa familia humana sabe de nosotros.
—Si.
Las manos de Alex estaban temblando.
—S-si querías matarte, solo… solo te bastaba un tiro en la cabeza, no hacer e-esto. ¿T-tu sabes lo que t-te harán si… si saben esto?
—Si —respondió Katrina, impasible.
—¡¿Es todo lo que vas a responder?! —Alex casi gritó, mientras se levantaba y comenzaba a pasear como un león enjaulado—. ¡Ahora que lo sé todo, soy tu cómplice! Me sacarán la licencia, me meterán a la cárcel… ¿Saben lo que le hacen a la gente como yo en prisión? —sus ojos se abrieron de manera desorbitada—. Me matarás si me niego, ¿verdad? Por eso me invitaste a comer a tu casa, para poder eliminarme si algo sale mal.
Katrina apenas movió las comisuras de los labios en una sonrisa. Eso terminó de desquiciar a Alex.
—¡No puedes hacerme eso, Katrina! ¡Creí que éramos amigos! Bueno, no tan cercano como lo eres con Russell, pero amigos al fin y al cabo. ¿No piensas en mi novio? ¿Sabes quién es él?
—Lo sé perfectamente y lo sabes.
—¿Entonces?
—Ya a estas alturas mi vida no me importa mucho que digamos.
El médico abrió y cerro la boca varias veces. Katrina suspiró y decidió intentar calmarlo.
—Alex, seamos honestos: todos en la central saben que eres bastante cobarde (sin ofender). Si nos llegan a atrapar, di que yo te amenacé y todo el mundo lo creerá. Además, los médicos científicos como tú escasean y no querrán perderte.
Alex se apretujó las manos, con nerviosismo.
—Katrina, es algo suicida. Si te atrapan…
—Eso no pasará si todos nos portamos bien. Tendrás una oportunidad única de interactuar con humanos sin restricciones.
Los ojos de Alex brillaron con interés a pesar del miedo. Katrina sabía que los médicos muy rara vez interactuaban con humanos de manera directa.
—De paso podrás interactuar con los tres melmacianos que te mencioné. Necesitarán un médico en caso de que algo les pase. Eres el único médico que conozco y en quien confío que sabe de medicina melmaciana.
Alex finalmente se sentó, clavando los dedos en su cabello.
—Si no te interesan los humanos, te comprendo —dijo Katrina—. Pero piensa en los melmacianos. Lo peor que pueden hacer es separarlos.
Alex la miró de reojo.
—Solo se tienen entre ellos —murmuró.
—Si.
—Puedes ocultar todo esto por meses, años... pero no podrás ocultarlo para siempre, a menos que saques a los melmacianos de la Tierra.
—Lo sé, pero no es una opción en este momento.
Alex entornó los ojos.
—Katrina… ¿Por qué te importan tanto para arriesgar tu futuro y probablemente tu vida por ellos?
Ni la misma Katrina podía responder esa pregunta. Solo sabía que por primera vez en décadas se sentía "viva". En cambio, desvió el tema.
—Alex, no te obligaré a que me ayudes. Lo único que te pido es que no digas nada. Jamás te haría daño, lo juro por mis hermanas menores.
Alex se quedó en silencio, meditando mientras masticaba una papa frita fría. Era mucho que pensar y Katrina lo entendía. También entendería si para la noche estaba tirada dentro de una celda.
Alex soltó un resoplido que casi la hizo saltar.
—¿Puedo verla pasado mañana? Puedo salir antes del trabajo.
