06
—Milk, ¿me escuchas? —pronunciaba Bulma con angustia, mientras tomaba el frágil cuerpo de la mujer entre sus brazos, intentando alzarla—. ¿Puedes sentarte?
Milk no respondió, pero con la ayuda de Bulma hizo el intento de levantarse. En cuanto su torso se irguió en un ángulo específico, un intenso choque de dolor le recorrió el cuerpo entero desde su costado derecho, saliendo de ella en la forma de un fuerte grito al aire. Sus manos se aferraron justo en ese punto. Al presionarlo le dolía.
—Con cuidado, no sé si tengas algo roto —mencionó Bulma—. Creo que debemos llevarte a un hospital.
Aquello no significaba nada para Milk. El dolor que la oprimía, la debilidad de su cuerpo, el mareo o la sensación de que en cualquier momento se desmayaría si no centraba todo su esfuerzo en evitarlo… Todo era secundario. El único pensamiento que realmente significaba algo en su mente era su pequeño, su Gohan, y en cómo aquel hombre se lo había llevado sin más; sin que ninguno de ellos pudiera hacer absolutamente nada para evitarlo.
—Goku, ¿estás bien? —pronunció el maestro Roshi, y Milk por reflejo alzó su mirada hacia el frente. El maestro y Krilin intentaban en ese momento ayudar a Goku a levantarse.
De pronto, Milk se sobrepuso lo suficiente para ponerse de pie, ignorando por completo el intenso dolor que en otras circunstancias hubiera sido totalmente paralizante.
—Espera, Milk —exclamó Bulma con preocupación—. No te fuerces…
No le hizo caso, y comenzó de inmediato a avanzar en dirección a donde yacía su esposo, cojeando y con sus manos presionando su costado adolorido.
—¡Goku! —exclamó con fuerza, llamando la atención del guerrero que de inmediato se giró a mirarla. El maestro Roshi y Krilin habían logrado hacer que se sentara, pero poco más.
—Milk… —pronunció Goku con debilidad. Su esposa siguió avanzando hacia él, pero cuando ya estaba bastante cerca, sus fuerzas no pudieron más y terminó desplomándose hacia el frente. Goku reaccionó de inmediato, atrapándola en sus brazos, quedando el rostro de la mujer contra su pecho—. ¡Milk! ¡¿Estás bien…?!
—¡Por supuesto que no estoy bien! —gritó Milk con furia, tomando por sorpresa a todos, en especial por la fuerza de su voz a pesar de su estado—. Goku… —pronunció con voz áspera, y entonces alzó el rostro para mirarlo de frente, sus ojos desbordando ira, acompañada por unas intensas lágrimas que comenzaron a recorrerle el rostro—. ¡¿Cómo pudiste permitir que ese hombre se llevara a Gohan?! —exclamó con ímpetu, incluso golpeando débilmente el pecho de su esposo con una de sus manos.
—Pero, Milk… —pronunció Goku, mirándola con asombro.
—¡Tienes que recuperarlo! —exigió la mujer, dándole más manotazos en su pecho con desesperación—. ¡Tienes que salvar a nuestro hijo! Dijiste que siempre estarías ahí para protegernos, ¿acaso lo olvidas? ¡No puedes permitir que ese hombre le haga daño a mi bebé! ¡No puedes permitirlo…!
Su voz se quebró, y lo único que pudo surgir de su boca justo después fueron unos intensos y desgarradores llantos, al tiempo que pegaba su rostro contra las ropas de Goku, ocultando su rostro y humedeciendo las telas con sus lágrimas.
—Milk, eso es muy injusto —exclamó Krilin con tono de recriminación—. Por supuesto que Goku no permitió que ese hombre se llevara a tu hijo. Él intentó protegerlos y…
—Cállate, Krilin —pronunció Bulma en ese momento, sonando claramente como un regaño—. Yo sé que es el dolor el que está hablando, Milk —añadió con un tono mucho más dulce—. Ninguno de nosotros podría entender el sufrimiento de una madre como tú…
Sí, era cierto; era el dolor el que le hacía pronunciar aquellas palabras. Milk sabía que si se detenía al menos un instante al pensarlo, el decir todo aquello era indigno, e injusto para su esposo. Pero no podía hacerlo. Se sentía tan frustrada, tan enojada, que no podía evitar desquitarse con él. Era tristemente lo único que podía hacer…
—Tienes razón, Milk —pronunció Goku se pronto con seriedad—. Yo debí de haberlos protegido… ¡Yo lo prometí!
Había decisión y fuego en sus palabras, y Milk las percibió. Sintió entonces como las manos de Goku la tomaban con delicadeza de sus brazos y la apartaban con cuidado de él, pero sólo lo suficiente para poder alzarse él mismo.
—¡Nube voladora! —gritó Goku con fuerza una vez que estuvo de pie, y al instante el destello dorado de su nube se dirigió desde el cielo hacia él, colocándose justo delante. Comenzó entonces a avanzar hacia la nube, a pesar de que su andar era errático y pausado; era evidente que no estaba ni de cera recuperado.
—Por favor, no te precipites —insistió el maestro Roshi, tomándolo con fuerza para intentar detenerlo—. Es obvio que no podrás derrotarlo tú solo.
—El maestro Roshi tiene razón, Goku —añadió Krilin, igualmente intentando hacer el intento de que su amigo no avanzara más—. Sólo mira lo que pasó hace un momento: ¡te derrotó con tan sólo un golpe!
Los puños y quijada de Goku se apretaron, señal de la tremenda frustración que sentía. Él mismo sabía sin problema que sus palabras eran ciertas.
Bulma se aproximó en ese momento a Milk, intentando de nuevo ayudarla a pararse colocando un brazo de ella alrededor de su cuello. Milk para esos momentos no tenía fuerzas, ni tampoco deseos, de moverse así que dejó que ella hiciera lo que quisiera, como si se tratara de una mera muñeca de trapo sin voluntad.
—Tiene que haber algo que podamos hacer —pronunció Bulma con inquietud, pero en las miradas de todos, esto parecía no ser posible. Hasta que de pronto una idea pareció cruzar por la mente de Goku.
—Su cola —pronunció en alto—. Cuando era niño, mi cola era mi punto débil. Cuando la sujetaban firmemente, perdía todas mis fuerzas.
—Es verdad —exclamó el maestro Roshi con tono solemne—. Puede que a él le pase igual.
—Pero Goku —pronunció Krilin, dando un paso hacia su amigo—, el problema con ese plan es que tendrías que acercarte demasiado a él para poder tomar su cola. ¿Crees poder hacerlo siendo él tan fuerte y rápido?
Goku agachó su mirada al suelo. De nuevo sus puños se apretaron con fuerza.
—Me avergüenza decirlo, pero no creo poder hacerlo. Al menos no yo solo.
Al decir eso último, alzó instintivamente su vista hacia el maestro Roshi y Krilin, y éste último en especial pareció espantarse ante la implicación silenciosa de aquello.
—Entiendo —pronunció el maestro Roshi rápidamente—. Krilin y yo haremos todo lo posible por ayudarte, Goku.
—¿Qué?, ¿yo? —exclamó Krilin con su voz casi temblándole.
—Por supuesto que tú —le respondió su maestro con severidad—. Ni Tenshinhan ni Yamcha están aquí, y la situación es crítica como tomarnos el tiempo de ir a buscarlos. Sólo nosotros podemos hacerlo algo.
—Es… cierto… —susurró Krilin con más resignación que convicción—. Supongo que si los tres peleamos juntos podremos hacer algo…
La verdad era que todo aquello resultaba una medida desesperada, pero necesaria. Cumplir las órdenes de aquel individuo no era una opción, y mientras más tiempo esperaban más en riesgo ponían a Gohan. Así que no quedaba más remedio que ir ellos tres, y hacer lo mejor que pudieran… aunque eso terminara en la inevitable muerte de uno de ellos…
—Ustedes no podrán hacer nada, dúo de inútiles —pronunció con fuerza una voz grave y potente como un trueno, justo desde lo alto de sus cabezas.
Al instante todos alzaron su mirada, incluso Milk en su debilidad, y todos pudieron contemplar claramente la silueta de turbante y larga capa blanca que levitaba varios metros por encima de ellos, y en la que ninguno había reparado hasta ese momento. Y aún a esa distancia todos lograron reconocerlo.
—¡Es Piccolo! —pronunció Bulma horrorizada, dando un paso hacia atrás con todo y Milk a la que aún sujetaba para mantenerla de pie.
«Es Piccolo Daimaku» pensó Milk, en ese punto tan aturdida que sólo le era posible sentirse sorprendida, más que asustada.
Aquel individuo de piel verde descendió rápidamente hacia ellos, parándose justo delante de Goku y los otros, que por mero reflejo adoptaron una postura de defensa. Bulma, por su parte, hizo que Milk y ella retrocedieran más junto con la vieja tortuga.
—Pero tú… ¿qué haces aquí? —le cuestionó Goku con firmeza.
—Venía siguiendo a ese sujeto —respondió Piccolo con asombrosa calma, tomándolos por sorpresa.
—¿Tú ya lo conocías?
—Me tomó por sorpresa con sus increíbles poderes —masculló el ser de piel verde, notándose fácilmente la rabia que lo acompañaba—. Es humillante, pero ese hombre llamado Raditz supera por mucho mis poderes. Y también los tuyos. Incluso si pelearas con esos dos como apoyo, no podrían hacerle nada; serían sólo un estorbo.
El comentario claramente no agradó ni un poco a Krilin y al maestro Roshi, pero ninguno dijo algo para desmentirlo.
—Si quieres tener una oportunidad, necesitarás mucha más ayuda —prosiguió el recién llegado con fiereza.
—¿Qué estás proponiendo, Piccolo? —inquirió Goku, adoptando al momento una postura ligeramente más relajada.
—Yo iré contigo —exclamó de golpe sin vacilación alguna—. Pelearemos juntos contra ese individuo y lo derrotaremos.
—¡¿Qué?! —exclamaron Krilin, el maestro Roshi y Bulma al unísono. Goku permaneció en silencio, y Milk, al parecer de haber escuchado, tampoco fue capaz de reaccionar.
—¿Pelear juntos? —repitió Goku, incrédulo—. Pero… ¿por qué quieres ayudarnos?
—No te equivoques —soltó Piccolo con dureza, como si escupiera las palabras—. Yo no quiero ayudarte, y mucho menos me interesa la vida de tu hijo. Mi único fin sigue siendo acabar contigo, y conquistar este mundo… Pero mientras exista un individuo tan fuerte como él, eso será imposible. Está muy claro que ninguno de los dos podría hacerle frente por separado, a él o a sus otros dos compañeros de los que habló si es que son iguales de fuertes que él. Pero juntando nuestras fuerzas, puede que tengamos una oportunidad, en especial si aprovechamos su punto débil. Si lo piensas, es la estrategia más inteligente.
Mientras hablaba, avanzó lentamente hacia Goku. Sus demás amigos retrocedieron con aprensión ante su cercanía, pero Goku se mantuvo firme en su posición, sosteniéndole la mirada a su, hasta ese momento, jurado enemigo.
—Así que tú y yo nos uniremos para acabar con él —indicó Piccolo—, y también con los otros dos. Y una vez que eso pase, tú y yo saldaremos cuentas de una vez por todas. ¿Está claro?
Goku guardó silencio unos instantes. Si acaso sopesaba en si aquello era buena o mala idea, su expresión seria y firme no dejaba muy clara su postura. Milk, por su parte, miraba a ambos hombres, y la idea que flotaba en el aire ciertamente le causaba inquietud como a todos los otros, pero también cierto conflicto.
Ella sabía muy bien que en cuestión de fuerza, el único otro guerrero en la Tierra que podría rivalizar con Goku era Piccolo Daimaku; ella misma los había visto pelear en el último Torneo de las Artes Marciales. Si alguien podría servir de apoyo para su esposo para salvar a su hijo, tenía que ser él. Pero… ¿valdría la pena el riesgo? ¿Estaba dispuesta a arriesgarse a perder no sólo a Gohan sino también a Goku, al poner la vida de ambos en manos de ese monstruo…?
¿Cómo es que habían llegado a una situación tan desesperada?
—Muy bien —respondió Goku de pronto, destanteando un poco a todos los demás—. Al parecer no tengo otra opción. Debo salvar a Gohan por cualquier medio, incluso si eso implica pelear a tu lado, Piccolo.
—Goku… —pronunció Milk en voz baja, ligeramente pasmada. ¿En serio lo haría…?
Piccolo sonrió divertido.
—¿Quién diría que te convertirías en un amoroso padre? Vamos entonces…
El cuerpo de Piccolo se elevó lentamente al cielo, y sin espera Goku saltó a la Nube Voladora, antes de que cualquiera pudiera decirle o hacer algo para detenerlo. Antes de irse, sin embargo, el guerrero se giró rápidamente hacia Milk; sus ojos radiaban convicción y confianza, esa misma que ella tanto necesitaba percibir en esos momentos.
—Milk, te prometo que traeré de regreso a Gohan —declaró Goku con firmeza en su voz—. Espérame aquí, por favor.
—Sí —asintió Milk con debilidad—. Gracias, Goku. Gracias…
La Nube Voladora se elevó en el aire hasta estar a la misma altura que Piccolo, y un segundo después ambos salieron disparados, perdiéndose en el horizonte.
