El agua llegaba hasta las rodillas en el aula de Defensa contra las Artes Oscuras. La densa lluvia, empujada por el viento, penetraba por las grietas de las paredes como olas de un mar tormentoso.

—¡BOMBARDA!— Desde el agujero del techo me llegaban los gritos de Moon, que, montada en su escoba, seguía lanzando hechizos a diestro y siniestro aún cuando la batalla estaba más que perdida—¡ARANIA EXUMAI! ¡PETRIFICUS TOTALUS!

Moon y yo éramos los únicos que quedábamos en pie. A mi alrededor había un montón de cadáveres y heridos flotando en el agua. Saribaa y Aicha, las amigas de Minnie Goodwin, se encontraban semihundidas y recostadas contra una pared, conteniendo la respiración.

Hasta ahora mi única misión había sido espiar la actividad de las arañas y avisar a mis compañeros de su posición, puestos que no sé lanzar un simple desmaius ni a la de tres. De vez en cuando, Moon me mandaba al segundo piso a ver si aparecían Rose o los demás, pero no hubo suerte, y entonces:

—Albus... —Levanté la mirada. Moon descendía hacia mí— Tienes que marcharte. Reúne a los heridos que queden y largáos. Id al baño del primer piso a evacuaros.

—No —dije yo sin pensarlo, aunque la idea de ir a evacuarme me parecía deliciosa— No, Moon. No puedo dejarte aquí sola.

—No es una pregunta, es una orden —dijo ella— Iros ya. Yo os cubro la retirada.

—Moon...

—Cállate.

—Pero...

—¡Que te calles! —sus ojos eran fuego. Parecía la profesora Brönn cuando el agarraba el cabreo— Lárgate, Albus. Esto es demasiado para ti. Eres demasiado cobarde.

Yo sabía que no lo decía para herirme. Aún así los ojos se me llenaron de lágrimas.

Y entonces se empezó a desgarrar todo. Caímos al suelo y nos cubrimos el uno al otro mientras caían los escombros. Una araña gigante estaba abriendo un agujero en la pared con sus pinzas afiladas. Moon fue la primera en ponerse en pie, al tiempo que volvía a montar en su escoba, empapada de la cabeza a los pies.

—¡ARANIA EXUMAI!

Y el bicho salió volando.

Dos más se colaban ya por el agujero. Alcancé a ver las patas delanteras y las caras llenas de ojos, antes de que Moon las hiciera explotar en mil pedazos. Pero ahora se colaban más y más arañas

—¡INCENDIO! ¡DIFINDO! ¡DESMAIUS!

Tres arañas metálicas dispararon a la vez, impactando en el pecho de mi amiga.

—¡MOON!

—COF-COF... Apártate, Al. ¡BOMBARDA! ¡BOMBARDA! ¡BOMBARDAAAA!

Yo no recuerdo cuándo empecé a retroceder. Creo que fue cuando Saribaa me agarró del hombro y me obligó a salir de aquella aula en ruinas. Recuerdo que grité tantas veces el nombre de Moon que creí que me iban a explotar los pulmones. Recuerdo que la vi caer entre mil disparos, que la vi perderse de vista en aquel mar de lluvia y sangre.


La calle estaba vacía cuando salí de cabeza puerco. Moon estaba enciendiedno el primer cigarrillo, pero no se había enrollado con nadie por el camino, así que Yosh le debía cinco sickles a Scorpius.

—Sabía que vendrías a buscarme—dijo Moon sonriendo tristemente. Sus ojos brillaron con furia a la luz de la llama del mechero.

En el suelo, el viento agitaba un ejemplar del diario el profeta: "LA REINA DE LAS ARAÑAS AMENAZA CON UN GOLPE DE ESTADO" rezaba un título. "ACROMÁNTULAS DE METAL: ¿REALIDAD O FICCIÓN?" rezaba otro. Todos los diarios hablaban de lo mismo.

La abracé. Ella se echó a llorar.

—Ay Albus, Albusito...¡Siempre el más inocente!—calló un momento y después dijo—Vas a tener que ser fuerte, Al.

—Ya soy fuerte—dije—¿No has visto los bíceps de 30 centímetros de diámetro que tengo?

—No, Al, esto es enserio...—replicó ella—Vienen tiempos muy jodidos. Y los tiempos jodidos siempre joden a los magos más buenos y benefician a los más oscuros. Ya no hay tiempo de llorar por exámenes o por desamores. No seas como yo.

Enfadada como estaba, tiró al suelo el cigarrillo que ya había terminado.

El fuego se apagó en un charco de agua.


—DIEZ SEGUNDOS PARA EL CIERRE DE PUERTAS— dijo una voz robótica amplificada.

Saribaa llevaba la delantera por el pasillo del primer piso. Aicha y yo íbamos rezagados, los dos cojeando y dándonos ánimo el uno al otro. íbamos a ser los tres últimos en evacuarnos... No, los siete últimos, porque ahora al fondo del pasillo aparecían cuatro figuras, y una de ellas era...

—¡SCOR!

Desde la entrada al baño de las chicas, ya con las puertas blindadas cerrándose poco a poco, un chico rubió miró hacia donde estaba yo. Cargaba un cadáver en sus manos, que yo no llegué a identificar.

—¡...ALBUS, CORRE!

Yo cogí la mano de Aicha y los dos salvamos la distancia que nos separaba del baño. Entre Scorpius y Saribaa consiguieron hacerme pasar por el poco espacio que quedaba entre las dos puertas de metal, pero Aicha...

—¡NO, NO! —gritaba Saribaa. Entre los dos tirábamos más y más de su brazo, mientras Scorpius y otro chico de séptimo trataban en vano de abrir de vuelta las puertas.

Desde la pequeña rendija, vimos a Aicha gritar y llorar de dolor y de pánico mientras las puertas le estrujaban el brazo. Y al final tomó su decisión

—¡AICHA! —Aulló Saribaa cuando su mejor amiga nos soltó el brazo y se perdió de vista para siempre. Y ahora era ella Saribaa quien gritaba y lloraba sin parar.

Yo estuve a punto de caer de rodillas, pero alguien me sostuvo firmemente y me abrazó con fuerza.

—...Al...—dijo Scorpius. Su voz era casi un gemido— Mis padres... Y Yosh, y Minnie... Y... Ay Dios.

—Scor, ¡¿Qué ha pasado?! ¿Dónde están...

—...Y tu primo, Al, tu primo...

—¿...Mi primo?

Solo entonces reparé en el chico pelirrojo de quinto que descansaba a nuestros pies. Era Hugo Weasley, y había muerto asfixiado por el humo de la torre de Ravenclaw

—...Hugo...

—Scor, Albus, venid aquí—dijo entonces una voz. Era el chico de séptimo amigo de Scorpius, corpulento y de pelo castaño recogido en una coleta— Creo que Minnie está viva.

A dos metros de nosotros, el chico de coleta y Saribaa se encontraban arrodillados junto a ella. Saribaa aplicaba el episkeyo sobre una herida enorme que tenía en la frente.

—Está viva —dijo Saribaa entre sollozos— pero la contusión no se le cura, y tiene un montón de huesos rotos.

—Lo ha dado todo en el Ala Sur —dijo Scorpius, sombrío— Yo no sabía que supiera pelear así.

—Un segundo —dijo entonces el chico de coleta, poniéndose en pie, y solo entonces me percaté de que estábamos solos en aquel baño enorme— ¿Dónde cojones está toda la gente?

Y como respuesta, una sombra apareció de detrás de los lavamanos, y dijo en un francés muy forzado:

—¡ALEZ-Y, LES ÉLÈVES!


Cinco minutos después, Madame Tussauds nos guiaba, cargando con Minnie en sus brazos, por un túnel subterráneo al que se accedía por uno de los lavatorios del baño de las chicas.

—¡Depêche-toi, Albus! —me apresuraba, aún en su francés forzado. Madame Tussauds era la profesora de idiomas de Hogwarts. Enseñaba siete idiomas diferentes, aunque muy poca gente se apuntaba a sus asignaturas, pudiendo elegir Vuelo, Criaturas Mágicas o Runas Antiguas. Rose y Moon cursaron su clase de Latín durante un año, "Para pronunciar mejor los hechizos que aprendemos", pero no duraron ni medio mes.

Su verdadero nombre no era Madame Tussauds, obviamente, pero nosotros la llamábamos así. Lo cierto es que nadie sabía su verdadero nombre. Si alguna vez lo había dicho en clase, nadie la había entendido, porque nunca llegaba a pronunciar una frase completa en inglés. Y eso que el inglés era su lengua materna.

No sé por qué os estoy contando todo esto. Supongo que es más fácil hablaros de Madame Tussauds que seguir recordando las muertes de Moon y de Hugo.

—¡hersha harsha! —siseó Madame Tussauds cuando llegamos a la entrada a la Cámara de los Secretos.

Pero no ocurrió absolutamente nada.

—Creo que la pronunciación correcta —dijo Scorpius— Es heesha hasssa.

E inmediatamente, la serpiente de piedra esculpida en la puerta empezó a moverse, y pudimos entrar.

Recorrimos la cámara a tal velocidad que apenas si recuerdo algunas columnas y el esqueleto enorme de aquel basilisco, muerto junto al estanque. Y más allá del estanque había un agujero en la pared.

—Tendremos que nadar —dijo el chico de coleta.

—Donno, Saribaa, vennez. Levitad a Minnie y a Hugo hacia el otro lado —dijo Madame Tussauds, dejando a Minnie en el suelo junto a Hugo.

¡Wingardium Leviosa! —dijeron a la vez Donno y Saariba

Y los que no habíamos sido tocados, nos sumergimos hacia nuestro destino.


Una vez dentro del túnel, tocamos tierra firme, y vimos una pequeña luz blanca, a lo lejos.

—Profesora... dije yo— ¿A dónde nos lleva?

—Nous sommes en train d'arriver au sous-marin.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Scorpius. Yo no dije nada.

—Entonces... ¿Tu hermana está bien?

—Mi hermana está bien. Llegué justo a tiempo. La casa estaba en llamas, pero Yosh me ayudó a buscarla y...

—¿Yosh?

—Me lo encontré en la torre de Gryffindor. Estuvo allí todo el tiempo, Albus. Estaba inconsciente en la sala común y ni lo vimos. Me acompañó a Malfoy Manor, y si no llega a ser por él, ahora estaría muerto. Espero que esté bien. Lo perdí de vista cuando regresamos al castillo. Oye, ¿Y Rose? Ya debe de estar evacuada, ¿no? Es un hacha en medicina mágica, apuesto a que la llevaron directamente a ayudar a la señora Bones con los heridos.

Yo no dije nada. No sabía qué decir. No sabía cómo empezar a explicarle. El nudo de mi garganta se hacía más y más y más grande.

—¿Albus?

Y entonces llegamos a nuestro destino. Fuimos los dos primeros en entrar. Alcancé a ver que me encontraba en una estancia enorme, toda de metal y con barandillas en el piso de arriba, abarrotada de gente a más no poder. Y entonces algo chocó con fuerza contra mí, y me vi envuelto en un abrazo. Una cabellera pelirroja me nubló la vista.

—Albus... ¡Albus, no lo puedo creer!—dijo mi prima entre gritos y sollozos— ¡Pensé que estábais muertos! ¡Pensé que estábais todos...! ¿Dónde está Moon? ¿Y Minnie, y Yoshi...?

No dijimos nada.

—¿...Y Hugo? ¿Está con vosotros?


Pobre Hugo...Me temo que estas arañas son malas de verdad, pero en su defensa... No están programadas para tener sentimientos :'(. Y no, Albus no se va a perdonar nunca la muerte de su primo.