III - Sospechas cruzadas
¿Qué diablos le pasaba a Haibara?
Conan andaba en silencio, para despedirse al poco rato de Ran: la mujer amaba pero debía mentir para protegerla de los hombres de negro, separando así sus caminos.
La pequeña científica llevaba semanas sin querer ir a la escuela. Se encerraba en la habitación sin desear hablar con nadie, ni con Agasa. Era extraño, demasiado extraño, solamente se comportaba así cuando era algún tema relacionado con la Organización… pero esta vez parecía algo más personal.
No comía, no dormía y si solo se le ocurría la idea de entrar en su habitación se llevaba una gran reprimenda a cambio. Se tumbaba en su cama, a oscuras, alejada de la sociedad, algo le causaba un dolor tan atroz que apenas podía levantarse.
Ni con el caso de Vermouth se comportó así, la situación era de un mal augurio, algo horrible iba a ocurrir y la joven científica se dedicaba a mentirle descaradamente.
Dejó la mochila sobre su mesa, inconscientemente. Una vez más no tendría a su fiel compañera al lado, la preocupación envolvía su cuerpo con un fino velo de caos.
–¡Te juro que ayer no estaba!
–Qué extraño…
–A mi me pasó lo mismo con mi estuche, de un día para otro volvió a aparecer.
–¿Será un fantasma?
El pequeño detective observó la extraña conversación que se estaba creando muy cerca de él. Genta junto con Mitsuhiko se acercaban a su posición con caras muy serias, parecían molestos con el tema o con él.
Uy…
Sí, se le olvidó completamente reunirse a la semanal cita de los famosos Shonen Tantei. Como una noche más se lo pasó en casa del profesor Agasa, avisó a Ran pero se olvidó completamente de los chicos.
–¿Qué ocurre? –ladeó levemente su rostro en forma de duda, infantilmente.
–¡Si te hubieras reunido con nosotros ayer, lo sabrías! –más que una explicación parecía una fuerte reprimenda por parte de Genta –. Nos dejaron en nuestro buzón de detectives un nuevo caso, la carta es de parte de todas las chicas de nuestra clase.
–¿Todas las chicas?
Mitsuhiko asintió con la cabeza, enseñándole la nota escrita por los infantes.
–Al parecer les desaparecen las cosas pero al día siguiente les aparece –le explicaba el chico de las pecas, dejando que Conan examinara atentamente la carta –, se creen que es alguien de clase que quiere sus pertenencias pero las devuelve.
–Pero entonces no es un robo, ¿Dónde está el problema?
–¡Conan, debemos proteger a nuestras chicas!
¿Nuestras chicas?
¿Esto que era, un harem?
El pequeño detective suspiró, mostrando una sonrisa burlona.
–Solo es una broma.
–¡No, no es una broma! –golpeó Genta fuertemente la mesa, pero no alteró el entorno –, ¿recuerdas que hace unos meses pasó con nosotros? –miraba al techo pensativo –, bueno la verdad es que solo se llevaron un trozo de tu trabajo.
El niño abrió los ojos de par en par, sorprendido. Era verdad, el caso de Irish… lo había olvidado completamente. Todo era demasiada casualidad: El nuevo estudiante, el extraño comportamiento de Haibara y ahora los robos.
Entonces… ese desconocido…
¿Buscaba huellas dactilares?
–¿Habéis visto a Kurosawa? –miró su entorno, rastreando, el chico siempre desaparecía como el humo y apenas se relacionaba con nadie –. ¿Ha venido hoy?
–Sí –Mitsuhiko miraba a su alrededor, buscándole –. Seguramente sigue en el pasillo, le he visto antes de entrar.
El chico sonrió, dejándolos que conversaran entre sí sobre el caso para alejarse y buscar al nuevo. En el fondo su instinto tenía razón, ese niño no era trigo limpio… si el caso fuera de que él fuese un miembro de aquella Organización estarían completamente perdidos, les encontraría. Cada día sería un milagro para ellos, encima había algo que le molestaba mucho…
Jin Kurosawa,
¿Porque tenía la sensación de que ya había oído ese nombre?
–¿Los historiales?
El pequeño giró su rostro, al parecer bajo sus pensamientos andaba por los pasillos y justo ahora se hallaba delante del aula de los profesores. Las clases se retrasaban, pero los rostros de preocupación de los educadores revelaban que era por una causa mayor. Tomaban el café, sentados en una misma mesa.
–Sí, desapareció pero ha vuelto a aparecer esta mañana encima de mi mesa –la monitora de Conan daba un pequeño sorbo a su café –, no tendría que preocuparme pero…
–No debes preocuparte por ello, lo sacaría un profesor sin querer y al ver el error lo dejó sobre tu mesa al ser una alumna tuya.
–Tienes razón, soy una boba, por un momento iba a llamar a casa de Haibara.
El corazón de joven detective dio un salto, sus manos temblaban, entonces sí que la buscaba. Seguramente cogió los historiales para conocer la localización de la persona que correspondía con las huellas de Sherry pero al ver que era falsa decidió dejar el robo a la vista, para que un profesor contactara con ella y le facilitara el trabajo.
Corría, nunca había corrido tanto por ella, ni en el caso del hotel Haido City, sí para suerte de ellos pusieron una dirección falsa. Si buscasen solo llegarían a una de las residencias de su familia, pero daba igual eso ahora, ya conocía el nuevo rostro de Shiho Miyano.
Estaban perdidos.
La habían encontrado.
¿Se había acabado?
Una vez dentro, cogió con fuerza el brazo de Ayumi, girándola, haciendo que se asustara pero ambas mejillas sonrojaron al ver a Conan. Respiraba agitado, agotado por la carrera, escuchando como la profesora cerraba con suavidad la puerta, tras de sí, para empezar la clase.
–¿Te… te importa que me quede tu asiento por hoy?
–C-claro…
Gin miró a su compañero, que se sentaba a su lado, ignorándolo completamente para seguir una vez más en sus siniestros pensamientos. Por una vez, tenía a Sherry. El juego había terminado, solo necesitaba la dirección o que ella llegase hasta a él.
Y entonces,
Sería suya.
–¿Qué tal estás? –el pequeño detective imitaba una voz infantil, haciendo que el asesino volviera en sí –, ¿Te vas incorporando bien a nuestra clase?
–…
–¿Dónde vives?
–…
Gin le examinó fulminantemente por el rabillo del ojo. Le molestaba que aunque le ignorase de mala manera éste se empeñara en intentar sacarle alguna información. No sabía si es que el niño era curioso o simplemente quería hacer un amigo más, una leve sonrisa apareció en su rostro al ver un pequeño detalle que antes había pasado por alto: Esas gafas que ocultaban la mirada del niño. Aún recordaba con placer y excitación el rostro de dolor de su traidora, apoyada sobre la nieve antes de morir bajo su fiel Beretta, eran las mismas lentes.
¿Se las robó a él?
Entonces el chico tenía contacto directo con ella,
Mejor era seguirle el juego y entrar en su círculo.
Por una vez sus miradas conectaron, intentó controlar sus palabras para poder ser lo suficientemente educado para no asustar al niño. Sentir que cada vez se acercaba a su vino favorito revivía el fuego de la venganza, deseaba de nuevo tenerla entre sus brazos, su olor frutal, su esbelto cuerpo…
–Vivo cerca del centro.
–Ah…
Necesitaba ganarse su confianza, de una manera rápida pero eficaz, examinó que cerca de él se hallaba un balón de futbol con su nombre escrito. Sonrió, provocando que el joven detective se sorprendiera por el brusco cambio de comportamiento del nuevo.
–¿Te gusta el fútbol?
–S-sí.
–A mi también.
Se te acaba el tiempo, Sherry.
