Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic
Observo la puerta principal durante mucho tiempo, el ruido sordo cuando se cerró detrás de Edward resuena en mis oídos. Me ha dejado sola, en su casa.
―¿Bella?
Girando, me encuentro cara a cara con Esme, mis ojos se agrandan.
―Lo siento ―balbuceo―, iba... de salida.
―¿Está todo bien? ―inquiere, dando un paso más cerca, mirando preocupada entre la puerta y yo, sin duda habiendo escuchado a Edward irse.
Asiento, incapaz de hablar.
―Vamos ―insta cortésmente―. Voy a prepararnos un poco de chocolate caliente.
―Oh, está bien... Supongo que debería irme.
No me cree mi débil intento de actuar fuerte; como la mujer cariñosa que es, puede ver a través de mi falsa indiferencia.
Asintiendo con la cabeza, hace un gesto hacia la cocina, dejándome de pie en el gran vestíbulo, observándola irse.
Tal vez sea la desesperación por no volver a casa, sabiendo que no tengo a dónde ir, pero la sigo en silencio, retorciendo las manos con nerviosismo.
En la cocina, está parada frente a la estufa; olla grande, leche y chocolate en el mostrador junto a ella.
Estamos en silencio mientras ella trabaja, yo de pie torpemente frente a la mesa larga.
―Siéntate ―ordena suavemente, vertiendo el chocolate caliente en dos tazas. Hago caso.
»Escuché a Edward irse ―me dice, tomando asiento frente a mí, con las manos acunando su taza.
Asiento con la cabeza, tragando saliva y mirando el líquido espeso y cálido.
»¿Sabes a dónde fue? ―indaga.
Niego con la cabeza, soltando un suspiro por la nariz.
―No tengo idea. Lo molesté.
Asintiendo, bebe delicadamente de su taza.
―No se necesita mucho para molestarlo. ―Su expresión es de dolor, su suave sonrisa vacilante, incapaz de mantener su convicción. Ni siquiera puede bromear al respecto.
Algo en el comportamiento de Esme me hace confiar en ella. Tal vez sea su calidez maternal, tal vez sus ojos amables y su curiosidad sin pretensiones.
―Mi mamá volvió ―indico en voz baja. Sé que me está mirando de cerca, pero mantengo mi atención en mis manos―. Se fue por... más de dos años, casi tres. Simplemente... se fue un día, sin decir una palabra y ahora... está de vuelta.
Asintiendo, ella sonríe tímidamente, suavemente.
―¿Déjame adivinar? ¿Eso molestó a Edward?
Asiento, tomando un sorbo de chocolate. Es delicioso, relajante.
―No puede entender por qué no quiero escucharla.
―Ah. ―Sus labios se fruncen, su rostro tan dolorosamente comprensivo―. Las mamás son un tema muy delicado para Edward. No puede ver más allá de su propio dolor en lo que respecta a las madres.
―Puedo entender eso.
―Pero no disminuye tus propios sentimientos, Bella. No debería.
Mordiéndome el labio, la miro a los ojos. Ella tiene razón, sé que la tiene, pero mi instinto es encontrar a Edward, explicarle, disculparme, ayudarlo... ¿a expensas de mí misma? No estoy segura de cómo me siento al respecto.
Tomando una respiración profunda para calmarme, me muevo en mi asiento, frotándome la cara con la mano.
¿Dónde está?
―No sé a dónde fue ni qué puedo hacer…
Durante mucho tiempo, Esme no responde. La cocina está en silencio, la gran casa cruje a nuestro alrededor, una inquietante quietud que está fuera de lugar en una casa tan moderna.
―Cuando está molesto ―comienza, tomando otro sorbo de su bebida―, se esconde, aleja a la gente. Siempre lo ha hecho, sin importar cuánto intentemos ayudar. ―Su voz es triste, plana, tan llena de dolor―. Terapeuta tras terapeuta intentaron hacerlo hablar, trataron de que se abriera, pero él es un maestro de la manipulación, presionando cada vez con más y más fuerza, volteando el cuestionamiento y redirigiéndolo. La única razón que nos dieron fue que siempre ha sido su mecanismo de defensa, desde que era un niño... al principio, probablemente era una forma de escapar de su padre y del dolor al que estaba sujeto. ―Sus ojos lagrimean, parpadeando rápidamente mientras mira por la ventana―. Se volvió instintivo, y tuvo once años para perfeccionarlo. ―La observo en silencio, sintiendo como si me estuviera entrometiendo en una parte de la vida de Edward que aún no quiere que yo sepa. Pero no puedo apartar la mirada, no puedo cambiar de tema. Necesito escuchar esto.
―¿Qué hay de su mamá? —pregunto, mi voz tímida e insegura.
Esme succiona una respiración profunda por la nariz, su atención todavía dirigida hacia la ventana.
―Cuando... cuando Edward cumplió quince años, era... difícil. Empezó a pelear, a consumir drogas y a salir con gente cuestionable. Carlisle y yo no sabíamos qué más podíamos hacer por él, lo involucramos en deportes, lo inscribimos en lecciones de piano... Queríamos encontrar algo que fuera una salida adecuada para su ira y su dolor, pero todo parecía inútil. Hizo llorar a tres terapeutas, sus primeros cuatro tutores de piano salieron corriendo de la casa llorando. Y luego le rompió la pierna a un niño a propósito durante una práctica de fútbol. No sabíamos qué más podíamos hacer. Entonces, me acerqué a él y le pregunté qué pensaba de encontrar a su madre. Esperaba que le diera las respuestas que buscaba, las respuestas que necesitaba. Un cierre. Tal vez esperaba que le diera algún tipo de... paz.
―¿La encontraron? ―pregunto, inclinándome hacia adelante, curiosa, desesperada por respuestas.
Esme niega con la cabeza con tristeza, mirándose las manos.
―Un investigador privado tardó tres meses en encontrarla. Edward y yo nos presentamos en su puerta... en retrospectiva, deberíamos haberle advertido, pero... estaba tan emocionado. Realmente amaba a su madre.
―¿Qué pasó? ―Mi voz es apenas un susurro.
Otra respiración tranquilizadora, más parpadeo para aclarar sus ojos.
―Dejó perfectamente claro que no quería tener nada que ver con él. Nunca olvidaré la expresión de su rostro cuando cerró la puerta. Ella... lo miró como si no supiera quién era, como si no fuera nada.
Mierda.
―Él no me dijo esa parte.
Ella sonríe con tristeza.
―No creo que alguna vez lo haya hecho, lamentablemente. Algunas cosas, como los detalles de la muerte de Emma, las mantiene profundamente ocultas, bajo llave.
Necesito encontrarlo.
―¿A dónde iría? ―cuestiono, poniéndome de pie, mi voz temblando, desesperada.
Tan llena de compasión, se pone de pie y me frota el brazo.
―Si no está contigo, mi única suposición es... Jacob. ―El veneno en su voz mientras pronuncia su nombre no se me escapa.
Asiento, dándole las gracias por el chocolate caliente, y salgo corriendo de la casa, en una misión, con la esperanza de encontrarlo antes de que haga algo estúpido.
