XXXI – Enfrentamiento
–Con cuidado.
Yukiko se mordió el labio como respuesta al aviso, intentado que el cuerpo de Shiho se mantuviera lo más pegado posible a la espalda de Jodie. Entre las dos la habían vestido aprovechando que ninguno de los hombres se encontraba en aquella casa.
Se levantó de la cama, sujetando con firmeza las piernas de ésta para cargar con todo su peso al ponerse de pie. Vigilando, una vez más, que no hubiera nadie más allí para bajar con sumo cuidado las escaleras, llevándola hasta el coche.
Había pasado unos días más y la agente del FBI no iba a permitir que pasara otra semana más sin saber qué hacer. Yukiko se sentó en la parte trasera, con el cuerpo tumbando de la científica a su lado, para apoyar la cabeza de ella sobre sus muslos.
Una manta cubrió el cuerpo de la joven durmiente, escuchándose como la puerta del conductor se cerraba bruscamente. Jodie se levantó las gafas, apretándose con los dedos el puente de la nariz, por unos momentos le estaban viniendo todas las dudas por la locura que iban a hacer.
–Yo te apoyo –sonrió Yukiko, reflejada en el espejo retrovisor del auto al leer la mente de su compañera –. No podemos seguir esperando a que un milagro caiga del cielo y se despierte.
–Gracias –sonrió, arrancando el motor al recuperar de nuevo la confianza –. Aunque si algo no sale bien acarrearé con las consecuencias.
–Todo irá bien, ya lo verás.
Mostraba la placa del FBI al grupo de médicos que iban a atenderla, lo mejor era hacerla pasar por una testigo en protección, así nadie contaría su estancia allí. Un negro secreto que se mantendría entre esas cuatro paredes. Una de las enfermeras les sonrió antes de llevarse la camilla con la joven en ella para comenzar con todas las pruebas rudimentarias…
Jodie se cruzó de brazos, observando por la ventaba y escuchando como Yukiko tatareaba sentada en una de las butacas, leyendo el periódico de ese día. Pocos minutos después entró unas de las enfermeras con un teléfono en la mano.
–¿Ya? –parpadeó, sorprendida, no habían pasado ni diez minutos desde que se habían marchado con la chica –. ¿Ocurre algo?
–Lo siento pero… –no sabía cómo explicarle la nueva situación que se había creado –. Al poner sus datos en el ordenador nos saltó un aviso de llamar al agente que lleva ese caso y bueno… –le ofrecía el teléfono –. Dice que quiere hablar con usted.
El rostro de la agente se volvió blanco, llegando a poder competir con la palidez Shiho… miró como Yukiko conectaba su mirada con la de ella, con la boca bien abierta por la sorpresa. Asintió, temblorosa, aceptando ese pequeño aparato mientras la mujer volvía a su trabajo.
–¿S-sí?
–¿A qué crees que estás jugando? –la voz de Akai se mostraba fría haciendo que ésta se sintiera más cohibida ante su superior –. Creí dejarte bien claro que ella NO debía salir de esa maldita casa.
–Pero Shu… ha pasado unos días más y… –intentaba explicarse, moviendo las manos ante una persona que no la veía –, no podemos dejarla así, creo que es lo correcto.
–Exacto, es lo que TÚ crees que es lo correcto –escuchaba como éste exhalaba con fuerza el humo del cigarro. Era raro cuando iba de Subaru nunca fumaba, pensaba que lo había dejado como otras manías suyas.
Hasta cocinaba.
–Quedaos ahí dentro y pobre de ti que te hayan seguido.
–¡Los de la Organización creen que está muerta! –gritó, haciendo que Yukiko se pusiera algo nerviosa –, ¡Conan ya se encargó de que Kaito Kid les engañara y tú estabas ahí!
–Sí, y has podido comprobar que Gin ya tenía sus sospechas –no negaba que ese chico tan ágil con los robos hizo uno de sus mejores trabajos –. ¿Quién te dice que Bourbon también? y te recuerdo que la quería viva… seguramente para llevársela con sus agentes de la policía secreta japonesa.
Ésta tragó saliva, en eso no había caído… ¿si no porque Gin fue tan directo a por ella?, conocía bien lo escurridiza que podía ser esa joven de cabellos rojizos y lo difícil que era de atrapar… como él.
Finalmente suspiró, dándole así toda la razón, todo había sido una gran locura.
–De acuerdo, no nos moveremos de aquí…
–Que Yukiko llame al pequeño –se sorprendió al ver como había dado por sentado que la actriz también se hallaba allí –, y cuando tengas los resultados del doctor llámame.
–Sí… –colgó, aguantándose las ganas de llorar, una vez más le había fallado…
–¿Ésta enfadado?
–Mucho…
Conan abrió la puerta, de par en par. Sudando mientras sujetaba con una de sus manos el skate que le había traído a gran velocidad, su mirada mostraba incredulidad a la vez de ira, su madre le saludó animada.
–¿Pero cómo se os ocurre? –que un adulto le hubiera echado una pequeña reprimenda antes vale, pero ahora un niño de siete años… –. ¿No veis la locura que habéis hecho?
–Venga hijo no te enfades con nosotras –lo levantaba, pasando su mejilla por la suya, sonriente –. Solo queremos saber que la pequeña durmiente está bien, no me acordaba lo suave que eras de pequeño.
–¡Ah! –se intentaba soltar, sonrojado. Observando como Jodie no sonreía ante aquella estampa, su mirada mostraba arrepentimiento y decepción –. ¡No me cambies de tema!
El divertido momento se rompió nada más abrirse la puerta, captando la atención de las tres personas que se encontraban allí, finalmente la camilla con Shiho volvía a su lugar de origen.
Nadie decía nada, solo las dulces sonrisas de las enfermeras al colocar la vía a la joven les relajaba. Al parecer todo iba bien, hasta incluso, una de ellas tuvo el valor de acariciar con cariño el rostro dormido de la científica.
–Ah –se acercó Jodie a una de ellas –. No hace falta que le coloquen, nos la llevaremos a su hogar nada más tener el diagnostico.
–El doctor tardará unos momentos, al parecer esta chica vino una vez anterior.
–Sí, es verdad, se me olvido mencionarlo –torció el labio –. Fue hace más de un mes.
–Lo sabemos –volvió a sonreír, la agente llegaba a pensar que era un protocolo más y les ocultaba algo –. Solo está comparando las pruebas, no se preocupe, es algo rutinario.
Yukiko finalmente soltó a su hijo, que se acerco infantilmente a la ubicación de la única enfermera que quedaba en esa estéril estancia. A veces ese estado que le creaba la Apoptixina era útil para hacer bajar la guardia y así conseguir información.
–¿Qué le habéis hecho a mi prima?
–Bueno, cariño, lo normal es estos casos –se agachaba para poder comunicarse mejor con el pequeño –. Un análisis de sangre para ver el estado de su cuerpo, un TAC para ver el estado cerebral, pruebas de reflejos y respuestas, una ecografía...
Conan parpadeó, confundido.
–¿Una ecografía?
–Claro –se levantó, para contemplar dulcemente el rostro de la paciente –. Relájense de verdad –sonrió –, ella está bien, corrijo, están bien.
–¿Están?
