18

—¿Qué no puedo…? —masculló Milk despacio, su voz desbordando de incredulidad. Sin embargo, ese sentimiento rápidamente se transformó en enojo, que no tardó en pintarse en todo su rostro—. Pero, ¡¿por qué no?! —exclamó en alto—. Subí la torre por mi propia cuenta, sin ayuda, así como todos los demás.

—Eso es una cosa, y ésta es otra —respondió el maestro Karin con simpleza, logrando únicamente irritar aún más a Milk.

—Pero Maestro Karin —intervino Krilin con voz cauta—. ¿No podría…?

—Ustedes deben irse de una vez —le cortó Karin con brusquedad, girándose rápidamente hacia Krilin y los otros—. No dejen esperando a Kamisama más tiempo. Recuerden que tenemos sólo poco menos de un año, así que vayan, vamos. —Señaló con apuro con su bastón hacia una puerta que daba al exterior—. No se queden ahí parados. El Templo Sagrado se encuentra justo encima de esta torre. Por esta ocasión se les permitirá llegar a él volando, así que háganlo en línea recta desde la punta y seguro lo encontrarán sin fallas.

Todos se miraron entre ellos por unos segundos, algo vacilantes sobre qué hacer. Como era de esperarse, Tenshinhan y Chaoz fueron los primeros en moverse, saliendo por la puerta, y elevándose en el aire hacia la parte superior de la torre. Krilin y Yamcha fueron los que más aguardaron, quizás pensando si podrían decir cualquier cosa en favor de Milk, pero la decisión del maestro Karin parecía firme. Así que una vez que los volvió a apresurar para que se fueran, no les quedó más remedio que seguir a sus dos compañeros.

—Oye, ¿se te olvida acaso que yo no sé volar? —exclamó Yajirobe con molestia, cruzándose de brazos.

Karin chistó con molestia como respuesta a su comentario.

—Siempre tan inútil, Yajirobe. Krilin, ¿te molestaría llevarte a este gordinflón contigo?

—Ah sí… claro —respondió Krilin dudoso, aunque de nuevo su atención se viró un momento hacia Milk. Ésta lo miró de reojo un instante, y luego se desvió molesta hacia otro lado. No era claro si acaso estaba enojada con ellos o no, pero Krilin esperaba que fuera claro que no había mucho que ellos pudieran hacer.

—Vamos, Krilin —le indicó Yamcha apurándolo, por lo que el joven guerrero se apresuró a alcanzar a los demás.

Como le había solicitado el maestro Karin, Yajirobe se montó a la espalda de Krilin, y éste se elevó cargándolo. Por sus diferencias de tamaño pareciera difícil creer que Krilin pudiera levantarlo tan fácilmente, pero ciertamente en sus arduos entrenamientos le había tocado cargar en su espalda cosas mucho más pesadas.

—¡No se te ocurra dejarme caer! —le gritó Yajirobe, aferrándose a él más fuerte con sus gruesos brazos.

—¡No me aprietes tanto! —exclamó Krilin con molestia.

Un segundo después, Milk pudo ver como Krilin, Yamcha y Yajirobe desaparecían también de su vista, dirigiéndose flotando hacia donde les habían indicado.

Una vez que quedó sólo ella, respiró hondo por su nariz, intentando serenarse lo más posible antes de volver a hablar. Debía haber algún tipo de malentendido en todo eso. Milk era consciente de que se había unido al grupo a último momento sin que la hubieran "invitado" exactamente, y quizás aquello había resultado un poco grosero. Pero si el maestro Karin era un ermitaño tan sabio como todos decían, confiaba en que si hablaba con él de forma civilizada entendería su situación.

—Maestro… —comenzó a hablar con voz más calmada, pero no logró decir mucho más antes de que aquel hombre gato la interrumpiera.

—¿Sigues aquí? —comentó Karin con algo de sorpresa, girándose de nuevo hacia ella—. Será mejor que vuelvas a tu casa de una vez, ¿no crees? No tienes nada más que hacer aquí.

Dicho eso, se dirigió con paso calmado hacia las escaleras que llevaban a la parte superior.

—¡Espere! —pronunció Milk con apuro, caminando presurosa detrás de él—. Usted no lo entiende, yo en serio necesito entrenar con Kamisama y volverme más fuerte lo más rápido posible. Mi hijo, Gohan, él…

—Sé lo que le pasó a tu hijo —pronunció Karin con voz calmada mientras ambos subían las escaleras—. Lo sé todo.

Aquella afirmación tomó totalmente desprevenida a Milk, dejándola sin palabras por unos momentos.

—¿Lo sabe? ¿Cómo lo…?

Ambos terminaron de subir hacía la parte superior de la torre, que era casi como una extensa terraza circular sin paredes; sólo las columnas que sostenían el techo y un barandal bajo. Desde ahí alrededor sólo se veía el cielo azul y las nubes, y soplaba una brisa fría y fuerte que casi sacudió a Milk en cuanto puso un pie en aquel sitio. A diferencia de la cámara inferior que tenía más cosas como vasijas, armarios, e incluso una bañera, en aquel espacio casi no había nada, salvo una columna ceremonial en el centro sobre la que se encontraba una curiosa estatua pequeña de algunos elefantes alzando sus trompas.

—Desde acá arriba tengo mis métodos para ver lo que ocurre allá abajo —comentó de pronto Karin, jalando de nuevo la atención de Milk. El gato se había colocado frente al barandal, inclinándose un poco hacia adelante para ver hacia las nubes—. Sé que no quieres volverte fuerte para combatir a los invasores que vienen en camino, sino para salvar a tu hijo que fue secuestrado por Piccolo. ¿No es así?

—Sí, así es —respondió Milk con solemnidad—. Por eso necesito que me permita subir y entrenar con Kamisama como a los demás.

—Eso será imposible, imposible —sentenció Karin contundente.

—¡¿Pero por qué?! —exclamó Milk en alto, rompiendo un poco la serenidad que se había forzado a mantener hasta ese momento.

—Creía que sería más que evidente —murmuró el viejo ermitaño.

Lentamente se apartó del barandal y se viró hacia su invitada. Y a pesar de sus ojos aparentemente cerrados, Milk sintió vívidamente su intensa mirada fija en ella. Esto le provocó una sensación de desasosiego que sólo pudo relacionar a la que le provocaba su padre cuando la reprendía siendo muy pequeña.

—Sólo los guerreros más capaces y fuertes tienen el privilegio de ver a Kamisama, y tú no eres uno —le explicó Karin con dureza—. Tu nivel actual es demasiado bajo. De hecho, se encuentra muy, muy por debajo del de Krilin y los otros. Si te permito subir con ellos, sólo serías un estorbo.

—¿Un… estorbo? —susurró Milk, claramente impresionada de escuchar aquello. Sin embargo, tras meditarlo sólo un par de segundos, le pareció de hecho bastante lógico.

Si Krilin y los demás habían sido convocados al Templo Sagrada para entrenar con Kamisama, era porque, aunque no fueran tan fuertes como Goku, todos ellos eran guerreros capaces que ya habían combatido en varios combates de vida o muerte, incluso contra Piccolo Daimaku. Si se comparaba con ellos, era claro que había una gran brecha de diferencia; el sólo ver cómo fue que ellos lograron escalar la torre con tanta facilidad en comparación a ella, debería ser suficiente prueba.

Y ese tronco… ese maldito tronco que aún yacía afuera de su casa y el que ni siquiera había sido capaz aún de mover de su sitio. De seguro cualquiera de ellos podría haberse encargado de él con suma facilidad. De seguro ninguno hubiera permitido que Piccolo Daimaku se llevara a su hijo como había hecho ella…

Karin siguió hablando con el mismo tono serio, mientras Milk reflexionaba en todo eso.

—Y en la situación tan apremiante en la que nos encontramos, con el enemigo tan peligroso que se acerca, no hay forma de que corramos ese riesgo. Así que como dije, es mejor que vuelvas a casa.

Milk agachó la cabeza, y siguió callada por un rato más. Mil cosas le pasaban por su mente, incluidas sobre todo esas duras palabras que caían sobre sus hombros. Pero a pesar de todo ello, la misma convicción que la había motivado a escalar la torre hasta llegar a ese sitio, la misma que le impidió retroceder y rendirse, esa misma le impedía irse como el viejo ermitaño le insistía.

Había dejado que le arrebataran a su pequeño de los brazos dos veces. Irse en ese momento luego de haber llegado hasta ahí, sería como hacerlo una tercera vez.

—¡De ninguna manera voy a volver a mi casa! —gritó con convicción, alzando su rostro de nuevo hacia él. Sus puños se apretaron, y su quijada se tensó—. No cuando mi hijo corre peligro. Si creen que me voy a quedar tranquila sin hacer nada como insisten, ¡todos ustedes están muy equivocados!

Karin se mantuvo inmutable ante ese exabrupto. A lo mucho dejó escapar un pequeño sonido gutural, que Milk no supo identificar si acaso era algún tipo de risa burlona. Y tras unos segundos de reflexivo silencio, murmuró despacio:

—Si te asegurará que tu hijo estará bien y que no corre ningún peligro con Piccolo, ¿aun así insistirías en seguir adelante con este deseo de entrenar con Kamisama?

Milk se sobresaltó, bastante confundida, y pensando por un momento que quizás había escuchado mal.

—¿Que mi Gohan no… corre peligro con Piccolo? —susurró despacio, como si esperara que decirlo en voz alta le diera algún sentido a aquella frase. No lo hizo—. ¡¿Qué locura está diciendo?! Piccolo es un demonio, un monstruo que hace sólo unos días estuvo a punto de matarme….

—Pero no lo hizo —le interrumpió Karin abruptamente.

—¿Qué?

—Me refiero a que Piccolo tuvo muchas oportunidades de matarte como dices, pero no lo hizo —aclaró Karin sin romper su perpetua calma.

¿Significaba aquello que además de saber que Piccolo se había llevado a su hijo, también sabía del encuentro entre él y ella hace unos días? ¿Cómo era que sabía tanto? ¿En verdad podía ver lo que pasaba allá abajo desde ahí?

Fuera lo que fuera, no importaba. Si en verdad había visto lo que pasó ese día, entonces debía saber bien que lo que decía no era así.

—No lo hizo sólo porque Krilin intervino para salvarme —declaró Milk con firmeza—. La verdad es que de no haber sido por él, yo estaría muerta ahora mismo.

«Y yo en lugar de agradecérselo le grite y le recriminé» pensó apenada justo después. Ahora viendo hacia atrás podía aceptar que su actuar no había sido el correcto, y se avergonzaba de ello. Si lo volvía a ver pronto, como esperaba aún que pudiera ser, se disculparía con él.

—Eso es verdad —mencionó Karin, asintiendo—. Pero yo me refería a antes de eso —aclaró de pronto, tomando desprevenida a Milk—. Cuando recién te lo encontraste ese día, él pudo haberte matado desde el primer instante, pero no lo hizo. Te dio varias oportunidades de que lo dejaras por las buenas, ¿lo recuerdas?

Milk guardó silencio, y en su mente intentó repasar lo ocurrido aquel día, o al menos como ella lo recordaba. ¿En verdad se había abstenido de matarla en un inicio? Suponía que era una forma de interpretarlo, aunque ella no estaba del todo de acuerdo con que esa fuera su intención.

Karin prosiguió hablando.

—O incluso cuando se llevó a tu hijo, si fuera el monstruo terrible que crees que es, podría haberte matado ahí mismo cuando intentaste detenerlo. ¿No te has preguntado por qué no lo hizo?

—No tengo idea —respondió Milk con brusquedad—. ¿Qué intenta decirme? ¿Qué acaso Piccolo Daimaku no es tan malo en realidad? ¿En serio espera que crea eso?

Karin dejó escapar de su garganta un pequeño sonido de reflexión, y agachó entonces su mirada. Aunque hasta ese momento se había mostrado firme y convencido de todo lo que decía, en ese momento incluso para Milk fue palpable su duda.

—Seré sincero contigo, las acciones de este nuevo Piccolo nos tienen un tanto desconcertados —dijo el gato ermitaño con voz reservada—. No entendemos del todo cuáles son sus intenciones, y si en verdad desea cumplir las ambiciones de su padre como pregona. Aun así, me parece que es sincero en su deseo de proteger este planeta de sus invasores, y en la importancia que tu hijo tendrá en ello. Así que lo más seguro es que lo proteja y entrene justo como afirmó. Y como dije, la situación a la que nos enfrentamos es la más difícil que la Tierra ha vivido, así que la ayuda de un guerrero con tanto potencial como tu hijo podría ser vital…

—¡Basta! —espetó Milk de golpe en alto de forma tajante.

Karin se sobresaltó un poco por ello. Y al alzar su vista de nuevo hacia la joven mujer delante de él, se sorprendió un poco al percibir en su rostro un muy vivido sentimiento de frustración, ira, rabia… Pero lo fue aún más la sensación que brotaba de su corazón. No era precisamente enojo lo que sintió qua abrumaba su pecho, sino más bien… dolor.

—Ya no diga ni una palabra más —le exigió Milk con voz punzante. Pequeñas lágrimas comenzaban a asomarse desde le margen inferior de sus parpados—. Estoy harta de seguir escuchando lo mismo. Qué mi hijo tiene un gran potencial, qué mi hijo puede ser un gran guerrero, qué mi hijo podría derrotar a esos Saiyajins… ¡Es sólo un niño de cuatro años! ¡Cuatro! —gritó con fuerza, y a pesar de que en ese lugar no había paredes, su voz pareció retumbar como un gran eco—. ¿Qué es lo que pasa con todos ustedes? Gohan es un niño bueno y gentil, estudioso e inteligente, sensible y de un hermoso y puro corazón, que debería estar jugando y estudiando, no siendo expuesto a nada de esto. Pero eso a todos ustedes no parece importarles. Lo único que ven en él es lo fuerte que podría ser por quién es su padre, sin pensar en lo mucho que todo esto pudiera hacerle daño. A ninguno de ustedes le importa Gohan en lo más mínimo. Pero yo soy su madre, y él es lo más importante del mundo para mí. Y si tengo que ir contra ustedes, contra Piccolo Daimaku, o contra quien sea para protegerlo, ¡lo voy a hacer!

Aquel juramento resonó con potencia como un trueno, resonando desde lo más hondo de su ser. Karin se mantuvo en silencio, en apariencia impasible ante las palabras de la mujer, pero en el fondo esto no era del todo así. La mirada de Milk reflejaba absoluta convicción, y su postura era firme y segura. Pero lo más importante fue una vez más lo que su corazón le transmitía en ese momento. No había engaño alguno; cada una de las palabras que decía eran sinceras, y su convicción interna era igual de firme que las palabras que pronunciaba.

«Qué corazón tan puro y honesto» pensó Karin, fascinado. Pocas veces había conocido a alguien así en el pasado.

Tras un rato, Milk respiró profundo por su nariz, y lentamente dejó que su cuerpo y su mente se relajaran. Había dicho lo que tenía que decir, y no se arrepentía en lo absoluto de ello.

—Si no me va a permitir subir al Templo Sagrado, entonces veré la forma de hacerme fuerte yo misma —declaró con voz más calmada, y caminó entonces hacia el barandal con paso firme. Se paró enfrente de éste y miró al cielo, más que lista para llamar a la Nube Voladora e irse de ahí.

—Puede que haya una forma —pronunció Karin en alto primero, jalando de nuevo la atención de la joven mujer hacia él—. Me refiero a una forma en la que te permita subir a entrenar con Kamisama como tanto deseas.

—¿De verdad? —preguntó Milk emocionada, girándose de nuevo hacia él—. ¿Cuál forma?

—Cómo te dije, tu nivel actual es muy bajo —explicó el viejo ermitaño—. Sin embargo, quizás eso pueda cambiar… si bebes el Agua Ultrasagrada.

Al decir aquello, alzó su bastón y señaló con él hacia la columna central de aquella terraza. Milk miró hacia la misma dirección, y contempló con mayor detalle la columna y la estatua de los elefantes, pero principalmente se dio cuenta por primera vez que encima de ésta última había algo más: una vasija de colores azules y dorados, o al menos eso le pareció.

Milk parpadeó un par de veces, un tanto perdida.

—¿Si bebo… la qué?