-1 mes después-.

Las campanillas en la puerta de la mansión Namikaze, sonaron por el paso del viento. Teniendo un presentimiento, Kushina se levantó de la silla del comedor, dejando a un lado el libro que estaba leyendo, para salir de la casa.

Caminando por el sendero de piedras que daba hacia el portón, abrió la puerta y se encontró con la gran sorpresa de haber recibido dos cartas. Ambas metidas en el buzón metálico a su lado derecho.

Tomando los papeles, se asomó a los dos lados de la calle, preguntándose quién las había dejado. Al no encontrar a nadie, se encogió de hombros y cerró el portón.

De un arbusto cercano, salió Koryu, asomando la cabeza para luego, darse tres golpes y desaparecer de ahí.

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Kushina abrió con un cuchillo la primera carta, con un número 1 en la parte posterior del sobre. Reconoció de inmediato la letra de Sasuke, por lo que volvió a sentarse en la silla que ocupaba en el comedor y la leyó atentamente.

Hace unos días que comencé las clases en la universidad, pero todavía no me acostumbro al ambiente.

Todos en la residencia Sabaku nos llevamos bien. Incluso el hermano mayor de Temari y Gaara, Kankuro, salió del hospital por esos días, ocupándose de tareas pequeñas como cambiar focos o reparar algo en la cocina.

Naruto, Sakura y yo le ayudamos a veces. Shikamaru ha estado muy ocupado con sus estudios, por eso a veces no lo vemos a menudo. Lo mismo pasa con Mirai, quien, tal y como Kagura y Kanna nos lo contaron, perdió la memoria sobre su padre y sobre el inframundo, a cambio de convertirse en una humana ordinaria.

Creo que es por eso que ya no me pone incómodo su presencia. Incluso cuando me pide algunos favores.

Sobre Hinata... ella está bien.

Como Enju se lo pidió, dejó su casa y se vino a vivir con nosotros a la residencia Sabaku. Sus gastos son pagados por Naraku. Incluso aprendió a cocinar gracias a Gaara.

Tiene una habitación privada en el primer piso, donde casi no entran los rayos del sol. A veces, tengo que ir a verla a escondidas, porque, de lo contrario, Naruto se burla. Incluso, las veces que Itachi ha venido a vernos, le cuenta chismes que no son ciertos sobre nosotros, solo para ponernos en vergüenza.

En fin... yo... creo que eso es todo lo que tengo que escribir.

Seguiré enviándote cartas más a menudo para que no te preocupes. Y... gracias...

Kushina sonrió, abrazando el escrito un momento, antes de doblarlo como estaba antes y dejarlo sobre la mesa.

Acto seguido, abrió el sobre de la segunda carta. Se sorprendió de que hubiera dos papeles en ella, por lo que, atónita, comenzó a leer la primera. Una hoja color rosa.

Estimada señora Namikaze.

Soy Kagome Higurashi, una de las sacerdotisas a quienes conoció, durante el incidente del mes pasado.

Siento mucha vergüenza al no haberme acercado antes a usted, ya que... yo fui la última persona que estuvo con su marido antes de morir.

Pensar en ello, hacía que me detuviera y pensara mejor las cosas, ya que no quería despertarle malos momentos.

Sin embargo, haciendo a un lado mis creencias y opiniones, tampoco se me hacía justo que continuara ignorando... el mensaje que Minato-sama dejó para usted y para sus hijos.

Los ojos oscuros de la pelirroja se abrieron como platos.

Al separar mi alma de mi cuerpo, por verme acorralada por la trampa de Tsubaki, conseguí percibir lo poco que quedaba del poder espiritual de Minato-sama, grabando en mi memoria todos sus sentimientos. Los cuales, recreé en la segunda carta que viene adentro del sobre que le envié.

Si necesita que le resuelva alguna duda, relacionada a su esposo o a lo que sucedió en el sanatorio Akasuna, no dude en contactarme, ya que una carta se me hace un espacio demasiado corto para todo lo que me gustaría contarle.

Con cariño y aprecio, Kagome Higurashi.

Impactada por su reciente lectura, Kushina dobló la carta de Kagome y prosiguió con la segunda.

Una hoja de color amarillo claro.

Con solo leer las primeras líneas, supo que la sacerdotisa no estaba mintiendo.

Kushina... perdóname.

No pude cumplir la promesa que te hice, al salir de casa esta mañana. Tampoco pude volver a ver a nuestros niños. Con frecuencia y cada vez que termino agotado por sus travesuras, me pregunto en qué tipo de adultos se convertirán.

Siempre que interrogo a Karin a qué se dedicará, me pone una mueca y me dice que es un secreto.

Naruto, por otra parte, siempre anda gritando que se convertirá en un policía igual de bueno y valiente que su madre.

A escondidas, se pone tu gorro y te imita, escabulléndose de un lado a otro de la casa. Eso me hace sentir orgulloso.

Sobre todo porque... para ser honesto, no me gustaría que tuvieran una vida tan caótica y estricta como la mía.

Por ese motivo, si Jiraiya aparece un día en el portón de nuestro hogar, me gustaría que le insistieras en que los exorcismos llevados a cabo por el clan Namikaze, terminaron conmigo.

-"Solo así... podremos proteger las vidas de nuestros hijos..." – Kushina sollozó. Se limpió las lágrimas y siguió leyendo. – "Querida Kushina... sin importar cuan lejanos se vuelvan nuestros caminos... jamás debes olvidar que te amo. Amo... tu manera de ser... amo que hayas luchado tanto... para convertirte en policía... y... sobre todo... amo que me hayas dado... la oportunidad de ser el padre... de Karin... y Naruto".

Volvió a sollozar, arrugando un poco la carta.

Karin, Naruto. Conviértanse en buenos adultos y ayuden a su madre y a su tío Nagato en todo lo que puedan. También espero que algún día puedan encontrar la felicidad, al lado de alguien que los aprecie y los acepte como son.

Estoy y siempre estaré orgulloso de ustedes, aunque ya no pueda verlos crecer, como a mí me hubiera gustado. Deseo que tengan una vida pacífica y próspera, libre de maldad y de oscuridad.

Adiós y gracias.

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A petición del rey del inframundo y siendo escoltados por Koryu y por Kagura, Hinata y Sasuke llegaron a un edificio; dentro del distrito de Suginami, cuya fachada estaba cubierta por cortinas de tela plástica y grandes pedazos de madera, clavados de un extremo a otro.

De pronto, el hombre de largo cabello rizado; atado en forma de una cola de caballo, y vistiendo su característico traje purpura, apareció detrás de ellos, acompañado por Kanna.

Los jóvenes lo vieron confundidos.

En especial, cuando pasó en medio de ellos, para quitar algunos de los trozos de madera de la fachada. El edificio, era un antiguo consultorio médico.

Sasuke no lo había reconocido al principio, porque no había visto la insignia de su familia, tallada en la puerta.

-¿Ya te parece familiar? – lo cuestionó Naraku, notando la conmoción en su mirada.

Acto seguido, sacó del interior de su traje un sobre tamaño carta color beige, el cual, el joven tomó de inmediato y lo abrió. Junto a Hinata, vio que se trataban de las escrituras del edificio.

-Será tuyo una vez que finalices la carrera. Lo único que debes hacer, es firmar en la parte inferior.

-Pero... - murmuró intranquilo, bajando los papeles y mirándolo fijamente. - ¿Cómo supo que este lugar le pertenecía a mis padres?

-Kagura investigó la historia de tu familia, cuando comprobamos que tú tenías la fruta Tsuchigumo. – respondió Naraku, volteando hacia la fachada y guardando sus manos en los bolsillos de sus pantalones. - Sé que esto no te compensará por ciertos eventos que ocurrieron en tu vida. Pero, por lo menos, espero que te sea útil.

Sasuke asintió. Guardó los papeles de vuelta en el sobre y se lo llevó a su antebrazo izquierdo.

-Oh, y para Hinata... - Naraku chasqueó los dedos.

Kagura, moviendo su abanico con gracia, invocó en su mano una gran caja envuelta con un elegante y brillante listón dorado. En automático, se la entregó a la joven, quien, con curiosidad, se arrodilló en la banqueta y retiró el listón, quitando la tapa de la caja. Su semblante cambió de golpe al tener frente a sus ojos blancos 6 vestidos largos, de falda esponjosa y tirantes, cuyos colores brillaban por la luz del sol.

-Mi esposa los escogió y los compró para ti. – explicó el rey, sorprendiéndola más. - Si hay alguno que no te guste, puedo pedirle a Kagura que los cambie.

Hinata negó.

-Todos son hermosos. – sonriendo, tomó un vestido de color azul claro y lo abrazó. - Realmente se lo agradezco.

Todos, a excepción de Kanna, sonrieron por la amabilidad de la Hyuga. Después de que Sasuke le ayudara a envolver de nuevo la caja, se despidieron de los seres sobrenaturales y volvieron caminando hacia la residencia Sabaku, tomados de la mano.

Ver aquello, conmovió tanto el corazón de Koryu, que no pudo evitar derramar unas lágrimas y sonarse la nariz con un pañuelo blanco que llevaba.

-Oye, lagartija. – lo llamó Kagura.

-D-Dígame, lady Kagura. – comentó el dragoncito, sonándose de nuevo la nariz.

-Necesito que te quedes más tiempo en este mundo y los mantengas a todos vigilados. – sonrió de lado, cruzándose de brazos. - ¿Puedo contar con eso?

-¡C-Claro que sí! – exclamó Koryu, volando feliz hacia Hinata y Sasuke, pero escondiéndose detrás de los edificios que los rodeaban.

-¿Se te ablandó el corazón al verlo llorar? – Naraku bufó, sonriendo.

-Tú no eres así. - agregó Kanna.

La mujer de ojos carmín, levantando el mentón con molestia, abrió un portal hacia el inframundo, marchándose de ahí con su compañera y con su rey.

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Una puerta de madera fue golpeada varias veces, bajo el claro cielo azul de verano. La joven de cabellos castaños y ojos blancos, bajando las escaleras, se apresuró en llegar al vestíbulo para abrir. No obstante, su hermano mayor se le adelantó, quedando más que atónito con lo que miraba.

Una joven de largo cabello azulado, ojos blancos y piel blanquecina. Usaba un gran sombrero color beige en su cabeza y tenía puesto un hermoso vestido azul celeste de tirantes, adornado con dos girasoles tejidos en la parte inferior. La falda y su largo cabello se ondeaban con el paso del viento, haciéndola lucir como un espíritu.

-¡Neji! – lo llamó su padre, apareciendo desde un pasillo y parándose junto a Hanabi, al pie de las escaleras. - ¡¿Quién tocó la...?!

Al ver a la chica que estaba frente a su hijo, soltó sin querer los jitomates que tenía en sus manos. Un segundo después, se apresuró en atravesar el vestíbulo, momento que la joven aprovechó para hacer una reverencia.

Comprobando que, efectivamente, se trataba de Hinata, Hiashi Hyuga la abrazó con fuerza, comenzando a llorar. Unos segundos después, Neji y Hanabi se le unieron, creando a su alrededor, el círculo de amor que le hizo falta durante años. Un círculo de amor que, en lugar de romperse, se hizo más fuerte.

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-¡¿QUÉ?! – gritaron Sakura y Naruto al unísono, azotando las manos en la mesa del comedor de la residencia Sabaku. - ¡¿F-Fuiste a ver a tus padres?!

Hinata asintió, recibiendo de parte de Gaara una taza de té.

-¿Y-Y Sasuke ya lo sabe? – cuestionó el rubio.

-C-Casi se desmaya cuando se lo conté. – habló con una sonrisa, haciéndolo poner una mueca simpática.

-¡¿Y-Y-Y qué pasó?! – interrogó Sakura, incapaz de controlar sus nervios. - ¡¿Q-Q-Qué te dijeron?!

-F-Fueron muy amables conmigo. – explicó. - Mi mamá... tampoco podía creer que estaba frente a ella, hasta que se me acercó y me abrazó. E-Estaba acompañando a la esposa de mi hermano en el jardín, por eso no pudo recibirme en la puerta junto con mi papá.

-¿Entonces no tuviste ningún problema? – cuestionó de nuevo la pelirrosa, viendo tranquila como la joven negaba con la cabeza.

Pasaron otro rato platicando de otros temas, hasta que, agotados, se despidieron y volvieron a sus respectivas alcobas.

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Con las ramas golpeando los cristales de las ventanas de su habitación, Hinata no podía dejar de moverse de un lado a otro sobre su cama. Sudaba y jadeaba, atormentada por las imágenes de sus sueños.

Sangre. Una niña. Sangre. Alas de murciélago. Sangre. Una mujer. Sangre. La mujer le sonríe. Sangre. La mujer le sonríe a lo lejos y carga con algo en sus brazos. Sangre. Dos pedazos. Sangre. Dos almas. Sangre. Dos mechones de cabellos. Sangre. Lo que carga la mujer es un bebé. Sangre.

Luego, la parca del ritual, con su inmensa cuchilla en sus larguiruchos y huesudos dedos, atraviesa a la mujer y al bebé... en ese instante, la sangre no paraba de brotar del vientre de Hinata, ocasionándole mucho dolor en los brazos de Sasuke, quien la tomó y corrió hasta la entrada del templo... solo para toparse con el cadáver descuartizado de Tsubaki.

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Al pasar la página de su libro, cuyo capítulo contaba sobre diferentes tipos de enfermedades respiratorias, Sasuke escuchó un par de golpes en la puerta.

-¡Adelante! – exclamó con curiosidad.

Era la 1 de la mañana y, en teoría, todos debían estar dormidos. Todos excepto Hinata, quien, con cierto temor en sus ojos blancos, se asomó al interior de la alcoba, pegando sus manos en el borde de la puerta.

-¿Qué sucede? ¿Volviste a tener otra pesadilla?

La joven, enmudecida, asintió con la cabeza. El Uchiha la vio con comprensión. Le pidió que cerrara la puerta y luego, con un ademan, la invitó a que se acostara a su lado.

Cuando Hinata se sentó en la orilla y se metió por debajo de las cobijas, Sasuke dejó su libro en su mesita de noche y se le acercó, abrazándola y besándola en la cabeza.

-Ya te ha pasado 10 veces durante el mes... - dijo seriamente. - y todavía sigues sin contarme lo que ves.

-Creo... - susurró, apoyando su cabeza sobre su pecho. - ...que está relacionado con lo que me quitó el intercambio de corazón. – se sentó, y lo miró con los ojos llenos de lágrimas. – Jamás... voy a quedar embarazada.

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Sin tener la menor intención de ocasionarle problemas ni distracciones a su hermano menor, Itachi decidió quedarse un tiempo en el templo Higurashi, preguntándose a sí mismo que haría de ahora en adelante.

Estaba vivo.

Había muchas posibilidades, muchas metas a las que aspirar. Incluso Toga y Sesshomaru se vieron interesados en convertirlo en policía, luego de ver el desempeño que tuvo, usando una pistola en situaciones de crisis. Suspiró.

¿Él? ¿Policía? No se veía a sí mismo como uno. Aunque, con tanto desorden que tenían en la recién reconstruida estación de Suginami, fácilmente podría capacitarse para ordenar archivos. Según Kohaku, eso se le daba bien.

En eso, el chofer del taxi llamó su atención, indicándole que ya habían llegado a su destino.

El cementerio.

Bajó del vehículo, le dio las gracias, pagándole la tarifa del viaje y luego, se giró sobre sus talones para entrar.

Sin embargo, cuando las campanas colgadas en la barda, sonaron por el viento, tuvo el instinto de voltear a su derecha.

Parada en la esquina de la banqueta, con un gran ramo de flores, se encontraba una joven de ojos negros y largo cabello castaño oscuro, a la que no había visto en muchos años.

-¿I-Itachi? – preguntó, corriendo hacia él y quedándose quieta a unos centímetros de distancia.

El mencionado estaba paralizado. Aun después de tanto tiempo, Izumi Matsui, su novia de la secundaria, seguía viéndose igual de hermosa.

-No puede ser... – fue lo próximo que le susurró, llenando sus ojos de lágrimas. - ...estás despierto.

Sin dudarlo ni un segundo más, Itachi acortó más la distancia entre ellos y la abrazó con fuerza. Las campanas continuaron sonando, incluso cuando se separaron y se miraron fijamente.

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-Así que despertaste hace unos meses. – comentaba Izumi, acompañando a Itachi al interior del cementerio. - ¿Y tu hermano lo sabe?

-Lo vi hace unos días. – respondió, tomándola de la mano y con la vista fija en las lápidas. - Pero, ¿Tú como supiste que estaba en coma?

-Después de que nos dijeran en la escuela lo que le pasó a tu familia, fui a buscarte al hospital. – explicó. - Ahí me encontré con una enfermera de edad avanzada, quien me contó que aun seguías con vida.

-La señora Urasue... - pensó el joven.

-Cuando me era posible, iba a verte. Incluso intenté localizar a Sasuke, pero... después de esa noche, pareció que la tierra se lo había tragado.

Itachi se detuvo de pronto, encontrando los nombres de sus padres, grabados en una misma tumba. Con tristeza, Izumi colocó una parte de las flores que llevaba sobre esta. Se agachó junto al muchacho y juntos, empezaron a rezar en silencio. Minutos después, ella se levantó y estiró hacia arriba los brazos, tomando de nuevo el ramo de flores.

-Recientemente, mi madre y yo abrimos una florería. – le contó mirándolo con una sonrisa. - ¿Te gustaría trabajar con nosotras?

Una vida normal en un ambiente normal. Pero... ¿Qué pasaría si los demonios atacaban nuevamente? Ahora tenía dos motivos importantes para vivir y tenía que estar preparado para ello. Sonriendo, se puso de pie y volvió a abrazar a Izumi.

-Gracias, pero... - le susurró en su oído izquierdo. - ...creo que siempre si me uniré a la policía.

-En ese caso... – Izumi se separó un poco de él y le sonrió. – ...búscame cuando me necesites. Mi puerta siempre estará abierta para ti.

Agradecido, Itachi asintió. Volvió a tomarla de la mano, entrelazando sus dedos esta vez, y luego, buscaron otra lápida, dentro del mismo cementerio.

Las nubes ocultaron brevemente el sol, desapareciendo sus rayos de la tumba de Fugaku y Mikoto Uchiha.

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-17 años después-.

Con la lluvia iniciando sobre el antiguo y abandonado pueblo de bambú, un hombre vestido con ropas de monje, degustaba una taza de té caliente, en la tranquilidad de la casa que, alguna vez, le había pertenecido a su maestro.

Un poderoso sacerdote llamado Haku.

De pronto, antes de llevarse el té a los labios, la taza se agrietó, dándole un mal augurio que, se complementó, con los relámpagos que sonaban, en la parte superior de una colina.

Apresurándose, dejó la bebida en la mesa de madera. Tomó una capa, un sombrero de paja y unas sandalias, y salió bajó la lluvia.

Después de correr en el interior de la aldea y subir por unas escaleras de concreto, llegó a la cabaña donde, una sacerdotisa y un Youkai, se prometieron amor eterno.

Rodeando la construcción, se quedó helado al presenciar, como una niña, de alrededor de 8 años, devoraba un cuervo que había muerto en el sitio.

Los truenos volvieron a sonar en los alrededores, haciéndolo gritar por accidente y, en consecuencia, llamando la atención de la menor.

Antes de que se le abalanzara, desgarrando sus ropas y su pecho para devorar su corazón, alcanzó a ver el sharingan brillando en sus ojos.

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-¡Cielos! ¡Qué mala suerte! – se quejó Naruto, sacudiendo sus ropas en el vestíbulo de la clínica Uchiha, ubicada en el distrito de Suginami.

Sasuke estaba con él, retirándose la gabardina negra que llevaba.

-¡B-Bienvenidos! – Hinata se levantó de la silla de la recepción, y les pasó un par de toallas y unas tazas de café caliente.

-¿Vino un paciente en mi ausencia? – cuestionó Sasuke.

-Tranquilo, no ha venido nadie. – aseguró la mujer de cabello azulado, llevándose su abrigo negro y dándole un beso en su mejilla izquierda.

-Oigan, ¿Y qué hay de ella? – cuestionó Naruto, señalando hacia las puertas de cristal.

Intrigados, la pareja volteó al mismo tiempo, encontrando a una pequeña niña de corto cabello y ojos negros.

Tenía puesto un largo vestido negro que le llegaba por debajo de las rodillas. No tenía zapatos.

Y, al igual que Naruto y Sasuke, también se había mojado por la lluvia, siendo iluminada brevemente por los truenos que caían cerca de ahí.

Con comprensión, el Uchiha dejó su café en la barra de la recepción. Se aproximó a la pequeña y se agachó a su altura.

-¿Qué puedo hacer por ti? – cuestionó, viendo brevemente hacia la calle, por el cristal de las puertas. - ¿Estás sola?

-P-Papá... - musitó, llamando su atención.

Lloraba mientras lo miraba desesperada.

-P-Papá... ¿N-No te acuerdas de mí? – poco a poco, fue levantando el volumen de su voz. - ¡S-Soy yo! ¡S-Soy tu hija! ¡Sarada!

Al escuchar aquello, Hinata abrió los ojos como platos y Naruto, sentado en una silla de plástico junto a la pared, escupió el café que se estaba tomando.

Haunted and Lost, Fin.

Próxima mini secuela:
Reborn and lost.


Y terminó...! :D Casi... jajaja Los próximos capítulos serán como un especial, ambientado 17 años después, así que todavía no llegamos al final definitivo, pero si a una parte de este. Espero que les haya gustado! Muchísimas gracias por el cariño y el apoyo que le han dado a mi historia :3 Nos estamos leyendo!