13
Justo un instante antes de que aquella esfera de energía la golpeara, la figura rápida y ágil de un tercero en la escena se lanzó contra Milk, tacleándola lejos del alcance de aquel mortal ataque. El cuerpo de ambos se abalanzó hacia un lado, y la esfera de Piccolo siguió de largo, golpeando el suelo justo en donde Milk se había encontrado hace un segundo, destruyéndolo y dejando en su lugar un gran agujero humeante.
Milk abrió rápidamente sus ojos, confundida y aturdida. Estaba viva, eso estaba claro… Pero, ¿qué había pasado?
Como pudo alzó su mirada para intentar entender qué había ocurrido. Estaba sentada en el suelo, pero alguien la sujetaba con un brazo por la espalda. Y al posar su mirada en el pecho de aquella persona, lo primero que sus sentidos pudieron notar fue el keikogi rojizo, con el símbolo de la tortuga a un costado del pecho.
Aquello provocó que el corazón de Milk diera un vuelco en su pecho.
«¡Goku!» pensó con asombro, y rápidamente alzó su mirada para ver el rostro de esa persona. Sin embargo, éste obviamente no era el de la persona que ella creía.
—Krilin —susurró despacio al reconocer el distintivo rostro de su salvador.
El joven de cabeza calva no la miraba, sino que tenía su expresión nerviosa en dirección a Piccolo. Éste, a su vez, no tardó mucho en darse cuenta de lo que había pasado, y posó sus penetrantes ojos oscuros en ellos.
—¿Y tú qué haces aquí, Krilin? —le cuestionó Piccolo con severidad—. ¿Has venido también a fastidiarme?
—No, espera un poco, Piccolo. Por favor —exclamó Krilin rápidamente, alzando una mano hacia él en señal de calma—. Te pido que tengas un poco de compasión… Milk sólo estaba muerta de preocupación por su hijo…
—¿Compasión? —pronunció Piccolo con tono sarcástico, cortando las palabras del joven—. Ustedes no han entendido lo grave de la situación. Si lo hicieran, no estarían aquí perdiendo su tiempo, y el mío.
—Lo entendemos, Piccolo —respondió Krilin, intentando con todas sus fuerzas parecer seguro—. Te juro que sí. Pero entiende, Gohan es sólo un niño; necesita a su madre. Por favor… devuélvenoslo, y te prometo que nosotros lo entrenaremos para que pueda luchar en un año con los Saiyajins.
—No dejaré algo tan importante en manos de inútiles como ustedes. Y si se empeñan en seguir siendo un estorbo, me encargaré de eliminarlos a ustedes también.
Repitiendo de alguna forma la misma amenaza que había hecho con Milk, Piccolo alzó de nuevo su mano, ahora en dirección a Krilin y Milk por igual, dándole forma de inmediato a otra esfera de energía… sólo que incluso más grande que la anterior.
Krilin se hizo un poco hacia atrás, y tragó saliva, nervioso. Los tres permanecieron en silencio varios segundos, casi esperando a que el otro hiciera algún movimiento, o temerosos de que el equivocado los terminara perjudicando. Al final, Krilin respiró lentamente, y con la mayor calma posible dijo al fin:
—Está bien, Piccolo; tú ganas… Nos iremos en este momento y ya no te molestaremos. Te lo prometo.
Piccolo los observó en silencio sin mutarse, aún con la esfera de energía danzando en su palma esperando a ser lanzada contra sus objetivos. Era imposible por su expresión intentar adivinar qué le pasaba por la cabeza, o si acaso la súplica de Krilin tenía algún sentido tratándose del terrible demonio que era. Quizás la mejor opción sería tomar a Milk y salir volando de ese sitio lo más rápido que pudiera antes de que se decidiera a no permitírselos.
De pronto, para asombro de ambos, la esfera en la mano de Piccolo se esfumó, y el hombre de piel verde bajó al instante siguiente su brazo.
—Por esta ocasión les perdonaré la vida —pronunció Piccolo en alto, sonando más como una ferviente amenaza—. Pero les advierto que si me cruzó de nuevo con cualquiera de ustedes antes de un año, o con algún otro de los amigos de Goku, los aniquilaré sin vacilación. Y no me importará quién pueda o no ser revivido por las Esferas del Dragón. ¿Está claro?
No esperó que a alguno le diera una respuesta, pues de inmediato se elevó rápidamente al aire. Y para cuando Krilin y Milk lograron alzar sus vistas en su dirección, sólo alcanzaron a ver cómo su cuerpo se cubría de energía, y luego salía disparado a toda velocidad para alejarse de inmediato de ahí.
—¡No! ¡Qué no se vaya! —exclamó Milk de golpe, intentando pararse—. ¡Nube Voladora!
La nube dorada respondió de inmediato a su llamado, bajando del cielo y estacionándose delante de ella. Sin embargo, en cuánto intentó subirse a ella, Krilin se apresuró a sujetarla para detenerla.
—¡No, Milk!
—¡Suéltame! —gritó la mujer furiosa, intentando avanzar hacia su transporte, pero sin lograr zafarse del fuerte agarre del guerrero, en especial por lo débil que se encontraba—. ¡Tengo que seguirlo antes de que se aleje demasiado! ¡Necesito obligarlo a que me diga en dónde está Gohan! ¡Debo salvarlo!
—¡Basta! Escuchaste lo que dijo. Si lo sigues provocando, ¡sólo lograrás que ahora sí te mate!
—¡No me importa! —gritó con todas sus fuerzas al aire, sus ojos cubiertos de lágrimas—. ¡No me importa morir! ¡Yo tengo que salvar a mi hijo!
—¡Reacciona de una vez, maldita sea!
De pronto, Krilin alzó su puño derecho y lanzó sin miramiento un golpe directo al rostro de Milk. Ésta recibió el impacto en su mejilla derecha, y su cuerpo entero se precipitó al suelo, cayendo sobre su costado. Aquel repentino golpe la tomó por completo por sorpresa, sintiéndolo casi como una sacudida en todo su ser.
—Discúlpame por favor, Milk —pronunció Krilin con severidad, aunque también se le percibía arrepentimiento por lo que acababa de hacer—. Pero tienes que entender y aceptar que no hay nada que puedas hacer. Esto está mucho más allá de tus capacidades, incluso de las nuestras. Lo único que puedes hacer es volver a casa y esperar a que Goku vuelva. En cuánto lo revivamos con las Esferas del Dragón, con su ayuda podremos rescatar a tu hijo. ¡Goku y Gohan te necesitan con vida! ¡Así que no arriesgues tu vida de esa forma tan desconsiderada!
Milk se levantó lo suficiente para quedar sentada en el suelo, y alzó su mirada llena de furia en dirección a Krilin. Éste sintió por un momento que se le lanzaría encima, le gritaría, o intentaría alguna locura impredecible para él, y se preparaba para reaccionar acorde a ello. Sin embargo, Milk no hizo ninguna de esas cosas. En su lugar, agachó su rostro abatido, y sus largos cabellos cayeron a su alrededor, cubriéndola casi por completo como una cortina oscura. Aun así, las gruesas lágrimas que comenzaron a caer de su rostro y a empapar el suelo debajo de ella no pasaron desapercibidas.
—Maldición —susurró despacio, apenas con un pequeño hilo de voz, pero eso cambió abruptamente convirtiéndose en un grito colérico y desesperado—. ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición!
Mientras gritaba, alzaba sus puños al aire y los dejaba caer una y otra vez contra el suelo, claramente consumida por la agobiante frustración que le inundaba el pecho. Sus palabras se convirtieron al instante en intensos y estridentes berridos que resonaron en el silencio de aquella llanura, desgarrando el aire con ellos.
Krilin, por su parte, se tuvo que limitar a sólo permanecer a su lado en silencio, dándole todo el tiempo que necesitara.
Cuando Milk logró calmarse al fin, o al menos lo suficiente, Krilin sacó de su cápsula la nave de Bulma y ambos se montaron en ella. La mujer se sentó en su asiento, con su cabeza apoyada contra el cristal de la cabina, con su mirada totalmente perdida y su cuerpo sin el menor gramo de fuerza en él. No había vida alguna en su rostro; era como si en verdad hubiera muerto, y así era como ella también se sentía.
El camino de regreso a Kame House fue particularmente silencioso, e incluso algo incómodo. El único intento de conversación que Krilin hizo fue para recalcar que todo estaría bien cuando reunieran las Esferas de Dragón, pero Milk no le respondió en lo absoluto a sus palabras, por lo que Krilin no intentó volver a hablare.
Sólo la propia Milk sabría qué era todo lo que le cruzaba por la mente en esos momentos.
El viaje duró casi toda la noche, y en algún momento Milk cayó totalmente dormida, presa del extenuante cansancio. Estaban ya cruzando sobre el mar de Kame House cuando el sol comenzaba a asomarse en el horizonte. Krilin usó el radio integrado de la nave para avisar que iban acercándose, por lo que todos estaban afuera para cuando llegaron a la pequeña isla.
Milk se despertó unos minutos antes de que aterrizaran. Al mirar hacia abajo por la ventanilla de su lado, vio de pie en la playa al maestro Roshi, Bulma, la vieja tortuga… pero también distinguió la enorme figura de barba oscura y casco con cuernos de su padre, Ox-Satan. También estacionado a un costado de la casa, se encontraba el aerodeslizador rojo perteneciente a este último.
Cuando la nave aterrizó y la compuerta se abrió, Ox-Satan fue el primero en aproximarse, notablemente desesperado.
—¡Milk! —exclamó el enorme hombre, asomándose hacia el interior de la nave—. Hija mía, ¿te encuentras bien?
"Bien" estaba muy lejos de describir cómo Milk se encontraba. Su cuerpo en general se encontraba sucio, y sus ropas gastadas y rasgadas. Su cabello estaba suelto, enmarañado y desacomodado. Su rostro, brazos y manos se encontraban cubiertos se raspones y golpes. Pero lo más alarmante era su mirada totalmente ausente.
Milk no respondió a las palabras de su padre, o siquiera lo miró ni una vez mientras se bajaba lentamente de la nave, para luego encaminarse casi en automático hacia el aerodeslizador. Avanzó directo, sin mirar ni hablar con nadie más, ante las miradas preocupadas de todos. Se dejó prácticamente caer en el asiento trasero del aerodeslizador, quedándose recostada en aquel sitio, hecha un ovillo.
Ox-Satan suspiró, llenó de consternación, pero al menos aliviado de ver que su hija estaba con vida.
—Muchas gracias por todo, maestro Roshi, muchachos —pronunció Ox-Satan con solemnidad, ofreciéndole una profunda y respetuosa reverencia a cada uno—. Ahora llevaré a Milk a casa y cuidaré de ella hasta que esté mejor.
—No tienes que agradecernos —masculló el maestro Roshi con pesar—. Lamentablemente no pudimos hacer mucho para ayudarla en esta ocasión. Aun así espero que se recuperé cuánto antes.
—Muchas gracias, maestro —añadió Ox-Satan, acompañado de otra reverencia—. Por favor, les encargamos la misión de revivir a Goku. Sólo él podrá ponerle una solución a toda esta locura.
Tras unas cuántas despedidas más, Ox-Satan se montó frente al volante del aerodeslizador y emprendieron el viaje de regreso a la Montaña Paoz.
Durante gran parte del trayecto, Milk estuvo totalmente callada, por lo que Ox-Satan pensó que se había quedado dormida. Sin embargo, tras una media hora de camino, Milk soltó de pronto, aún recostada en el asiento trasero:
—Goku está muerto, papá… Y Piccolo Daimaku se llevó a Gohan…
—Lo sé, el maestro Roshi me contó todo lo sucedido —expresó Ox-Satan con pesar—. Pero no te preocupes. Todo estará bien en cuanto Goku vuelva a la vida.
—No lo entiendes, papá —masculló Milk con voz amarga—. Ese Saiyajin y ese demonio tomaron a mi hijo delante de mis narices, y no fui capaz de hacer nada para detenerlos; ¡nada! Soy su madre, se supone que debía protegerlo… y no pude. Simplemente no pude…
Ox-Satan no supo qué responderle, y Milk tampoco le insistió. Ella sabía bien que no había nada que pudiera decirle para hacerla sentir mejor. Ni él, ni nadie.
Al llegar a la Montaña Paoz, Ox-Satan estacionó su vehículo justo delante de la casa, y se apresuró a tomar a su hija en brazos para bajarla. Se disponía a llevarla del mismo modo hacia el interior, pero Milk lo detuvo.
—Puedo caminar, bájame por favor.
Ox-Satan hizo lo que le pedía, colocándola con cuidado en el suelo. Milk caminó por su propia cuenta con paso pausado hacia la puerta principal de la casa, con su vista agachada y perdida, sus brazos colgando flácidos a los lados, y la espalda algo curvada. Se detuvo sin embargo antes de llegar a la casa, al divisar a su lado algo que captó su atención. Algo bastante grande, que era extraño no hubiera visto desde el momento mismo que llegaron.
El tronco, el enorme tronco que Goku había llevado hasta ahí la mañana de ese día, aún seguía ahí tirado justo donde lo habían dejado…
"Mejor que Goku se encargue cuando vuelva", había dicho en aquella ocasión. Sin embargo, el tronco seguía ahí… porque Goku no volvió. Y no volvería hasta quién sabe cuándo, si es que en serio regresaba.
—¿Milk? —preguntó Ox-Satan preocupado al ver que su hija se detenía, pero ésta apenas y captó el sonido de aquella pregunta.
Sin decir nada, se aproximó al enorme pedazo de madera, y se paró a un lado de él. La marca del puñetazo que intentó darle en aquella ocasión seguía visible en la superficie de la corteza; insignificante, inservible… como ella misma.
La rabia comenzó a subir por su cuerpo entero como efervescencia, hasta inundar su cabeza sólo con ella, y con ningún otro sentimiento más. Su quijada se tensó, sus puños se apretaron con fuerza, y de la nada lanzó otro puñetazo con fuerza contra el tronco, obteniendo el mismo resultado que la vez pasada. Sin embargo, ahora el dolor de su puño no la detuvo de lanzar otro golpe con el otro, y otro más con el primero, y una serie consecutivas de golpes y patadas contra el tronco mientras gritaba con todas sus fuerzas al aire. Sus golpes raspaban la corteza, pero también hacían estragos en su respectiva piel.
—¡Milk!, ¡detente! —le gritó Ox-Satan exasperado, y rápidamente la tomó de los brazos para detenerla—. ¡Por favor no sigas! ¡Te harás daño!
—¡¿Qué más daño me puedo hacer?! —espetó Milk como un fuerte lamento al aire—. ¡¿Qué tanto más pueden lastimarme, papá?! Lo he perdido todo, y no puedo hacer nada al respecto; ¡nada!
Su cuerpo perdió por completo las fuerzas, quedando apenas sujetada por las fuertes manos de Ox-Satan. Éste la bajó con cuidado, y el cuerpo de Milk cayó de sentón al suelo.
Justo como había pasado en esa planicie con Krilin, comenzó a soltar sin miramiento alaridos de dolor, de enojo, de tristeza, de angustia al aire. Sus manos y piernas sangraban de todas las cortadas y raspones que acababa de provocarse a ella misma. Y aun así, el tronco seguía sin moverse de su sitio.
