Notas de las Autoras:
Debido a que tenemos DEMASIADOS capítulos que queremos que lean, hoy estamos publicando dos capítulos y mañana dos más. Este es el segundo del lunes. ¿Leíste el anterior?
.
El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré como funciona el mundo!
Adolescencia en Yurgensmith
Pronto iniciaría el ritual de dedicación que marcaba la mitad del invierno. Lo que significaba que estaríamos un mes entero en Eisenreich. Los caballeros de Dunkelfelger se estaban volviendo más hábiles, más inteligentes, por lo que hubo semanas que no pudimos volver al ducado, pero aún no lograban ganarnos.
Los que tomábamos el curso de caballeros debíamos participar en partidos de Ditter de una campanada una vez a la semana. Decidí dejar que Karstedt actuara como comandante debido a que él sería el próximo comandante. Sus estrategias también habían mejorado desde que comenzó a jugar gewinnen conmigo. Recordé entonces que en la tierra existían los grupos de estudio y que en general, estudiar con tus compañeros ayudaba a mejorar las notas. Quizás pudiera armar algo así el próximo año.
Antes de volver al ducado participé en la fiesta de té musical. Eglantine también fue invitada. Ella asistió a la fiesta con su cajita de música, dijo que estaría expuesta en el lugar de Eisenreich en el torneo interducados.
Ese fin de semana no celebramos ningún partido. Tanto los nobles de Dunkelfelger como nosotros necesitábamos volverá a casa a preparar todo para el ritual de dedicación, así que partimos el día de la fruta después del desayuno.
Rozemyne no nos recibió en el castillo en esta ocasión, lo cual fue desconcertante.
Varios carruajes estaban ya preparados para nosotros. Nuestros asistentes adultos subieron el equipaje y pronto estuvimos en el templo. Fran me informo de que Rozemyne estaba ahora en una reunión con el Aub y con mi padre adoptivo y se nos pidió que fuéramos a sus aposentos en lugar de ir al despacho. La puerta se abrió, dejándonos escuchar de inmediato la conversación que se estaba llevando a cabo.
"… Rozemyne, realmente no queremos quitarte a nadie más de tu séquito, que es ya de por sí insuficiente, pero..."
"¡Por favor, déjame adoptar a Brunhilde!", el grito de mi padre adoptivo me descolocó, obligándome a quedarme quieto apenas cruzar el umbral, "Incluso te mandarán una erudita nueva de Dunkelfelger para suplirla. La chica también es una doncella azul del santuario. ¡Solo acepta! ¡Ya no soportamos tantas llamadas del espejo!"
"Brunhilde, ¿Qué dices?" preguntó sobresaltando a los dos hombres, "Me he negado en tu nombre, recordando tu deseo de quedarte en Eisenreich y servirme. Dicho esto, debo agregar que, como candidata a archiduquesa podrías ayudarme de otras formas que como asistente es imposible".
"Necesitaré pensarlo, Milady, Ya he comenzado el curso de asistencia y con mis deberes en el templo, no podría tomar el curso de candidatos en la temporada baja." Mi compañera y posible futura hermana apoyo su mano en su mejilla, analizando la situación.
Rozemyne también parecía cansada, fastidiada incluso. Era obvio que ella también había estado en esas llamadas y ya no quería seguir recibiéndolas. Mi compañera comenzó a enumerar todos los problemas de aceptar ahora. Desde su guardarropa que no era adecuado, hasta sus clases. Una candidata a archiduquesa nunca fungiría como asistente, pero esa era su clase principal.
"Hay varios vestidos de mis hijas que podrían servirte ahora, Brunhilde", le dijo el Aub, "Hablaremos con los maestros para retirarte del curso de asistentes. Podrías cursar el de candidatos y eruditos nada más…"
"Si acepto, entonces cambiare el curso de asistencia con el de caballeros. Tengo formación básica y supongo que Lord Werdekraft tratará de cortejarme una vez sea ascendida, lo que significa que es probable me comprometa con él si nuestro maná esta nivelado, incluso si no lo está", soltó un sonoro suspiro, llevando su mano a su frente, completamente exasperada. "Si no hago el curso de caballeros no podré contener a este hombre que los está haciendo rogarle a milady", los rostros de ambos hombres se iluminaron con sus palabras "Stylo, ¿Dónde firmo?" preguntó y para mi sorpresa, realmente había un contrato elaborado.
"Anunciaremos oficialmente tu ascenso en primavera. Ferdinand, lamento pedirte esto, pero ¿podrías enseñarle a Brunhilde el curso de este año? Necesitare hablar con los profesores."
No pude responder, ambos adultos salieron con rapidez de la habitación dejándonos confundidos por lo que acababa de pasar. La pequeña niña que había estado sentada en su escritorio hasta ese momento se puso de pie y pidió que comenzara las tutorías para Brunhilde, encargo a los demás revisar que todo estuviera listo y se encerró en su habitación oculta.
.
"¿Rozemyne?"
"Lo lamento Ferdinand, ¿podemos no hablar esta noche?", preguntó mientras se acomodaba parcialmente sobre mí "estoy agotada", agregó ocultando su rostro en el hueco de mi cuello
"Si". Fue lo único que respondí y comencé a acariciar su espalda y peinar su cabello.
Debido a la situación con Brunhilde, la profesora Brigitta pidió que, de ser posible, preparara su polvo de oro, el plano para el Entwickeln y que tratara de aprender el circulo mágico necesario.
El ritual de dedicación inició el siguiente día del agua. Este año todo parecía indicar que terminaríamos antes. Mis compañeros estaban ofreciendo más que en años anteriores debido a las bendiciones adquiridas en la ceremonia de obtención de protección divina.
Aunque éramos menos sacerdotes y doncellas, el ritual pareció ser más sencillo que en el pasado. Rozemyne pensaba que terminaríamos en tres semanas, ya que Brunhilde debía iniciar sus nuevas clases. Esto era una bendición de los dioses.
"Creo que es suficiente", me dijo Rozemyne observando como el último de los cálices se llenaba, "Nunca imaginé que terminaríamos en dos semanas y media", agregó con una sonrisa.
"Con la canti…", un intenso dolor de garganta me interrumpió, seguido de un ataque de tos que me impidió hablar
"¿Ferdinand?", Rozemyne me miraba preocupada, pero no podía hablar. Quería decirle que estaba bien, pero no podía.
Me tomé la garganta y la señalé. Eso pareció darle una pista de lo que estaba pasando. Me pidió que fuera a mi habitación y la esperara.
Los siguientes días no pude tragar comida sólida y un bulto comenzó a crecer de forma molesta. Mis compañeros regresaron antes, yo volvería según estaba previsto o un poco después, dependiendo de cómo evolucionara mi malestar. Rozemyne me estuvo cuidando durante las noches me acompañaba.
"Ferdinand, ¿puedo peinarte?", me preguntó la noche del día del brote después de que mis compañeros volvieron a la academia. Asentí y me senté en la cama. Ella se bajó un momento y regresó poco después con un cepillo mientras se acomodaba cerca de mí y comenzaba a peinarme. Sus dedos rozando mi nuca me hacían cosquillas, pero también se sentía bien.
El recuerdo de mi conversación con sus hermanos volvió a mi mente. Alcancé mi díptico y escribí una pregunta.
"¿Está bien que me peines?" sentí su cuerpo acercarse más al mío para poder leer la pregunta.
"¿Te molesta que lo haga?", preguntó deteniéndose, jalándome un poco para verme a los ojos. Negué.
"Constance me dijo que te gustaría poder peinar a tu dios oscuro cuando fueras adulta, ¿está bien que me peines a mí?" un sonrojo adorable cubrió sus pómulos y su cuello. Desvío la vista un momento antes de sonreírme.
"Está bien", respondió al fin, "cuando nos conocimos, tu cabello era realmente corto, tan cortó como los niños del sur. Desde que comenzó a crecerte quise peinarte", me confesó.
Volví a acomodarme y dejé que siguiera cepillándome. Sentí el momento en que dejó el cepillo a un lado y comenzó a trenzar mi cabello. Pronto sentí mi cabello golpear mi espalda, y ella se paró para verme de frente. S sonrisa se amplió.
"De verdad te vez bien así, Ferdi", asintió complacida con su trabajo.
Abrí mis brazos para permitir que se acomodara. No podíamos hablar mucho y escribir era complicado con la poca luz disponible, así que me acosté mientras la abrazaba y dejaba un beso en su coronilla como agradecimiento.
.
Un movimiento ligero me despertó.
Rozemyne estaba sentada en mi cama. Parecía estar por irse a su habitación, pero aún estaba oscuro, muy oscuro. Ella solicitó a mis asistentes grises que me despertaran a la segunda campanada, al igual que a ella, así que no entendía porque se iba ahora.
"¿Rozemyne?" la llamé, sorprendiéndola y sorprendiéndome por el tono de mi voz. No recordaba mucho de mi padre biológico, tampoco que tuviera una voz de bajo.
La miré cuando no me respondió, ni me dijo nada. Su rostro estaba sonrojado y su boca entreabierta.
"¿Puedes… puedes volver a llamarme?", pidió.
"Rozemyne", repetí con un poco más de confianza. Noté un estremecimiento recorrerla por un momento antes de acercarse a mí.
"Había olvidado que no eres hijo biológico de mis tíos", murmuró mientras su sonrojo aumentaba, "me gusta mucho tu nueva voz, Ferdinand. Te queda bien", agregó con una sonrisa. "¿Cantarías para mí?", preguntó.
"Solo si me dices porque estabas despierta", agregué sorprendiéndome de que mi voz sonara casi como un ronroneo, "aún es temprano".
"Quería verificar que no hubiera nadie en mi habitación. Me iría un momento y volvería antes de que despertaras."
Sonreí y la atraje hacia mi en un abrazo. "Se una buena niña y vuelve a dormir. Pronto será momento de levantarnos", le recordé, "¿todo está bien?", cuestioné cuando sentí su cuerpo estremecerse, pero no me respondió, solo enterró su rostro en mi torso.
"Cada día te pareces más al hombre de mis sueños", agregó con una voz tan pequeña que, de no ser por el sonrojo que la envolvió, hubiera pensado que lo imagine.
No supe que decir. Me sentí feliz, muy feliz.
'¿Por qué eso me hace tan feliz? Rozemyne es como mi hermanita, así que supongo que me hace feliz que me tenga en alto estima', la apreté un poco más, dejando un beso en su coronilla antes de comenzar a cantar y volver a dormirme.
Me quedé en el templo hasta el último momento. Junto con mi cambio de voz, di un estirón importante, lo que significaba que mi ropa me quedaba corta. Las costureras hicieron un buen trabajo modificando mis atuendos.
Aún no había hablado con nadie que no fuera Rozemyne. A ella parecía gustarle mucho mi nueva voz y eso me hacía sentir bien. También me acostumbré a usar mi cabello en una trenza con el broche cerca del inicio. Rozemyne decía que así lucia mejor. Primero colocaba el broche en una forma similar a como lo usaba su hermano, había agregado unos filos de hilo dorado que iban entretejidos que eran más largos que mi cabello, así que los usaba para atarlo y que no se soltara.
Rozemyne me acompañó al castillo el día del agua por la mañana. La temporada social en la academia debía estar en su apogeo, pero considerando que originalmente todos volveríamos en esta fecha, no tendría mayor problema.
Cuando llegamos, mis padres y mis padres adoptivos, así como el Aub y su primera esposa estaban esperando para despedirme. Todos fueron notificados de que no estuve bien estas semanas, por lo que debían estar aquí para asegurarse de que ya estaba bien.
"No esperaba esto", murmuró mi padre adoptivo llegando hasta mí, "te hiciste tan alto". Sonreí. Ahora llegaba a su pecho.
"Aun me falta crecer, padre adoptivo", respondí volviendo a sorprenderlos.
"¡Oh, mis dioses! Supongo que este año tendremos muchas solicitudes de cortejo", murmuró Lady Verónica.
Mis ojos se dirigieron un momento a Rozemyne quien apretó un poco más sus dedos en mi brazo al tiempo que su sonrisa se profundizaba haciendo que un estremecimiento me recorriera al verla sonreír de esa forma. "Diviértete lo que queda del año, Ferdinand". Me aconsejó Lady Verónica.
Rozemyne se giró a mí sin modificar su sonrisa, "Estoy segura de que tendrás muchas invitaciones para socializar, seguro que será divertido", mientras su mano abandonaba mi brazo, sentí la necesidad de volver a sujetarla. Parecía molesta, no quería que estuviera molesta.
"Rozemyne, acompaña a Ferdinand hasta que esté listo para partir", pidió el Aub antes de salir de la sala junto a mis padres y a su esposa.
"Rozemyne", la llamé, "¿hice algo que te hiciera sentir incomoda?", pregunté, pero ella solo negó.
"Es algo infantil, Ferdinand. No me hagas caso", dijo desviando la mirada.
"Oye, lo que más disfruto de la temporada social es que es el final del año escolar", confesé arrodillándome para verla a los ojos, "porque significa que pronto volveré al templo y no tendré que irme durante tres temporadas", dije sujetando su barbilla para obligarla a mirarme.
"Pero este año puede ser diferente… ahora eres un candidato a archiduque. Lady Verónica lo dijo. Seguramente muchas candidatas intentaran un cortejo…"
Sonreí. No debería hacerme tan feliz que actuara como una hermanita celosa, pero lo hacía. La envolví en mis brazos, besando su coronilla ahora que estábamos solos.
"Volveré tan pronto como pueda. Aún tengo que ayudarte con la mayoría de edad de los plebeyos en invierno y los bautizos de primavera", le recordé y su sonrisa se suavizó.
"Esperaré tu regreso, Ferdinand", me dijo antes de dejar un beso en mi mejilla el cual duro un poco más de lo normal. "Estoy segura que obtendrás el mejor nuevamente este año. El próximo invierno me asegurare de estar contigo".
Me levanté tomando su mano y besando sus dedos antes de dirigirme al círculo de teletransporte junto a Joseph, quien parecía un poco incomodo, pero no me dijo por qué.
.
"Milord, sus hermanos y primos esperan reunirse con usted en la comida" me informó Joseph apenas llegamos a la academia, "Un salón de té está listo para que espere hasta que puedan reunirse con usted."
"¿No seria mejor que esperara en la sala común? ¿oh en un cuarto de reuniones?" pregunté mientras me guiaba al salón.
"No, me temo que todos están ocupados. Solicité los libros que pidió para que pueda pasar su tiempo hasta que sus hermanos y primos puedan reunirse con usted."
"Entiendo, ¿Qué hay de mis compañeros y asistentes?"
"Se encuentran junto a Lady Brunhilde. Su adopción fue ampliamente conocida y recibió muchas invitaciones. Ella ha sugerido separar a sus compañeros en dos sequitos, ya que tampoco tiene estudiantes propios."
"Lo hablaré con ella", la mayoría de los caballeros eran varones, la mayoría de las asistentes eran mujeres, así que no podíamos dividirnos por género.
En el salón de té estaban los libros. Me senté en una silla y comencé y estudiarlos. Todos era sobre creación de herramientas mágicas y círculos de protección. Quería crear un amuleto para Rozemyne, algo que la mantuviera segura, aunque en realidad, el brazalete que usaba parecía protegerla de todo, menos del envenenamiento. No recordaba uno solo que fuera purificador, o de curación entre los que tenía. Así comencé a revisar los libros con una meta en mente.
Un toque en el hombro me devolvió a la realidad. Joseph me informó que ya habían llegado.
"Bienvenido, Ferdinand ¿te recuperaste de tu enfermedad?", me preguntó Sylvester mientras dejaba el libro en la mesa y me ponía de pie.
"Si, Ya estoy bien", respondí girando para verlos con una sonrisa noble.
Rozemyne dijo que los sorprendería, pero todos parecían descolocados. Un placer sórdido se apoderó de mi al ver a Constance y a Alerah con un sonrojo que cubría todo su rostro, no uno adorable como el que solía adornar las mejillas de Rozemyne.
"¿Todo bien?" pregunté haciendo que mi voz sonara un poco más grave. Era divertido verlos completamente mudos. Brunhilde fue la primera en recomponerse.
"Querido hermano, solo te dejamos de ver una semana ¿Cómo paso esto?", preguntó señalándome con su abanico, el cual estuvo usado para cubrir su sonrisa. Parecía bastante divertida, como yo. "De repente te vez y te escuchas más varonil."
"Recibí la bendición de Arnvax cuando estaba en el templo", comencé con una sonrisa, "me cambió la voz y crecí, Rozemyne me ayudó para que las costureras llegaran al templo y pudiera arreglar mis uniformes."
"¿Estás diciendo que mi hermanita ya te vió y te escuchó?", preguntó Constance volviendo en sí.
"Lord Ferdinand, ¿aun busca asistentes?", preguntó Alerah con una voz que no me gustó, "actualmente estoy en quinto… pasara todo un año antes de que pueda seguir a Milady. Con gusto seria su asistente".
"Gracias, pero no gracias". Respondí con sequedad. Despreciaba a esa mujer con toda mi alma. "Rozemyne estaba conmigo cuando pude volver a hablar. Me sentía incomodo, pero ella no se burló y esperó paciente a que me acostumbrara a mi nueva voz. Incluso me ayudó a transportar las canciones a mi nuevo tono", expliqué sin dar más detalles.
"Lamento la demora Lo… ¿Quién eres tú y que le hiciste a mi hermanito?", preguntó un divertido Justus llegando hasta mí, ahora teníamos la misma estatura.
"Espera, Ferdinand", me detuvo Karstedt cuando estaba por responder, "prepárate para esto, Justus".
"¿Por qué tanto drama?", le pregunté y mi hermano soltó una sonora carcajada.
"Vaya, no me esperaba que cambiaras tanto en pocos días, Ferdinand. Deberemos tener cuidado o más de una se desmayará."
La comida comenzó entre risas y algunas bromas, pasaría un tiempo antes de que se acostumbraran a mi nueva voz.
Posiblemente porque estaban más sorprendidos por mi cambio físico, se percataron tarde de mi nuevo peinado. Tardaron lo suficiente en notarlo como para no poder preguntarme gracias al decoro, pero Justus sí que me preguntó esa noche mientras me ayudaba a cambiarme. No había notado que los filos de hilo dorado en realidad eran hilos de maná. Cuando le dije que eran parte de un amuleto, mi hermano solo sonrío antes de negar.
"Ella te está cubriendo con hielo, Ferdinand. No quiere que ninguna mujer se te acerque. Los bordados en tu capa y el amuleto en tu cabello, son su forma de decir que le perteneces."
Sonreí y negué. Era cierto que mi vida le pertenecía, pero no del modo en que Justus estaba insinuando. Ella me había salvado. Aun así, no dije nada. Aprendí que no conseguía nada tratando de explicar que no era así.
A diferencia de otros años, el ditter de robo de tesoros solo sería jugado por los cinco ducados que hubieran alcanzado cierta calificación en los ditter semanales. Eisenreich tenía el tercer puesto. Los jugadores no pasaban de 35 caballeros, lo que significaba que el número de representantes disminuyó.
El ditter de velocidad se jugaría durante el torneo. Karstedt decidió que yo dirigiría a los caballeros en el ditter de robo de tesoros y él a los de velocidad. Debido a los trombes en Eisenreich era lo que más le convenía. Sin embargo, tuvimos que cambiar cuando mi detección de maná se desarrolló pocas horas antes de que iniciara el partido. Fueron dos días horribles, pero cuando todo se silenció, me percate de que no podía sentir a nadie… ¡no podía sentir a ninguno de mis compañeros!
Cuando la familia archiducal llegó para el torneo interducados, me di cuenta de que tampoco podía sentirlos.
'Esto es malo…'
Dirigí a los caballeros en el ditter de velocidad. Un equipo de veinte personas. La bestia que se invocó fue un Talfrosch. Angélica se abalanzó contra la feybeast a mi señal, dividiéndola en sus partes más pequeñas. Los caballeros se movieron entonces, acabando con todas las pequeñas al mismo tiempo.
Obtuvimos el primer lugar.
Fue una sorpresa para todos cuando fui llamado como el mejor en mis tres cursos. Brunhilde también fue llamada como estudiante de honor en los tres cursos. Tuuri obtuvo el mejor en el curso de asistencia.
Este año Brigitte obtuvo el mejor de segundo. Angélica volvió a ganar el mejor en sus dos cursos y Hartmut obtuvo el mejor en erudición. Mientras que Eglantine obtuvo el mejor de primero.
.
"Joseph, ¿por qué mi habitación no ha sido vaciada?", le pregunté. Todos mis compañeros de grado ya habían vuelto a Eisenreich.
"Debe permanecer en la soberanía una semana más, milord"
"¿Por qué no puedo volver ahora?" estaba comenzando a sentirme irritado y ansioso. La mayoría de edad de invierno era en cuatro días. ¡No podía quedarme una semana más!
"Yo se lo diré, Joseph", dijo Justus entrando en mi habitación, "Necesitas quedarte en la soberanía para recibir tu educación de caballero. Será en una semana."
"Entonces vendré en una semana", dije frunciendo el ceño. No entendía que era la educación de caballero, "debo regresar a Eisenreich para las ceremonias de los plebeyos".
"No funciona así, hermanito. Debes quedarte. Es algo por lo que pasa todo varón noble al desarrollar su detección de maná", respiré hondo. Me sentía molesto.
"Bien, si esto es así, Justus, necesito papel y tinta. Escribiré una carta a Rozemyne como disculpa por faltar a las ceremonias".
Escribí mi disculpa en tres páginas, prometiendo recompensarla por faltar a mi promesa tan solo un mes después de haberle prometido regresar a tiempo para ayudarla en las ceremonias.
Los días siguientes pasaron con tortuosa lentitud. Nadie me explicó que era la educación de caballero, solo me aseguraron que lo disfrutaría.
El día previsto, Joseph me vistió con ropa de dormitorio. Cuando le pedí que me pusiera otra cosa se negó, dijo que eso estaba bien.
A la sexta campanada y media me llevó fuera del dormitorio. Llegué a un cuarto, una sala de teletransporte, solo que quienes me esperaban ahí eran dos sacerdotes grises. Me pidieron que los acompañara y subí al círculo con ellos. Mi incomodidad aumentó cuando al salir de la sala me llevaron hasta un carruaje el cual me llevó a un templo. Me guiaron por algunos pasillos y al final, llegue a una puerta, la cual abrieron para mí.
Ttodo estaba oscuro en el interior. No me gustaba nada.
"Por favor, espere sentado", me dijo uno de los grises, pero el único lugar para sentarse era la cama.
Casi media campanada después una puerta se abrió y apareció una joven de quince o dieciséis años.
Vestía de forma inapropiada para una mujer adulta. Solo un camisón corto que dejaba a la vista sus piernas. La tela era delgada, tan delgada que no la tapaba nada. Podía sentir mis orejas calentarse cuando me di cuenta de que sus prendas no dejaban nada a la imaginación.
"Buenas noches, milord. Mi nombre es Verena y seré su hermana de prácticas para su educación de caballero."
"No", fue lo que salió de mi boca cuando intento acercarse, '¿Qué es esto?'
"Entiendo que pueda sentirse nervioso, pero seré gentil y lo guiaré."
"¿Gentil?" estuve a punto de gritar, saltando fuera de la cama cuando la… ¿Doncella? Se acercó más con una sonrisa divertida.
Esto me recordaba demasiado al distrito rojo de Japón. El estúpido de Shuu había insistido en llevarme junto con algunos amigos suyos a lo que denominó práctica de campo una noche. Me pasearon por buena parte del distrito. Geishas y mujeres en ropa escasa esperaban o paseaban por las calles de una noche en exceso iluminada alrededor de casas y edificios que técnicamente eran moteles de paso. Esa vez habían contratado un par de chicas con las que entramos a un karaoke. Ellos cantaron un poco y luego nos dejaron a otro chico y a mí en el lugar con un par de llaves. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando en realidad, hablé con el otro chico, me disculpé con la joven que pretendía atenderme y me fui. Me parecía absurdo que estuvieran tan preocupados por acabar con mi virginidad… y ahora me venía enterando de que aquí también les preocupaba eso a pesar de que acababa de cumplir los 13 apenas. ¡Barbárico el asunto!
"Milord, siéntese, por favor. Es normal sentirse nervioso."
"¡No estoy nervioso!"
Verena cubrió su sonrisa un momento antes de tomar un par de pergaminos de una mesa ubicada a un lado de la cama… algo que no había visto y luego se sentó, palmeando el lugar a su lado y mostrándome los pergaminos. En ese momento me senté, todavía confundido pero un poco más calmado.
"Milord, ¿le explicaron qué es la educación de caballero?"
Negué de inmediato. Ni Justus, ni Joseph, ni nadie quiso decirme. Incluso Harmut se rio y dijo que sería una sorpresa bastante grata.
Verena puso los ojos en blanco apenas un segundo sin dejar de sonreír, negando como si le hubiera informado que su mejor amigo había hecho una travesura de nuevo.
"Milord, está creciendo y su detección de maná ha despertado, lo que significa que pronto comenzará a buscar a su Diosa de la luz y posiblemente una o dos diosas más para que le hagan compañía y le den hijos", esto me gustaba cada vez menos. "La educación de caballero es necesaria para que pueda comprender el funcionamiento de concebir la carga de Geduldh o evitarla de manera exitosa."
"¿La carga de Geduldh?", '¿Para qué es ese Eufemismos? No recuerdo haberlo escuchado antes.'
"Se refiere a poner una semilla en el cáliz de su esposa, milord, de tal modo que tenga hijos."
'¿Así que la Carga de Geduldh hace referencia a un embarazo? Tiene sentido si consideramos las historias de la biblia y…'
"Por lo general, mis hermanos de estudio suelen decantarse primero por la práctica y luego por la teoría, pero usted parece del tipo que primero usa su mente, ¿o me equivoco?"
Se equivocaba demasiado. Planeaba usar mi mente y SOLO mi mente en todo este maldito y repulsivo asunto.
Verena me mostró entonces el primer documento. Era un listado de Eufemismos que hacían referencia al sexo y el embarazo.
Igual que en la Tierra, parecía ser que había muchas formas de llamar al acto en sí. Algunas hacían sentido como jugar a Geduldh y Ewigeliebe en tanto otras como el ditter por Beischmacht eran simplemente estúpidas.
Después de eso, me mostró una receta para crear una especie de té anticonceptivo.
"Así cómo deberá darle una poción de sincronización a su pareja para igualar los colores de su maná, debe tomar esto si no desea traer pronto la Carga de Geduldh." Me dijo Verena mientras yo memorizaba los ingredientes y el procedimiento "recuerde que esto solo será necesario si sus niveles de maná son similares."
"¿Por qué?" pregunté por mera curiosidad.
En Japón no existía el maná. Si dos personas sanas y fértiles tenían sexo durante la temporada de ovulación de la mujer y no usaban algún método anticonceptivo, era muy posible que eso terminaría en embarazo… de verdad no entendía que tenía que ver el maná en todo esto.
"Milord, su detección de maná despertó hace poco, debería haberse dado cuenta de que ahora es capaz de sentir a los nobles en su mismo rango de maná. Eso lo guiará para encontrar a una pareja adecuada con la cual tener descendientes. Si su pareja tiene más maná o menos maná que usted y es incapaz de sentirla, no podrán concebir."
La miré entonces, recordando que no había podido sentir a nadie cuando mi sentido de detección del maná terminó de regularse… porque básicamente me estaba diciendo que no había nadie con quién pudiera tener hijos.
No supe que tipo de cara puse, pero Verena se rio un poco antes de ponerse en pie y girar despacio, permitiéndome verla en detalle a través de la corta tela casi transparente.
"Esa es la razón de que pueda practicar conmigo, milord. Carezco de maná. No necesita teñirme con una poción. No necesita tomarse usted esa poción antes del acto. Tocarme no le será desagradable y tampoco terminaré dándole descendientes."
Demasiado conveniente. El pensamiento de que obligaban o criaban a mujeres plebeyas, huérfanas seguramente, para que enseñaran todo esto a chicos nobles era desagradable… más si tenía en cuenta que por esta mujer debían haber pasado más chicos.
"Si está muy nervioso, puedo traerle los insumos y herramientas para que formule el té especial que previene la carga de Geduldh o podemos pasar al siguiente tema."
En su mano apareció un pergamino más y yo asentí, intrigado de que solo quedara un pergamino más para educarme en lo que en la Tierra se conocía como la famosa charla… porque ningún padre en la Tierra… ninguno civilizado al menos, llevaría a su hijo adolescente a un burdel luego de explicarle sobre la importancia y los peligros del sexo.
Verena se sentó de nuevo, entregándome el último de los pergaminos y comenzando a retirarse la ropa. Era un listado de diferentes Eufemismos… o eso pensé hasta leer las palabras cáliz y espada en las partes finales… eran partes del cuerpo.
"Deme su mano, milord. Suele ser más efectivo recitar los nombres mientras se toca las partes reales."
Estaba en tal estado de shock que ni siquiera me resistí cuando ella tomó mi mano y comenzó a recitar, obligándome a tocar sus senos, sus pezones, sus clavículas, sus costados, la piel de su ombligo, los hoyuelos que a veces se forman un poco por encima de los glúteos… no pude reaccionar sino hasta sentir piel húmeda, caliente y con pliegues alrededor de mis dedos, jalando para sacarlos de dentro de ella de inmediato, provocando que se riera de nuevo.
"¿No esperaba que mi cáliz estuviera listo, milord?"
"No esperaba que esto fuera… ¿Y qué sucede con las enfermedades?"
"¿Enfermedades?"
Ahora era ella la que parecía desconcertada. Mi corazón latía con rapidez debido al susto y la confusión de lo inapropiado y vergonzoso de sus acciones.
"Si. ¿Qué pasa si me contagio de algo por… convocar al invierno?" pregunté acunando mi mano ofendida "¿Qué enfermedades podría contagiarme? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Qué tipo de tratamiento se administra? ¿Tienen cura o son incurables? ¿Alguna es degenerativa? ¿Alguna es mortal?"
Su mirada llena de confusión y asombro pasó de inmediato a una divertida. Pronto Verena reía a carcajadas pidiendo disculpas de manera constante, doblándose sobre sí misma como si hubiera dicho la cosa más graciosa o estúpida del mundo.
Cuando Verena terminó de reír volvió a sentarse a mi lado, limpiando sus ojos para secarse las pocas lágrimas que había derramado antes de tomar algunas respiraciones profundas y tranquilizadoras haciéndome preguntar quién era el estúpido aquí.
"Milord está en el curso de eruditos, en la especialización médica, ¿verdad?"
La miré sin atreverme a responder, poniendo el rostro serio y neutral que tanto se me había inculcado.
"Pregunto porque solo los que estudian medicina parecen interesado en saber si hay alguna enfermedad… aunque es la primera vez que tengo a un estudiante que cree que puede enfermarse por jugar a Geduldh y Ewigeliebe."
"¿Entonces no es posible?"
"¿Por qué debería serlo? Los dioses nos dieron este jardín para poblarlo. Pusieron aquí a los nobles para que pudieran reproducirse y llenar la tierra con maná. Ninguno de los propósitos se cumpliría si convirtieran el acto en una manera de enfermar. Ya es muy duro para las mujeres nobles llevar la carga de Geduldh. Se vuelven demasiado necesitadas del maná del padre. Deben vigilar todo el tiempo la cantidad de maná que dan a sus hijos para que no nazcan muy débiles ni se pierdan en el camino. Ni siquiera pueden tocar a otros nobles que no sean sus dioses oscuros o sus propios hijos porque pueden contaminar la carga con maná incompatible. Los dioses no serían tan crueles de convertirlo en algo todavía más duro. Después no habría suficientes nobles para nutrir a Geduldh, milord."
"¿Qué hay de los plebeyos?" inquirí sin reparo, notando como su ceño se fruncía y su ánimo decaía un poco.
"Los dioses no han considerado tan necesario protegernos a nosotros, milord. Pero eso no debe preocuparlo. Su nivel de maná lo mantendrá protegido."
Ella no dijo más. Parecía un poco fastidiada e incómoda antes de recordar donde estaba y volver a sonreír, mirándome con ternura y determinación.
"Por eso me gusta tanto servir a los nobles. Ustedes no pueden hacerme enfermar ni dejarme con un hijo que no deseo, milord. Todo es… disfrutable en este lugar."
No podía estar más en contra de lo que estaba diciendo. Tampoco tuve oportunidad de hacérselo saber.
Verena me retiró los pergaminos, desató mi ropa y se acercó a mi rostro tratando de besarme, recordándome a Alerah en el pasillo del castillo. Mi rostro se giró de inmediato y sentí su boca besando y succionando mi mejilla.
"Milord, ¿No desea aprender a besar? ¿O es solo que ya tiene una dama en mente con quién aprender?"
"Tengo a alguien" mentí, imaginando el rostro lleno de decepción y vergüenza de Rozemyne si se enteraba de la verdadera razón por la cual no estaba en Eisenreich ayudándola con las ceremonias.
"Comprendo" susurró Verena sin detenerse de nuevo, besando mi cuerpo sin dejar de ir más y más abajo hasta abrir mis pantalones de dormir. Fue como si tuviera resortes en las piernas porque salté hacia atrás, poniendo distancia entre su rostro y mis partes privadas, sintiéndome horrorizado.
"¿Qué cree que está haciendo?"
"Seguimos nerviosos, ¿Eh? ¡Que dulce!"
La hermana me ignoró por completo, tomando la cintura de mi pantalón y mi ropa interior antes de jalar con fuerza, caminando hacia atrás sin dejar de reír con coquetería y dejándome desnudo de la cintura para abajo.
Mis manos no tardaron nada en resguardar mi intimidad. Mis ojos buscaban por todos lados una forma de huir pero no había. Las únicas puertas que podía ver estaban cerradas y carecían de una perilla, manija o cualquier aditamento que permitiera abrirlas desde dentro.
"Milord, solo relájese. No voy a juzgarlo. Estoy segura de que su espada tiene un tamaño adecuado." Trató de consolarme subiendo a la cama, moviéndose con una elegancia felina que debía estar pensada para seducir. Mi miedo aumentó. Sentía que sería violado de un momento a otro y había comenzado a hiperventilar.
Verena me alcanzó entonces. Estaba atrapado entre ella y la cabecera de la cama. Sus manos comenzaron a acariciar las mías hasta que logró moverlas, mirando y mostrando su desconcierto por apenas un segundo antes de volver a sonreír.
"Su espada es normal, milord. Aún está en desarrollo, pero no se preocupe. Hay que estimularla un poco para poder sacarla de su funda e ingresarla en el cáliz, entonces veremos qué tan… larga es de verdad. Permítame ayudarlo."
Lo impensable pasó entonces. La joven se agachó sobre mí y comenzó a tocarme, soltando una de mis manos que no tardó en cubrir mis ojos.
'Rozemyne va a dejar de hablarme si sabe que no la ayudé con las ceremonias por esto. ¡Maldita sea! Apenas he cumplido trece, ¿qué demonios está mal con estas personas? Esto es abuso infantil y trata de blancas, ni más ni menos. Si estuviéramos en Japón…'
"¡Milord, ¿está usted bien?!"
No sé si fue la pregunta, dejar de sentir sus manos y su boca o el tono en sí.
Dejé de cubrir mi rostro para mirar. Estaba asqueado y ella… ella estaba de verdad conmocionada ahora. Me asomé abajo, notando que mi virilidad no había tenido ningún tipo de reacción. Si bien lo había sentido despertando de manera breve al verla en esa ropa, la sensación se esfumó con rapidez.
Yo había sido un soltero profesional por cerca de veintiocho años en Japón y había soportado el acoso de Constance y su séquito. Un suspiro de alivio salió de mí entonces. No existía manera de que tuviera sexo si mi aparato se negaba a cooperar. A menos que quisieran penetrarme a mí, no tenían modo de que esto funcionará.
"Lo estoy. No quiero hacer esto."
"¿De verdad?" Preguntó ella con una mirada de sospechar algo "Los hombres jóvenes y sanos, no importa si son nobles o plebeyos, suelen mostrarse entusiasmados por recibir tantas bendiciones de Brennwarme y Beischmacht cómo sean posibles, milord… a menos…"
"¿A menos?"
Verena me miró con una sonrisa cargada de incredulidad, como si estuviera viendo un elefante blanco o algo así.
"A menos que no deseen una Efflorelume O están más influenciados por Bluanfah que por los otros dos dioses, milord. Espero que la joven a la que su espada le jure lealtad esté en su rango de maná. Sería terrible que lo atrapen en un matrimonio político en el que sea incapaz de concebir."
Me costó trabajo respirar y tragar. Considerando mi situación actual, era muy posible que me viera atrapado en un matrimonio sin amor. Un mero matrimonio político.
'Cuando suba la altísima escalera tendré que pedirles perdón a mis madres porque parece que moriré virgen e incapaz de reproducirme.'
Debí tener una terrible cara de desconsuelo porque Verena se sentó a mi lado con una sonrisa maternal. La joven que me observaba soltó un suspiro de rendición y luego lanzó una última mirada entre mis piernas, negando despacio.
"Seria un desperdicio no averiguar si puede empujar su espada a tan corta edad, milord. No lo tocaré, pero debo asegurarme de que su espada funciona de manera adecuada, así que haremos un pequeño ejercicio, si le parece bien."
"¿No intentarás tocarme de nuevo?" pregunté desconfiado.
"No, milord."
"Júralo por la diosa de la luz."
Parecía bastante divertida ahora, porque seguía sonriendo, conteniendo la risa mientras levantaba su mano.
"Juro por la diosa de la luz que no intentaré llamar al invierno con Lord… Ferdinand… de Eisenreich esta noche."
'¿Sabe mi nombre y mi Ducado? ¿Porqué? ¿Van a pedirle un informe o algo así?'
La vi reír de nuevo antes de sentarse sobre sus rodillas frente a mí. De verdad sentía que había perdido todo control sobre mis facciones porque esta mujer me estaba leyendo como Rozemyne leía cada uno de los libros en la sala de libros sin importar cuánto tiempo tuvieran o en qué dialecto estuvieran escritos.
"No se preocupe, Milord. En general nos piden explicar si pusieron atención a la información de los pergaminos y si pudieron levantar sus espadas. Algunos padres y hermanos mayores solicitan informes de desempeño y medidas, pero son los menos."
Cubrí mi cara, incrédulo. Este atrasado país lleno de mojigatos también parecía atestado de pervertidos y machistas si pedían las medidas de los genitales de sus hijos.
"Dime que mi familia no pidió esa información."
"No, milord. Solo me pidieron que me asegure de que su espada podía ser levantada. Dijeron que estaría encantado de aprender la información escrita."
Me relajé entonces. Al menos no estaban interesados en datos turbios y personales.
"Muy bien milord. Quiero que se acueste en la cama boca arriba. Cierre sus ojos… muy bien. No abra los ojos, por favor, solo hablaremos. ¿Qué tipo de mujer le gustaría que fuera su diosa de la luz?"
Y luego de eso, solo hablamos.
Le conté a detalle lo que esperaba de mi futura esposa. Quería una mujer maternal, recatada, que fuera encantadora además de inteligente y amorosa. Quería que fuera una madre atenta para mis hijos. Alguien con quién disfrutara de una buena conversación. Alguien que mi madre aprobara… me guardé la parte de que esta mujer tendría que ser aprobada por una japonesa de clase alta, una plebeya muerta y por la esposa de uno de los hermanos de Aub Eisenreich.
Verena me preguntó entonces por la parte física. Estaba perdido ahí. La joven procedió a enumerar un montón de atributos despacio para que yo tratara de visualizar un cuerpo que fuera de mi agrado hasta crearle una descripción.
Bajita, con una suave curva en la cintura y un poco voluptuosa. De piernas elegantes y cabello oscuro y brillante. Verena estaba por pedirme que pensará en un color de cabello específico y de ojos cuando soltó una risilla, sin llegar a enumerar los colores que me dejarían visualizar mis preferencias en ese ámbito.
"Milord, me complace informarle que su espada se ha levantado. Su tamaño es promedio, pero usted sigue todavía en su etapa de crecimiento, así que no le recomiendo que se obsesione mucho con ello. Es posible que su espada y su estatura obtengan su tamaño correcto cuando esté por cumplir los quince años."
Abrí mis ojos y observé la erección entre mis piernas y a Verena sentada a un lado todavía sobre sus rodillas, desnuda y un poco sonrojada.
"El día ha cambiado de fecha hace poco, milord. Mi juramento se ha mantenido. ¿Desea tratar de insertar su espada en mi cáliz para experimentar o prefiere pulirla con sus propias manos? Sería incómodo que saliera así y la forma más rápida de que baje, es con una nevada."
Me llevé las manos a los ojos, incrédulo por lo que estaba pasando. Cómo Tetsuo había muerto virgen. Cómo Ferdinand…
"Vete. La puliré yo mismo."
"Como usted desee, Milord. Solo debe colocar su mano alrededor de la empuñadura y comenzar a deslizar de arriba abajo. Le recomiendo que humedezca su mano para que la sensación sea agradable en todo momento y mantenga la imagen mental de su mujer soñada. Eso hará que convocar la nieve sea más rápido. Hay un cuarto de aseo en esa puerta de ahí, solo tiene que empujar para abrirla. Que se divierta."
Verena se vistió, se cubrió con una bata y salió luego de golpear tres veces en la puerta por la que ambos habíamos entrado. Me cubrí los ojos, abochornado, incrédulo de que esta mujer me hubiera explicado como masturbarme… sabía cómo hacerlo.
Sin destapar mis ojos, llevé mi otra mano a mi espada y entonces caí en la cuenta de algo de lo más curioso… esta era la primera vez que me tocaba siendo Ferdinand.
No mucho después estaba recién bañado, vestido y tocando tres veces en la puerta. Terminar había sido bastante rápido cuando volví a invocar la imagen que había diseñado con ayuda de Verena. Al menos ahora tendría un modo de tener hijos si no lograba sentir atracción alguna por la mujer con la que me casaran. Estaba pensando en eso cuando Joseph y Justus me recibieron en el círculo de transportación.
Joseph entregó algo a Justus y luego se despidió de nosotros llevando mis cosas. Mi hermano, por otro lado, me acompañó hasta mi recámara en el dormitorio vacío.
"Lamento que tuvieran que esperarme despiertos los dos." Me disculpé apenas estar seguro de que nadie más escucharía.
"No te preocupes, Ferdinand. Yo quería esperar por ti. Me dijeron que tuviste algunos problemas."
"No tuve ningún problema, solo no quería… tener mi primera vez de ese modo."
Justus comenzó a vestirme de manera adecuada, mirándome con cara de circunstancia y ojos cargados de sospecha.
"¿Preferirías guardarte para Rozemyne?"
"¡No!" grité demasiado rápido, sintiendo mis orejas calentarse en tanto intentaba por todos los medios controlar mi semblante "Solo… No me parece adecuado que nos dejen ir y acostarnos con una completa desconocida solo por despertar la detección del maná."
"¿Entonces no estuviste pensando en que Rozemyne se molestaría contigo?"
"¡No!" mentí con descaro.
"¿O en qué podrías estar con ella?"
"¡Claro que no! ¡Es solo una niña!"
Justus se detuvo de colocarme la ropa. Mis pantalones y zapatos ya estaban puestos, solo faltaba abotonar mi camisa y fajarla antes de colocarme la túnica por encima.
"Ferdinand, hermanito querido, vas a tener que hacer algo con tus orejas porque están más rojas que la misma Geduldh." Terminó de burlarse, riéndose de verdad cuando mis manos volaron hasta cubrir mis orejas.
"Rozemyne es una niña. No estoy enfermo como para querer acostarme con ella."
"Si, claro… Rozemyne va a crecer. Todos dicen que va a ser una verdadera belleza cuando lo haga, de lo que nadie está seguro es que tanto la bendecirá Geduldh. Podría tener las suaves y estilizadas curvas de Lady Verónica y Lady Georgine o unas curvas tan delicadas y poco definidas cómo Lady Irumilde… claro que siempre está la opción de que sea más voluptuosa, nadie tiene una idea clara."
Estaba en shock. ¿Desde cuándo había gente discutiendo el crecimiento de Rozemyne? ¿Quién era el sucio bastardo que estaba fantaseando con ella siendo una adulta? ¡Eso era…!
"¿Tú qué piensas? ¿Recibirá una bendición moderada, escaza o abundante?"
Mordí mi lengua y volteé hacia la pared, negándome a responder, sintiendo que en mi mente surgía de nuevo la figura que había imaginado hacia menos de una campanada… con su cabello azul y sus ojos dorados, odiándome por lo que estaba haciendo.
"No es algo que deba importarme. Rozemyne es una niña."
"Pues para no importarte, tu espada está mostrando demasiado interés."
Abrí los ojos, asustado, agachando la cabeza de inmediato… y respirando con alivio al no encontrar ningún bulto ahí, solo al idiota de mi hermano riendo a pierna suelta.
"¡Justus!"
"¡Oh, vamos! ¿Qué tipo de hermano mayor sería si no me burlara un poco de ti, Ferdinand? Necesitas relajarte. Eres demasiado serio."
Suspiré resignado. Mi hermano mayor terminó de vestirme sin decirme nada más mientras en mi mente una Rozemyne adulta y un poco voluptuosa parecía danzar de lo más feliz con un bonito vestido de plebeya similar al que usaba mi madre antes de morir.
Con un último suspiro deseché la imagen antes de comenzar a caminar de vuelta a Eisenreich. No quería quedarme ni un minuto más del necesario en la Academia Real.
Justus me dijo que me permitirían dormir hasta la cuarta campanada el día de hoy en el castillo y luego podría decidir si volver al Templo o a casa de nuestros padres con él. No respondí de inmediato. Quería volver a casa, al templo… pero de pronto el temor de enfrentar a Rozemyne y que ella, de alguna manera leyera en mí lo que había hecho o me dijera algún comentario al respecto… tendría que pensarlo muy bien mañana porque no tenía ni idea de a dónde ir.
