08
Aquel terrible presentimiento comenzó a volverse poco a poco en algo real desde el momento justo en que la nave llegó al sitio marcado. Desde las alturas, los recién llegados pudieron distinguir un enorme cráter en el suelo, y a lado de éste a al menos tres figuras tiradas en la tierra, inmóviles, y un sólo individuo de pie. Y esta última persona fue de hecho bastante reconocible para ellos, en especial cuando desde su posición alzó su mirada hacia la nave que sobrevolaba sobre ellos.
—Es Piccolo —indicó Krilin, azorado—. ¿Pero y Goku…?
El corazón de Milk se estrujó en cuanto su atención se fijó en uno de los caídos. Había prácticamente perdido por completo la parte superior de su atuendo, pero el naranja distintivo de sus pantalones lo dejaba bastante claro.
«No, no, no… Por favor, Kamisama, no…»
El otro individuo tirado era el Saiyajin, el tal Raditz; lo reconocieron por su armadura y su larga cabellera oscura. Eso debía significar que el combate había terminado, o al menos el enemigo estaba de momento neutralizado, por lo que Bulma bajó rápidamente a tierra. En cuanto la nave se estacionó y la compuerta superior se levantó, Milk saltó hacia el exterior, resintiendo al instante el esfuerzo por el dolor punzante que le recorrió el cuerpo, pero recuperándose rápidamente para correr hacia donde yacía Goku.
—¡Milk!, ¡espera! —le gritó alguien a sus espaldas, pero no pudo identificar claramente quién, ni tampoco le importó. Ella sólo siguió avanzando lo más rápido que sus heridas y los efectos de los analgésicos se lo permitían.
La atención de la mujer estaba tan fija en su esposo caído, que no reparó que para llegar a él tuvo que pasar justo delante de Piccolo. Éste no se interpuso en su camino, no hizo nada para detenerla, y apenas las miró de reojo cuando pasó a su lado, así que Milk siguió de largo sin obstáculo alguno.
—¡Goku! —exclamó llena angustia, y rápidamente se agachó a su lado. Sin embargo, en cuánto sus ojos se posaron en él y logró verlo mejor… tuvo que llevar de inmediato sus manos a su boca para evitar gritar de horror ante lo que vio.
Goku yacía de espaldas en el suelo, con su torso expuesto y un grotesco agujero en el centro mismo de éste del tamaño mayor a un puño, que parecía atravesarlo desde el frente hasta atrás. La hierba a sus espaldas estaba empapadas con su sangre, y Milk no se dio cuenta hasta que se colocó de rodillas en aquel charco húmedo. El rostro de Goku reposaba hacia un lado, con sus ojos abiertos pero su vista parecía nublada y perdida en la nada. Respiraba… aunque aquello era más similar a dolorosos y agobiantes gemidos.
—Go… ku… ¡Goku! —sollozó Milk, y se apresuró rápidamente a tomar su mano—. Goku, ¿me escuchas? Aquí estoy, mi amor. Por favor, respóndeme, Goku…
Gruesas lágrimas comenzaron a escaparse de sus ojos, mojando la mano de su esposo y su pecho. Ya fuera su voz, su tacto, o la sensación fría de sus lágrimas sobre su piel, pero algo logró que Goku se volviera aunque fuera un poco consciente de su presencia, por lo que con mucho esfuerzo comenzó a girar lentamente su cuello para voltearse en su dirección. Sus ojos se posaron en ella, pero no parecía que la estuviera viendo en realidad.
—Mi… Milk… —susurró despacio con voz apagada, sonando como si cada sonido que pronunciara le provocara un gran dolor—. Lo… lo siento… no pude…
Tuvo que cortar sus palabras para toser un poco de sangre hacia un lado.
—No hables, por favor. No te fuerces —le suplicó Milk, pegando su mano contra su rostro, empapándola aún más con sus lágrimas.
«Esto no está pasando, esto no está pasando… Es sólo otro sueño… Despierta, despierta de una buena vez. ¡Despierta maldita sea!»
—¿Pero qué fue lo que sucedió? —escuchó que espetaba el maestro Roshi con exasperación. Milk se dio cuenta hasta ese momento que todos estaban de pie a su lado, y contemplaban igualmente con asombro y horror la misma escena que ella.
—Que acabamos con el Saiyajin, eso pasó —respondió la voz grave de Piccolo con sequedad, manteniéndose a unos cuántos metros de ellos. Milk notó al mirarlo que no tenía su brazo izquierdo, pero no era capaz de darle la menor importancia a aquel hecho—. Tuve que atravesarlo con mi técnica, y a Goku también de paso.
—¿Qué estás diciendo? —exclamó el maestro Roshi con agresividad—. ¡¿Tú le hiciste esto a Goku?!
—No hice nada que él no quisiera —respondió Piccolo con abrumadora calma—. Él agarró a aquel sujeto mientras yo le lanzaba mi técnica. Él sabía lo que pasaría, y yo lo hice con bastante gusto.
Al pronunciar aquello, Milk miró con espanto como una media sonrisa burlona se asomaba en sus labios.
—¡Tú…! ¡Maldito! —le gritó Milk totalmente llena de ira—. ¡¿Cómo pudiste hacer esto?! ¡Él confió en ti! ¡Todos confiamos en ti! ¡Eres un monstruo!
Piccolo chistó con molestia.
—Digan lo que quieran, grupo de inútiles. Pero lo que hice fue salvar este planeta. Deberían agradecerme en lugar de estar llorando.
—¡Desgraciado…! —espetó Milk, y cegada por la furia hizo el ademán de querer ponerse de pie, y sólo ella sabía qué pensaba hacer, pero Krilin se apresuró a detenerla antes de que pudiera avanzar demasiado.
—Go… Gohan… —escucharon de pronto que Goku pronunciaba, sonando casi como un carraspeo. La mención de aquel nombre bastó para que por un instante Milk se olvidara de Piccolo por completo—. Gohan… está…
—¿Gohan? —murmuró Milk con un nudo en la garganta—. ¿Dónde está Gohan? ¿Qué fue lo que le pasó?
—Aquí está —pronunció Bulma en alto, llamando su atención. La mujer de cabellos azules estaba agachada a unos metros de ellos, y alzaba con mucho cuidado en el cuerpo del niño. Gohan tenía sus ojos cerrados, pero se veía muy tranquilo; casi como si sólo durmiera—. Creo que se encuentra bien —indicó Bulma—. Sólo está inconsciente.
—Qué… alivio… —pronunció Goku despacio—. Milk… lo siento… —añadió justo después, y Milk pudo sentir como sus dedos se apretaban sólo un poco más fuerte alrededor de los suyos—. Creo que no podré… volver a casa contigo… para ayudarte con… los quehaceres cómo te prometí…
Dejó escapar una pequeña risita justo después, que tuvo que ser interrumpida por otro ataque de tos, y más sangre brotó de su boca.
—No, Goku… no digas eso —sollozó Milk, su voz quebrándose cada vez más con cada palabra—. Por supuesto que vendrás conmigo. Y no tendrás que hacer nada. Yo te cuidaré, y te cocinaré todos tus platillos favoritos. No me separaré de ti ni un segundo, Goku. Así que por favor… por favor…
El llanto se apoderó casi por completo de su voz.
—Por favor no te vayas… no me dejes… Dijiste que nunca te me dejarías… ¡lo prometiste!
—Es verdad… —susurró Goku, volviendo a reír—. Creo que tampoco… podré cumplir esa promesa. Por favor… no te… enfades…
Su voz se fue apagando poco a poco, conforme la poca luz que quedaba en sus ojos se fue extinguiendo. Sus parpados cayeron, cerrándose por completo. Su cabeza cayó sin oposición hacia un lado, y Milk pudo sentir como la mano que sostenía perdía toda fuerza. Pero en sus labios, aun así, quedó congelada esa última sonrisa.
Milk sintió como su aliento la abandonaba y todo su cuerpo se ponía rígido. Cada fibra de su ser había dejado de percibir la presencia de su esposo.
—No, no… ¡no! ¡Goku! ¡NO! —grito con desesperación, y sin pensarlo se lanzó al frente, pegando su rostro contra su pecho y rodeándolo con sus brazos. Su rostro y ropas se cubrieron de su sangre, pero ella ni siquiera lo notó—. ¡No puede estar pasando! ¡No puede ser! ¡Goku!
Comenzó a soltar fuertes y estridentes berridos al aire, sin poder contenerse ni un poco. Su Goku, el hombre que siempre estaría a su lado para protegerla, se había ido.
—Milk, tranquilízate, por favor —le rogó Krilin, tomándola de los hombros e intentando apartarla del cuerpo sin vida de su amigo.
—¡No me toques! —gritó Milk echa una fiera, intentando apartarlo de ella—. ¡No me toquen! ¡No me aparten de él! ¡Goku!
—¡Milk no todo está perdido! —insistió Krilin. Su voz intentaba sonar firme y segura, pero lo cierto era que se le notaba igualmente intranquilo—. Te prometo que lo reviviremos en cuanto reunamos las Esferas del Dragón. ¡Goku volverá, Milk!
—¿Las Esferas del Dragón? —susurró despacio la mujer, girándose a mirarlo lentamente sobre su hombro. Con una mano comenzó a tallar su rostro para limpiarlo de los rastros de lágrimas y sangre—. ¿Es verdad eso? ¿Él puede volver a la vida con las Esferas del Dragón?
Recorrió su mirada por Krilin, el maestro Roshi y Bulma, que en esos momentos cargaba en sus brazos al pequeño Gohan. Todos asintieron y secundaron las palabras de Krilin.
—Por supuesto que sí —murmuró Bulma con decisión, aunque era claro que se resistía para no soltarse a llorar—. Goku nos ha salvado muchas veces. Te prometo que no lo abandonaremos ahora.
Aquello significó un pequeño rayo de esperanza en Milk, aunque no suficiente para apartar por completo la tristeza y dolor que le perforaban el pecho.
Se giró una vez más a ver a su esposo. Su rostro se veía tan calmado y pacífico; incluso seguía sonriendo. Si había la posibilidad de que él volviera, no podía dejarse derrotar tan fácil.
De pronto, mientras se hallaba totalmente absorta en su rostro, para su sorpresa y la de todos, el cuerpo de Goku se desvaneció de pronto.
—¿Qué? —soltó Milk, totalmente atónita. En un segundo Goku estaba ahí, y al siguiente ya no, dejando en su lugar sólo la mancha de sangre en la hierba—. ¿Pero qué…?
—¡Ha desaparecido! —exclamó el maestro Roshi estupefacto, dejando claro con eso que Milk no estaba imaginando cosas.
—¿Pero qué pasó? —preguntó Krilin, igual de confundido que todos.
—Eso debe ser obra de Kamisama —pronunció de pronto la voz de Piccolo, jalando la atención de todos.
El hombre de piel verde se había mantenido alejado unos pasos de ellos todo ese rato, y en esos momentos les daba la espalda al tiempo que se colocaba de nuevo su capa y turbante con total calma. Casi se habían olvidado de su presencia, pero en cuanto volvieron a ser conscientes de ésta todos se pusieron tensos y en alerta, en especial Krilin y el maestro Roshi que rápidamente se posicionaron delante de Milk y Bulma.
—¿Kamisama, dices? —le cuestionó el maestro Roshi con seriedad—. ¿De qué hablas, Piccolo? ¿Qué es lo que sabes?
—No tengo ni idea de qué esté tramando —murmuró Piccolo despacio, alzando su mirada hacia el cielo—. Habrá visto lo que pasó, y de seguro se le ocurrió alguna tontería. Ese viejo sinvergüenza siempre con sus trucos.
Milk no lo entendía, pero la verdad era que no creía ser capaz de entender nada en esos momentos. ¿Kamisama se había llevado el cuerpo de Goku? ¿Para qué? ¿Con qué fin? Y lo más importante, ¿con qué derecho?
Un grito similar a dolor hizo que los cuatro se sacudieran de golpe. Aquel grito provenía de Piccolo. Su cuerpo se había doblado un poco hacia el frente, y en su rostro se veía que estaba haciendo un gran esfuerzo. Su primer pensamiento fue que estaba por atacarlos, lo que claramente los puso aún más nerviosos. Sin embargo, para su sorpresa, lo que ocurrió fue que abruptamente del muñón de su brazo cercenado surgió de la nada un nuevo brazo, totalmente igual al que había perdido.
Eso los sorprendió, pero además asustó un poco. Aunque, si hacían algo de memoria, había hecho algo muy parecido durante su pelea con Goku en el torneo de hace cinco años.
Piccolo alzó su brazo nuevo, lo movió y examinó, asegurándose que todo estuviera bien. Una vez que terminó con eso, se giró por completo hacia ellos, clavándoles su intensa mirada.
—Si quieren ser de utilidad, encárguense de reunir las Esferas de Dragón y de revivir a Goku lo antes posible, ya que sin importar lo que Kamisama esté tramando, él no tiene el poder de revivir a los muertos. Y aunque a mí me encantaría que ese idiota se quedara justo en dónde está, lamentablemente lo necesitaré aquí en un año.
—¿En un año? —preguntó Krilin, confundido—. ¿Qué… pasará en un año…?
Piccolo guardó silencio unos momentos, y su mirada lentamente se desvió hacia la dirección en la que yacía el cuerpo sin vida de Raditz.
—Que los dos compañeros de ese sujeto vendrán a la Tierra —respondió como una sombría advertencia—. Y al parecer ambos son mucho más poderosos que él.
Aquello dejó sin palabras a todos, y pudieron sentir como un aire frío y denso los envolvía.
Al parecer esa pesadilla estaba lejos de terminar.
