X – Pacto con el diablo

–Haibara.

La pequeña científica despertó lentamente de su profundo sueño, estaba agotada pero el sol la esperaba para un nuevo día. Se incorporó, bajo la mirada de su compañera que la recibía con una amplia sonrisa.

Apenas había dormido un par de horas, cuando las lágrimas lo permitieron, hacía tanto que no lloraba… el dolor de su corazón había disminuido gracias a desahogarse en los brazos del pequeño detective.

¿Cómo le iba a mirar ahora?

Ahora lo sabía todo de ella.

Sonrió para no preocupar a su amiga que la esperaba para vestirse, levantándose para buscar su ropa en la mochila más cercana. Una vez vestida y bien preparada esbozó una leve sonrisa al sentir como los rayos del sol acariciaban su piel, hacia un buen día.

–¡Buenos días chicos! –Ayumi se acercaba al grupo de amigos que estaban sentados en círculo, desayunado unas bolas de arroz –, ¿Haibara, quieres de mis onigiris?

–No gracias, ya tengo mi desayuno.

Se sentó al lado de su compañera, el suelo estaba fresco como aquella noche. Un pequeño bostezo salió de su boca, tapándolo con gesto de indiferencia.

–¿Tú también estás cansada? –la voz de Mitsuhiko llamó su atención mientras abría con cuidado su desayuno hecho por Ran, como no, tenía un corazón dibujado en el arroz.

–Un poco –como odiaba tener cosas tan cursis en su comida, incluso el bento era de un color rosa que ella tanto odiaba –. ¿No soy la única?

–Conan volvió a las tantas de la noche –se quejó en niño de las pecas, respondiendo a la chica, para no darse cuenta… se llevó un buen pisotón de su parte –, no nos quiere decir donde estaba.

Conan levantó su rostro del desayuno para que ambas miradas conectasen en un incomodo silencio. Haibara bajó la suya enseguida, avergonzada para concentrarse en la comida.

Sintió como una mano enguantada apretaba su hombro, su corazón dio un vuelco al sentirle tan cerca de ella. Su radar no le había avisado de su presencia, el pequeño vio como Gin susurraba algo en la oreja de la chica, inaudible para los demás.

–Quiero hablar contigo, ahora.

La pequeña científica asintió, dejando el desayuno sobre el césped. Viendo cómo Conan intentaba incorporarse para seguirla una vez éste le daba la espalda, pero ella le negó con la cabeza al ver sus intenciones, suplicando que confiara en ella antes de ir tras los pasos del hombrecito de negro.

Las risas de los niños se perdían cuanto más se adentraba en aquel boscoso bosque, siguiendo los pasos de Gin sin sentirse segura, sabía que la única razón por la que no la mataba era porque necesitaba el antídoto de la Apoptixina.

Las preguntas recorrían la mente de la pequeña, observando como él se paraba para limitarse a mirar su teléfono móvil, con mirada impasible, buscando algo mientras se giraba a su localización. Su duda más importante era la razón por la que él se tomó la potente droga.

¿O se la dio alguien para deshacerse de él?

Aún no podía olvidar lo que Conan le contó.

Era imposible que, Gin, cuya sangre helada le permitía matar a cualquiera sin ninguna empatía, sintiera algo por ella después de tanto tiempo atormentándola.

Muchos rumores decían que él la trataba así para no mostrar debilidad ante ella y se convirtiera en su bala de plata. Si llegara a ello muchos enemigos la habrían utilizado para extorsionarle y lograr lo que desearan, pero las pocas veces que lo intentaron él no iba a ayudarla… dejándola sola ante el peligro.

¿O era por orgullo?

¿Por qué estaba pensando en eso ahora?

–Oye, Gin…

–No te he dado permiso para que me hables.

Haibara suspiró, rodeando los ojos. Finalmente el pequeño hombre de negro se acercó a su lado, mostrándole desde su aparato telefónico una fotografía de una persona.

–¿Lo conoces?

–Sí… –se fijaba aquella pequeña fotografía sin saber a donde quería llegar –, trabajaba para mí cuando me trasladaron a Tottori, pero ya no supe nada más de él cuando volví a Beika. Leí hace poco en un periódico que va a dar una charla en uno de los hoteles más importantes de la zona.

–Sí y tú vas a hablar con él durante ese evento.

La científica lanzó una mirada de incredulidad, descubriendo que ese hombre de negro no le sacaba el ojo de encima. Miró hacia atrás, comprobando que no estuviera el detective escuchando, pero estando con Gin eso estaba más que controlado.

–Si me viera me mataría –esbozó una sonrisa burlona –, recuerda que soy una traidora, me lo repites cada día.

–Pocos de tu campo conocen tu traición, intentamos que no se extendiera la noticia para que no cundiera el pánico en tu experimento –explicaba sin sentimientos en sus palabras mientras guardaba el teléfono en su bolsillo –, o para que no hubiera un boicot, con una zorra menos ya teníamos suficiente.

Encendió un cigarro para fumárselo tranquilamente, ese entorno infantil le ponía de los nervios, al sentirse humillado de tener que vivir aquello. Exhaló el humo notando como el mono en su cuerpo disminuía.

–¿Y por qué no vas tú? –rompió el silencio, no se fiaba de él –, sería lo más lógico.

–Llamaría demasiado la atención, se supone que estoy en mitad de una misión.

–¿Nadie pregunta por ti?

–Nunca fallo una misión, Sherry.

La niña suspiró nuevamente, no le hacía gracia eso de tomarse el antídoto para ir de un lado para otro con su aspecto real. Hacía poco que había fingido su muerte delante de Bourbon para ahora aparecer de golpe por Beika, era un suicidio…

–Hablando de ello, necesitaré que me des uno de esos patéticos antídotos –tiró el cigarro al suelo, pisándolo –. Ya no te necesito más, puedes largarte con tus amiguitos.

Haibara asintió, marchándose de allí, sintiéndose sucia por seguir las órdenes de aquel macabro asesino. Preguntándose si ahora le ayudaría a matar a otra persona con la ayuda de su ciencia.

–¡Haibara! –saludó la pequeña Ayumi rodeada de sus fieles compañeros, su sonrisa angelical envolvía los negros pensamientos de la científica, sintiendo que detrás de todo aquello había una buena causa –, te estábamos buscando.

–Oye, me gustaría hablar contigo –Mitsuhiko se acercaba a ella, conectando su mirada con la suya. Ese niño le hacía sentir vulnerable, en tan poco tiempo que llevaba con ella estaba mucho a su lado –, si no te importa claro.

La pequeña Ayumi sonrió nuevamente junto con Genta para marcharse de allí, dejándoles privacidad. Sabían que el chico de las pecas, por fin, se sentía preparado para pedirle una cita a la científica para San Valentín.

Conan observaba toda la situación desde lejos, teléfono en mano, conversando con Akai. Contando toda la nueva información que había obtenido la noche anterior, la oscura batalla iba a comenzar.

–No te preocupes –la voz de Akai sonaba tranquila, como siempre iba un paso adelante al hombre de negro –, tenemos su objetivo bajo mira desde hace días, así que él vendrá a nosotros sí o sí, se está retrasando demasiado y su querido Anokata no estará contento con ello.