05
—Apropósito, Kakaroto —mencionó de pronto aquel individuo que se había presentado con el nombre de Raditz. Milk notó con horror como su mirada se fijaba justo en ella… y en el pequeño Gohan en sus brazos—. Ese niño de allá… No creas que no noté el parecido y su cola de Saiyajin. No será ese tu hijo, ¿o acaso lo es?
Todos los músculos del cuerpo de Milk se tensaron de golpe, y por reflejo se aferró aún más al pequeño cuerpo de su hijo, y se giró hacia un lado intentando ocultarlo lo más posible de la vista de esa persona.
—¡No te atrevas a referirte a mi hijo! —espetó Milk con furia desbordando de su voz y de su mirada.
—¿Tu hijo? —masculló el extraño, soltando justo después una risa irónica—. Kakaroto, no sólo tuviste el descaro de amistarte con estas criaturas, ¿además te atreviste a aparearte con una de sus mujeres?
La atención de ese hombre volvió a centrarse en Milk, y ésta sintió una oleada de asco al notar como recorría su mirada por todo su cuerpo de una forma por demás descarada.
—Aunque admito que fea no es —señaló Raditz con voz ladina.
—¡¿Cómo te atreves…?! —soltó Milk, sin poder evitar el denso nudo que se había formado en su garganta.
Todo lo que acababa de ocurrir en los últimos minutos resultaba totalmente incompresible para la joven madre y esposa. Todo había ocurrido muy rápido, y se sentía simplemente superada por la situación, provocándole esto el ferviente deseo de simplemente salir corriendo de ese sitio con todo y su hijo, si no fuera porque lo único que había a su alrededor era mar.
La extraña conversación que Goku y aquel individuo estaban teniendo sacó a colación un montón de cosas de las que Milk no tenía ni idea, y muchas que no tenían sentido alguno: un golpe que Goku al parecer se había dado en la cabeza de muy pequeño; una extraña historia contada por el maestro Roshi sobre cómo Gohan, el abuelo de Goku, lo había encontrado en una capsula que había caído del cielo; y una alocada afirmación de que Goku era en realidad un extraterrestre, perteneciente a una raza de guerreros llamados Saiyajins que se dedicaban a conquistar planetas. Y si eso no fuera suficiente, aquel hombre afirmaba también ser ni más ni menos que el hermano mayor de Goku.
«Esto no puede ser cierto… no puede estar pasando» pensaba Milk, sintiéndose mareada, confundida, perdida… casi como si estuviera a punto de desmayarse. Y claro, su sentimiento de aprensión y escepticismo eran compartidos por todos los demás, incluso por el propio Goku. Sin embargo, si se detenía un momento a meditarlo con la cabeza fría, todo aquello tenía hasta cierto punto… sentido.
Esa sensación de familiaridad que aquel extraño le había transmitido en cuanto lo vio, ahora Milk podía darse cuenta de a qué se debía: era muy parecido a Goku, en especial en sus facciones, y en su color ojos y cabello. Y la cola, igual a la que Goku tenía de niño y a la de Gohan; nunca había visto a alguien que no fuera animal antropomórfico tener una cola así. ¿Y qué con respecto a la fuerza tan grande que Goku siempre había demostrado en comparación a la mayoría de sus enemigos? ¿No habían afirmado algunos que "no podía ser un ser humano"?
«¿Y si es cierto?» pensaba Milk con duda, pero claro también con miedo. «¿Y si Goku todo este tiempo ha sido realmente un extraterrestre? ¿Qué significa esto? ¿Qué significa esto para Gohan? ¿Entonces él es…?»
Milk intentó hacer a un lado todos esos pensamientos antes que la dominaran, pero resultaba muy, muy difícil. Y lo fue aún más cuando ese tal Raditz dijo que Goku estaba en la Tierra porque debía matar a todos sus habitantes y conquistar el planeta para ellos y su jefe. Que debía cumplir con su misión, y luego ir con él a reunirse con sus demás compañeros. Goku, por supuesto, negó absolutamente todo lo que aquel hombre le decía, y le exigió que se largara. Pero él no lo hizo, y aquella horrible sensación de peligro que lo acompañaba no hizo más que acrecentarse; mucho más ahora que su atención se había centrado en Gohan…
—Si tú no quieres hacerme caso, quizás tu hijo sea más cooperativo —comentó Radtiz de pronto, tomando por sorpresa a todos—. Después de todo como te dije, hay pocos miembros de la raza Saiyajin con vida. Quizás el tío Raditz pueda enseñarle a tu hijo como ser un verdadero guerrero.
Y con una calma casi irreal, comenzó a caminar lentamente hacia Milk y Gohan, teniendo sus ojos clavados como dagas en ellos. Milk sintió una oleada de terror recorrerle el cuerpo, y no fue capaz de moverse más allá de dar un paso hacia atrás. Sus piernas le temblaron un poco mientras contemplaba a aquel imponente individuo aproximársele, pero sus brazos seguían aferrados con fuerza a su pequeño.
—¡No te acerques! —le advirtió Goku, su voz retumbando como un trueno. Aquel hombre, sin embargo, siguió caminando ignorándolo por completo—. Si das un paso más, ¡te voy a eliminar! —Raditz siguió avanzando sin vacilación alguna.
Cuando estuvo a la distancia correcta, y fue más que claro que no haría caso a su advertencia, Goku reaccionó con su máxima velocidad, lanzándose hacia él con su puño directo al rostro de su supuesto hermano. Sin embargo, a pesar de su sobresaliente rapidez, su puño terminó sólo golpeando el aire, pues la imagen de ese individuo despareció de enfrente de él en un simple parpadeo.
Goku se sintió desconcertado ante esto, y antes de poder reaccionar o siquiera visualizar hacia donde se había movido, lo siguiente que sintió fue el tremendo golpe que recibió justo en la boca del estómago cuando la rodilla de Raditz se clavó en él. Su cuerpo fue lanzado con violencia por los aires, y luego se desplomó hacia un lado a varios metros lejos de Milk y los otros.
—¡Goku! —exclamó Milk, volteando a ver espantada como su esposo caía de espaldas en la arena, y quedaba ahí inmovilizado por el dolor. Los otros igualmente observaron estos, atónitos. Goku acababa de ser derribado de un solo golpe… ¿Cómo podía ser eso posible?
—¡Canalla! —gritó Krilin con furia, lazándose por mero instinto hacia su atacante, pero Raditz lo repelió y lanzó a un lado con un simple movimiento de su mano, como si simplemente ahuyentara a una mosca, y el cuerpo del joven peleador terminó de boca contra la arena.
El maestro Roshi igualmente lo intentó, estirando una patada directo a su rostro, pero Raditz lo detuvo en el aire y luego lo lanzó como si nada hacia un lado, haciéndolo caer directo contra el cuerpo de Krilin en el piso, antes de que éste pudiera siquiera intentar levantarse.
—Qué criaturas tan patéticas son estos terrícolas con los que te han encariñado, Kakaroto —se burló Raditz de forma mordaz—. Y ahora…
Se giró de nuevo directo hacia su objetivo original: Gohan y Milk. Y ahora no había absolutamente nadie entre ellos y el Saiyajin.
El terror que inundaba a Milk se volvió aún más intenso. Ante ella, la alta e imponente figura de Raditz se alzaba grande como si fuera un enorme e imponente oso, y ella sólo una pequeña e inofensiva niña. Había luchado con enemigos antes, incluso con enormes dinosaurios, e incluso visto de cerca al propio Piccolo Daimaku. Y nunca en ninguna de esas ocasiones se había sentido tan indefensa, tan vulnerable… o tan débil como en ese momento.
El Saiyajin avanzó un paso más hacia ella, y sólo entonces Milk logró sobreponerse lo suficiente alimentada con un sólo y ferviente deseo: proteger a Gohan; nada más importaba.
—¡No toques a mi hijo! —gritó con todas sus fuerzas, y dejando de lado su miedo giró rápidamente, lanzando una rápida y fuerte patada circular directo a la cara de esa amenaza latente.
Su pie cortó el aire con gran velocidad, y se estampó directo en el costado izquierdo de la cabeza de Raditz. Había usado todas las fuerzas de su cuerpo; cada fibra de su ser se había enfocado únicamente en esa patada. Y, aun así, aquel individuo no se movió ni un centímetro. En realidad, ni siquiera pestañeó al recibir tal impacto.
«No puede ser…» pensó Milk, pasmada.
—Qué absurdo —susurró Raditz con voz monótona. Y al instante siguiente alzó su mano derecha en el aire, y en menos de un segundo dirigió el revés de su mano directo al rostro de Milk sin que ésta pudiera siquiera verla venir hacia ella. La mano la golpeó directo y sin obstáculo en su mejilla derecha, volteando su cabeza entera hacia un lado, y su cuerpo le siguió.
La mente de la mujer se puso totalmente en blanco mientras era impulsada hacia un costado. Logró percibir escasamente la sensación dura y áspera de la arena al caer contra ella, pero no fue capaz de reaccionar en lo absoluto los segundos siguientes. Sólo se quedó ahí tirada sobre su costado, despierta, con sus ojos bien abiertos fijos en la nada, pero siendo incapaz de pensar en nada más que el intenso dolor que comenzaba a corroerle el costado de su cara.
—¡Mamá!, ¡mami! —logró escuchar escasamente la voz de hijo, llorando con fuerza. Lo escuchaba como si estuviera muy, muy lejos, pero en realidad el pequeño estaba de rodillas justo a su lado; se había soltado de sus brazos al caer—. ¡Mamá!, ¡levántate mamá! —soltaba con fuertes berridos el pequeño, mientras con sus manitas comenzaba a sacudirla con desesperación. Sólo hasta ese momento Milk logró reaccionar un poco.
«¿Gohan?» pensó aún aturdida, alzando como pudo su cabeza para observar el rostro enrojecido y empapado de lágrimas de su hijo justo delante de ella. El gorro con la esfera de cuatro estrellas se había caído de su cabeza, y sus cabellos y ropas se habían cubierto de arena. Sólo logró mirarlo por un escaso segundo, quizás menos, antes de que la mano del Saiyajin lo tomara abruptamente de sus ropas y lo alzara rápidamente en el aire, apartándolo de ella.
Aquello bastó para sacarla de su ensimismamiento.
—¡Gohan! —logró pronunciar Milk en alto, intentando rápidamente incorporarse, pero sin lograrlo debido al dolor y al mareo que aquel golpe le había ocasionado.
Raditz se giró en ese momento hacia Goku, que seguía aún el suelo, igualmente incapaz de levantarse como todos los demás.
—Me llevaré a tu hijo conmigo, Kakaroto —indicó Raditz al tiempo que sostenía al pequeño en alto—. Si quieres que te lo regrese sano y salvo, tienes que comenzar a comportarte cómo se debe y obedecer las órdenes de tu hermano mayor. Tendrás que cumplir con tu misión de conquistar este planeta, y luego venir conmigo para reunirnos con el príncipe Vegeta. Si logras demostrarle tu valía, puede que te deje unírtenos. Pero para eso, necesitaré primero que me des una prueba de que tu lealtad está con nosotros y no con estos seres inferiores. En veinticuatro horas volveré a este mismo sitio, y tendrás que mostrarme el cadáver de cien terrícolas que hayas exterminado con tus propias manos. No debería resultarte nada complicado lograrlo.
—Eso… no… —masculló Goku entre gemidos, intentando sobreponerse al dolor—. ¡No hay forma de que yo haga tal cosa!
—No te quedará de otra —contestó Raditz con voz burlona—. Si lo haces, te devolveré a tu hijo, y puede que incluso los tres podamos encargarnos de terminar con el trabajo en este planeta e irnos juntos. Si no, lo mataré instante, y no me importará que sea mi sobrino. ¿Está claro lo que te digo, Kakaroto?
Aquella último amenaza llegó a los oídos de Milk como un sonido ensordecedor que no le permitió escuchar nada más. "Lo mataré al instante" había dicho sin más, refiriendo a su hijo, ¡a su Gohan!
Los llantos del pequeño resonaban en el aire como un estridente aullar que retumbaba en los adentros de Milk como un terremoto, y la hicieron dejar a un lado cualquier dolor o miedo.
Empujada por ese fuego interno, Milk utilizó gran parte de las fuerzas de su cuerpo para ponerse de pie, y el resto de éstas para lanzarse contra aquel hombre, rodeando el grueso brazo con el que sujetaba a su hijo con los suyos, quedándose prácticamente colgada de éste. Raditz apenas y la volteó a ver soslayo.
—¡Deja… a mi hijo! —masculló Milk con debilidad, concentrando todo su fuerzo en intentar mover hacia abajo aquel brazos, resultando tan inamovible para ella como aquel tronco frente a su casa—. ¡Suéltalo…! ¡Déjalo en paz…!
—¡Qué fastidio! ¡Suéltame, mujer! —gritó Raditz son rabia, y sin menor moderación jaló su puño libre, clavándolo directo en el estómago de Milk, con una fuerza mayor que si un caballo le hubiera dado una patada directa. Todo el aire abandonó su cuerpo de golpe.
—¡Milk…! —escuchó que alguien pronunciaba, pero no pudo identificar quién había sido. ¿Goku?, ¿Bulma? No importaba…
Sintió de nuevo que su mente se nublaba. Su cuerpo se alzó del suelo unos metros tras el golpe y luego cayó de espaldas. Rodó sobre un costado, aferrando sus dos manos a su estómago, tosiendo con fuerza, e incluso vomitando un poco sobre la arena. Su mente vacilaba entre la consciencia y la inconsciencia, inclinándose más a ésta última mientras sus ojos desorbitados observaban perdidos hacia el infinito mar delante de ella, y la su mejilla se apretujaba contra la dura y caliente arena.
Ya no podría volver a levantarse. Por más que lo deseara, su cuerpo simplemente no se lo permitiría.
—¿Lo has entendido, Kakaroto? —pronunció a la lejanía la voz de aquel hombre (no, de aquel monstruo)—. No importa lo que hagas, la única alternativa es que me obedezcas. Ni se te ocurra traicionarme.
Milk giró sólo un poco su rostro, unos escasos centímetros, pero lo suficiente para ver cómo el cuerpo del Saiyajin se alzaba en el aire, sujetando al pequeño niño bajo su brazo que se retorcía y lloraba.
—Go… han… no… —masculló despacio con voz carrasposa, alzando con debilidad una mano hacia el aire, como si ingenuamente intentara alcanzarlos—. Gohan…
Sus ojos se cubrieron de lágrimas y le nublaron la vista por completo, mientras la figura de esa persona se alejaba a toda velocidad con todo y su hijo.
