XXI – La verdad duele

–Tiene la misma cara.

Jodie giró su rostro ante aquel comentario de su compañero, observándole por el interior de la ventanilla trasera del coche. A diferencia de él, la agente del FBI se encontraba afuera, apoyada en la puerta de su auto para vigilar mejor a la científica que se hallaba a varios metros de ellos, sentada en uno de los columpios de un parque solitario por las horas de la madrugada.

Shinichi se acercaba a su localización, con pasos cautos. Seguramente con él se abriría más que con ellos y contaría qué había pasado horas antes en el antiguo hogar del profesor Agasa.

–¿Qué quieres decir? –preguntó la mujer, sin dejar de mirar como la chica alzaba la vista al percatarse de la presencia del joven detective –.¿Qué le pasa en la cara?

–Cuando tuvimos la primera conversación estaba igual, Gin la engañó para conseguir algo de ella –recordaba cuando consiguió su primer y valioso pase a la Organización: una acreditación al laboratorio de Sherry –, y tenía esa misma cara, no sabía si odiarle o mantener sus sentimientos hacia él.

–Esto va a ser duro.

–Y que lo digas.

El sonido de las cadenas del columpio rompía el tenso silencio entre los dos jóvenes. A diferencia de Shiho, Shinichi si se columpiaba y disfrutaba de la corriente de aire que el mismo creaba con la inercia del movimiento.

–Lamento lo de tu cita Kudo –se disculpaba, sin mirarle. En parte sentía envidia de que él sí supiera mecerse en aquel juguete para niños, para ella era la primera y única vez que se sentaba en uno… que triste –. No me esperaba para nada que él viniera, espero que Ran no esté enfadada contigo.

–Ella lo entendió –sonrió –. Quien te tiene que dar una disculpa soy yo, lo siento Shiho.

La chica parpadeó, sorprendida, girando su rostro para verle mejor con la luz de las farolas, por suerte esa noche no hacía tanto frío como las anteriores.

–¿Desde cuándo me llamas Shiho?

–Desde que me di cuenta que no estaba hablando con Haibara, sino contigo.

–No te entiendo…

–Yo conocí a Haibara, una niña que escapó de la Organización y comenzó una nueva vida en el parvulario Beika con sus amigos –explicaba, sin mirarla, balanceándose con más fuerza –. Nunca he pensado en tus vivencias pasadas ni en tus sentimientos contra esta lucha… jamás he meditado tu pasado –suspiró –. Siento mucho haberte dejado sola con todo ese peso de verle de nuevo. Solo pensaba en buscar como atraparlo y destruir la Organización sin pensar en el daño que esto podía causarte a ti.

–No tienes que disculparte por ello –sonreía, por una vez en tanto tiempo lo hacía con sentimiento real –. Estoy bien, lo llevo bien.

Shinichi frenó de golpe el balanceo colocando con suma firmeza los pies sobre la arena, para levantarse del columpio y colocarse delante de la chica.

–No, no estás bien –se arrodillaba para contemplar mejor el rostro de ella, que intentaba evitar el contacto visual con él –. Es normal que te sientas confusa, la última vez que le viste te disparó tres veces, estuvo a punto de matarte… tu me contaste aquella noche que fueron tres años de relación y, aunque me duela decírtelo, algo debe quedar ahí. Aunque sea en tu subconsciente –Shiho retiró la mano, evitando el contacto –. Si no recuerda como te pusiste al solo saber que estaba detrás de ti, al acecho en el parvulario Beika… no tenías miedo de aquella situación, sino de verle… hasta yo observaba que era algo más personal. Seguro que durante tu recuperación del hotel el daño psicológico fue mayor que el físico.

–No vayas por ahí.

–¿Por qué te aíslas del mundo? –no pudo evitar mostrar signos de agonía en aquella pregunta, cuando se cerraba era imposible hablar con ella –. ¿Por qué cierras tu corazón, cuando alguien quiere ayudarte?

–Yo no tengo corazón, hace años que dejé de tenerlo.

–Si no lo tuvieras no estarías haciendo todo lo que te pidiera Gin por el bien de los niños –sonrió al ver como Shiho le miraba con sorpresa –. Sé que tu punto débil es Ayumi, das toda tu energía para que a ella no le ocurra nada, para que tenga la infancia que tú no tuviste, ¿verdad?

–Kudo, por favor, déjame en paz.

–Paraste tú esa bala porque piensas que le debes algo, porque intentó salvar a Akemi.

–¡No lo entiendes!

–¡Por eso quiero que me hables! –apretaba una de las finas manos de la chica que volvía a ignorar su mirada –. Quiero saber porque de pronto te has vuelto tan fría conmigo, ¿es porque te he mostrado que tu relación se rompió por una equivocación? ¿Qué si él te hubiera explicado toda la verdad seguirías a su lado porque él realmente te quería? –su voz mostraba calma, no la iba a juzgar por nada de eso, nadie puede controlar sus sentimientos –, puede ser que ese sentimiento nunca se apagó del todo… seguía latente, dentro de tu subconsciente, esperando escuchar esas razones para volver a renacer de las cenizas.

–Kudo yo…

–¿Le sigues… queriendo?

Esa pregunta le paró el corazón, sus manos apretaban con temor las frías cadenas de su columpio. Nunca había tenido el valor de preguntárselo a sí misma, cada vez que miraba su reflejo en el espejo.

–No, no lo sé…

–¿Cómo que no lo sabes?

–¡Pues que no lo sé! –se levantó con rabia, pasando por su lado para darle la espalda y cruzarse de brazos –. Estoy confusa.

–¿Confusa de qué?

–De muchas cosas.

–¿Qué cosas?

–¡Pues que no se si te quiero a ti o a él! –se escapó de sus rojizos labios, agobiada del acorralamiento mental que éste le causaba. Parpadeó, dejando que las lágrimas salieran de sus ojos, con rostro avergonzado –. ¿Por qué eres tan idiota para estas cosas?

–N-no había pensado en esa opción.

–¡Por Dios Kudo, todo el mundo lo veía! –abría los brazos, intentando no gritar para que la agente del FBI no la escuchara –. ¡Hasta tu madre lo veía!

–¿Estás enamorada de mi?

–No, no lo sé… ya te he dicho que estoy confusa –volvía a bajar la voz, defendiéndose cruzando de nuevo los brazos sobre su cintura, sonrojada –. No sé si es amor o cariño… entiéndeme, no he nacido en un lugar en el que haya mucho de ese sentimiento.

No le miraba, se sentía tan avergonzada y sentir como con el paso de los minutos él no le contestaba aumentaba su tortura. Lo sabía, sabía que decirle aquello rompería la amistad que tanto le había costado lograr. Unos pasos cercanos a ella, poniéndose en frente hizo que levantara la cabeza.

Un pequeño beso fue depositado sobre los labios de la chica. Llevaba tiempo esperando ese momento, siempre se imaginaba que ese contacto sería potente, suave, agradable, como algo prohibido pero… no había nada.

Shinichi se separó de ella, estar más tiempo pegada a ella sería como traicionar a Ran. El siempre veía a Shiho como una hermana y esa prueba no cambiaba nada de eso.

–¿Y bien?

Shiho soltó un suspiro en forma de risa, sin dejar de llorar ni separar sus brazos.

–Maldita sea –sonreía irónicamente, con los ojos cerrados, dejando caer con delicadeza las dos últimas lágrimas que derramaría por él esa noche –, mi corazón sigue siendo de ese bastardo.