El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré como Funciona el Mundo!

SS de Laurenz

"Lady Rozemyne ¿Porque estamos luchando contra esta bestia?" Bridget a su lado casi lloraba, tragando su miedo para enfrentar a la criatura desconocida

"Necesito recuperar su feystone. Yo daré el golpe de gracias, ustedes sométanla. El tío Bonifatius les informó de esto, ¿no?"

"¡¿No era una amenaza?!" gritó él junto a Matthias y Damuel. Sus compañeros azules.

El combate duró poco, cuando su Lady gritó que se apartaran, acabando con la bestia y felicitándolos, lamentándose por tener que exponer a sus queridos asistentes a esos peligros.

Laurenz quedó inconsciente entonces, apenas unos instantes después de escuchar un aleteo a lo lejos.

Presión. Ardor. Tensión.

"¡¿Como esto es mi culpa?! ¡Tú tampoco dormiste anoche Tetsuo!"

Una risa cargada de superioridad se dejó escuchar en ese momento y sus ojos fueron a su amigo "Yo no soy como tú, Shuu, puedo estar días sin comer o dormir mientras esté investigando o trabajando en algún proyecto", respondió su mejor amigo despegando apenas la vista de su libro, "Vamos tarde porque quisiste ver anime toda la noche y tardaste mucho en despertar."

"Tardaste mucho en despertar, Laurenz", sollozó una pequeña niña con grandes ojos dorados.

"Mi …Lady?", preguntó un tanto confundido debido al extraño sueño.

"Descansa un poco más, aun estas desorientado. Solo tú y Ferdinand seguían sin despertar."

La cabeza le daba vueltas, solo asintió antes de volver a recostarse en esa cómoda cama, quedando dormido una vez más.

.

"¡Ustedes dos me van a matar!"

"No quiero conocerlo, Shuu, ¿por qué querría un novio? Solo es tiempo de lectura perdido", respondió su amiga terminando de revisar el libro que se le había caído, poniéndose de pie para seguir su camino.

"No es solo eso, es tener a alguien a tu lado, acompañándote", una risita divertida lo descolocó al tiempo que volvía a mirar a su amiga, quien volvió a abrir su libró.

"Tú siempre estas a mi lado, acompañándome. No necesitó más, Shuu. Dime ¿despertaste por completo o sigues durmiendo?"

"¿Despertaste por completo o sigues durmiendo, Laurenz?"

"Estoy despierto, Ferdinand", suspiró antes de mirar a Briggite a su lado y dirigirse a ella, "entonces ¿este era tu hogar?" la joven sonrió de medio lado, mirando los árboles antes de volver su vista a él.

"Lo era, pero ahora reunamos las muestras que nuestra señora nos pidió."

.

Las extrañas ensoñaciones habían comenzado a aparecer desde que enfrentaron al señor del verano. Cada vez eran más frecuentes. Más un recuerdo que un sueño.

El día que abandonarían Illgner, Lady Rozemyne les permitió descansar o explorar si lo deseaban, todos optaron por permanecer en el campamento. Todos menos él.

Caminó un poco hasta llegar a un claro en medio del bosque, había marcado el camino ya que esos sueños, esos recuerdos, lo hacían sentir desorientado.

Se acostó en el pasto, mirando el cielo azul antes de cerrar los ojos, despejando su mente de cualquier cosa. Dejó que los recuerdos se precipitaran en su cabeza entonces, aunque no fueran todos.

Un mundo diferente. Una vida diferente.

Los recuerdos de una vida pasada que parecían no pertenecerle, pero estaba seguro de que eran de él. La palabra Isekai resonó en su cabeza al momento, llenándolo de expectativa. Se quedó quieto hasta que las imágenes dejaron de venir.

Se sentó cerrando los ojos. La idea de magia de rastreo lo había estado acompañando por un tiempo, desde que el primer recuerdo apareció. No estaba seguro sobre porque lo había recordado o cuanto tiempo le tomaría que sus recuerdos volvieran por completo, pero si podía desarrollarla daba igual cuanto tiempo le tomara, podría encontrar a su señora y compañeros en un instante.

Una pequeña sombra sobre su cabeza lo desconcentró, aunque en realidad, no era como si hubiera logrado lo que quería aun.

"¿Qué estás haciendo, Laurenz? ¿No estabas explorando?"

Tal vez fue el tono en la voz de su compañero o su movimiento al cuestionarlo, pero una serie de pequeños recuerdos de su viejo amigo aparecieron en su cabeza. No pudo evitar soltar una risita antes de responder.

"Algo así ¿ya es momento de comer?"

"Si, pensamos que te habías perdido"

"No me perdí, Ferdinand…" 'más bien, me estoy encontrando.'

.

Sus clases continuaron con normalidad conforme sus recuerdos regresaban, compaginándose él quien era con él quien había sido, mientras realizaba sus exámenes en la Academia Real.

La vida Isekai era genial, pero tal vez porque su primer recuerdo fue de Tetsuo y el segundo de Urano, comenzó a ver a su difunto amigo en el sumo sacerdote, o a su amiga y hermana en la sumo obispa.

En algún momento durante el otoño, su amigo y compañero azul, el sumo sacerdote, fabricó lo que parecía un gimnasio moderno, haciéndolo pensar que, si bien Ferdinand y Lady Rozemyne podían ser como él, no había forma en que fueran sus viejos amigos. Ellos habían muerto muchos años antes que él de todos modos.

Aunque la esperanza de que fuera sus viejo amigos no se perdió.

Por un tiempo se debatió si debía presentarse con ellos, pero al final optó por guardar silencio. No sabría cómo manejar la decepción si su presentimiento fuera errado, además esos dos parecían enfocados en modernizar el país. Con ellos haciendo el trabajo, solo debía concentrarse en disfrutar.

Había algunas cosas que quería hacer y magias qué quería desarrollar, pero tenía tiempo, no había motivos para apresurarse. Era joven y libre.

.

A medida que sus estudios avanzaban se sentía cada vez más maravillado al ir desentrañando poco a poco el sistema de magia de Yurgensmidt y mejorando su experiencia de caballero, haciéndolo sentir como cuando aprendió a jugar a las cartas de Pokémon y Yu gi oh en Japón. Al mismo tiempo empezó a notar pequeños detalles en el Sumo Sacerdote que eran como la marca patentada de Tetsuo.

Ambos se golpeaban la sien con dos dedos cuando estaban tratando de concentrarse con rapidez. Ambos aprendían a una velocidad inhumana. Ambos eran perfeccionistas a un punto enfermo. Y ambos tenían una curiosidad por el mundo que rivalizaba con la de los niños de preescolar.

Sobresalientes en todo aquello en lo que ponían manos y cerebro, sacándole el máximo provecho monetario… claro que, en el caso de Tetsuo, el chico había sido hijo único de un famoso gerente de una gran compañía mientras que Ferdinand era un rechazado más en las filas del templo, salvado por Lady Rozemyne. Que sus padres decidieran tomarlo de vuelta no era una sorpresa. Por no hablar de su estrategia en el ditter.

Una cosa que Laurenz aprendió demasiado rápido como Shuu era no apostar contra Tetsuo en ningún juego de estrategia. Era un genio desalmado, especialista en encontrar cualquier 'hueco legal' en las reglas del juego debido a su excelente memoria… y justo eso hizo este chico llamado Ferdinand en su primer ditter, quién, de forma más que sospechosa, se la pasó tarareando canciones de Pokémon en la biblioteca mientras aprendía cosas sobre feybeasts para su segundo año… ¿sería que él también los había visto como Pokemones no descubiertos por Ash Ketchum debido a sus evoluciones por mana?

Por no hablar de su manablade. Ayame era un nombre japonés.

Por mucho que estuvo indagando con los chicos de otros Ducados, nadie conocía ese nombre… algunos ni siquiera podían pronunciarlo con propiedad.

Poniendo más atención al Sumo Sacerdote cuando le era posible, Laurenz no tardó mucho en descubrir que el chico conocía el japonés a la perfección. Lo había descubierto por casualidad mientras lo buscaba para entregarle algunos documentos del templo en los que él y sus compañeros elevados a nobles habían estado trabajando. Ferdinand miraba con atención una tablilla con obvios caracteres en japonés sin dejar de pasarlos al idioma de Yurgensmidt en una hoja aparte, tan concentrado como Tetsuo cuando leía documentación en inglés o en mandarín durante sus investigaciones para los proyectos que tenía fuera de la escuela y que en ocasiones se llevaba para hacer algo "productivo" durante los recesos o las clases libres.

Además, había algo que lo hacía dudar sobre la identidad de este obvio japonés reencarnado.

Tetsuo era el hombre más independiente, frío, desapegado y asexual que conocía, en tanto el Sumo Sacerdote corría en círculos alrededor del dedo meñique de la Suma Obispa por gusto. Mirarlos interactuando le hacía evocar el mismo sentimiento que estar viendo un anime romcom o leyendo algún manga shojo… Akane habría disfrutado tanto mirar a ese par de idiotas cuidando el uno del otro, preocupado el uno por el otro a pesar de sus edades tan cortas y mimándose el uno al otro…

¡Dioses! Con el pasar de los años, observarlos se volvió más que desesperante porque era obvio que se amaban y tenían un vínculo muy fuerte entre ellos. Era peor que leer una de esas larguísimas webnovel de slowburn con las que Akane lo obsesionaba de vez en vez porque no parecía que el idiota del Sumo Sacerdote fuera a reconocer pronto lo que sentía frente a los demás aun si era más que obvio.

Claro que ver todo ese drama romántico infantil/adolescente no era lo más desesperante de vivir ahí. Lo peor era estar pasando por una segunda adolescencia en un mundo donde el hentai no existía. Lo más frustrante es que su vida de casado fue más que plena.

Como Shuu, tuvo una hermosísima y sexy esposa cosplayer y artista marcial que estaba más que dispuesta a hacer con él todos los juegos de rol que se le ocurriera dentro de la habitación, tan curiosa como él a la hora de experimentar cosas nuevas y mirar todo tipo de historias desvergonzadas… ¡cómo extrañaba eso! Nada era más desestresante que tomar a su esposa en brazos y besarla para luego apretarle los senos un par de veces y salir huyendo. Sin importar que tan mal la estuviera pasando en el trabajo, su mundo brillaba solo con esa pequeña interacción… ¿quizás porque a eso siempre le seguían risas, muestras de afecto, conversaciones animadas y dormir arropado por la presencia de la mujer que amaba?

"Supongo que no puedo pedirle a los dioses que me traigan a Akane… y además, Yurgensmidt es tan grande… bien podría nacer en otro Ducado, en otro nivel como noble o incluso como plebeya y quedar fuera de mi alcance… ¡Akane!"

"Laurenz, ¡ya cállate y déjanos cenar en paz!" se quejó Matthias, mirándolo con un rostro bastante serio, obligándolo a notar al resto de los chicos mirándolo con cara de fastidio.

"¿De qué balbuceabas tanto esta vez?" preguntó Diederick con una sonrisa amable "de pronto solo comenzaste a murmurar algo y luego a suspirar esa palabra extraña… ¿era una palabra, siquiera?"

"Déjenlo en paz" lo defendió Damuel de inmediato, haciéndolo sonreír por apenas un segundo o dos "tuvo entrenamiento contra Ferdinand. Seguro le pegó demasiado fuerte en la cabeza."

Las risas no se hicieron esperar y su sonrisa vaciló por un momento, obligándolo a mirar en derredor.

Ferdinand solo comía con ellos de vez en cuando ahora porque ya no era un huérfano. Por lo general, el chico comía solo en su habitación… o en la habitación de la Suma Obispa.

"Solo me lamentaba porque… yo también quiero que me acosen lindas chicas como a Lord Ferdinand" bromeó él, divertido al notar las miradas impactadas de sus compañeros, o sus ojos abriéndose cuando decidió mostrar sus manos y comenzar a mover sus dedos como si estuviera estrujando los senos de su amada Akane "¡Senos suaves y firmes contra mi rostro con la posibilidad de tocarlos! ¡Debe ser el cielo!"

Las caras sonrojadas de sus amigos eran increíbles, haciéndolo reír a carcajadas y requerir al menos una piedra vacía para poderse tranquilizar. De pronto la idea se instaló en su cerebro. Shuu se había casado con Akane, amándola y siéndole fiel. Si no podía tenerla de vuelta, no significaba que no podía disfrutar de su vida como Laurenz… lo que, es más, si Akane renacía en un mundo de magia y fantasía, esperaba de corazón que tuviera su propio drama romántico y disfrutara su vida con harem inverso y todo, porque, en definitiva, eso era lo que haría él.

.

La primera vez que le dejaron tocar de manera más íntima a una mujer fue para sujetar a Lady Constance por la espalda. Dado que aquello era una venganza de lo más estúpida, se llevó un hatillo de calcetines con una pequeña piedra en el cinturón para colocarla dentro de su ropa interior cuando fuera su turno de someter a Lady Constance. El mana de la chica cuando olió su cabello y le dejó un beso húmedo era doloroso e incómodo, además de que su piel sabía a barro y podredumbre. Debían estar más que alejados en color de mana. No le importó. Se divirtió de lo lindo frotando su pene falso en el trasero de la joven. En realidad, no estaba excitado y las sensaciones desagradables en su boca no ayudaban a que su amiguito se pusiera de pie. Por supuesto, cuando engañó a Lady Constance con una verdad a medias diciendo "Esa no es mi manablade" los demás parecieron horrorizarse y Harmut lo jaló de la oreja con más fuerza de la que esperaba que tuviera el erudito pelirrojo.

La primera vez que le permitieron restregar su rostro en los senos de una mujer fue con los de Teresia. Cuando le dieron la indicación, se lanzó de cabeza al escote de la mujer una cabeza más alta que él en ese momento, tragándose los siseos por sentir algo más que desagradable y doloroso contra su piel. Ese debía ser el mana de Teresia rechazándolo, aunque la cálida y reconfortante redondez de aquel pecho lo valía, igual que el aroma seductor y femenino emanando de su rinsham.

Su curiosidad por este nuevo factor físico llamado "mana" lo llevó a meter un lóbulo en su boca como una precaución. El mana de Teresia no era tan desagradable como el de Lady Constance. Sabía amargo como un limón demasiado verde y algo picante. No demasiado como para ahogarlo pero lo suficiente como para conformarse con probarlo una sola vez, así que le pasó la lengua por una clavícula a la chica antes de frotarle encima su hatillo de calcetines aún si está vez miembro parecía más interesado que con Lady Constance. No fue demasiada estimulación para él, pero sentir saltar a esta chica descarada le provocó una cierta satisfacción. Sabía que ni Ferdinand ni ninguno de los otros chicos acosados por Teresia disfrutaron de ser acorralados por ella, no solo por la cultura, sino también por el mana y la obvia intromisión a sus espacios personales. Que sus compañeros se aseguraran de quitárselo de encima a la chica en cuestión solo ayudó a solidificar la idea de que él era un peligroso depredador y eso era en cierto modo divertido.

Algunos ditters después y casi al final del verano, maldijo su renacimiento en susurros, su despertar del mana lo hizo sentirse como la mierda por un par de días. Casi como estar en una convención de anime donde todos lo aplastaban y estrujaba para tratar de llegar al escenario y tocar a la cosplayer con el traje de la waifu de moda o como si Akira Toriyama en persona hubiera dicho que le daría su autógrafo y cinco minutos de su tiempo al que llegará primero a su lado… doloroso y agobiante.

Aunque debía aceptar que pasaría por ello de nuevo si la recompensa volvía a ser la misma. Se le envío a la Academia Real y de ahí a un Templo oculto donde una bellísima plebeya con cuerpo de reloj de arena se ocupó de él.

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvo con Akane… y su cuerpo estaba tan… nuevo, que terminó demasiado pronto dentro de su hermana de prácticas.

"Milord no debe sentirse mal por su desempeño. Es normal que sea algo rápido la primera vez." Intentó animarlo la joven que le tocó, haciéndolo sonreír al recordar un pequeño detalle de un cuerpo adolescente justo después de notar que ella no llegó a tener su propio orgasmo.

"Hermana Maryanne, ¿puedo intentarlo de nuevo un par de veces más?"

La chica solo se sonrojó, mostrándole una diminuta sonrisa y una mueca de estar esperando una petición similar.

"¡Por supuesto, milord! Seré suya para practicar y aprender hasta la segunda campanada como mucho."

La miró despacio sin dejar de sonreír. Era bastante tiempo el que la tendría para sí mismo y sin ningún adulto retándolo por estar jugando con su espada y una doncella. ¿Podía pedir un mejor premio por soportar su desquiciante despertar del mana?

"Bien, entonces… me gustaría hacerlo una vez más para verificar si puedo aguantar más tiempo y… ¿no le importará mostrarme alguna manera de hacerla disfrutar igual, o sí, hermana Maryanne?"

"¿Se dio cuenta entonces?" preguntó la joven con una mirada sorprendida debajo del obvio sonrojo. Al parecer no era una petición común.

"Tan obvio como que Leidenschaft solo alumbra durante el día… por cierto, ¿cuántos chicos han tratado de hacerla sentir placer con esto? Es simple curiosidad de erudito."

La actitud atrevida y coqueta se desvaneció, dando paso a una joven tímida y avergonzada de no más de diecisiete años, desnuda frente a él con las piernas cerradas de pronto.

"Usted es… el primero, milord. He oído de mis hermanas mayores que… muy de vez en cuando, alguno de los nobles pregunta eso, pero… bueno, sería más fácil encontrar el legendario Baño de las Diosas y conseguir una de sus flores a contar con un noble preocupado por… nosotras."

"Entonces está de suerte, hermana Maryanne" le sonrió con demasiado orgullo, sintiendo como su espada se levantaba de nuevo "estuve en el Baño de las Diosas y vi a mi señora tomar una de sus flores, así que… olvidémonos de verificar cuanto tiempo puedo durar y mejor guíame. Eso va a valerme más que saber dónde colocar mi espada."

El resto de la noche fue bastante divertido. No pudo evitar recordar su primera vez en su vida anterior o como hasta que Akane llegó a su vida comenzó a preocuparse por complacer a la otra parte de sus juegos. Le tomó tiempo aprender que partes le gustaba más a su esposa que acariciara o como tocarla y besarla para dejar una verdadera piscina en su ropa interior… esta vez no perdería el tiempo, aprendería todo lo que pudiera. Quizás su determinación en ese asunto fue tan fuerte que cuando llegó el momento de irse, su hermana de prácticas le entregó algunos pergaminos para estudiar con demasiada prisa, sonrojada y con una mirada cargada de ensoñación que no le pasó por alto.

"Hermana Maryanne, mi nombre es Laurenz de Ehrenfest. Si para el invierno aun no estoy comprometido, prometo volver a jugar con usted."

La risa traviesa y el brillo de anticipación de parte de la joven lo dejó más que satisfecho y luego de eso, volvió a casa.

Cuando volvió al templo lo primero que hizo fue notar que podía sentir a Harmut en el templo pero no a Ferdinand, con quien pidió hablar de inmediato. Tetsuo o no, ese chico era tan inquisidor y curioso como él si no es que más. Seguro él también había tomado ventaja de su práctica para aprender a complacer a la Sumo Obispa cuando fueran mayores… o eso pensó al inicio.

"Mi espada y mi nieve no la tocaron en ningún momento, así que no tengo idea de que notas puedo intercambiar contigo porque NO HAY NOTAS, Laurenz."

Estaba incrédulo… no, más que incrédulo… estaba cada vez más seguro de que SI era Tetsuo. Como si pudiera olvidar aquella lejana vez en que él y sus amigos decidieron llevar a Tetsuo y a Shinichi al barrio rojo para pagarles un par de acompañantes que les enseñaran que hacer con las herramientas dadas por los dioses para procrear… solo que Tetsuo le había dejado las dos mujeres a Shinichi, retirándose y reclamándole como si fuera su madre al día siguiente.

"¡Eres un maldito sociópata, Shuu! ¿Cómo carajos se les ocurrió llevarnos a tener sexo con esas… esas!"

"A eso se dedican, Tetsuo. Para como vas, me preocupa que mueras virgen. No tienes idea de lo que te estás perdiendo."

"No puedo lamentarme ni extrañar algo que desconozco y que pretendo dejar en la oscuridad. Gracias."

"¿Prefieres aprender con mi amiga Urano? Te advierto que por muchos libros que haya leído, no tiene idea de qué hacer consigo misma… ya no digamos con otra persona… ¿No será que eres de esos que quiere asegurarse de que sus parejas son puras? No pensé que fueras tan…"

"¡Deja de poner palabras en mi boca, maldita sea! Y no me interesa conocer a tu amiga, ¿cuántas veces te lo tengo que repetir para que me dejes de molestar con lo mismo?"

"… ustedes dos en serio son tal para cual. Y que me caiga un rayo si no."

Al parecer había tenido razón en aquel entonces… quitando eso de su mente, Laurenz se apresuró a solicitar permiso para seguirse educando en las artes de Brennwärme y Beischmacht en el templo.

.

El otoño fue… sublime.

Tener un asistente gris para ocuparse de atenderlo y una hermana de prácticas para educarlo significaba que podía llevarse a ambos con él al festival de la cosecha, así que, mientras que su pequeño ayudante aprendía a conducir el carruaje en lo que iban de un poblado a otro, Laurenz aprendía a utilizar sus manos y su boca con la hermana de cuarenta años que se ofreció a instruirlo. La mujer era preciosa y sabía cómo guiarlo. Menos mal dejó un pequeño dispositivo junto al conductor para que le pasaran una piedra con mana cuando estaban cerca de detenerse porque de ese modo tenían un recordatorio similar al de la biblioteca en la Academia Real cambiando de colores dentro de la carreta para separarse y ponerse presentables.

Durante las noches se disculpaba con los giebes, luego de presenciar una parte de los festejos de otoño y comer con la gente de cada pueblo para retirarse a su recámara y trabajar en su resistencia. Que pudiera recuperarse en menos de diez minutos no significaba que eso fuera suficiente. Quería durar tanto como un actor porno y eso era como correr… tenía que ejercitar su resistencia tanto como le fuera posible.

Para cuando volvieron del festival, todo su entusiasmo se esfumó. Shikikoza, aun si no fue su amigo, había muerto durante una subyugación de trombe.

Era imposible no sentirse mal por el incidente. Crecieron juntos y aprendieron muchas cosas juntos. Por espacio de un año o algo más, Shikikoza tenía el lugar que ahora le daba la Suma Obispa a Ferdinand… era el sacerdote más cercano a ella, retirándose poco a poco con la llegada de Ferdinand, mostrándose más que arrogante cuando Lady Rozemyne comenzó a hacer lo posible por elevarlos.

"No deberían esforzarse tanto. Un noble solo debe mover su schttape y tiene todo lo que quiera a sus pies." Recordó que el muchacho le había dicho poco después de que Laurenz y Matthias cumplieron los diez años.

"La Suma Obispa logró que ese chico nuevo, Ferdinand, regresara con su familia e ingresara este invierno a la Academia Real. ¿Porqué no habríamos de esforzarnos por ella?" replicó Matthias en esa ocasión.

"Bueno, si ustedes quieren desgastarse es su problema. Mi madre dijo que aprovechará que nobles y sacerdotes fueron llevados a la Soberanía para regresarme a casa, ¿saben? ¡No tengo porqué esforzarme tanto si nací con mana!"

"Di lo que quieras, Shikikoza" repuso él en aquella lejana ocasión "Yo solo sé que muchas veces, lo que fácil viene, fácil se va. Mis padres no van a regresar por mí solo porque tenga mana y una cara bonita, no con la cantidad de hermanos que recuerdo que se quedaron en casa."

"A mí tampoco me van a tomar de vuelta" comentó Matthias con más calma "Mi padre fue muy claro cuando me dejó aquí. No tengo nada de extraordinario, así que, haré lo mismo que ese chico nuevo y estudiaré todo lo que la Suma Obispa me ponga en frente. Nadie volverá a arrepentirse por tomarme bajo su ala."

Fue un recuerdo de lo más triste ahora. No podía evitar pensar que, a pesar de haber sido devuelto por su madre, Shikikoza debió seguir con la misma actitud petulante frente al trabajo duro y al esfuerzo. Aún así, que todos los que crecieron en el Templo tuvieran memorias con él hacía de esa ceremonia funeraria algo triste y doloroso.

.

Para cuando el otoño y el invierno se encontraron, la tercera venganza se llevó a cabo.

Alerah, la pequeña asistente de Lady Constance resultó ser mucho más revoltosa de lo esperado. La joven llegó al extremo de tratar de seducir a Angélica para que la soltara, retirándose el vestido frente a todos sus compañeros de séquito, sonriendo y haciéndoles saber a todos que no solo no se detendría de acosar a hombres y mujeres por igual para conseguir lo que deseara, no se arrepentía.

Estaba molesto. Una criatura tan hermosa como ella denigrándose a una simple moneda de cambio…

"¡Oye, no me toques!" exigió la mujer frente a él cuando la tomó de las muñecas sin dejar de sonreír como el mejor villano del mundo.

"¿Por qué no? Tengo entendido que tú tocabas a todo el mundo." Le respondió acercándose a su cuello para oler su cabello y su piel.

"Eso era diferente" intentó defenderse la chica en tanto él le sujetaba ambas manos con una de sus manos para pasarle el dedo por encima del sostén, nervioso por la intensidad del dolor que el mana de ella podría causarle "¡No! ¡Para!"

"Esta ropa interior hace que tus montes se vean más grandes y…"

De algún modo ella logró soltar una de sus manos y plantarle un sonoro bofetón que lo llevó a soltarla del todo para acunar sus senos y estrujarlos, dejando que otro golpe alcanzara el camino a su otra mejilla. Eran tan suaves y los golpes fueron tan fuertes, que el nerviosismo por lo que el mana de esta mujer pudiera hacerle desapareció de inmediato, disfrutando del tacto y notando de inmediato que los senos de Alerah eran casi tan grandes como los de su Akane.

"¡Son tan suaves y esponjosos! ¡Alabada sea Geduldh!" Rezó él sin apenas pensarlo y perdiendo por poco las luces rojas que salieron de su anillo por mirar la forma en que piel y músculo se movían y contoneaban bajo su administración.

"¿Es cierto que se las pegaste a Lord Ferdinand? Yo también quiero saber que se siente." Anunció antes de pegar su cara ahí, maravillándose al notar que el mana de la chica no lo estaba rechazando.

"¡No! ¡Déjame en paz! ¡Maldito sacerdote pervertido!"

Era como si el cuerpo de Alerah dijera lo contrario. La sensación reconfortante y cálida en su rostro se sentía… ¿maternal? No, no, era algo diferente, algo tan agradable y confortable que tuvo que frotar su rostro sin dejar de amasar.

"¡Por todos los dioses! ¡Se sienten increíbles en mi rostro! Y hueles tan bien, que yo…" su lengua pasó por en medio de ambos de inmediato. ¿Qué era ese sabor? Era único, era dulce y fresco… tan adictivo… si solo supiera que comida tenía ese sabor no volvería a comer ninguna otra cosa jamás.

"¡Aghhhhh! ¡No me toques con eso! ¡Es asqueroso! ¡Lord Ferdinand, por favor! ¡Se suponía que sería usted quien hiciera esto!"

Eso lo molestó demasiado. Se sentía celoso ahora. Si lo que estuvo leyendo y escuchando era cierto, el maná de él debería sentirse igual de reconfortante y saber igual de delicioso y adictivo para ella, entonces, ¿por qué insistía en llamar a Ferdinand? ¿Por qué no quería ser suya?

Una risa maniática salió entonces de su garganta en tanto suprimía la necesidad de voltear para moler a golpes a Ferdinand… esa sed de sangre nacida de sus celos era algo demasiado primitivo, necesitaba controlarlo, acabarlo… y obligarla a fijarse en él y olvidarse de una vez por todas de Ferdinand.

"Lord Ferdinand preferiría morir virgen a tocarte a ti."

"¿Qué?"

"¿No entendiste?" preguntó mirándola a los ojos, irguiéndose hasta quedar a la misma altura de los ojos de Alerah sin dejar de sonreír con desdén "Prefiere morir sin conocer el invierno que tocarte a ti. Tú no eres la diosa por la que tiene un rafel."

"Pero él siempre lo niega. Debería dejarme tocarlo y…" no pudo soportar escucharla, bajando las copas de su sostén para comenzar a acariciarla tal y como su asistente gris le mostrara, sonriendo cuando la notó contorsionarse porque él comenzó a agregar cada vez más y más mana a sus dedos.

"Aghhhh, ¡Basta!" se agachó para meter un pezón en su boca, usando cada uno de los recursos que tenía sin dejar de masajear el contrario con una mano y mantenerla en su lugar con la otra "¡No succiohhhhhh! ¡Noooohhhhh!"

"Si una flor madura y bien versada en las artes de Beischmacht no logró que Lord Ferdinand recibieras sus pétalos o sus labios, ¿qué podrías conseguir tú que le temes al invierno?" se burló entonces con más sarna de la que intentaba poner.

"¡Eso era privado!" gritó Ferdinand y de golpe recordó que no estaban solos. Resopló apenas un poco, recordando de pronto que estaba ahí para castigar… claro que complacer bien podría tomarse como castigo en ciertas situaciones, ¡o no?

Ignoró las risillas de los otros por su comentario. Miró atrás apenas un segundo antes de sonreír, tomando el otro seno con su boca y comenzando a acariciar también aquel par de nalgas redondas y provocativas vestidas con tan poca tela de encaje sin dejar de bombardearla con mana.

"¡Ahhhh! ¡No! ¡Aghhhhh! ¡Basta! ¡No deberías… Ser tú!"

La soltó y la observó. Los pezones de Alerah estaban ambos erectos y la cadera de la chica estaba moviéndose con torpeza hacia adelante, haciéndolo sonreír.

"Tus montes no opinan lo mismo. Solo mira lo duros que se han puesto. Seguro que hay un hermoso charco en ese jardín tuyo. Podría probarlo para hacerte arder en llamas."

Estaba a punto de llevar su mano hasta el centro de sus piernas sin dejar de acariciarla cuando la voz de Brunhilde le llegó con demasiada impaciencia en su tono.

"¡Laurenz, bésala y ya! Antes de que le guste lo que estás haciendo."

"¿Tan pronto? ¡Me estaba divirtiendo!" En realidad, estaba furioso porque no lograba convencerla de lo que el mana le decía. Estaban hechos el uno para el otro, ¿por qué no lo entendía?

"¡Laurenz!" Le regañaron varias voces y él soltó un suspiro.

"Bien, bien. Solo un beso… uno que no olvide está desvergonzada y deliciosa discípula de Efflorelume."

"¡No! ¡No quiero! ¡Ferdinand!"

La tenía tomada de la barbilla con una mano y reacomodándole su escaza ropa con la segunda, fastidiado porque ella no dejaba de manotear y mirar hacia el otro lado de la habitación.

"Oye, quédate quieta." La instruyó entonces, tratando de mantenerla en su lugar.

"¡Suéltame, maldito bruto! ¡Patán! ¡Sacerdote bastar…!"

No la dejó terminar ese último insulto, sosteniendo su rostro con ambas manos para besarla y deleitarse en el sabor de su boca, sintiéndola dejar de resistirse de repente, momento que aprovechó para tomarla de ambas manos sobre la cabeza con una de sus manos y sostenerle el rostro con la otra a fin de estabilizar su rostro, dejando que su mano viajara por su cuello, su hombro y más abajo sin dejar de proveerle tanto mana como creyó conveniente para pintarla.

Estaba tan exaltado que no pudo evitar tomarla de una cadera para acercarla a su propia erección para frotar sin dejar de acariciar, amasar y pintar con mana. La deseaba como hacía una vida no deseaba a nadie. Apenas soltarla de las manos ella lo abrazó, saltando para aferrarlo con las piernas y frotarse más contra él un par de segundos antes de que ambos se detuvieran por un carraspeo.

Ella bajó sus piernas al suelo sin dejar de besarlo y él tuvo que romper el beso, pasando una mano hasta alcanzar el centro de ella para dejarle ir una descarga ahí donde podía sentir humedad, sonriendo al notarla temblando a pesar de seguir empeñada en besarlo una y otra vez. Ambos suspiraron, riendo apenas, mirándose a los ojos de verdad por primera vez.

Era extraño que todo tuviera que pasar de esa forma para que encontrara a alguien con quien deseara casarse. El mana de Alerah era lo más cercano que hubiera probado nunca a un estimulante o a un afrodisiaco. La sensación que aquellos besos le dejaron era demasiado como para ignorarlos… ella debía sentirse igual.

"¿Te gustaría ir a Hauchletze conmigo, por favor?"

"No voy a irme de Eisenreich, Milady, no importa lo que me ofrezcas." Respondió Laurenz sin dejar de sonreírle, viendo por primera vez a la verdadera Alerah, no a ese personaje seductor y confiado que había hecho de sí misma para conseguir cosas. Entonces recordó que los demás estaban todavía ahí, así que la cubrió lo mejor que pudo.

La ayudó a vestirse en cuanto los demás salieron de la habitación sin dejar de sonreír por el ofrecimiento.

"¿En serio quieres que me quede contigo?" preguntó sin dejar de actuar como un asistente para ella.

"Si. Yo… no importa si me tomas incluso como una hermana de prácticas… aunque… me sentiría mejor si pudiéramos seguir a Lady Constance."

Laurenz la hizo girar observando con ojo crítico en busca de arrugas o adornos fuera de lugar, cerrándole el vestido, ajustando el listón en su cintura y comenzando a peinarla con dulzura. La quería para él, pero era la última vez que forzaba a alguien de ese modo, venganza o lo que fuera, no volvería a involucrarse en algo así y esta era la única manera que encontraba para disculparse.

"¿No preferirías ser mi diosa de la luz? Podrías quedarte conmigo en el Templo, aunque tendrías que renunciar a tu familia muy seguramente. Se vive bien aquí. Además, puedo complacerte en todo, menos en dejar a mi señora. ¿Qué decides?"

Quería que aceptara, pero él había actuado como un verdadero cerdo hacía un rato, ebrio de lujuria por el mana de ella. Ahora solo quería protegerla y conocerla más, hacerla feliz sin importar la forma… aun si eso significaba renunciar a ella.

"Por otro lado, deberías dejar de conseguir cosas del modo en que lo haces." Le recomendó en parte por celos y en parte por preocupación. Otro tal vez no se detendría. "Esa ropa interior tuya es… increíble. Podrías sacar tu propia línea de ropa interior y estoy seguro de que harías una fortuna con ella. Es innovadora. Es bellísima y se ve cómoda."

"¿Me ayudarías, aún si no quisiera ser tu diosa de la luz?"

Era una pregunta justa. Hizo lo posible por no desmoronarse ante el rechazo inminente que parecía a punto de golpearlo con más fuerza que un caballero de Dunkelfelger. Si con eso podía terminar de disculparse con ella por actuar como un bastardo y un desgraciado…

"Sería un desperdicio no ayudarte. Incluso si insistes en seguir a Lady Constance, te ayudaré con ello, todo sea porque más mujeres hermosas puedan lucir más bellas que Efflorelume en la alcoba." Dijo al último como excusa, incapaz de disculparse como era debido.

Ella se rio divertida sin mostrar ningún rastro de rechazo en su mirada o en sus gestos y él comenzó a guiarla hacia la salida. Ella lo detuvo entonces.

"No puedo sentirte, Laurenz…"

Sonrió sin más, notando la verdad en sus palabras. Él tampoco podía sentirla.

"Tengo más mana que tú. Si te preocupa, te enseñaré cómo incrementarlo. Seguro que me alcanzas si te lo propones."

"Pero si llego a alcanzarte… y quedó embarazada… ¿Tendría que quedarme en el templo a educar a nuestros hijos?"

Estaba a punto de responderle, optando por cerrar la boca y pensar de donde venía esa respuesta. Lo recordó entonces, las lamentaciones de Lord Bonifatius con respecto a la cantidad de buenas mujeres caballero que debían darse de baja cuando quedaban encinta… o como el no contar con las mujeres asistentes y eruditas por años una vez que se embarazaban terminaba impactando de forma negativa en el ducado.

"Deberías poder seguir haciendo lo que te guste con hijos o sin ellos. Estoy seguro de que podríamos encontrar un modo. Incluso si no pudiéramos, Lady Rozemyne encontraría una forma. Si no fuera posible, entonces podríamos turnarnos para cuidar de nuestros hijos." El recuerdo de su hija y de los hijos de esta parpadearon en su mente, dejándole un sentimiento de nostalgia y añoranza que no logró ignorar "Me gustaría ser un buen padre, uno que esté ahí para cambiarles los pañales y enseñarlos a caminar y a hablar, seria divertido."

Lo decía convencido. Una de las mejores cosas de casarse con Akane fue tener a su hija y verla crecer. Leerle libros en la noche. Cantar canciones con ella cuando estaban en casa. Ver series de anime e incluso practicar katas con Akane. Verla volverse una adulta. Darle su bendición cuando se casó. Estar para ella cuando tuvo a su primer hijo y luego al segundo. Quería hijos de nuevo. Quería estar presente a lo largo de sus vidas una vez más.

Alerah lo besó una sola vez, sacándolo de su pequeña ensoñación y sonriéndole con afecto.

"¡Me mudaré al Templo para probar! ¡Dejaré de conseguir cosas con mi cuerpo! ¿Me escoltarías, aunque todavía no me decida a unir mis estrellas contigo?"

"Por supuesto. Es una decisión importante, no espero que me respondas de inmediato"

Laurenz sonrió y luego de eso la dejó ir con la esperanza palpitando en su corazón. No importaba si su relación había empezado de este modo tan bizarro, se aseguraría de hacerla tan feliz, que la chica se lanzara a sus brazos y a su vida. Incluso dejaría de comprimir cuando ella comenzara a hacerlo hasta nivelarse. De verdad quería hijos. De verdad quería una familia.

.

Volver a la Academia Real fue extraño.

Su señora estaba en jureve y Ferdinand hacia todo lo posible por pasar tanto tiempo con ella como le fuera posible. Para quitarse la preocupación de encima y distraerse, Laurenz comenzó a apoyar a Alerah con asesorías y a checar los apuntes de los cursos de asistencia de otros grados. En realidad la teoría se veía mucho más sencilla que sus propias asignaturas de Erudición, si a eso le sumaba que la chica se notaba mucho más feliz cuando pasaban tiempo juntos, era obvio por qué Laurenz comenzó a pasar cada momento libre a su lado.

Recibir el invierno con ella antes de volver al templo como cada año solo hacia que las cosas parecieran una verdadera bendición para él… por un tiempo al menos.

Si bien no dormían juntos cada noche, algo en que los adultos comenzaran a llegar para la semana del interducados debió poner a su nueva novia mucho más nerviosa de lo normal porque Alerah empezó a colarse a su recámara todas las noches. La asistente de Lady Verónica que la sorprendió saliendo de su habitación por los pasillos de servicio armó tal alboroto, que poco faltó para que los mandaran a la torre Blanca o algo así.

"¿No debería decidir nuestra suerte Lady Rozemyne? Cómo suma Obispa…" intentó razonar él con Lady Verónica, quién no tardó mucho en golpear la mesa del té con un abanico cerrado sin dejar de mirarlos a ambos a través de su velo.

"Lady Rozemyne tiene demasiadas cosas en su cabeza en este momento como para decidir el castigo de ustedes dos."

Alerah temblaba a su lado. Que los dos estuvieran arrodillados con un caballero a cada lado y detrás de ellos solo hacia más tenso el ambiente.

"Lady Verónica, ya que será usted quien decida nuestro futuro entonces" comenzó a hablar Laurenz con tanta calma como pudo "estoy consciente de que nuestro actuar fue… desvergonzado, sin embargo, queremos unir las estrellas tan pronto como sea posible y además ninguno de nosotros descuidó sus obligaciones. Le ruego que, el castigo que se nos vaya a asignar no sea desproporcionado."

"Agradezco su sinceridad, Laurenz, sin embargo, lo que hicieron no fue una simple travesura que pueda pasarse por alto."

La primera dama los siguió observando un momento más. Su cuerpo denotando cierto nivel de fastidio a pesar de ser ella quien estaba por completo vestida en tanto ellos seguían todavía en pijama y con sus batas de dormir.

"Lady Verónica." Habló Alerah de pronto. Podía notar que el temblor se trasminaba en su voz "nosotros, no estábamos haciendo nada malo. He estado muy nerviosa. Nadie sabe nada de mi hermana Clementine y mis padres ni siquiera están aquí, yo… Laurenz solo me ayudaba a dormir. Por favor, si va a castigar a alguien, que no sea a Laurenz. Él solo me estaba apoyando como mi futuro Dios Oscuro."

Podía notar las lágrimas contenidas en los ojos de Alerah o lo tensa que estaba.

Laurenz acercó su mano a la de ella, un contacto mínimo por medio del cual pasarle un poco de mana que la ayudara a relajarse. Lo malo fue que, por muy rápido que fuera el contacto, no pareció pasar desapercibido para Lady Verónica, quién solo suspiró por lo bajo.

"¿Puedo preguntar quién dio el permiso para que ustedes se comprometan?"

"Nadie, milady" respondió él "Alerah me pidió algo de tiempo para considerar mi proposición antes de que volviéramos a la Academia. Pensaba hablar de esto con la Suma Obispa cuando pudiéramos volver al Templo sin la presión de la socialización en la Academia. Lo que sea que le pasará a mi señora que la mantuvo en su jureve… no me pareció adecuado molestarla aún. De momento ella solo sabe que yo voy a escoltar a Lady Alerah durante su graduación. Dijo que estaba bien para que no se presentará sola a su graduación."

Lady Verónica consideró las palabras de Laurenz un momento antes de enderezarse de nuevo. Al parecer, su decisión había sido tomada.

"Muy bien. Laurenz, tienes prohibido salir del Templo durante la primavera. Me encargaré de que Rozemyne esté enterada de esto y también la razón. En cuanto a Alerah, doncella azul o no, fuiste una de las asistentes de Constance. Tus fallas son un reflejo de los fallos de mi propia hija y por lo tanto, de mí. Pasarás toda la primavera en el castillo para corregir tu educación bajo mi tutela y la de Lady Irumilde, ¿he sido clara?"

"Si, milady." Respondieron ambos.

"Una cosa más. Salvo por la escolta de Laurenz durante la graduación de Alerah, tienen prohibido estar juntos lo que queda de la semana. Alerah, serás enviada de regreso con el primer grupo para darte tiempo a empacar tus cosas. Laurenz, tú serás enviado de vuelta con el último grupo. Pueden retirarse ahora."

De más está decir que aprovecharon esa escolta para intercambiar mana por última vez antes de la larga primavera en qué fueron incapaces de verse.

.

Cuando la joven volvió fue como si el invierno se hubiera terminado. Lady Verónica resultó ser mucho más estricta que lo que decían los rumores y Lady Irumilde parecía hablar más como una monja santiguada según lo que Alerah le contó. Quizás debido a eso esperaron una semana antes de empezar a dormir juntos de nuevo.

Al principio la chica comenzó a compartir con él algunas anécdotas de la familia que había abandonado. Al inicio no comprendía la razón, sin embargo, pronto se enteró de que encontraron el cuerpo de su hermana mayor, Clementine.

"Laurenz, Lady Rozemyne me encontró en los pasillos hace poco. También me aceptó como su asistente, aunque dijo que estaría a prueba por un mes."

"Solo sigue esforzándote y cumpliendo con tus tareas. Mi señora es exigente como nadie, pero también nos protege en la misma medida."

.

Pronto Alerah se ganó la confianza de Lady Rozemyne. Laurenz no tenía idea de cómo pasó, solo se sentía orgulloso de la chica. Aún si eso implicaba no dormir con su novia cada tanto.

"Iris, has sido una gran maestra para mí" comentó él a su asistente gris "también noté que le estuviste enseñando algunos trucos a Alerah."

"Así es, hermano Laurenz. Me alegra saber que encontrarán mis conocimientos de utilidad."

El muchacho sonrió antes de tomar un saco con monedas. Rara vez había gastado algo del dinero que se le daba cada mes como parte del séquito y además protegido de Lady Rozemyne, así que podía permitirse desprenderse de algunos oros, mismos que entregó a la hermana Iris.

"Temo que no hay nada más que puedas enseñarnos, Iris. Me gustaría que pudieras tener una vida tranquila después de todo esto, por mientras, ¿aceptarías este regalo antes de ser devuelta al orfanato?"

La mujer tomó el saco en sus manos, abriéndolo y sacando cuentas con rapidez antes de volver a cerrarlo y arrodillarse con los brazos en el pecho.

"Agradezco mucho su preocupación, hermano Laurenz. Con este obsequio podré escoger si venderme o no en lugar de sentirme obligada a ello. Gracias por tratarme como una maestra que como una flor. Me ha devuelto un poco de mi orgullo perdido."

"No tienes que agradecerlo. Eres una persona aún si no posees mana. Que tus conocimientos no sean muy apreciados de forma tan abierta es un problema de la sociedad y no tuyo. Gracias de nuevo por compartirlo todo con nosotros."

"Ha sido un placer. Hablaré con los demás grises del orfanato en caso de que alguna vez requieran ayuda… O busquen nuevos modos de divertirse."

Laurenz le dedicó una sonrisa divertida y luego la escoltó hasta el orfanato. Era parte de su trato con Alerah devolver a la mujer.

No mucho después tuvo lugar el funeral de Clementine. Nadie dijo nada de que Alerah se fuera directo a la habitación de él ni nadie entró tampoco. La chica lloró en sus brazos hasta que no pudo más, cayendo dormida poco después. Ese día solo se dedicó a atenderla y mantenerla contenida. También fue el día en que Ferdinand partió en su viaje.

.

"Si nadie se da cuenta de que Alerah viene y ustedes dos son discretos, no veo porque no puedan seguir durmiendo juntos."

No sabía si reír o pararse frente a su señora para protegerla de la ira de Margareth. La joven a la que algunos habían comenzado a apodar La Sombra de la Santa parecía más que mortificada luego de irrumpir en la habitación seguida de su señora un poco después de la séptima campanada.

"¡Mi señora, ¿está segura de esto?!" preguntó la hermana Margareth con el rostro pálido en tanto él miraba de una a otra sin soltar la mano de Alerah, arrodillándose de inmediato y jalando a su novia con él.

"Le agradecemos su comprensión, mi señora. Amo a Alerah, quiero dedicar a ella tanto de mi tiempo como me sea posible."

"¿Qué hay de ti, Alerah?"

"Siento lo mismo que Laurenz, mi señora. Juro que no descuidare ninguna de mis obligaciones y usaré solo mi tiempo libre para estar a su lado, aún si eso significa darle mi tiempo de descanso."

"¡Pero eso no es correcto!" intervino Margareth con un grito tan fuerte, que Laurenz agradeció que hubieran activado una herramienta antiescuchas de rango específico apenas entrar.

"Hermana Margareth" dijo Laurenz para molestar a la asistente de cabellos azules "si pudiera, ataría mis estrellas con Alerah en este momento, por desgracia, mi edad nos obliga a esperar dos años mas."

"Y, por lo tanto, ustedes dos deberían esperar del todo para…"

"¿No debería entonces tener mi educación práctica de caballero hasta ser mayor de edad?" eso pareció tomarlas a todas con la guardia baja. Tres pares de ojos lo miraban ahora con asombro. "Imagino que es solo una tradición, sin embargo… ¿Por qué apenas despertar mi detección de mana se me obliga a tomar la flor de una hermana gris de otro templo, pero no a la mujer con la que voy a atar mis estrellas? ¿No es algo hipócrita? Incluso se me permitió tener a la hermana Iris como asistente y flor particular, no veo cuál es la diferencia además del hecho de que pasaré gustoso el resto de mi vida con Alerah como mi esposa."

Margareth pasó del asombro a la furia. Lady Rozemyne y Alerah solo lo miraron como si acabara de llevarles la palabra de Dios.

"Alerah es una mujer adulta. No voy a obligarla a hacer nada en contra de su voluntad. Cómo su futuro Dios Oscuro, no puedes exigirme que me mantenga indiferente a ella ahora que ambos somos huérfanos, hermana Margareth. Si mi señora nos pide que seamos discretos, entonces seremos discretos. Tienen mi palabra."

Parecía que la discusión seguiría un poco más si Lady Rozemyne no hubiera sonreído en ese momento, levantando una mano hacia Margareth más que complacida.

"Laurenz tiene razón en algo… si no es correcto que reciban el invierno antes de su mayoría de edad, los hombres no deberían recibir ofrendas de flores apenas despiertan su detección del mana, y Alerah es mayor de edad, así que, mientras nadie los vea entrando y saliendo de las habitaciones del otro ni los escuchen, no tengo nada que amonestarles. Que Schlätraum les dé su bendición."

Después de eso, al menos una semana después, Lady Rozemyne llegó una noche junto con Alerah e instaló una herramienta de evita de escuchas de rango específico, sentándose en una silla que Alerah le proporcionó de inmediato.

"Alerah, antes de que inicien, por favor coloca esto en la cama."

"Cómo mi señora ordene."

Al principio no lo comprendió porque ninguna le dijo nada. Dos noches por semana su señora solo llegaba con el extraño tapete bordado y se sentaba en una silla a observar mientras ellos se besaban. No fue sino hasta que Alerah comenzó a explicar lo que hacía que se dio cuenta de que lo estaban usando como un sujeto de muestra.

Su pequeña maestra estaba demasiado interesada en el arte de seducir.

No podía importarle menos.

Si acaso, empezó a dar sus propios puntos de vista sobre lo que estaba sintiendo, que tanto le gustaba algo o que tanto estaba respondiendo su cuerpo, pensando en que era posible que toda esa información fuera usada con Ferdinand. Tetsuo o no, de verdad esperaba que ese joven que obviamente parecía japonés tuviera una mejor vida que la de su amigo.

A la par que sus pequeñas lecciones poco inocentes se iban desarrollando, Laurenz también notó que su señora comenzaba a ampliar su séquito al adquirir más caballeros… lo único que le molestaba era que incluso Alerah se entretuvieran en observarlos y comentar sobre ellos con su señora con esas risitas típicas de las jovencitas con los atletas de la escuela en las películas sobre colegios americanos y en algunos animes.

Estaba tan celoso, que tal vez por eso Alerah no dejaba de invocar el invierno con él cuando Lady Rozemyne se quedaba en su propia habitación. Eso lo mantenía apaciguado.

Quizás no debió confiarse a qué todo iría bien mientras Alerah solo terminara en el lecho de él sin importar a cuántos otros caballeros admiraran. Margareth encontró el modo de deshacerse de él apenas pudo, endilgándolo con Ferdinand… bueno, podría dirigir toda la energía de su frustración a averiguar de una buena vez si, tal y como sospechaba, Ferdinand era Tetsuo.

Debido a que veía a Ferdinand como su difunto amigo, cada vez que el hombre hacia referencia a algo relacionado con el mundo anime o la vida friki, no podía evitar reír. Su risa simplemente se descontrolaba porque el hombre era realmente serio, era como ver la transformación de las chicas mágicas de moukon icchokusen

Cuando el sumo sacerdote le explicó su pequeño proyecto, se dio cuenta que ese obvio japonés reencarnado era químico como su amigo. Quizás por eso cuando comenzó a nombrar elementos químicos como Adamantium, Mitril y magicsteel, no pudo más. La risa lo hizo caer fulminado

.

Laurenz no sabia que pensar, era claro que Ferdinand estaba enamorado de su señora, pero el hombre no lo aceptaba, intentar que lo aceptara por las buenas, no funcionó.

'Si siente envidia de mi relación con Alerah… ¿aceptará sus sentimientos?'

No, la respuesta era no.

No logró que el hombre aceptara lo que sentía, y en realidad no lo entendía. Tanto él como Lady Rozemyne tenían el maná suficiente como para ignorar a otros cónyuges, a diferencia de él que debería tomar otra esposa en el momento en que se mudara fuera del templo para mantener su casa y seguir trabajando. Pero él no.

…aunque si descubrió algo interesante: de donde venia lo abierta que estaba su pequeña señora al permitir que él y Alerah durmieran juntos.

EL sumo sacerdote, no solo había llegado a compartir la cama con su lady, sino que también la beso, por la forma en que su voz se elevo y sus orejas se tintaron de rosa, no había sido algo tan inocente como el trataba de asegurar.

Decidió molestarlo un poco más

.

Mientras la investigación avanzaba, la certeza de que ese hombre era Tetsuo casi se formó en su mente. Claro, no podía confirmarlo hasta que él mismo se delatara y… Laurenz ya no sabía que más hacer, por qué en serio, ese hombre era realmente denso y un bruto del mismo tipo que su viejo amigo, llego al extremo de montar con él, instalar una herramienta de rango especifico y hablarle en japonés… esperaba que el sujeto reaccionara, pero siguió hablando sin percatarse del idioma que estaba usando.

Por otro lado, las veces que le hablo sobre Traugott, el hombre se ponía de un humor tan malo, que daba miedo. La mirada asesina y la sed de sangre que emanaban de Ferdinand, solo la había visto en dos personas:

En Urano, cuando alguien daño algún libro

Y Tetsuo, cuando algún proyecto fallaba o se arruinaba por un tercero.

Durante varias noches cuando se preparaba para dormir, elevaba a Schlaftraum una oración.

"Dios de los sueños, Schlaftraum, si Ferdinand realmente es Tetsuo reencarnado, por favor, permíteme entras en sus sueños, ese hombre no es consciente de sus deseos."

Casi una semana después, finalmente sucedió, estaba en la universidad, su reflejo era el de Laurenz, pero al llevar sus manos a su cabeza, constato que era Shuu, el hombre frente a él también lucia como Tetsuo, pero su reflejo era el de Ferdinand.

"En serio, Tetsuo. ¡Necesitas conocerla al menos una vez!", fue lo primero que le dijo, sintiendo una punzada de nostalgia al pensar en su difunta amiga

"NO. ESTOY. INTERESADO. ¿cuánto más vas a insistirme? Pareces mi madre."

"¿Pero, por qué no? Ella es ideal para ti, ¡Te lo juro por mi colección de mangas y el número autografiado de Dragon Ball! Si Urano no es la chica perfecta para ti, puede incendiarse mi colección con todo y posters, además de las figuritas figma y quedar irreconocibles."

"Bájale a tu drama, Shuu. Nadie va a contratarte si sigues portándote así de fresco."

Tuvo que tomarse un momento para recomponerse y no reír, Ferdinand seguía actuando igual que cuando era Tetsuo, pero con mejores hábitos.

Entonces Shuu decidió que era momento de hablar del presente. Evocar a Urano y esa vida no le haría ningún bien.

"Supongo que… alguien al fin atrapó tu corazón entonces, ¿O no, Tetsuo?"

Como Tetsuo el hombre era más fácil que leer que como Ferdinand, sus gestos eran más abiertos, y esa fue toda la confirmación que necesito sobre los sentimientos de su amigo.

Decidió que era momento de darle otra pista al hombre, y ya que ese sueño lo manejaba él deshizo de a poco la tierra, cambiando primero su propio atuendo y el de su amigo a lo que solían usar, hasta terminar con el camper de estudios Gibli en lugar de la universidad… pero no reacciono, ni siquiera cuando el mismo convoco su schttape para matarlo por fastidiarlo.

Su amigo era de verdad todo un personaje.

.

"Bueno, Milady debió ser una ratona de biblioteca en su vida pasada. ¡Y tú que decías que no tenías un tipo!", se río Laurenz al constatar que su señora también era una reencarnada. Estaba emocionado de haber encontrado a Tetsuo y que su amistad pareciera más fácil está vez a pesar de la diferencia de estatus. Irónico. "¿y bien? ¿Cómo se llamaba?"

Pero Ferdinand tendía a comportarse un poco como Tetsuo en momentos como ese según estaba aprendiendo Laurenz, no muy convencido de que eso le gustará.

"¿No me vas a decir?"

"No sé si debería. ¡Son sus memorias! No tengo derecho a decidir con quién comparto el secreto de su sabiduría o con quién no."

Lo estaba haciendo adrede. El reclamo por lo que esa actitud lo hizo pasar en su vida anterior no se hizo esperar.

"Si al menos no te hubieras muerto de la forma más estúpida posible… oye, oye, oye, un momento."

Fue como un balazo de agua helada. Por años había sospechado que Ferdinand era Tetsuo y que la Suma Obispa, Lady Rozemyne era de hecho Urano. Que la joven mostrara interés ahora en las relaciones románticas lo había hecho desechar dicha teoría porque, además de Tetsuo, Shuu no conocía a nadie más asexual o arromántico de entre toda la gente que conoció en Japón… y vaya que conoció a bastantes más personas en su vida anterior de la que conocía en su vida actual. Claro que, si lo pensaba, tenía sentido.

Memorias dispares de una vida pasada. Conocimientos variados de todo tipo y toda época. Habilidades manuales que solo alguien que hubiera experimentado esos talleres y cursos a los que la señora Motosu obligaba a su hija a asistir, podría tener… por no hablar de la extraña pregunta que Tetsuo le había hecho luego de informarle que Urano murió el día que tendrían que haberse conocido… ¿cómo había pasado por alto el orden en que leía la Suma Obispa?

Era lo más improbable que sucediera. Era casi como ganarse la lotería tres veces seguidas. No solo renació en un mundo de magia y fantasía, además, había renacido demasiado cerca de su mejor amigo y de su añorada hermana postiza. Imposible no reírse de lo afortunado que era ahora.

"¡Te dije que eran el uno para el otro! Los dioses del amor también lo pensaban si volvieron a juntarlos en esta vida."

Luego de ello se rio un poco más.

"¡Esto es de verdad increíble! ¡Es un milagro, un verdadero milagro! Podremos hacer el baile de la fusión de Dragon Ball otra vez, jajajajajaja, y podré decirle que su madre nunca la culpó por lo que pasó y luego… podremos hablar en japonés mientras le hablo de en qué terminaron los libros de series largas que estaba leyendo. ¡Podremos volver a ser como hermanos! Y si ella me ayuda, incluso podremos traer aquí los mangas y alguna clase de videojuegos y…

"Shuu, Rozemyne no recuerda nada. No quiere recordar nada tampoco y encima de todo es tu señora. No puede volver a tratarte como un igual, en especial en público."

"… incluso podré hablarle de mi vida con Akane y..."

Se quedó sin habla. Ferdinand tenía razón. Por mucho que él no tuviera problemas en qué lo tratará con tanta familiaridad cuando no había otras personas cerca, Rozemyne era bastante estricta con lo de los rangos. Si acaso ella miraba a todos los grises como sus valiosos hijos, estaba más que consciente de ello, entonces, nada sería igual de nuevo.

"…Le dije que si renacíamos no dejaría que nada le pasara… ¡pero no hablaba tan literal! ¡Maldita sea, soy solo un sacerdote elevado a archinoble! ¡técnicamente soy su servidumbre!... debe ser mi castigo por desearles un mes antes de que murieran que renacieran en un mundo sin libros y sin ciencia… arghhh, ¡esto es injusto! ¡Mi mejor amiga ya no puede ser mi mejor amiga, maldición!"

Después de eso pasó tiempo considerando todas las implicaciones y posibilidades con respecto a como podrían cambiar las cosas si Lady Rozemyne recuperaba sus recuerdos de Urano a pesar de las negativas de Ferdinand.

Era complicado. Por un lado, era posible que su obsesión por los libros volviera con bastante fuerza y ya no se conformara con leer libros una o dos campanadas cada semana, esa viciosa por los libros exigiría más… claro que, por el lado positivo, delegaría más trabajo a su séquito y sería menos estricta o melindrosa a la hora de tomar más nobles… por otro lado, era posible que no tomara a bien recordar los viejos tiempos, bueno, no siempre, seguro le sentaría bien hablar de su madre de vez en cuando… por otro lado, sus sentimientos por Ferdinand ¿se mantendrían si recobraba sus recuerdos como Urano? ¿Se tomaría a bien saber que Ferdinand era su antiguo prometido, Tetsuo?

Conforme el tiempo pasaba y él seguía considerando las implicaciones de traerla por razones más allá de su propio egoísmo al buscar recuperarla, llegó una carta que lo dejó temblando y obligándolo a tomar consciencia de lo que había hecho.

El recuerdo de la última noche que pasó con Alerah en su habitación, tendido sobre el tapete que mostraba las líneas de mana sin dejar de frotar a su novia con las manos en tanto ella hacia lo mismo bajo la atenta mirada de su señora lo hizo desear que la tierra lo tragara. ¿Cómo había sido tan idiota de acceder a tocarse frente a los ojos de su hermana que ahora era menor que él?

"Ferdinand, me llegó una carta de Alerah y… debo pedirte disculpas."

"¿Por?"

Estaba tan avergonzado que entregó la carta de inmediato, esperando como pudo a que Ferdinand terminará de leerlo todo para ofrecerle un aparato anti escuchas y comenzar a explicarle en japonés sobre la ropa cosplay salida de su propio deseo egoísta de tener más y más cosas de su vida anterior, confesando que los diseños habían derivado en ropa para el caballero Traugott y luego dándole la segunda carta recibida con los diseños más bien eróticos y confesar.

"La última vez que fuimos, ella quería vernos yendo más lejos que los besos y los toqueteos. Dijo que quería estar lista para cuando pudiera ser teñida y… en serio, perdón. No tenía idea de que era Urano, y…"

"¡¿Shuu?!"

"Es posible que le hayamos mostrado como masturbar a otra persona… te juro que no lo voy a volver a hacer. ¡En serio no tenía idea, Tetsuo! Y luego de ver todo esto… puede que esté pensando en dejarse teñir por Traugott… no se me ocurre otra razón para… ¿Ferdinand?"

Se estaba ahogando en su propio arrepentimiento, fruto de su propia lujuria, su ambición por lo que había perdido y su estupidez, por supuesto, no pudo seguir disculpándose ni sacando lo que tenía en su interior. Una carta mágica llegó en ese momento a manos de Ferdinand y este, que se veía bastante molesto para ese momento, solo salió, perdiéndose en el horizonte luego de montar su bestia alta y volando a máxima velocidad.

"Akaneeeee, debiste golpearme más en nuestra vida pasada a ver si maduraba un poco" se quejó al aire sintiendo unas irrefrenables ganas de llorar "Bien me decías que si no maduraba un poco la iba a cagar un día… y el día llegó… ¿cómo se supone que lo arregle ahora?"

No pudo hacer nada más que ocuparse.