XXV – Consecuencias inesperadas

¿Cuándo hacía que no escuchaba la melodía de su propio móvil?

Gin abrió sus inexpresivos ojos, encontrándose a pocos centímetros del rostro dormido de Sherry. Ésta se encontraba en postura fetal, hacia su dirección… y cuanto más se despertaba más sentía las suaves piernas de la científica entrelazadas con las suyas. Con las puntas de sus delicados dedos acariciaba una de las tantas cicatrices de su tórax.

Se levantó, provocando que la chica se girara hacia la otra dirección para seguir inmersa en un profundo sueño. Su esbelto cuerpo se hallaba tapado y envuelto por las finas sábanas blancas de la cama. Sin darle mucha importancia descolgó el teléfono, colocándose la mano sobre la frente para apartar el flequillo plateado de la cara.

–¿Qué?

Percibió como la respiración del individuo se cortaba, por la sorpresa del tajante saludo. Fuera quien fuera ya le había intimidado con una sola palabra. ¿Qué hora era?

–¿Aniki?

–¿Qué coño quieres, Vodka?

Al parecer se encontraba desorientado, Gin no entendía el porqué… ¿si le había llamado expresamente a él, a su teléfono móvil, quien esperaba que lo cogiera? Agachó la cabeza para pasar la mano por atrás, hacia sus cabellos, estaba perdiendo la paciencia.

–L-Lo siento –escuchaba como tragaba nerviosamente la saliva –. Solo es que su voz se escucha un poco extraña.

Ah, por eso era.

–Vaya, al parecer dejarte con la sección de tecnología no sirve para nada –se burlaba cruelmente de su compañero, buscando un mechero para encender un cigarro. Percibió como Sherry respiraba con fuerza por la boca. Sonrió lascivamente mientras observaba su espalda –, si no eres ni capaz de que tu teléfono móvil funcione decentemente.

–Ah, ya...

–¿Qué quieres? –repitió, exhalando lentamente el primer humo de su cigarro, tirando las cenizas al suelo –. Espero que no hayas metido la pata en nada y tenga que salvarte el culo una vez más –no era la primera vez que le llamaba por esas razones y no sería la última.

–Ah, no… era avisarte de la reunión, al no verte últimamente por nuestras instalaciones me pareció correcto decírtelo, es dentro de tres días, en el muelle de A.D.

El joven de negro exhaló nuevamente el humo entre los labios, esbozando una fría sonrisa, mostrando todos sus dientes de modo intimidante. Joder, tres días… el antídoto terminaría dentro de dos contando esa misma mañana, más le valía a la pequeña ratita tener un as en la manga.

–La próxima vez mándame un email, como la gente normal –mostraba desprecio en sus palabras –. Creo que está dentro de tus capacidades.

–Ah, Vermouth me dijo que lo mejor era que te llamara personalmente.

Ocultó su mirada con el largo flequillo, dejando que el cigarro se consumiera lentamente con el paso del tiempo, permitiendo que el silencio reinara una vez más en aquella conversación.

–Já, menuda zorra...

El sol se alzó y esa misma mañana no se diferenciaba mucho de los demás, o eso pensaba Shiho, que observaba el tranquilo paisaje que pasaba a gran velocidad por la ventanilla del porsche.

Ninguno de los dos hablaba. La científica conocía perfectamente la situación en que se encontraba Gin, que le explicó mientras ésta se dormía, después de acostarse una vez más juntos, para calmar así la profunda inquietud del joven asesino. Apoyada sobre su torso, escuchando los latidos de su frío corazón.

Si no volvía a aparecer en tres días los de la Organización le buscarían y todos estarían perdidos, incluido él. Podía comprobar cómo tristemente él también tenía una libertad muy limitada, como ella la tuvo en sus días en aquel oscuro mundo, encerrada en aquellos laboratorios.

La mano enguantada del joven pasó de estar en la palanca de marchas al suave muslo de ella, acariciándolo con un leve apretón, atento a la carretera con rostro sereno.

Shiho sonrió levemente, respondiendo ese gesto con la única mano libre sobre la suya, ya que la otra se encontraba apoyada bajo su barbilla para poder contemplar más cómodamente el trayecto. A veces se sorprendía de lo fácil que era para el hombre saber en que estaba pensando en todo momento.

Poco a poco reconocía su querido barrio de Beika.

–¿No te iría bien que tuviera mi teléfono móvil para contactar con más facilidad?

–Lo destruí, no me gustaba ver la cantidad de extraños que tenías apuntados –se mofaba al recordarlo, ese aparato ahora mismo se encontraba en el fondo de un río –. Dame las gracias porque no les haya ido dando caza, uno a uno, llamaría demasiado la atención… ya te inventarás una buena excusa para cuando desaparezcas.

La joven científica acomodó la espalda en el asiento y suspiró, sin soltar la mano de Gin… Era tan incomodo hablar de aquello.

–Cuando todo esto termine volverás conmigo –seguía sin mirarla –. No tienes ninguna alternativa, hazte ya a la idea.

Quiso contestarle pero una escena hizo que lo olvidara todo por un instante… justamente ahora pasaban por delante del instituto Teitan y juraría que había visto a Ran llorando en brazos de Sonoko. Parpadeó, sorprendida a la vez que extrañada por lo que acababa de ver sus ojos.

–¿Has visto algo?

–No… nada.

Colocó la mano sobre la zona del corazón, que, junto con su instinto decía que algo iba mal, horriblemente mal… cosa que con desgracia pudo confirmarlo una hora después, al estar completamente sola en el hogar de Agasa. El joven detective se hallaba derrotado, con el rostro oculto entre sus rodillas, sentado sobre las escaleras en espera de alguien con quien hablar.

–Kudo…


Una cálida taza de café se posó enfrente del chico, que permanecía cubriendo el rostro con el dorso de una de sus manos, pero esta vez sentado en la mesa de la cocina.

–¿Seguro que no quieres comer nada? –preguntó la joven científica, sentándose enfrente de él para servirse su propia ración de café –. Estás muy pálido…

Shinichi no contestó, provocando que la chica se incomodara un poco más con la tensa situación. No entendía que había podido ocurrir en tan poco espacio de tiempo… se miraba las palmas de las manos, esperando. No sabía cómo ayudarle, jamás le había visto en ese estado, jamás.

–¿Sabes quién fue el mayor patrocinador de la charla de tu compañero?

La joven científica alzó su mirada, agradeciendo escuchar su voz.

–¿Quién?

–La corporación Suzuki.

Finalmente sus ojos conectaron, aunque los de la chica se abrieron un poco más, a causa de la sorpresa con las palabras de su fiel compañero de deducciones. ¿Esa era la razón por lo que no le vio en toda la reunión? ¿Estaba ocupado hablando con Sonoko?

–No lo sabía, pero no te preocupes ellos no están metido en lo nuestro –intentó calmarle ya que jamás escuchó ese apellido dentro de la Organización criminal –. No entiendo nada Kudo… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué Ran estaba llorando en el instituto?

–¿La has visto?

–Sí, volviendo con el auto de Gin –se mordió el labio, seguramente ya sabía que había pasado la noche con él –. Estaba en brazos de Sonoko, pero no pude ver más, lo siento.

–Estaba en la fiesta –entrecerró los ojos, le dolía nada más recordar todo lo que sucedió mientras vigilaba a la científica –. Y Ran estaba con ella para que disfrutara del evento, me acerqué al verme para saludarla pero…

–¿Qué ha ocurrido?

–Shiho, me siguió –volvió a taparse, avergonzado o culpable por todo aquello –. El día de San Valentín me siguió… no entiendo como no pensé en esa opción, es tan propio de ella…

Oh, Dios mío.

No, no podía ser.

–No me digas que… –salió en forma de un susurro, ahogado, sin tener valor de querer escuchar la palabra clave que haría que ella también se sintiera culpable –. ¿Shinichi, fue testigo de nuestra conversación del parque?

El chico no respondió, unas pequeñas y finas lágrimas se percibían en ambas mejillas de éste haciendo que la ansiedad de Shiho aumentara, arañando la superficie de la mesa.

–¡Kudo, por favor! –suplicó, acercándose a él para levantarle la cara –. ¡Contéstame!

–Sí…

–No puede ser… –no quería imaginarse la cara destrozada de Ran, al ver que el hombre de su vida se había alejado de ella en su cena de San Valentín para besar a otra mujer. Su mirada también mostraba arrepentimiento, culpabilidad –. ¿Le has explicado que ese beso no significó nada?

–No quiere escucharme.

–Kudo si tú no se lo dices, se lo diré yo personalmente.

–Me ha dejado claro que no quiere verme –observaba como el café había dejado de sacar humo, seguramente ya estaría frío –. No te preocupes Shiho, por mi culpa te dejé a solas con Gin, esa es otra cosa que nunca me voy a perdonar.

–Estoy aquí, bien –le abrazó, ella sí que no se perdonaría nunca que su egoísmo le hubiera costado la pareja a su buen amigo –. Todo irá bien, te lo prometo.