10

Bulma, Krilin y el maestro Roshi se quedaron mudos, mirándose entre ellos como esperando que alguno reaccionara o le respondiera primero a Milk; algo que, evidentemente, ninguno se atrevía a hacer. Al final fue Krilin quien se armó de valor.

—¿Qué te ayudemos a salvarlo? —murmuró con voz temblorosa—. Te refieres a… salvarlo de Piccolo, ¿cierto?

—¡Por supuesto! —exclamó Milk con firmeza, parándose con cuidado para no volver a caer—. No podemos dejar a mi pequeño en garras de ese monstruo. Tenemos que buscarlo y rescatarlo, por favor…

—Entiendo cómo te sientas, niña —masculló el maestro Roshi con voz mucho más segura que la de Krilin—. Y me encantaría poder ayudarte, de verdad. Pero sin Goku con nosotros, no hay mucho que Krilin o yo podamos hacer en contra de Piccolo. Si fuéramos a enfrentarlo ahora, sólo arriesgaríamos nuestras vidas, y también la de tu hijo.

—Además de que el maestro Roshi y Krilin ya fueron revivido una vez con las Esferas del Dragón —señaló Bulma—. No sería correcto que arriesgaran sus vidas así a la ligera.

—¡¿A la ligera?! —exclamó Milk con voz irritada—. ¡Es mi hijo del que hablan! ¡Del hijo de Goku que salvó este mundo en más de una ocasión…!

Milk calló de golpe y comenzó a respirar lentamente, intentando calmar sus ánimos antes de perder por completo la compostura, lo cual no resultaba sencillo dada la situación.

—Está bien, ¿y si buscamos a Yamcha y Tenshinhan? —propuso en cuanto logró pensar con más claridad—. Quizás todos juntos pudieran hacer algo, ¿no?

—Bueno, tal vez —susurró Krilin dudoso, colocando una mano atrás de su cabeza—. Pero no sé si en verdad sea necesario correr ese riesgo.

—¿Qué cosa? —masculló Milk con sequedad—. ¿Cómo que no sabes si es necesario? ¡Mi hijo está con Piccolo Daimaku! ¡El ser más despreciable y malvado que ha existido en este mundo! ¡¿Cómo dicen que no es necesario rescatarlo?!

—Me refiero a que quizás Piccolo no le haga daño en realidad —intentó aclarar Krilin, alzando sus manos al frente en señal de paz, como si temiera que la mujer se le lanzara encima a atacarlo—. Él dijo que lo que quería era entrenarlo, y que lo necesitaba para poder pelear con los Saiyajins en un año. Siendo así, lo más seguro es que necesite mantenerlo a salvo y vivo, ¿no?

Milk lo observó, totalmente atónita de escuchar esas palabras. ¿En verdad estaba sugiriendo lo que escuchaba? ¿Qué no debía preocuparse y dejar la vida de su hijo, lo único que le quedaba en ese mundo, en manos de Piccolo Daimaku? Tenía que ser una broma; una de muy mal gusto.

—¡¿Cómo pueden decir una barbaridad como esa?! —gritó con fuerza, provocando casi que la casa entera se estremeciera. Tal parece que sus emociones a flor de piel la hicieron sobreponerse a cualquier debilidad que la estuviera oprimiendo hace un momento—. ¡¿Qué mi hijo entrene con Piccolo Daimaku?! ¡Él no…! —su respiración se agitó notoriamente, y se le dificultaba un poco el hablar con claridad—. ¡Gohan ni siquiera debería involucrarse en nada nada esto! Él es un niño bueno, tranquilo y estudioso que trabaja cada día para convertirse en un gran investigador. Gohan no es un peleador, ¡y no tendría por qué serlo en lo absoluto! ¡Y mucho menos bajo la tutela de ese demonio que quién sabe qué cosas horribles podría enseñarle!

—Pero, escuchaste lo que Piccolo dijo —indicó Krilin—. Que tu hijo tiene un gran poder escondido, y si aprende a usarlo…

—¡Eso a mí no me importa! —le cortó Milk abruptamente—. Yo no quiero… ¡no quiero que mi hijo se vuelva un luchador y arriesgue su vida! No quiero que él… muera de una forma tan horrible… como Goku…

Su voz se quebró un poco, y sus ojos se cubrieron de nuevo de lágrimas.

—¿Qué madre querría a su hijo expuesto de esa manera? —masculló despacio, agachando su mirada—. De sólo imaginar por lo que podría estar pasando en estos momentos… Siendo él tan sensible…

Sentía que se soltaría a llorar de nuevo, pero uso toda su fuerza de voluntad para evitar desmoronarse como hace un momento.

—Te entiendo, Milk —susurró Bulma con voz consoladora—. Pero dadas las circunstancias, creo que lo mejor será que nos enfoquemos en reunir las Esferas de Dragón, para poder revivir a Goku cuanto antes. Así él podrá encargarse de rescatar a Gohan de Piccolo, o podrá decidir qué es lo mejor.

—¡Reunir las esferas tomará mucho!, ¡no puedo esperar tanto! —recalcó Milk con severidad, volviendo a mirarlos.

Se tomó un momento para de nuevo respirar, y pasó el dorso de su mano y brazo por sus ojos, tallándolos. Esto los tenía ya para esos momentos bastante rojos e irritados.

—Está bien —soltó de pronto con dureza—. Si tienen miedo o no quieren ayudarme, entonces lo haré yo sola…

Y antes de que alguno pudiera entender por completo lo que decía, avanzó rápidamente abriéndose paso entre Bulma y el maestro Roshi, y se dirigió con paso firme hacia la salida de la casa.

—¡¿Qué cosa dices?! —exclamó al maestro, confundido—. No estarás pensando ir a enfrentar a Piccolo Daimaku, ¿o sí?

—¡No digas tonterías, Milk! —le gritó Krilin, histérico, corriendo rápidamente detrás de ella—. ¡Lo único que lograrás es que Piccolo te mate!

—¡No me importa! —recalcó Milk sin detenerse, estando ya en el pórtico, y unos pasos después sus pies tocaron la arena—. Prefiero morir que quedarme sentada sabiendo que mi hijo está allá afuera, sufriendo y llorando por su madre.

—Milk, no estás pensando con claridad —espetó Bulma, saliendo de la casa junto con los demás—. Estás dejando que el dolor nuble tu juicio. Por favor, cálmate y medita mejor las cosas. El que mueras no ayudará de nada a tu hijo.

Ellos tenían razón, y Milk lo sabía muy bien. Si ninguno de ellos podía hacerle frente a Piccolo, ella muchísimo menos podría hacer algo. Y sí, muy seguramente aquello era un suicidio, algo estúpido, algo que una persona cuerda simplemente ni siquiera se lo plantearía. Lo más sensato era hacer lo que ellos le decían, reunir las Esferas del Dragón, esperar a que Goku volviera y se encargue de todo.

Sin embargo, tal parecía que en esos momentos no era una persona cuerda, ni tampoco sensata. Quizás todo el dolor que había sentido ese día, como ningún otro antes, la había terminado volviendo completamente loca. Era la única explicación al hecho de que aun sabiendo todo eso, prefería aun así hacerlo a quedarse un sólo segundo más en aquel lugar.

Se paró entonces con firmeza en la arena, el agua del mar rozándole levemente sus pies. Respiró hondo por su nariz, alzó su mirada y gritó con todas sus fuerzas al cielo:

—¡Nube voladora…!

Su grito resonó en la lejanía como un eco distante que se fue disipando con el oleaje del mar. Por unos segundos todo se mantuvo quieto, y parecía que no ocurriría nada. Era la primera vez que lo intentaba, y en verdad no estaba segura de si funcionaría. Sin embargo, tras unos instantes de espera, un brillo dorado cruzó el cielo y bajó rápidamente en su dirección.

Milk observó eso, aliviada pero también sorprendido. La nube dorada descendió hasta colocarse justo delante de ella, a unos centímetros del suelo.

—Sí viniste —susurró despacio, esbozando una pequeña sonrisa—. Goku siempre me dijo que vendrías a mí si te necesitaba…

Pero mero reflejo se aproximó a la nube, rodeándola con sus brazos y pegando su mejilla contra ella como si intentara darle un brazo, aunque por su tamaño aquello no fuera posible del todo.

—Gracias, amiga…

A como su estado se lo permitió, saltó hacia la nube, montándose sobre ella.

—¡Espera por favor, Milk! —exclamó Krilin lleno de angustia, corriendo hacia ella—. Por favor, no vayas. No podría mirar a Goku a la cara para decirle que permití que su esposa muriera a manos de Piccolo Daimaku.

—¿Entonces sí vendrás a ayudarme? —le preguntó con severidad, volteándolo a ver desde encima de la nube. Krilin guardó silencio, y eso fue suficiente para que ella supiera cuál era su respuesta—. Eso pensé… Haré esto, aunque tenga que hacerlo sola… ¡vamos Nube Voladora!

La nube se elevó en el cielo, y poco después salió disparada hacia el horizonte, llevando consigo a su única ocupante. Se alejó por el firmamento hasta desaparecer, dejando detrás a Kame House y las miradas preocupadas de sus habitantes.