Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.
Nota: He vuelto, y mi intención… es publicar esta semana más de un Drabble. Lo digo muy en serio, ¡no puede ser que haya tardado tanto! Este es muy dulce, habla de un momento que me pareció entrañable y muy tierno. Es más, un momento de pareja normal… que de magos. Pero es lo que me gusta de DRUNA, que pueden acomodarse en cualquier imagen 😊
Como he dicho, mi intención es subir más de uno, ¡así que acepto ideas de momentos, escenas e instantes que queráis leer, porque quiero seleccionar alguno para escribirlo! En recompensa por seguir ahí, apoyando y leyendo lo que publico. De verdad, sois increíbles. ¡Animaos y decidme lo que os gustaría!
Muchas gracias por seguir ahí, ¡vamos con el drabble!
Cambios terribles
—¡Los dos años, qué edad tan terrible! Créeme, sé bien de lo que hablo. Cuando James tenía dos años, nació Albus… y en contra de lo que podría parecer, la suma total de bebés no fue de dos… ¡sino de doscientos, por las barbas de Dumbledore! Adoro a mis hijos… pero creo que voy a plantarme. De verdad.
Ginny Weasley-Potter dio otro sorbo a su té de corteza de sauce y frambuesa, se echó el pelo hacia atrás y le dedicó a Luna un gesto cómplice y una sonrisita. Estiró la mano y le tocó la rodilla, como confortándola.
—Tú lo has hecho bien —le dijo. —Lorcan ha pasado el umbral de los dos años y tu casa entrará ahora en esa fase de calma y tranquilidad… ¿vas a mandarlo a la escuela infantil muggle o te decantarás por una educadora maga?
—Pues… todavía no lo hemos decidido, la verdad…
—¡Tienes tiempo, todo el del mundo! Un único hijo, ¡Merlín, Luna! Sí que has sabido hacerlo, ya lo creo que sí. —Se acabó el té y dejó la taza en la mesita con un ruido sordo. —Mira la pobre Hermione, cita con el dentista muggle para los dos a la vez. ¿Puedes imaginarte un escenario peor? Yo preferiría volver al Departamento de Misterios.
Cuando la puerta se cerró detrás de Ginny, Luna apoyó la frente en la pared y dejó que sus párpados cedieran a la tensión. No le gustaba guardar secretos a sus amigas… ni a nadie, en general. El concepto "secreto" la desagradaba profundamente, porque, ¿acaso ocultar algo tenía algún sentido práctico en realidad? Ya fuera bueno o malo, esconder cosas era prácticamente lo mismo que mentir… y por principios —y por incapacidad—, Luna no estaba diseñada para decir mentiras.
Sin embargo… ¿mentir era lo mismo que esperar hasta estar segura?
Despacio, caminó por la sala de estar hasta situarse frente al espejo de cuerpo entero que colgaba del lateral del pasillo. Se observó detenidamente, con el ceño fruncido. Llevaba un peto vaquero color musgo que había tenido desde los quince años. Una de sus prendas favoritas, tan usada que ambas rodillas lucían parches de lunares y uno de los botones de los tirantes había tenido que ser sustituido por otro con el que no hacía juego. A Luna le encantaba, era su prenda cómoda de estar por casa preferida, tan cómoda y confortable. Tan holgada… hasta hacía unas semanas.
Siete, para ser exactos. Porque las había contado.
Su peto verde musgo empezaba a ajustarse demasiado, y aunque un simple hechizo agrandador podría solucionar el problema, Luna no quería hacer trampas. Su cuerpo jamás la había obsesionado y no tenía mayor problema en engordar un poco de cuando en cuando, pues imaginaba que su rutina diaria volvería a ponerlo todo en su sitio… pero las redondeces que se notaba, aquel color nuevo de sus ojos, las sensaciones que la acompañaban durante las mañanas y por las tardes…. Todo le era conocido. Porque ya lo había vivido antes.
Hacía poco más de dos años, para volver a ser exactos.
—¿Cariño?
Las fuertes pisadas de Draco, provenientes del piso de arriba la distrajeron. Su marido tenía el flequillo despeinado y la camisa blanca salpicada de algo anaranjado que ella reconoció como parte de la macedonia que había hecho para Lorcan. Draco estaba descalzo, y el bajo de sus pantalones vaqueros se había descosido por el uso. Él también había aprendido a apreciar las comodidades de estar en casa.
Dándole la espalda al espejo, Luna le dedicó una sonrisa y apretó los labios cuando él le demandó un besito.
—¿Ya se ha ido esa bruja?
—¡Draco! —Malfoy se limitó a subir los hombros. No había dicho ninguna mentira, después de todo. —Ginny es una de mis mejores amigas.
—Seguro que podemos conseguirte algunas mejores. En serio. Tenemos muchísimo dinero. ¿A quién quieres comprar?
—En lugar de criticar mis amistades… ¿por qué no me dices qué has hecho con nuestro hijo?
La expresión de Draco se dulcificó al instante.
—El pequeño trol duerme. —Se señaló la camiseta. —El proceso manual de alimentación sigue siendo un poco misterioso para mí, pero creo que ya casi lo tengo.
—Bueno… solo has tardado dos años en ser capaz de conectar tu mano con su boca.
—Esperaba que aprendiera a hacerlo solo antes de verme empujado a ello, la verdad.
Con una sonrisa, Draco la abrazó por la cintura, extendiendo ambas manos y rozando con las palmas parte de su abdomen. Luna se tensó un segundo, pero luego oda precaución la abandonó. Aquel era el hombre que amaba, se dijo. Ante él no cabían los secretos ni las mentiras.
Ni tampoco el ocultar las cosas hasta estar segura.
—Un hijo da muchísimo trabajo, ¿verdad?
Draco hizo un mohín, y después la besó a un lado del cuello.
—Creo que todas las cosas que merecen la pena dan trabajo. Mantener una cosa, ser bueno dentro del matrimonio y criar una familia… a no ser que seas como mis padres y contrates personal que se ocupe de todo eso.
—Nunca sugeriste que quisieras que alguien nos… ayudara con Lorcan.
—Porque es mi hijo y yo quiero ser su padre.
Luna sonrió. Giró despacio hasta quedar cara a cara con Draco. Rodeó su cuello con las manos y acarició su piel blanca con mucha suavidad.
—Ginny cree que la etapa de los dos años es terrible.
—Bueno… acierta a tirarte cosas a la cara y empieza a decir 'no' a todo, eso es verdad. Pero nosotros… tenemos varitas.
—Draco, no podemos usar la magia contra nuestro hijo de dos años.
—Sí, si es en defensa propia. ¿De qué nos sirve entonces que casi todos tus amigos trabajen para el Ministerio?
Luna soltó un bufido que hizo reír a su marido. El pequeño Lorcan había tenido su primer episodio de magia involuntaria a los cuatro meses nada menos, cuando, en medio de una siesta, y de forma inexplicable, todo su pelo se había vuelto verde. Al despertarse entre los brazos de su madre, su tono rubio platino habitual regresó, pero desde ese momento, tanto Draco como ella estaban en alerta, esperando.
—¿Alguna vez te has arrepentido de tenerle tan pronto? Es decir… estábamos casi recién casados cuando yo…
—¿Qué? ¿Arrepentirme? —Draco la abrazó con fuerza, confundido. —Amor, creo que pocos magos en el mundo tienen dentro más arrepentimiento que yo, pero ninguna de las cosas que lamento forma parte de mi vida actual. Lorcan y tú sois todo lo que quiero. Lo único que necesito. No podría ambicionar ni querer nada más.
—Entonces… ¿todo está bien para ti, Draco? ¿No querrías que nada cambiara?
—Haría un Juramento Inquebrantable para asegurarme de que todo siguiera siempre exactamente cómo está.
Luna intentó sonreír, pero el gesto no llegó a sus ojos, algo que por supuesto, no fue capaz de esconder.
—¿Vas a decirme qué te pasa? Toda esta conversación… te leo como a mi manual de pociones, querida. Algo te preocupa y no estás diciéndomelo. ¿Estás enferma? ¿Hay algún problema que debamos resolver? ¿Qué…?
—Draco yo… yo… ¡es que Ginny parece tan segura! Y desde luego, cuenta con la experiencia de su lado. Fue la primera de nosotras en ser madre, la primera en vivir toda la experiencia y en sentir todos esos cambios… los buenos y los terribles. Ahora ha vuelto a ser la primera, James tiene casi tres años y Albus está por cumplir uno y ella sabe, sabe…
—¡Luna! —Draco alzó las manos y después, la tomó con suavidad por las mejillas. —Mi amor, solo soy un hombre. uno remarcable y muy atractivo, estoy de acuerdo, pero solo un mortal, a fin de cuentas. No puedo entenderte si no hablas más despacio y con pensamientos más hilados.
—Te tienes en muy alta estima, señor Malfoy.
—Eso es, señora Malfoy, fruto de la costumbre. —Sonrió, conciliador. —¿A qué viene toda esta perorata sobre Ginny Potter y sus hábitos de crianza?
—Tiene dos hijos, Draco.
Él asintió, sintiéndose incapaz de seguir el hilo que conectaba sus pensamientos.
—¿Y qué tiene que ver eso con nosotros, Luna?
—Pues… pues que ella tiene dos hijos y cree que… bueno, bien, está segura de que… la etapa de los dos años es la peor… sobre todo cuando llega el segundo hijo en cuestión.
Draco soltó una risita. La besó y luego negó.
—Una vez más, amor, ¿qué tiene que ver eso con nosotros? Lorcan tiene dos años, es cierto, pero nosotros no tenemos dos hijos. Nosotros no…
Luna se mordió el labio. Dejó que la mirada de Draco la recorriera entera. Y luego, dejó que volviera a mirarla detenidamente otra vez. Después, muy despacio, él colocó las manos sobre su vientre y ella soltó un hipido de emoción.
—Amor mío… ¿intentas decirme que…?
—No estoy segura, yo solo… solo me he retrasado… un poco.
—¿Cuánto, Luna?
Ella dudó. Ahora, su excesivo celo y la espera hasta asegurarse le parecía ridícula. Porque ya lo sabía. Lo había sabido desde el primer día.
—Siete semanas.
—¡Luna, por Merlín! —Draco la alzó en brazos como si no pesara más que una pluma, la hizo girar y luego, rompió a reír. —Querida mía, mi dulce amor… ¿pensabas esperar a estar ante las puertas de la sala de maternidad de San Mungo para decírmelo?
—Solo quería estar segura.
—Eres una bruja regular y cualificada, Luna Malfoy. Estoy convencido de que has estado segura desde el primer momento. ¿Por qué no me lo has dicho antes?
—Pues porque… porque… tenía miedo. —Las cejas de Draco se unieron. —Pareces tan feliz… no quieres que nada cambie, te gustan las cosas como están, ¡dijiste que serías capaz de hacer un Juramento Inquebrantable para asegurar que nada cambiaría!
—¡Pero Luna, eso fue antes de saber que mi maravillosa vida iba a volverse más maravillosa aún!
El corazón de Luna aleteó en su pecho.
—¿Entonces… estás contento con la noticia?
—¿Contento? Luna… vamos a tener un hijo, ¡no podría ser más feliz!
—¿Aunque suponga el doble de trabajo y el doble de… manchas en las camisetas?
Draco sacó la varita del bolsillo trasero y al instante, su camiseta blanca quedó impoluta. Sonrió con suficiencia y después, posó la mano con reverencia sobre el vientre aun plano de su esposa.
—Querría todo lo que viniera de ti, sin que importara lo más mínimo lo que pueda suponer.
—¿Y qué me dices de Ginny y sus presagios? —Luna le besó despacio. —¿Estamos preparados para enfrentar los terribles cambios?
—Amor mío, hay algo que no has tenido en cuenta, los hijos de Ginny son medio Potter, y ese es un concepto que va unido al de los problemas. Los nuestros, no obstante… —se le escapó la risa, porque su apellido, desde luego, no estaba precisamente exento de sobresaltos. —Los nuestros estarán bien, querida. Los nuestros, van a ser perfectos.
—Entonces… ¿damos la bienvenida a los cambios terribles, Draco?
Él respondió con un suspiro enamorado.
—Luna, a tu lado hasta lo más terrible me resulta encantador.
