XXII – Tentación agridulce

–¿Un antiguo trabajador?

Shiho afirmó con la cabeza, agradecía el delicioso olor a café que desprendía el comedor de la casa de Jodie junto con Shinichi, era el lugar más seguro por el momento. Ninguno de ellos había dormido en toda la noche, pero, para la joven científica valió la pena, después de mucho tiempo se sentía liberada consigo misma.

No estaba enamorada de Kudo, como él dijo, era cariño… el mismo cariño que tuvo con Generic años atrás. El hilo negro que creía cortado en dos seguía intacto, atado al dedo meñique de aquel maldito asesino.

–Sí, tengo que reunirme con él durante el evento de esta noche –explicaba, dando sorbos a su café bajo la mirada de la agente americana –. Os pido por favor que no me sigáis, todo irá bien, Gin estará ahí conmigo por si algo sale mal.

–Pero…

–¿Kudo, quieres la cura de la Apoptixina? –le fulminaba de mala manera con la mirada. Se alegraba de poner ser de nuevo ella misma con él –. El me dará todo lo que necesito, y para ello tendréis que estar bien alejados del lugar o al mínimo movimiento que Gin considere extraño lo matará para mantener la Organización a salvo.

–Ya pero el problema no es ese –intentaba susurrar para que Jodie no escuchara el final de la frase –, el problema es que estés a solas con Gin, desde lo de anoche…

La joven científica golpeó con su zapato la rodilla de su compañero por debajo de la mesa, aunque susurrara no le hacía gracia que hablara de aquello delante de un agente del FBI. Bebió con mucho gusto el siguiente sorbo de café observando la cara de dolor del detective.

–¿Seguro que estarás bien, sola? –por primera vez se escuchaba la voz de Jodie, un leve escalofrío recorrió su columna al recordar el joven rostro de aquel asesino. Con el cuello de su habitual gabardina, junto con el gorro y su largo flequillo, casi siempre le había sido imposible lograr verle decentemente en una fotografía –. Estoy de acuerdo con tu amigo, ese hombre es peor que la serpiente que tentó a Eva con la manzana.

Su mirada conectó con la de Shiho, que agachó su rostro para removerse en su silla, nerviosa, ante la confusión de Shinichi. Sabía a qué se refería Jodie… recordaba aquella escena tan tensa que vivió en el hogar del profesor, totalmente sola, a su merced.


–¿Qué haces tú aquí? –salió en forma de susurró, causado por el terror de verle una vez más entre en silencio de la noche. Agradecía el haberse vestido antes de salir del baño.

Gin le recibía con una fría sonrisa, con ambas manos guardadas en los bolsillos de sus pantalones de color negro. Acercándose sigilosamente a la localización de Shiho, ella respondió dando dos pasos hacia atrás pero tropezó torpemente contra la mesa del comedor. Los brazos de él, apoyándose contra el mismo mueble, creaban una especie de celda perfecta para atraparla.

–Solo he venido a ver tu patético estado –se mofaba, exhalando el humo del cigarro que fumaba lentamente sin dejar que ésta escapara –. Necesito que te recuperes pronto, así no me sirves para nada.

Shiho se mordió el labio, en los ojos de aquel sociópata se reflejaban puntos de excitación. Como le dijo una vez a Shinichi, ese hombre era un sádico al que le gustaba jugar con sus víctimas por puro aburrimiento.

–Cómo puedes ver me encuentro perfectamente, gracias por tus cuidados pero ya puedo yo sola –no debía de perder la calma –. Me iba a acostar para estar bien para mañana, si no me hubieras dado el maldito antídoto antes de tiempo sabrías que mañana es cuando debemos quedar con mi científico.

–Claro que lo sabía, ya he inspeccionado la zona, además de otras cosas…

–¿Otras cosas?

La sonrisa de Gin amplió, creando una ansiedad atroz a la joven cuyo corazón latía con fuerza, resonando por todo su pecho. Una de las manos enguantadas del joven Gin acariciaba el rostro de Shiho, levantando su barbilla para verla mejor.

–Vas a volver a la Organización conmigo Sherry y no es una súplica, buscándote datos para arreglar el estropicio que me has hecho me he enterado de que tu laboratorio está sin saber por dónde seguir, y tu querido amigo escapó nada más despertarse de ese coma que yo le provoqué –explicaba, pasando la nariz por los cabellos húmedos de la joven científica. Siempre le encantaba disfrutar el olor frutal que ella emanaba, como uno de los mejores vinos que existía en el mundo –. En cuanto esa persona conozca de mi boca tus avances con la Apoptixina volverás a tenerlo todo. Mi más sincera enhorabuena por no hablar con el FBI ni la policía –se mofaba nuevamente –. Estás completamente limpia para poder volver con nosotros, solo… deberás pasar unas pruebas y dejarás de sentirte sola, somos tu verdadera familia.

Ah, la dolorosa sensación de soledad…

¿Cómo podía saber que se sentía así?

–G-Gin…

–¿Es que acaso te faltó algo cuando estabas conmigo? –pasó la lengua por el cuello de la joven, excitándose del leve gemino que ésta emitía mientras dejaba caer levemente su cuello junto con su rostro hacia atrás. Aún recordaba a la perfección los puntos erógenos que más le apasionaba a la científica –. Te di poder, dinero y a mí, si quieres algo más yo te lo daré, me gustaría escuchar tus condiciones.

Shiho sentía como sus piernas temblaban, se iba a caer en una mezcla de terror y algo de excitación. Torpemente una de sus manos chocó con una pieza de porcelana que se encontraba detrás de ella, cayendo al suelo junto con un fuerte estallido al romperse. Sentía como Gin sujetaba su cintura con fuerza para subirla rápidamente sobre la mesa.

–Yo…

–Libertad, ¿verdad? –contestó al pensamiento interno de la joven, aun recordaba cuando le decía que hasta los cuervos querían ser libres. Susurraba en todo momento en la oreja sonrojada de la joven, tumbándola poco a poco, abriendo las piernas de la científica para colocárselas por encima de sus caderas –. Yo te lo daré Shiho, solo dime que sí y yo me encargaré de todo –una de sus manos se colaba entre sus ropajes, acariciando su piel…

–G-Gin, p-por favor…

–Dímelo Sherry, solo dímelo –sus labios se acercaba a los rojos de ella, cerrando ambos los ojos para dejar llevarse por el éxtasis del momento –. Y te llevaré conmigo.

Intentaba contestar pero no podía evitarlo. Quería dejarse llevar entre el silencio, roto por sus respiraciones agitadas. Volver a envolverse por aquella oscura aura que Gin emanaba como permitía tiempos atrás, juntos… sentía su aliento cerca de la boca.

–¡No le escuches!

Shiho abrió los ojos de golpe, colocando rápidamente la mano sobre el pecho de él para pararle. Por pocos centímetros el beso no se llevó a cabo. Gin chasqueó la lengua fastidiado, girándose bruscamente con el arma en mano con una mirada de ira, deseoso de acabar con quien les había interrumpido.

–Joder chico, eres el rey de las tentaciones, hasta yo he estado a punto de decirte que sí… –Jodie sonreía, aunque en el fondo se hallaba muy intimidada por el aura sombría que envolvía al joven de cabellos plateados –. Por una vez tengo el honor de hablar con la mano Izquierda de esa persona.

–No será por mucho tiempo, zorra.

Un fuerte estallido hizo gritar a la chica, cubriéndose el rostro con ambas manos mientras eran engullidos por la oscuridad de la noche. Gin había disparado a la lámpara principal de la sala para poder huir, con Shiho herida de por medio ninguno de los dos podían entrar en un tiroteo.

–Mañana a la noche te esperaré en el hotel –un susurró acariciaba suavemente la oreja de la joven científica, haciendo que se estremeciera de nuevo, observando la nada –. Ya acabaremos de hablar tú y yo, pero hasta entonces… –aunque no le veía sabía que le volvía a sonreír macabramente –. Buenas noches, Sherry.


Shiho parpadeó, recordar todo aquello le había supuesto mucho tiempo cuando en realidad solo habían pasado unos pocos segundos. Sonrió a Jodie para calmarla, aún quería preguntarle que hacía tan cerca de su hogar…

–Déjame acompañarte aunque sea –la voz del joven detective provocó que la chica se girara a su dirección –, te prometo que mantendré las distancias.