El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré como Funciona el Mundo!
Vulcanift y Besuchweg
"¿No estamos llevando demasiadas cosas, Milord?"
Observé las tres carretas que estábamos cargando desde muy temprano y que saldrían apenas sonara la segunda campanada. Una con las herramientas que diseñé para estudiar las diversas propiedades de cada material que se me iba presentando además de tres atados de papel, tinta, plumas y un par de hojas de papel mágico del que podíamos usar para enviar notas, además de refacciones que insistí en llevar para las carretas y alimento para los animales de tiro.
Una segunda carreta con ropa, víveres y un equipo básico de cocina, además de mantas y otras cosas para acampar.
En el último carruaje irían mis asistentes grises y mis dos cocineros, los cuales fueron entrenados por Hugo desde que me ascendieron a candidato a archiduque.
Necesitaría bastantes cosas para realizar un muestreo completo de materia como expliqué al Aub un tiempo antes de romper mi noviazgo con Rozemyne. En ese entonces, estuve pensando escusas para que le permitieran viajar conmigo, pero después de la lectura de mente, descarté esa idea, centrándome únicamente en poner distancia entre nosotros. Aunque terminamos comprometidos el día después de que lo solicite.
Lo más difícil fue explicar lo que es la tabla periódica de los elementos con los pocos términos al respecto que existían en este mundo. Nadie había realizado un verdadero registro y nadie parecía comprender que un mismo elemento o compuesto podía estar presente en una cantidad inimaginable de objetos. Salvo por los elementos dados por los siete dioses principales del panteón… era algo impensable.
"Mientras regreses de manera periódica para dar un reporte de tus avances y tus hallazgos, adelante" fue todo lo que se me exigió al final. También se me asignó una especie de sueldo mensual para el viaje, mismo que estaría dividiendo entre mis grises, mis asistentes nobles, los pocos artesanos plebeyos que se unirían en su propia carreta al otro lado de la ciudad e insumos que requiriera.
Tenía hasta el festival de la cosecha para avanzar este año, si para entonces no había terminado mi recopilación de datos, podría retomarlo a partir de la próxima primavera, con una pausa durante la Conferencia de Archiduques para dedicar mi mana a la fundación.
"Harmut, si tienes dudas de algo, hoy es el momento para preguntar."
El pelirrojo se apresuró entonces con unas tablillas cuando la última de las carretas partió. Brunhilde venía detrás de él para escuchar también ya que se le informó que ella y Sieglinde serían Sumas Sacerdotisas en Dunkelferger. Yo partiría con mis asistentes nobles al anochecer.
Estaba terminando de explicar más a fondo algunas de las tablas de gastos y los rituales que sería necesario realizar para los plebeyos durante mi ausencia cuando Margareth apareció a mi espalda. Tal vez por estar tan absorto con Brunhilde y Harmut, encontrarla de pronto me hizo saltar y soltar un leve grito. La sonrisa complacida de la Kunoichi no me pasó inadvertida.
"¡Ya veo! Me llevaré las tablas para estudiarlas a fondo con Lady Brunhilde cuando terminemos el trabajo de oficina, Sumo Sacerdote." Se despidió Harmut.
"Te agradecemos el tiempo y las explicaciones, Ferdinand."
Solo asentí, ignorando igual que mis reemplazos el hecho de que Margareth había estado muy cerca de matarme de un infarto.
"¿Sí?" le pregunté al fin a la joven con trenzas de boxeadora amarradas en su nuca y hábito azul. No podía ver la vara de herramienta mágica en su cabello, lo cual me extraño. Ella solo me hizo un gesto y yo la seguí, aceptando la herramienta antiescuchas que me pasó.
"Milady está furiosa, casi espero que te aplaste antes de que te vayas."
"Si lo que querías era burlarte…"
"No. Quiero preguntarte bastantes cosas, pero sé que no vas a responderme con la verdad ni la mitad de ellas" dijo con sinceridad, dedicándome una mirada mortífera que me hizo estremecer "algunas otras, sé que mi señora va a preguntártelas en cuanto lleguemos a su sala de té, así que solo me queda agradecerte."
Eso me tomó desprevenido. No entendía muy bien a qué se refería Margareth ahora, así que me detuve, mirándola con insistencia sin que ella dejara de ver hacia el final del pasillo donde nos esperaban.
"Alejándote de este modo es menos probable que ella cometa alguna locura que ponga su honor en riesgo."
"Lo sé." Respondí consciente de que, si Margareth no sabía lo que había estado sucediendo, tenía una idea bastante acertada.
"Espero que Erwachlehren guíe tu investigación y Durzetzen bendiga a mi señora. Rehabilitarla va a ser complicado contigo o sin ti."
"Lamento dejarte con una carga tan pesada, pero confío en que la ayudarás hasta el límite de tus capacidades."
Margareth asintió, tomó de regreso su aparato y seguimos nuestro camino.
En efecto, Rozemyne estaba furiosa. Su brillante sonrisa noble me hizo temblar por un momento apenas entrar. Supuse que avisarle la noche anterior fue una pésima idea, claro que tampoco podría haberle avisado justo hoy… las carretas me habrían delatado y su furia estaría teñida también de resentimiento.
Se nos sirvió el desayuno y ambos fingimos civilidad. Su mana era más que insistente sobre mí que anoche. Repelerla estaba resultando cansado, como si estuviéramos forcejeando, ella tratando de derribarme y yo resistiendo para mantenerme en mi lugar.
'Lo lamento mucho, Margareth, parece que tengo más mana que ella.' Pensé suprimiendo una sonrisa divertida con todas mis fuerzas, tratando de concentrarme en disfrutar que estaba comiendo sentado con tanta comodidad. Estaba seguro de que habría días en que todos terminaríamos comiendo en el suelo o sentados en piedras porque no llevábamos mobiliario para hacernos la vida más cómoda afuera… y yo no pensaba gastar mi mana en cosas como hacer salones de té para comer.
"Entonces, Ferdinand… ¿podrías explicarme con exactitud de qué se trata este proyecto tuyo?"
Lo cual estaba traduciendo como 'Más vale que esto valga abandonarme por tanto tiempo.'
Estaba por comenzar cuando noté a alguien desagradable cambiándole el té a mi prometida y sonriéndome divertida.
Margareth permanecía de pie detrás de Rozemyne en tanto Alerah se encargaba de los trastes. Mi sorpresa debió ser demasiado obvia… o mi desconfianza porque el maná de Rozemyne dejó de golpearme y su sonrisa se suavizó hasta convertirse en una risilla discreta que intentó ocultar en su taza de té.
"A, sí. Olvidé decírtelo, pero tomé a Alerah como mi asistente personal. Renunció a su familia y volvió al templo hace dos meses, incluso está poniendo su propia industria junto con Laurenz, ¿no es fabulosa?"
'Me alegra que al fin esté tomando más asistentes nobles, pero… ¿Tenía que ser la molesta de Alerah? ¿No la odiaba por haberme tocado con tanta familiaridad?... ¡Me siento traicionado de repente!' Luego recordé que en una campanada estaría guiando los ritos funerarios para su hermana y eso me hizo calmarme un poco a causa de la pena'
"Por favor, no vaya a tomar cualquier cosa que su… asistente nueva… le diga, como algo normal. Su sentido común y de la decencia son casi inexistentes."
"Lord Ferdinand, ¿está coqueteando conmigo?" preguntó Alerah con una voz melosa antes de cubrirse la boca y hacerse a un lado, bastante divertida para luego agacharse junto al oído de Rozemyne y murmurarle algo. De pronto no parecía que estuviera de luto.
Por el rostro de Margareth, yo no era el único preocupado por esta nueva adición al diminuto séquito de mi prometida.
"Oh, ya veo" respondió Rozemyne sonriendo y asintiendo como una niña pequeña antes de mirarme con una sonrisa demasiado similar a la de Alerah. "Ferdinand, ¿me traerías algunos recuerdos de tu viaje, por favor?"
La voz melosa de Rozemyne, el movimiento de su cabeza que la hacía lucir adorable, esa sonrisa cargada de coquetería y el guiño con que terminó su petición antes de pasarse un dedo por los labios me dejó lívido. Estaba seguro de que algo más que mis orejas y mi nuca se habían sonrojado ahora.
"¿Lo ve, Milady? Los hombres son fáciles de moldear solo con el don de Grammalatur y un poco de ayuda de Efflorelume para guiar sus movimientos."
Miré a Alerah furioso y preocupado. Esta arpía iba a maleducar y amañar a Rozemyne en mi ausencia… o al menos eso pensé antes de notarla sonriéndome y moviendo su boca con lentitud para que pudiera leer 'Me debes una, mocoso atrevido.'
'¿Mocoso atrevido? ¿Perdón? ¿Se ha visto en un espejo?'
Me mordí la lengua y ya no dije más, tomando un poco de té para disimular. Rozemyne parecía más tranquila ahora y con su molestia y frustración olvidados. Una mirada a Margareth y noté que no era el único que quería retorcerle el cuello a Alerah y tampoco el único frustrado porque la idiota estaba sirviendo de algo.
Con la tranquilidad recobrada procedí a explicarle a Rozemyne mis intenciones, después, cubriendo mi boca con la taza de té y bajo la protección de una herramienta antiescucha le confesé de donde había tomado la idea. Saber algo extra pareció relajarla todavía más. Esa información que solo nosotros compartíamos debía darle la sensación de inclusión que necesitaba.
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Más tarde pude conocer a toda la familia de Alerah… o lo que quedaba de ella. Laurenz me informó que varios de sus hermanos subieron la altísima durante las últimas temporadas, que su madre estaba moribunda a causa de un pleito entre ella y la primera esposa… y que Clementine era hija de la tercera esposa, una con la que se le estuvo comparando de mala manera antes de que volviéramos a la Soberanía para tomar clases.
Alerah estaba ahí y Rozemyne. En ese momento, la nueva asistente de mi prometida parecía recordar su situación familiar a la perfección porque no dejaba de morderse el labio o de estrangular un pañuelo de tela con más fuerza de la debida, mostrando el mismo dolor que algunos de sus hermanos y un poco menos que la madre de la difunta, la cual tenía las manos pintadas de polvo dorado. No lloraba porque su marido la tenía bien sujeta del brazo con un rostro estoico. Este no era el primer que despedía.
La ceremonia fue rápida, corta. Como sacerdotes y doncellas, no nos quedamos más allá del ritual funerario. Nadie dijo nada cuando Laurenz se llevó a Alerah a su habitación. Las lágrimas no habían dejado de bajar de los ojos de esa mujer desde que volvimos al templo. Ya que Alerah renunció a su familia, no solo no se le permitió despedir a su hermana junto a ellos, sino que además se esperaba que no mostrara emoción alguna.
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Esa noche cenamos juntos una última vez. Los peluches que estuvimos tiñendo media campanada atrás fueron devueltos y pronto llegó el momento de partir.
Ella iba tomada de mi brazo cuando me pasó una herramienta de forma disimulada que yo acepté.
"¿Puedo darte… un beso especial antes de que te vayas?"
"¿Un beso especial?"
"Quiero un beso de adultos. No volveré a insistir cuando vuelvas para descansar. Lo juro."
Estuve a punto de ahogarme con mi propia saliva, mirándola incrédulo antes de observar con disimulo a todas partes. No debería aceptar. No debería dejarla y hacer cada cosa que pide solo porque me mira con esos ojos cargados de súplica y…
"¡Por favor, Ferdi! Tu sabor es reconfortante. ¡¿Sí?!"
Suspiré. Esta chica mimada iba a ser mi perdición algún día. Aproveché que llegamos a la puerta para detenerme y devolverle la herramienta, suspirando por todas las burlas que Justus iba a jugarme durante el viaje y por la mirada asesina que Margareth iba a dedicarme cada vez que volviera.
Me arrodillé entonces frente a Rozemyne tomando su mano y colocándola en mi frente. Sería mejor poner un acto que los distrajera a todos para minimizar los daños.
"Por favor, sigue esforzándote en mejorar. Estoy seguro de que si lo intentas te volverás la luz más brillante del ducado."
La noté sonrojarse y ella se apresuró a ordenarle a todos que voltearan a la pared.
"Ferdinand… ahm… yo…"
Le puse mi propio aparato antiescucha en la mano y me levanté lo suficiente para atraerla y besarla tal y como ella quería, dejándola colgarse de mí en ese abrazo y permitiendo que su lengua se paseara por mi boca sin restricción. No fue un beso que durara demasiado pero tampoco era uno muy casto, a decir verdad. Cuando el gesto se terminó la besé un par de veces de la forma permitida, corriendo mis labios por su mejilla hasta alcanzar su oído.
"Eres una chica inteligente, trabajadora y especial. Sé que va a costarte mucho confiar en otros, pero toma poco a poco más nobles y púlelos como has hecho conmigo y los demás azules. Confío en que puedes hacerlo, Rozemyne."
Un beso más, pequeño y rápido y la observé sonrojada y sonriendo de manera sincera. No quería dejarla así nada más, quería que tuviera algo a lo que aferrarse y dado que mi opinión parecía ejercer tanto peso sobre ella como las expectativas de Lady Verónica, decidí aprovecharlo.
Volví a arrodillarme de inmediato, retirándole la herramienta en el momento en que su schtappe se transformó en una pluma. La vi dibujar un círculo mágico de todos los atributos y la escuché recitar una oración para mí en lengua antigua.
Cientos de luces de todos los colores comenzaron a llover entonces sobre mí y los nobles de mi séquito que asistirían a este proyecto como caballeros, eruditos o apoyo asistencial. Una parte de las luces salió por la puerta, sin duda para darle alcance a los grises y los plebeyos. Noté las miradas asombradas que intentaban mirarnos ahora y me puse en pie. Permitimos que todos volvieran a mirarnos y noté que Margareth parecía confundida. Traté de verme lo más inocente posible. No nos habíamos mordido y el beso no había durado tanto como para que se notara, así que estaríamos a salvo de la furia de Margareth por esta vez.
Cuando al fin salimos al patio e invocamos nuestras bestias altas para partir, miré atrás una última vez desde mi montura. Sus ojos parecían tristes pero decididos y su sonrisa era esa mueca que se le había inculcado con hielos, golpes y agua fría. Con razón jamás me gustó verla en su rostro. Yo solo levanté mi mano para moverla de un lado al otro en señal de despedida y ella me respondió.
"¡Vamos!" grité entonces dando la señal para partir y eso hicimos.
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Las primeras semanas de investigación habían sido bastante placenteras y fructíferas haciéndome sentir como Dmitri Mendeleyev al tomar los conocimientos de otras personas y mi propio ingenio para medir, pesar, fundir y analizar con éxito cada cosa que encontraba, identificando muy pronto elementos químicos familiares aquí y allá. Sabía que al inicio encontraría demasiados, así que hice lo posible por atesorar la sensación de triunfo que me embargaba. Iba a necesitar esa euforia cuando los descubrimientos comenzaran a ser más y más escasos si quería llevar esto hasta sus últimas consecuencias.
Por otro lado, al estar relativamente cerca de la capital podía volver con facilidad, pero esta semana, la última del mes, no pude hacerlo. Escribí una carta para Rozemyne, disculpándome por fallar mi promesa tan pronto. Pensé que estaría furiosa, en cambio me escribió que esperaba que todo estuviera bien y que quería una cita conmigo al regresar.
"Debería sentirme feliz de que esté mejorando… ¡Por qué está mejorando, ¿verdad?!", pregunté a nadie en realidad antes de tirarme sobre la tumbona de mi highbeast.
Eso era todavía una incógnita para mí. Por mucho que los elementos químicos reaccionaran como era de esperar… las piedras de mana, los círculos mágicos y las aplicaciones de mana podían llegar a ser desconcertantes.
En algún punto de la primera semana me encontré tan cansado y dolorido por dormir en el suelo que recordé el shumil camper de Rozemyne… despertando dentro de un camper con grabados de caballos corriendo a su alrededor. Después de eso comencé a convertir mi highbeast en un camper de varias habitaciones diminutas inspiradas en los hoteles cápsula de Japón. Cada compartimento tenía suficiente espacio para una sola persona al menos al principio. Justus no dejó de llamarme la atención por dormir en un cubículo tan pequeño como los que estaba haciendo para mis grises y mis plebeyos que carecían de mana para hacer sus propias highbeast, así que terminé creando una habitación algo más grande para mí. En cuanto a mis asistentes nobles, por alguna razón no lograban modificar sus monturas, de modo que aprovecharon los lugares que visitábamos para conseguir piedras Fey que moldear como pequeños cubículos de acampada donde podían acostarse a descansar e incluso sentarse a comer.
Me acomodé para dormir, sosteniendo a Myne entre mis brazos.
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"¿Por qué Dinand?"
"Yo, bueno… quería darle un nombre que lo relacionara contigo, yo escogí Ferdinand para ti. Así que elegí Dinand para él, aunque mi primera opción fue nand. No me gustó", confesó Rozemyne con una risita abrazando el peluche que acababa de devolverle.
"Entonces ¿debería nombrar también yo a esta chica?", pregunté divertido, sentándome en mi cama. "¿Puedo tomar parte de tu nombre también?", cuestioné mirándola.
Rozemyne asintió con una sonrisa. "Por supuesto."
Lo pensé un momento. Roz era mi forma de llamarla, así que podía ser la otra mitad de su nombre.
"Myne", murmure en voz baja, "¿Puedo tomar esa parte de tu nombre?", inquirí "¿Rozemyne?" volví a llamarla cuando no me respondió. La observe sonrojada. Sonriendo. Feliz.
"Puedes. Puedes llamarla Myne".
El cálido recuerdo de la primera noche que volví desde que comencé este viaje fue con lo que desperté esa mañana. La primera noche sin pesadillas. La única también.
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Una de las desventajas de hacer un viaje tan largo con nobles y plebeyos era la falta de tecnología y comodidad. Temiendo por la salud de mis asistentes carentes de mana, comencé a experimentar con los elementos químicos que íbamos registrando y cuando lograba conseguir el producto deseado, se los mostraba a los artesanos para que pudieran reproducirlo luego de firmar un convenio de que el producto me pertenecía, así como la patente por varios años.
Pronto tuvimos jabón para trastes, pasta de dientes y cepillos dentales, espuma de afeitar, gel para el cabello y desodorante que incluso los nobles del equipo estaban comenzando a usar para guardar mana.
No tardamos mucho más en llegar a la zona de minería del Ducado.
Oro, plata, platino y cobre se hallaban aquí junto con metales que no había visto nunca. Mi entusiasmo se elevó. Jamás en mi vida anterior habría soñado con descubrir nuevos metales en bruto.
Maleabilidad, punto de fusión, conductividad, resiliencia, peso atómico, número de protones y neutrones, dureza, resistencia… datos usados para estudiar y clasificar elementos en mi mundo anterior eran la base que me daba a entender que estaba, de verdad, descubriendo cosas nunca antes vistas en Japón… y luego estaban los otros estudios para análisis. Conductividad de mana, partículas de elemento divino y resistencia al teñido. Conforme las pruebas avanzaban, tanto mis eruditos como yo tomábamos notas con frenesí. Con placer me di cuenta de que no era el único que se sentía ebrio por todos estos descubrimientos al grado de encontrar a más de uno agradeciendo a Vulcanift por la oportunidad… y dejando escapar su mana en el proceso… incluso yo había caído en una oración sincera, dejando escapar bendiciones que volaban hacia el cielo.
"Debería dar un nombre adecuado a estos, pero…" murmuré sin dejar de observar las muestras de los tres metales recién descubiertos.
Tomé entre mis manos el metal plateado blanquecino que tanto nos había impresionado a todos por lo resistente que se volvía, incluso a los ataques mágicos, luego de llevarlo a su punto de fusión y dejarlo enfriar. Era como si al derretirse y tomar una nueva forma se convirtiera en un escudo perfecto contra ataques mágicos y físicos, sin dejar de ser un buen conductor del mana, lo cual me parecía intrigante. Podríamos crear armas como manáblades pero en más variedad.
"Podríamos llamar a esto, mithrilio." Dije en voz alta, recordando que no estaba solo al escuchar voces susurrando optimistas antes de que mi hermano pusiera su mano en mi hombro.
"Un nombre en verdad refinado para este metal. Lo anotaré de inmediato. ¿Alguna idea para los otros dos?
Bajé la muestra y tomé los otros dos metales en mis manos, observándolos antes de sonreír luego de recordar todas sus características.
"Oricalco para este y adamantium para este otro, si todos lo encuentran adecuado."
Más discusiones animadas en murmullo comenzaron a subir de intensidad hasta convertirse en un verdadero jolgorio. Los metales quedaron pronto registrados. Vasos con jugo de alphseige para los menores y vize para los adultos, sin importar su rango o cantidad de mana comenzó a circular de inmediato. Aquello parecía una fiesta debido al barullo y la excitación general.
"Está inspirado hoy, Milord" me dijo Justus poco después, sirviéndome un poco de carne de cerdo con mehren y mermelada "¿puedo preguntar de dónde han salido los nombres?"
Estaba comiendo bastante feliz y despreocupado, pensando donde había escuchado los nombres cuando logré recordarlo. Casi me ahogo de la impresión. Justus se apresuró a darme agua y golpear mi espalda para ayudarme a despejar mi garganta.
"Inspiración divina" mentí con descaro cuando volvió mi capacidad de hablar.
"Quizás debería unirme también al templo" reflexionó mi hermano de inmediato "los dioses no dejan de colmarlos con dones y bendiciones a quienes dedican parte de su tiempo al sacerdocio."
Yo solo sonreí y asentí. Nunca confesaría la verdad. Shuu había tenido un mayor impacto en mi vida del que creía. Uno de estos días iba a despertar con una almohada Dakimakura con Asuka Langley o alguna otra waifu impresa por ambos.
'En serio Shuu, ¡ni siquiera muerto y renacido tu espíritu Otaku me deja en paz!'
Al día siguiente obtuvimos los materiales necesarios para hacer un espejo de verdad. No las planchas de metal pulidos hasta límites insospechados, sino vidrio tintado con mercurio y otros elementos. Estaba tan feliz por la nitidez con que reflejaban imágenes y las caras de asombro de los demás, que no tardé en experimentar con diversas aleaciones de metal hasta dar con una que pudiera servir para conducir y almacenar calor por más tiempo.
Mis artesanos no tardaron nada en mostrar interés, haciendo todo tipo de preguntas y dibujando diagramas en los dípticos que se les entregaron al inicio del viaje.
Cuando terminé mi pequeño proyecto estaba eufórico. Un calentador solar para agua, un boiler ecológico. Al fin podría quitar los cirulos mágicos para calentar el agua en el gimnasio y, si la prueba salía bien, podría comenzar a modernizar el Templo, el castillo, el barrio noble y la ciudad baja. Después de todo, mi cisterna con su bomba de agua y los tanques de almacenaje, así como las tuberías habían sido instaladas con éxito por toda la capital y estaban en vías de ser incorporadas a las casas de invierno y las mansiones de los giebes y posteriormente a las casas del resto de la población de Eisenreich.
"Será un problema transportar esto hasta el templo en las carretas" señaló Justus luego de verificar que el agua almacenada ahí mantenía la temperatura y que el recubrimiento metálico y el aislante hacían su trabajo. "Tenemos permiso para usar los círculos de teletransporte, pero no hay uno en esta comunidad, y el de los impuestos es muy pequeño para esto"
"Tienes razón… habla con el Giebe y pregúntale si nos permite instalarlo junto a las bombas, tuberías y el contenedor de agua que se usa en la ciudad. Avisaré a Rozemyne y al archiduque que voy a llevarme a los artesanos y algunos nobles del grupo para que puedan crear e instalar un prototipo en el gimnasio y en el templo para que sirvan de prueba."
"¡Por supuesto!"
Para cuando esa semana terminó, la mansión del Giebe había recibido las mejoras tecnológicas y el prototipo.
Asistentes, eruditos y algunos caballeros estaban ordenando sus cosas para irnos, ya fuera que siguieran avanzando en la ruta marcada o que regresaran a la capital para la instalación del prototipo. Yo me aseguré de dejar a Justus al mando durante mi ausencia y a verificar los equipos de avance y creación. Dos caballeros, un asistente, tres eruditos y al menos siete plebeyos entre asistentes grises y artesanos. Esos últimos subieron a mi bestia alta, la cual lucía como una versión equina del gatobus de los estudios Ghibli.
"Suerte a todos. ¡Nos estaremos viendo mañana al atardecer en el nuevo punto de investigación!" Me despedí antes de abordar luego de que los materiales necesarios para los prototipos fueran cargados en mi bestia alta. No sabía que me tenía de mejor humor. Volver a casa, saber que estaba haciendo progresos considerables para beneficio de todos… o que vería a Rozemyne.
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"¿Cómo que no puedo tomar a Matthias?"
"Tampoco a Damuel, ni a Diederick… ni a Hartmut" me respondió Margareth con los brazos cruzados y una sonrisa enorme y arrogante "Tusnelda al fin se decidió a comenzar el curso de caballeros así que va a la soberanía con frecuencia, y no creo que quieras llevarte a Bridget, dejarías a Lady Rozemyne con menos caballeras."
Tenía razón… ¡Maldita sea!
"Si quieres un caballero y erudito azul, tendrás que llevarte a Laurenz, los demás están muy, muy ocupados con sus trabajos del templo desde hace un mes y hasta el Festival de la Cosecha. ¡Lo siento taaaanto, Ferdinand!" Su tono condescendiente solo me hacía saber que estaba disfrutando demasiado enjaretándome al pervertido ese.
"Preguntaré a mi padre adoptivo si puede prestarme dos de sus caballeros por dos sem…"
"¡No!"
Margareth nunca me había jalado antes de la manga de mi túnica de erudito ni de mi hábito azul como en ese preciso momento. Algo andaba mal para que estuviera tan desesperada de librarse del peliverde problemático.
"¿Qué hizo para que lo quieras fuera?"
La vi morderse el labio sonrojada y mirando a otro lado antes de verme con determinación… ahora temía que Rozemyne le hubiera prohibido hablar otra vez.
"No estoy segura… pero… no importa. Ni él ni Alerah respetan la división de dormitorios. Le estuve pidiendo a Lady Rozemyne que los amonestara, ellos son parte de SU séquito y además ella es la Suma Obispa, salvo por Aub Adalbert y Zent, nadie tiene más autoridad sobre ellos, pero… habló con ellos y les dio a entender que solo habría problemas si alguien se enteraba, ¿puede creerlo?"
"Margareth, no puede ser tan malo que ellos…"
"¡Invocan al invierno casi cada noche! ¡Alerah podría terminar con la carga de Geduldh antes de la graduación de Laurenz! Y no me pregunté cómo lo sé, no quiero ni recordar lo que estaba contando la hermana Iris después de que Alerah se reinstaló y Laurenz devolvió a Iris al orfanato."
Estaba seguro de que estaba sonrojado. Tosí un poco dentro de mi puño y me preparé. Me iba a arrepentir mucho de esto, pero si era para evitar que Rozemyne tuviera un mal ejemplo en el Templo por algún tiempo…
"Bien, me lo llevaré. Avísale de que prepare sus cosas."
Un poco más tarde me llevé a Rozemyne con ropa de plebeya a pasear por la ciudad baja. Tuuri y Damuel, así como Margareth y Fran nos escoltaron en nuestra cita improvisada.
Al inicio no planeaba llevarla en una cita a levantar un requerimiento para que me hicieran cuatro juegos de ruedas para carretas que recogería cuando volviera de nuevo, pero así sucedió.
Mientras buscaba un lugar típico para una cita, me di cuenta de que había algunas tabernas, pero el aroma que venía del interior no era apetitoso. Los locales me hacían dudar de que fuera buena idea entrar y a juzgar por la cantidad de risas saliendo de dentro y los tarros de madera que se apilaban en todas las mesas, supuse que habría demasiado alcohol corriendo por ahí. Un restaurante sería una excelente inversión… de hecho, ¿no había abierto Rozemyne uno en el barrio de los nobles? Podría abrir uno en la ciudad baja. Un restaurante donde puedan mostrar platillos más económicos y comenzar a entrenar a los chefs e incluso experimentar con nuevas combinaciones de sabor que luego podrían pasarse al restaurante principal en el barrio noble para ser refinados y…
"Ferdinand, estás muy callado."
Miré a mi prometida tomada de mi brazo. Le sonreí para tranquilizarla antes de palmear su mano con afecto en lugar de besarla.
"Estaba pensando que un restaurante en la Ciudad baja sería una buena inversión. Generaría empleos y…"
"¿En la ciudad baja?"
Le expliqué la idea conforme paseábamos por el mercado. Compramos un par de dulces y le obsequié unas flores que serían inofensivas para ella, viéndola dudar cuando le entregué el pequeño ramo.
"Regalar flores a otros era una costumbre para demostrar admiración y afecto. Puedes pedir que las coloquen en un jarrón de tu habitación para que sus colores alegren la vista y dejen un aroma agradable."
"¡Pero no cerca de mi cama!"
"Por supuesto." Respondí antes de voltear a ver a Fran y Margareth. La Kunoichi parecía confundida, Fran, por el contrario, asintió de inmediato, comprendiendo a la perfección. Él sabía de las flores con que trataron de envenenarla hace casi cinco años atrás.
Tomé una de las flores, la de color más brillante y la coloqué con cuidado sobre su oreja. No era correcto que tocara su cabello, en especial porque no era su asistente.
"Te ves muy linda" dije sin pensar, notando sus mejillas pintarse de rosa antes de ofrecerle mi brazo de nuevo para volver al templo.
Esa noche dormimos tomados de las manos, con los peluches de mana entre ambos. Rozemyne no paró de sonreír desde que le puse la flor sobre su oreja y hasta la mañana siguiente, cuando volvió a su habitación con Dinand en brazos.
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Supervisar que el equipo realizara los prototipos sin problemas para su instalación, recordar a los caballeros que debían apoyar, no solo hacer de escoltas y de guardias sino moviendo materiales si era necesario y luego explicar al grupo que me llevaría sobre las condiciones de trabajo y lo que esperaba de ellos fue agotador. Comí con Rozemyne. Poco después desplegué mi montura con forma de autobús equino, notando, mientras los que no tenían mana abordaban, como Laurenz intentaba contener la risa.
"¿Algún problema, Laurenz?"
"No, ninguno Ferdi… Lord Ferdinand."
El puberto pervertido formó su propia montura de inmediato al igual que los otros nobles y partimos.
Tal y como predije, alcanzamos al equipo de investigación casi al anochecer. La sexta campanada había sonado por todo el Ducado haría media campanada atrás cuando divisamos las carretas en círculos, las fogatas donde se preparaba la comida y las tiendas de acampar de piedra Fey de algunos nobles con suficiente mana para mantener la forma desde la cena y hasta el desayuno.
"¡Justus, informe!" pedí en cuanto salí del autobús sin soltar la piedra para permitir que los asustados plebeyos y hermanos grises pudieran descender sin problemas. Otra vez, me olvidé de preparar la herramienta que mantiene su forma.
"Exploramos el área, pero no encontramos materiales diferentes a los ya analizados. Aprovechamos para abastecernos de insumos para preparar comida conforme avanzábamos. Perdimos otra rueda de carreta durante la tarde a causa de lo accidentado del terreno, espero que hayas ordenado más de esas y… creo que es todo."
"Gracias." Respondí antes de deshacer mi montura y dar algunas indicaciones al grupo en general. Partiríamos durante la primera campanada "Laurenz te pondré al tanto de lo que se ha descubierto y el estado actual de la investigación…"
El peliverde capto rápidamente la idea de una tabla periódica, también parecía interesado en los elementos químicos, aunque en algún momento comenzó a reír sin razón. Cuando le pregunté si estaba drogado su risa solo aumentó, al grado de doblarse sobre sí mismo y caer de rodillas al suelo, teniendo problemas incluso para respirar.
Cuando me cansé de tratar de explicarle, le dejé un paquete de hojas con la información y fui a cenar. Después de la cena le sugerí que recolectara algunos materiales para su campamento, pero dijo que no era necesario y uso su piedra de hieghbeast para hacer su propio campamento.
'Con lo hábiles que son todos mis compañeros sacerdotes, no me sorprende que Rozemyne se frustrara con los nacidos nobles.'
Más pronto de lo que pensé me arrepentí de haber traído a Laurenz conmigo. No dejaba de jactarse de TODO lo que hacía con su novia, pero al menos tenía la decencia suficiente para mantener estas conversaciones en privado, bajo una herramienta de rango específico.
De cierto modo me recordó a la vez que Shuu se hizo de una novia cosplayer. La joven no era japonesa, por lo cual mi amigo estaba más que feliz con los cosplays que ella hacía. No paraba de hablar de como su pecho era tan grande como el de alguna waifu o tan suave como una almohada… justo como el mocoso pervertido que ahora tenía a mi lado.
"Te lo digo Ferdinand, encontré el mejor tesoro del mundo con Alerah. Después de hacerlo con ella siempre me deja acostarme sobre su pecho y ella es bastante abierta de mente, está dispuesta a probar todo, TODO lo que se me ocurra. Es la mejor novia que uno pueda pedir."
"En serio Laurenz, no quiero saber qué es lo que haces con ella."
"¿Por qué no? Ahora estas comprometido con Lady Rozemyne. ¿Me dirás en serio que no intentarás disfrutarlo?" me preguntó divertido. "Ella te gusta, ¿verdad? No digo que te acuestes con ella y tengas relaciones, pero al menos deberías probar a besarla…"
Mantuve mi rostro estoico para no delatarme, pero sentí el calor acumularse en mis orejas e intenté ocultarlo tras mi cabello, sin éxito alguno.
"No… ¡Ya lo hiciste! ¡¿Cuándo? ¿Dónde?!"
"Eso no importa, Laurenz", carraspee tratando de recuperarme.
Sus ojos se abrieron como si hubiera entendido algo, riendo antes de encararme una vez más.
"¿Cuántas noches has pasado con ella?", cuestiono, "¿Cuándo la besaste por primera vez?"
"¿Si te digo dejarás el tema por la paz?" inquirí bastante abochornado. No había notado antes que este tipo podía leerme con facilidad.
Asintió sentándose en el borde de su asiento.
"Cuando cumplió diez. Dormí a su lado algunas noches porque Rozemyne tenía pesadillas, nunca pasó nada."
"Aunque casi pasa, ¿verdad?" se rio, pero no respondí, "Debo decirte que casi me lo creo, casi. Cuando vi que tenías las bendiciones de Brennwarme y Beischmacht, supe que era por ella."
"No quiero saber que estás pensando, Laurenz y, en definitiva, ni una sola palabra de esto a nadie ¡Bajo ninguna circunstancia!"
"Como ordene, Milord", se rio. "Por cierto, quizás debas saber que Lady Rozemyne está tomando más asistentes nobles. Caballeros, principalmente."
"Eso es algo bueno." 'Me siento más tranquilo. Con más mujeres caballero a su lado, será más difícil que la dañen. Ella debe pensar igual.'
Antes de que la semana finalizara, encontramos un metal bastante interesante. Era muy ligero, pero también muy resistente. No estaba seguro de su utilidad, si podría usarse o siquiera si sería algo que pudiera trabajarse. Pero debía nombrarlo y lo llame Harbenita. Laurenz volvió a reírse mucho, no dejó de reírse ni un momento hasta que llegamos al punto de teletransporte.
Poder llevar al pervertido de vuelta a la capital con rapidez me trajo sentimientos encontrados.
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"Lord Ferdinand, Aub Eisenreich desea que lleve a Lady Rozemyne a su oficina a la quinta campanada y media", me dijo Lasfam.
"Entiendo…", faltaba menos de un cuarto de campanada para la hora indicada "¿Dónde está Rozemyne?"
"En una sala de té, con Lady Verónica, Lady Brunhilde y Lady Bernadette"
Caminamos por un tiempo hasta llegar al lugar indicado. Justus tocó la puerta. Cuando se abrió, pude ver a Rozemyne bordando junto a las demás candidatas, mientras que Lady Verónica se encontraba sentada frente a ellas.
"Ferdinand, ¿qué estás haciendo aquí?" preguntó la primera dama.
"Lamento interrumpir, Lady Verónica, pero Aub me solicitó que llevara a su hija a su despacho."
Una sonrisa pequeña se dibujó en los labios de la primera dama en ese momento. Desde que leí su mente, la mujer redujo su uso del velo cuando estaba con Rozemyne, haciéndome consciente del porque lo usaba. Sus sentimientos se mostraban en su rostro. Pequeños gestos que la hacían transparente al resto de los nobles.
"Muy bien, pero antes de que te vayas… Rozemyne, ¿quién hace las ofrendas en tu habitación?"
"Yo… Ah…", mi prometida bajó la cabeza, una vista extraña en verdad, pero según Brunhilde seguía dando la misma respuesta. Conmigo presente, dudó en responder.
"Te hice una pregunta, ¡responde rápido! No debes hacer esperar a tu Aub. ¿Quién hace las ofrendas, tú o tus grises?", la instó.
"No hay ofrendas florales", dijo tan bajo que apenas fue audible.
"Repítelo", ordenó la primera dama.
"¡No hay ofrendas florales!", gritó ahora sin dejar de temblar.
"¿Qué clase de respuesta es esa? Por los siete. Puedes llevártela Ferdinand", dijo dándole la espalda, "¡Dioses! Al menos ya dejó de repetir lo mismo."
Rozemyne se quedó paralizada, como si no creyera lo que acababa de suceder. Tuve que acercarme a ella y ofrecerle mi escolta para que volviera a reaccionar.
Cuando llegamos a la oficina, Aub me solicitó que esperara afuera mientras él, mi padre adoptivo y mi padre hablaban con ella.
En lo que la esperaba afuera, llegué a la conclusión de que solo me habían enviado por ella para que respondiera otra cosa, usándome de nuevo como alguna clase de material educativo.
En un momento, un montón de luces negras explotaron fuera de la habitación. Un cuarto de campanada después ella salió. No dijo nada. Su rostro estaba tan pálido que se disculpó y se retiró a su habitación.
Antes de que la cena iniciara Aub irguió una barrera de rango específico y ordenó a los asistentes darse la vuelta, nos dijo que Rozemyne había reaccionado peor de lo que pensaron al enterarse de la verdad de sus niñeras y nanas. Aunque con rencor, ella recordaba a la perfección lo último que hizo cada una de ellas. La verdad parecía haberle calado demasiado hondo.
Necesitaba hablar con ella.
Después de la cena me retiré a mis aposentos pensando en qué podía hacer. Porque quizás ahora sabía cómo ella llegaba a mi habitación, pero yo no podía ir a la suya, no conocía el camino.
Al final no fue necesario. Rozemyne apareció en mi habitación sin dejar de llorar, dudando si acercarse o no. Abrí mis brazos para ella apenas darme cuenta. No lo pensó, reduciendo la distancia entre el pasillo de servicio y yo sin dejar de correr para lanzarse hacía mí, entonces la abracé, permitiendo que se refugiara entre mis brazos. Ni siquiera cuando el día cambio de fecha dejó de llorar.
Cuatro días fueron necesarios para que Rozemyne pudiera volver a la normalidad. Cuatro días que no me atreví a regresarla a su habitación durante las noches ni a volver yo mismo a mi campamento, aunque tampoco intentó nada, solo se acurrucaba y lloraba en silencio mientras le acariciaba la espalda para consolarla.
La quinta noche me habló de cada una de las mujeres que la habían cuidado, desde Nahomi su primera nana, hasta Caroline, la mujer que murió en su debut.
"Siempre creí que me habían traicionado. Las odié sin razón por muchos años… pero ahora entiendo que no me abandonaron", me dijo ese día antes de dejar un pequeño beso en mis labios, "gracias, Ferdinand, ahora ya estoy bien"; me aseguró con una sonrisa, lo cual me alivió. Me iba la siguiente noche.
Margareth parecía bastante aliviada cuando le solicité a Rozemyne que me permitiera mantener a Laurenz conmigo.
Se nos permitió usar el círculo de teletransporte, llegamos a la mansión giebe y partimos para reunirnos con los demás.
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Tras una semana de estar reuniendo muestras no habíamos logrado encontrar nada nuevo. Lo cual comenzaba a ser desalentador. Mantener la moral elevada fue difícil sobre todo con mi humor empeorando día tras día.
Laurenz no solo seguía siendo un presumido impertinente, hablándome sobre su novia o las cosas que hacían, dándome 'concejos' para cuando quisiera teñir a Rozemyne.
No conforme con restregarme su exceso de ejercicio nocturno, comenzó a informarme con lujo de detalle sobre las nuevas adquisiciones al sequito de mi prometida.
No había tomado a una sola mujer caballero, todos eran hombres. ¡Todos!
"Antes de elegir a un nuevo caballero, Lady Rozemyne va al campo de entrenamiento, se sienta con Alerah y los observa a todos con ojo clínico. ¿Sabes? La primera vez que lo hicieron no pude evitar sentirme celoso sobre como hablaban entre ellas tras un abanico, sobre todo porque soltaban risitas de vez en cuando y se sonrojaban."
'¿Pero que…?'
"La última adquisición fue un joven llamado Traugott, es sobrino de Lord Bonifatius. Creo que es un año mayor que Milady. También parece ser el favorito de Lady Rozemyne. ¡Siempre esta con ella! En algunas ocasiones, Lady Rozemyne se queda a solas con el caballero. No sé qué pasa, pero el hombre siempre parece abochornado cuando le permiten retirarse."
Laurenz se puso de pie, estirándose antes de informarme que se iba a dormir, dejándome solo con una sensación incomoda en el estómago. Pero si a ella en realidad le gustaba este Traugott, tal vez mi padre adoptivo podría adoptarlo y elevarlo para que él… no pude terminar mi pensamiento. Solo me acosté, aun si no fui capaz de conciliar el sueño y el malestar solo aumento.
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"¿Sabes, Ferdinand? Cada día te admiro más."
No tenía ni media campanada de que nos pusimos en marcha y ese idiota no solo iba en el asiento del copiloto conmigo, sino que erigió una barrea antiescuchas para que los plebeyos no pudieran escucharnos.
"¿Ahora de qué estás hablando?"
"Bueno… no estoy seguro de que pudiera compartir a mi linda y sensual Alerah con otro hombre… con una mujer no me importaría, ¿pero otro hombre? ¿Qué tal que su mana es más compatible con el de ella que el mío? ¿Y si tuviera una espada más grande? Digo, sé cómo usarla, pero no puedo obrar milagros y…"
"Laurenz, de verdad que no estoy de humor para tus bufonadas."
"¡Y es por eso que te admiro! ¿Cuánto crees que tarde Lady Rozemyne para hacerse con el Ducado y pedir dos maridos más? Digo, luego de ver lo diferente que es Traugott de ti… podría querer un tercer esposo más joven, o uno mayor y con experiencia, ya sabes, para tener variedad… de verdad que yo no podría con eso y menos si hay que esperar un mes a qué se desvanezca el teñido de cada esposo para poder dormir con ella, tomarla y…"
"¡Laurenz!"
"¿Qué?... ¿Estás celoso?"
No sé qué fue lo que me hizo enfurecer más, la ridícula idea de que estaba celoso o la cara de idiota con la que me estuvo mirando con fijeza por los siguientes cinco minutos.
"¡¿Cómo puedo estar celoso si no la amo?! ¡Y ya deja de estarme viendo!"
Era como si no me escuchara en absoluto porque su cara empezó a cambiar de un modo bizarro hasta que no pudo más y comenzó a reír a pierna suelta, fastidiándome tanto que una mano salió del techo para darle una fuerte palmada atrás de la cabeza. Eso lo mantuvo callado un segundo o dos antes de que abriera los ojos, encantado como si fuera un niño pequeño dentro de una juguetería y tomara la mano que había salido de arriba de su asiento, examinándola fascinado.
"¡Por todos los dioses del panteón! ¿También puedes sacar una espada? Porque si es así, voy a empezar a tomar a Alerah dentro de mi bestia alta, jujuju. No volveré a preocuparme de que quiera jugar con dos…"
"¡Laurenz!"
"¡Ya, ya! ¡Cálmate, hombre! Para no estar enamorado de tu prometida te pones de un humor infernal solo porque parece que se quiere tirar a Traugott."
Juro que no fue mi intención que se abriera un agujero en el suelo debajo de Laurenz en ese momento, solo pasó. Fue un desafortunado accidente que evitó que los plebeyos se me acercaran de manera normal por días o que siquiera me hablarán si me veían demasiado molesto. Laurenz no sufrió daños. Solo invocó su extraña montura de serpiente sin dejar de reír, escoltándome el resto del camino.
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Notas de las Autoras:
Con mucho pesar debemos avisarles que a partir de este capítulo las actualizaciones se reducen a un capítulo los martes… en cuanto tengamos de nuevo suficientes capítulos listos volveremos a dos por semana y si conseguimos un nuevo excedente, habrá otra maratón. Por mientras, que tengan un excelente inicio de semana. Nos leemos el otro martes.
SARABA
