XXIII – Recuperando el tiempo
¿Uauh, desde cuando Mezcal era tan famoso?
Shiho cogió sorprendida una copa de champán que ofrecía uno de los camareros de aquella suntuosa fiesta. Mojó sus labios con la bebida, dándole un diminuto sorbo, asintiendo con la cabeza para que el hombre se pudiera marchar con su mejor sonrisa.
Nunca le gustaron esas fiestas, ni cuando iba con Gin para hacer misiones por separado. Odiaba la multitud, los gritos de la gente para mostrar quien tenía más razón en conversaciones absurdas de dinero y poder, las risas hipócritas de las mujeres para echar el lazo al mejor partido, entre otro largo etcétera.
Miró a su alrededor, aparte de la incomodidad que le causaba ese evento ahora también sentía terror, bajo una fría mirada de indiferencia… no debía de olvidar que ahora era una traidora para ellos y si, por casualidad, aparte de Mezcal hubiera otro de la Organización que conociera su historia estaría en un problema, en un gran y peligroso problema.
Soltó un leve suspiro, que chocó con su fina copa de cristal que aún se hallaba cerca de su boca. No tenía sed ni hambre, solo quería encontrar a su ex trabajador para marcharse de allí rápidamente. Aún recordaba la última fiesta: el hotel Haido, la huida, los disparos, la sangre junto con la nieve. Le disparó con tanta facilidad….
–¿Me quisiste en algún momento?
–Te daré el valor de la duda.
El recuerdo de aquel lejano día que se enfrentó a Gin en su laboratorio, enfrente de todos, con pistola en mano apuntando a la frente del asesino de su hermana apareció en su mente. No quería recordarlo, ya había pasado medio año de aquello pero…
¿Por qué no le dijo la verdad?
¿Porque estaban todos delante?
¿No quería admitir que casi traicionó a la Organización?
Sus brazos apretaron con ansiedad su ajustado vestido para la ocasión… ojalá este traje no acabara igual de mal que el de la otra vez. No le gustaría tener que deberle un armario entero a la madre de Kudo, ambas tenían el mismo gusto por las mismas marcas y no eran para nada baratas.
Un brazo rodeó su cintura tirando de ella bruscamente, afuera de la multitud. Un leve gemido salió de su boca debido a la fuerte expiración de sus pulmones ante tal fuerza. Entró en una habitación, observándola atentamente: era el lugar de descanso para todo el personal de la fiesta. Escuchó, detrás de sí, como la puerta se cerraba para que su azulada mirada se encontrara de pronto con una verde.
Intentó abrir la boca para hablarle, aun sin saber que decirle… la última vez que le vio estaba encima de una mesa siendo interrumpidos por Jodie. Su corazón latía con fuerza mientras dejaba cuidadosamente la copa de champán sobre uno de los muebles, intentando controlar la situación.
–Como puedes ver, estoy aquí –agradeció que su voz no temblara –. ¿Cuál es tu idea?
–Cuando te di ese estúpido libro de tu padre le arranqué antes unas páginas que no eran de tu incumbencia –no la miraba, sacando un mechero del pantalón para encender uno de sus cigarros, bueno, era mejor ver esa estampa estando en adolescente que no en niño –. Él puede acceder fácilmente al lugar donde dejé ese material.
–¿Le arrancaste unas páginas?
–Sí, eso acabo de decir.
–¿Y cómo sabes que esas páginas puede ayudarme con mi Apoptixina?
–Porque la que yo me tomé no era la tuya, sino la de tus padres –respondió con sorna, exhalando el humo, esta vez sí que la miraba, de una forma penetrante que intimidó a la chica, parecía como si estuviera viendo a través de su alma –. ¿Desde cuándo eres tan lenta para entender las cosas, Sherry?
Shiho se mordió el labio, no era que no entendiera las cosas sino que…
–¿Cómo sabes todo eso?
–Me lo contó Vermouth.
–¿Cuándo?
–Eso ahora no importa.
Se acercó a ella, tirando el cigarro hacia un lado. Acariciando su mejilla derecha con una de sus manos enguantadas. Shiho cerró los ojos, disfrutando de ese gesto íntimo que hacía latir su corazón con fuerza, temeroso de sufrir de nuevo ante aquel hombre de negro.
Con el dedo pulgar presionaba el labio inferior de la científica, que temblaba tímidamente antes de ser conectados con los suyos, terminando así lo que no pudo hacer la noche anterior. Su lengua chocaba con la de ella, dominando el interior de su boca… compartiendo el sabor frío del champán con el calor del tabaco.
Como sabía, seguía siendo dueño de su corazón: aquí si sentía eso sentimientos que no percibía con Shinichi, fuerza, deseo… Gin rodeó con una mano su cintura para estrecharla más hacia él, profundizando todavía más aquel beso.
Alguien picó a la puerta, haciendo que los dos se separasen pocos centímetros, con la respiración agitada. Shiho agradeció que la volvieran a parar antes de caer de nuevo en la tentación del joven asesino.
Parecía que iban a abrir la puerta pero el griterío de la gente de manera jubila por la aparición del invitado principal hizo que esa persona se marchara de allí, sin llegar a entrar. La científica suspiró aliviada, todavía pegada al fuerte cuerpo de él, sus miradas conectaron al medir los dos la misma altura.
Se le hacía raro no ponerse de puntillas para besarlo, una leve sonrisa apareció en el rostro de la joven por ese pensamiento.
–No te equivoques, esta noche no voy a dejar que te vayas –la soltaba bruscamente para poder darle un pequeño artilugio, que le colocaba con gestos seguros en el interior de la oreja sonrojada de la chica. Seguramente sería un pequeño altavoz con micrófono para poder escucharlo todo desde una zona segura –. No me has dado tu respuesta, Sherry.
–Gin yo no quiero vol… –intentó terminar la frase pero Gin no le dio oportunidad, cerró la puerta bruscamente detrás de sí, dejando a la científica sola… con sus pensamientos.
La gente aplaudía nuevamente ante aquel atractivo hombre de mediana edad que subía con completa confianza aquellos pequeños escalones que le alzaban sobre un atril, en medio del escenario.
Sonriente, con una dentadura perfecta, explicaba a sus mayoristas sus estudios, los únicos que podía mostrar al público ya que lo más ambiciosos pertenecían al oscuro mundo de la Organización. Su mirada se cruzó con la de Sherry y, por unas milésimas de segundos ésta detectó sorpresa… pero al ver como él le guiñaba el ojo de una manera pícara para poder seguir con su intenso monologo, se sintió segura; Gin tenía razón: el laboratorio de Tottori no sabía nada de su trágica traición y huida de ésta.
Todo iba a ir bien, sí… Gin se encontraba en algún punto de la fiesta vigilándola y todo se basaría en una amigable conversación con un ex trabajador para que le pasara material para su propia investigación.
Ésta no pudo evitar sonreír cuando al acabar la interesante charla sobre el poder del cerebro humano y su manipulación, el poderoso hombre se acercaba a su ubicación, con una mirada brillante de placer.
–Cuanto tiempo Sherry –adelantó la mano para dar un amistoso apretón –, ¿cuánto hace que no nos vemos?
–Me atrevería a decir que un año.
–Pues no has cambiado nada, sigues igual de encantadora –sonrió, haciendo que Shiho se sonrojara levemente ante el cortés comentario –. ¿Has venido sola?
–Claro –parpadeó, algo confusa, sabiendo perfectamente que toda esa conversación era escuchada en directo desde otra parte de la fiesta o quizás desde la calle –. ¿Con quién iba a venir?
–Con Gin –alzó los hombros, cogiendo una copa para acompañar a la chica –. La última vez que te vi vino a recogerte para llevarte junto con tu hermana a Beika, todos dieron por hecho que volvisteis juntos.
–En verdad no, solo era temas de trabajo, espero que alguien apostara por ello.
–Yo mismo señorita, gracias a ti he ganado un buen pellizco –brindó, alzando la copa –. Por humillar a la mitad de mi plantilla, más vale tarde que nunca.
Shiho soltó una tímida carcajada, hacía mucho tiempo que no se encontraba tan cómoda con alguien de la Organización. Le acompañó a una mesa reservada para poder continuar la tranquila conversación, alejado de la multitud. Según pasaba el tiempo, las copas vacías comenzaban a hacerse ver en el ambiente.
–Me alegra que te haya gustado mi exposición, es un gran halago viniendo del cerebro de la Organización.
–Ha sido bastante interesante –la verdad que el campo de la mente siempre le había llamado la atención durante sus estudios pero la Organización ya tenía sus planes para ella –. Me recuerda mucho al experimento que empezó Generic que consistía justamente en ello, controlar la mente del más débil.
–Otro gran genio –dijo tomando una nueva copa; a diferencia de él, Shiho si comenzaba a sentir síntomas de embriaguez –. ¿Sabes que fue de él? –acercó más su rostro al de ella, interesado por la respuesta –. Me contaron que nada más despertar del coma no era el mismo, que perdió la cordura.
La joven científica tembló al recordar cuando se encontró con él, encogido. Si que no era el mismo, estaba obsesionado con ella y casi pierde la memoria por su locura causada por la ira de Gin. Por suerte ahora él tenía una nueva vida, apartado de todo con una preciosa familia que le quería, para comenzar de nuevo.
Algunas veces coincidía con él al volver del parvulario, se le veían tan bien…
Y le envidiaba tanto.
–Era un buen chico –le defendió –. Lo mejor sería que la Organización dejase de buscar su localización y se pusiera con cosas mejores –se burló, dirigiendo esas palabras a un Gin que seguramente le estaba escuchando.
–No lo dudo.
Shiho suspiró, sentía como la sala le comenzaba a dar vueltas… de la comodidad se había pasado con el alcohol. Seguramente él lo sabría, las pocas veces que estuvo algo ebria, Gin se lo hacía notar porque sus mejillas siempre se coloreaban. Colocó un mechón de su cabello rojizo detrás de la oreja, tenía que ir directa. Ya con la larga conversación no parecería tan sospechosa su petición.
–Mezcal, aparte de venir para escuchar tu teoría he venido para pedirte un favor.
–¿Un favor?
–Sí –comenzaba su don del engaño, una de las pocas cosas útiles que aprendió de aquel oscuro mundo criminal –. Perdí unas páginas del libro de mi padre y mis compañeros me comentaron que tú podrías encontrármelas.
–Claro, no hay problema –sonrió, dando un sorbo al champán –. Dime qué día quieres que nos veamos y te las doy.
¿Así, tan rápido?
Había olvidado lo fácil que era lograr las cosas dentro de la Organización.
Como dijo Gin, en verdad, todos los de aquel mundo eran como una gran familia.
–Gracias Mezcal.
–Gracias a ti Sherry, por esta cálida velada –mostraba una dulce mirada afable –. Será la excusa perfecta para verte una noche más.
Una hora más tarde salió del hotel, victoriosa pero algo inestable mientras se abrigada ante el frío invernal que azotaba esa noche de febrero. Miró a su alrededor, buscando a Shinichi, aunque no le vio en todo el evento supo que estaba ahí… a su lado. Seguramente saberlo fue lo que le dio valor para seguir adelante con esa locura.
Un coche negro conocido aparcó a su lado, su conductor le sonreía fríamente desde la ventanilla, expectante por la noche que les esperaba. Los transeúntes pasaban asombrados, preguntándose como un chico tan joven se podía permitir pagar aquel porsche de lujo y clásico como ese.
Si supieran la verdad.
La triste verdad.
