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Goku nunca había sido muy propenso a contarle muchos detalles a Milk de sus aventuras de niño, al menos de que ella le preguntara directamente sobre algún hecho concreto. Algunos podrían pensar que se podría deber a un desinterés por el tema, o incluso cierta desconfianza hacia su propia esposa. Sin embargo, la verdad era que la mayoría no lograba entender cómo funcionaba la mente del guerrero más poderoso del mundo; la propia Milk seguía descubriéndolo. Goku no era una persona que viviera en el pasado, ni siquiera en el futuro. Él era alguien cuya mente se mantenía más que nada en el presente; en la persona, enemigo, entrenamiento, o plato de comida que tenía justo delante de él. Era algo que podía ser desesperante a veces, pero también benéfico de cierta forma.
Las personas que suelen ser perseguidos por sus errores o derrotas del pasado, rara vez logran encontrar la verdadera felicidad. Lo mismo ocurre con aquellos que se la viven preocupados por el futuro; un grupo en el que, para bien o para mal, Milk sabía bien que ella misma se encontraba totalmente incluida, en especial desde el momento en que se convirtió en madre.
De su entrenamiento con la Torre Karin o en el Templo Sagrado de Kamisama, Goku realmente no le había dicho demasiado; sólo pequeños detalles que en conjunto no creaban una imagen lo suficientemente clara como para que Milk pudiera hacerse una idea de lo que le esperaba. Pero eso no le importaba. Fuera la prueba o reto que Kamisama le pusiera, ella la superaría, convencida de que su determinación por salvar a su hijo superaría cualquier deficiencia que sus últimos años sin entrenar pudiera generarle.
Y con ese pensamiento fijo en su mente, se encaminó hacia aquel lugar.
Lo primero que notó en la lejanía conforme se acercaba a la Tierra Sagrada de Karin a bordo de la Nube Voladora, fue justo la majestuosa torre que llevaba aquel nombre, alzándose en el horizonte como un gran mástil, y perdiéndose entre las nubes. Y conforme más se fue acercando, más fue evidente para ella que su altura real superaba por mucho lo que podría haberse imaginado tras escuchar las historias de Goku.
«¿En verdad él escaló todo eso siendo sólo un niño?» pensó realmente sorprendida. Aunque tratándose de Goku, ninguna historia sobre sus proezas resultaba lo suficientemente imposible de creer.
Al estar lo suficientemente cerca de la torre y sobrevolar la tierra debajo de ella, la sensación de un ki cercano (que como Goku le había dicho, poco a poco su cuerpo parecía estarse acostumbrando a ella) le indicó la presencia de varios individuos. Al agachar su mirada, logró ver debajo a un grupo de personas al pie de la torre, que al parecer miraban en su dirección. Y agudizando un poco la mirada, le pareció reconocer claramente a algunos de ellos.
—Son Krilin y los otros —murmuró despacio para sí misma—. Qué bien, los alcancé.
Le ordenó al instante a la Nube Voladora que descendiera hasta tierra. El grupo se hizo rápidamente a un lado para abrirle paso a su aterrizaje.
—Pero si eres tú, Milk —murmuró Krilin al frente de los demás, observándola claramente sorprendido.
—Hola a todos —pronunció la joven mujer con escueto entusiasmo, saltando de encima de la nube y cayendo de pie delante de ellos.
Recorrió su mirada rápidamente por el grupo. Logró reconocer de inmediato a Krilin y Yamcha, y poco después hizo lo mismo con Tenshinhan y Chaoz, a los que recordaba haberlos conocido durante el torneo de hace cinco años. Todos parecían igualmente confundidos de verla ahí, aunque no tanto como el propio Krilin, que además se le veía algo incómodo.
—Me alegra verlos —pronunció respetuosamente, haciendo una ligera reverencia de saludo hacia ellos. Al alzar su mirada, notó a alguien más detrás de ellos: un chico de estatura baja y cuerpo robusto, cabello negro largo y que portaba una espada atada a su cinturón. A diferencia de los otros, no le resultó familiar—. Disculpa, creo que a ti no te conozco.
El rostro de aquel muchacho se desdibujó en una expresión de molestia. Se cruzó entonces de brazos y se giró hacia otro lado, como si aquel comentario ciertamente le hubiera ofendido de alguna forma.
—Mi nombre es Yajirobe, así que no lo olvides —le respondió con tono tosco, que a Milk no le pareció adecuado en lo más mínimo.
—Es también amigo de Goku —se apresuró Krilin a aclarar—. Fue de gran ayuda para él al momento de derrotar a Piccolo Daimaku… o eso tengo entendido.
—Pues no recuerdo que me lo haya mencionado en alguna ocasión —susurró Milk con cierto desdén, lo que a su vez tampoco le agradó al joven de la espada.
—Milk, qué agradable verte después de tantos años —intervino Yamcha con un tono más optimista, avanzando hacia la joven mujer, aunque su atención estaba más puesta en la nube dorada que flotaba detrás de ella—. Aunque debo admitir que cuando vi la Nube Voladora surcar el cielo sobre nosotros, por un instante pensé que Goku había vuelto.
Aunque el comentario fue pronunciado con cierta alegría, justo después de decirlo un aire denso de melancolía envolvió a Milk. Los demás notaron esto de inmediato en cuanto la mujer desvió su mirada hacia un lado, y sus puños se cerraron con fuerza.
—Supongo que ya todos saben lo que pasó —susurró Milk despacio con voz áspera.
—Sí —asintió Yamcha, apenado—. Krilin y Bulma nos contaron lo que le ocurrió a Goku. Pero también nos avisaron que él estará entrenando en el otro mundo con alguien realmente fuerte, y volverá mucho más…
—Ya sé de eso —pronunció Milk con brusquedad, cortando sus palabras, y girándose hacia ellos. Sus ojos reflejaban una marcada dureza—. Lo que Goku haya decidido hacer en lugar de volver a la vida con su familia, no me interesa.
Aquella contestación dejó claramente atónitos a todos. Milk, por su parte, no tenía evidentes deseos de aclarar más a qué se refería. En su lugar, avanzó hacia la torre, parándose justo debajo de ella. Alzó su mirada lo más que pudo, contemplando como aquel majestuoso monumento de piedra con hermosos relieves se alzaba sobre ella, hasta simplemente desaparecer sin poder apreciarse ningún final.
¿Qué tan alto sería aquello en realidad?
—Milk —escuchó que Krilin pronunció a sus espaldas, pero ella se quedó mirando a la torre sin reaccionar—. Oye, ¿a qué has venido aquí exactamente? ¿Ocurrió algo?
—Bulma me contó que vendrían aquí porque Kamisama los entrenará —explicó la mujer con normalidad. Se giró entonces a mirarlos de nuevo—. Y he venido a acompañarlos hasta el Templo Sagrado para entrenar también.
—¡¿Qué cosa?! —exclamaron Krilin y Yamcha al mismo tiempo, aunque claramente su reacción era compartida por todos los demás.
—¿Acaso oí bien? —preguntó Chaoz, pasmado—. ¿Quieres entrenar también con Kamisama? ¿Acaso tienes pensado pelear con los Saiyajins que vendrán a la Tierra?
—Te pido que no bromees, por favor —indicó Tenshinhan con seriedad, sonando casi a un regaño—. Según nos dijeron, estamos hablando de dos guerreros despiadados que superan por mucho la fuerza de Goku. La situación es bastante seria como para tomarla a juego.
—¡Yo no estoy tomando nada de esto a juego! —le respondió Milk con severidad, alzando lo suficiente la voz como para que todos se estremecieran un poco. Respiró profundo a continuación, para entonces intentar responder con mayor calma—. Pero no; no tengo intención de pelear con esos Saiyajins. Mi única meta es derrotar a Piccolo Daimaku y rescatar a mi hijo.
—¿Tu hijo? —inquirió Tenshinhan, confundido.
—Espera, Milk —se apresuró Yamcha, dando un paso al frente—. Krilin me contó que Piccolo había tomado al hijo de Goku para entrenarlo.
—¡Lo que hizo fue secuestrarlo! —le contestó alzando de nuevo la voz—. Prácticamente lo arrancó de mis brazos, justo como lo hizo ese miserable Saiyajin. Y cuando intenté recuperarlo, ese monstruo casi me mata. ¿Qué acaso Krilin no les contó esas partes?
Los ojos casi asesinos de Milk se fijaron en el chico de cabeza calva, que se sobresaltó asustado al sentirse observado de esa forma.
—Bueno, algo así —murmuró Krilin, riendo un poco—. Pero espera, ¿estás diciendo que sigues con la idea de enfrentarlo de nuevo? Ya oíste lo que dijo la última vez; si lo vuelves a molestar, ¡seguro que esta vez sí te mata!
—No cometeré el mismo error dos veces —pronunció Milk con decisión, y una vez más observó hacia la torre—. Si nadie quiere ayudarme, yo misma me haré más fuerte; lo suficientemente fuerte como para salvar a mi hijo.
—Milk, escucha —comentó Yamcha, con voz apaciguadora—. Entiendo la situación complicada de tu hijo, pero en estos momentos Piccolo está dispuesto a pelear de nuestro lado. Eso podría ser lo determinante para salvar a la Tierra. En momentos tan difíciles como éste, todos debemos hacer sacrificios.
—¿Sacrificios? —pronunció la mujer en alto, como si aquello hubiera sido un insulto directo a persona—. ¿Acabas de llamar a mi hijo un "sacrificio"?
—No, yo… —susurró Yamcha, nervioso—. No quise decirlo así…
—¡Porque mi hijo no es un ningún sacrificio! —espetó Milk en alto—. Él no tiene que sufrir por nada de esto. Y haré todo lo que esté en mis manos, todo, para que esté a salvo. Sin importar quién se oponga.
Un profundo e incómodo silencio se sumió sobre ellos. Aquello había sido lanzado al aire como una clara advertencia; no sólo indirectamente hacia Piccolo, sino también hacia los cinco que estaban presentes ante ella. Pasaría por encima de cualquiera, incluidos ellos. Y, por supuesto, no tuvieron problema en entenderlo de esa forma.
El silencio fue cortado de pronto por un pequeño quejido de molestia, proveniente de Yajirobe.
—Pero qué mujer tan escandalosa —exclamó el chico de la espada con desaire, sorprendiendo a Milk, pero claro también acrecentando su enojo—. Déjenla hacer lo que ella quiera —indicó con indiferencia, mirándolos de reojo—. De todas formas, si en verdad quiere ir hasta el Templo Sagrado, primero tendrá que subir hasta la cima de la torre para que el Maestro Karin le dé su aprobación. Nadie puede ver a Kamisama sin hacer eso; ese viejo gato fue muy claro al respecto.
Aquella explicación captó por completo la atención de Milk, y la hizo dejar de lado su molestia por un momento.
—¿Subir la torre con… mis propias manos? —pronunció despacio con voz neutra, como si intentara hallarle el significado a aquellas palabras.
—Así es —recalcó Yajirobe apuntando al cielo, señalando hacia donde en teoría se encontraría la mencionada cima: muy, muy arriba de ellos—. Y no se vale usar ni la Nube Voladora ni volar por tu cuenta. Si quieres la aprobación del Maestro Karin, tendrás que hacerlo tú misma como todos los demás. Y para que sepas, no es nada sencillo de hacer, en especial la primera vez. Dudo mucho que alguien como tú lo logre, así que será mejor que ni lo intentes.
Aquello era por supuesto una clara provocación para hacerla enojar, y en parte claro que surtía efecto. Sin embargo, Milk de nuevo estuvo más interesada en la explicación. Si lo que ese chico decía era cierto, lo que debía hace era escalar la Torre Karin, justo como Goku le había contado que hizo cuando era niño. Y al llegar a la cima, esa persona, el Maestro Karin, le daría su aprobación para ver a Kamisama.
No dudaba de que sería una tarea difícil, quizás casi imposible. Pero si era lo que tenía que hacer para cumplir su cometido…
—Lo haré —declaró Milk con firmeza—. Haré todo lo necesario para ser lo suficientemente fuerte.
—Espera, Milk —intentó intervenir Krilin—. En verdad no es tan fácil como crees, si no tienes…
—Muy bien —mencionó Tenshinhan de pronto, interrumpiendo a Krilin. El peleador de tres ojos observaba fijamente a Milk con expresión severa—. Si quieres intentarlo, no somos nadie para detenerte. Pero si fallas en escalar a la cima como todos nosotros, lo que deberás hacer es volver a casa y esperar a Goku. Este entrenamiento es sumamente importante para todo nosotros, y no toleraré que nos estorbes, ¿te quedó claro?
Aquellas palabras tan severas tomaron por sorpresa a todos, en especial a Milk. Pero nada en el tono ni en la expresión de Tenshinhan dejaba a la duda que hablaba muy en serio.
—No fallaré —respondió Milk con absoluta convicción. Y en verdad estaba segura de poder cumplir con su palabra.
