XVIII – San Valentín (Día)

Ah, que frío.

Sherry abría lentamente los ojos, sintiendo como una delicada lluvia acariciaba y relajaba la tensión que atizaba todo su cuerpo. Flotaba, bajo una sensación de sedación total con pequeños momentos de lucidez.

No se sentía dueña de su cuerpo, no reaccionaba, ni al pánico de no poder mover sus manos y piernas… solo estaba ahí, al aire, sobre los brazos de alguien que no podía reconocer. Aunque era imposible, experimentaba como su vista iba ralentizada, como si su cerebro necesitara algo de tiempo para procesar toda aquella información.

Estaba con alguien, que sujetaba su peso sin ningún tipo de problema estando a su completa merced. Su silueta era borrosa y oscura, le decía algo al verla despierta pero su voz sonaba lejana, apenas podía oírle u entenderle.

Sus manos estaban frías igual que el agua, pero no le importaba, en el interior de su cuerpo había un incendio que destruía todo el mal que había en ella y aquella gélida sensación hacia que lo soportara de la mejor manera.

La silueta se sentó, apoyándose en las frías baldosas de la pared de aquella ducha dejando que las piernas de la joven reposaran sobre el suelo. Shiho agradeció ese gesto, al poder sentir ambas extremidades… apreciar el estar en la realidad.

–No… puedes… todavía… confía… Organización… sangre –al estar más cerca podía escucharle pero era como una llamada sin apenas cobertura. Faltaban palabras y aquella voz la hablaba, distorsionada pero olía como él… como el hombre que una vez amó y fue su peor error.

Cerró los ojos, por una vez se encontraba mejor y se sentía, después de mucho tiempo, protegida bajo unos brazos… no pudo evitar esbozar una sonrisa para volver a la oscuridad.


Parpadeó, estaba en su casa. Se removió entre sus sábanas para poder ocultar el rostro. Dejando que la tranquilidad volviera a reinar en aquella habitación sin ventanas, donde sólo se escuchaba el ordenador que bajaba todos sus datos a gran velocidad.

¿Qué había sido eso?

¿Un sueño o un recuerdo?

Movía sus dedos, acariciando la almohada mientras dormía en postura fetal. Con una respiración lenta y tranquila permitía que pasaran los minutos… movió uno de sus pies recordando la horrible sensación de antes, chocando con algo durante el camino.

Se incorporó somnolienta, para observar que Shinichi se hallaba en el otro lado de la cama leyendo un libro, iluminado con la lamparita de la mesita de noche. Su rostro se mostraba serio… levantó la mirada, mostrando esta vez sorpresa.

–¿Te he despertado? –se había quitado la corbata y la chaqueta para estar más cómodo sobre ese lecho, ya la calefacción se encargaba de que la habitación se mantuviera a una temperatura agradable en contraste al exterior –. Espero que no te haya importado que al final me haya quedado.

–Kudo, no es buena idea que la noche anterior a San Valentín duermas con otra mujer, ¿de verdad en que estás pensado? –salía en forma de reprimenda, en estado infantil no le importaba, pero ahora dos adultos compartiendo cama…

–Solo estoy vigilándote –alzó los hombros, no veía el problema –, además somos como hermanos.

Shiho se mordió el labio, golpeando el costado del chico con la pierna haciendo que éste cayera de la cama. Una parte de ella se sentía dolida por esas palabras mientras que su otra parte, más oscura, se sentía culpable por compartir la cama con él.

Era tan extraño y confuso…

¿Qué le estaba pasado?

Cuando volvió a abrir los ojos ya era de día, se sentía descansada y Kudo no se encontraba en la habitación. Un olor a café le llenaba el sentido del olfato mientras se dirigía al piso superior, subiendo las escaleras.

–Buenos días –saludó, esta vez leía el periódico intentando encontrar alguna señal sobre ellos, una explosión extraña o un incendio con causas desconocidas… –, si quieres algo de café está en la cafetera.

–¿No vas al instituto? –bostezó, sentándose a su lado para servirse –. Si no sales pronto llegarás tarde para ver a tu princesa, no te he dado el antídoto porque sí.

–No te voy a dejar sola.

–No seas idiota Kudo, no voy a ir a ninguna parte –dio un sorbo a su taza de café, sin mirarle –. Sigo estando herida, me haré las curas y seguiré con la Apoptixina –explicaba con su típica mirada de dignidad –, además no creo que Gin venga hoy.

–¿Por qué crees eso?

Shiho dio dos pequeños golpecitos a una noticia concreta del periódico, hablaba sobre el extraño incendio que ocurrió en el edificio donde… Gin mató al político.

–¿Crees que ha vuelto al lugar?

–Gin siempre lo vigila todo, seguramente se pasará para ver que este todo bien destruido y sin pruebas que incrimine a la Organización –explicaba, bajo el asombro del joven detective recordando que estaba delante de alguien que había compartido tres años de su vida con él –. En su estado no puede mandar a nadie a que lo haga por él.

Kudo sacó rápidamente su teléfono móvil para avisar al FBI, la delicada mano de la joven científica impidió que pulsara ninguna de las teclas.

–No lo hagas, les matarán y no soportaría una muerte más por mi culpa.

–Haibara…

El joven suspiró, por suerte sabía que Okiya no le sacaba el ojo de encima a la chica desde las ventanas de su antiguo hogar. Desde que le avisó que había regresado no salía de allí, ni para el resto de reuniones secretas del FBI.

–En serio Kudo, ve al instituto –suplicaba, de mala manera, como ella sabía hacer o llegar a rebajarse –. No me hagas sentir que te he dado el antídoto para nada.

–Pero…

–¿Qué tienes pensado hacer? –se levantaba para llevar ambas tazas de porcelana hacia el fregadero, un extraño escalofrío recorrió su espina dorsal al sentir el agua fría sobre sus manos, recordándole el sueño de anoche –. Sé que las citas no son los tuyo.

–Ni lo tuyo.

–Pero yo soy una chica, Sherlock.

–¿Ah, sí? –se burlaba inocentemente de ella –, a veces no lo pareces.

Un trapo acabó estampado en el rostro de Shinichi.

–Tenía pensado llevarla a dar un paseo en el parque –contestó en forma de rendición por el pequeño ataque de la joven, su mirada daba pavor –. Y luego acompañarla hasta casa.

–Puedes hacerlo mejor –cerró el grifo, secándose las manos –. Tu familia tiene dinero llévala al mejor hotel de Beika con algún restaurante de vistas increíbles, ya que vas a desaparecer algunos días de más crea un ambiente que no pueda olvidar. –suspiró al ver la inutilidad de Shinichi –. Pasad la noche juntos –ojala no hubiese dicho eso.

–¿P-pasar la noche juntos?

Shiho le guiñó el ojo, le encantaba ponerle nervioso y era una pequeña venganza por el anterior comentario. Sonrió satisfecha al ver como al joven le temblaba la tostada que se estaba comiendo.

–Cierra la puerta al salir si así te quedas más tranquilo… –pasó a su lado para darle la espalda y así bajar a su habitación –. Ah, y trátala bien, la primera vez duele a horrores.

Shinichi tosió escandalosamente, atragantándose con la tostada.