XXXIII – Vuelta a la rutina
–Felicidades mi pequeña Shiho…
Conan se retiró rápidamente los auriculares de los oídos para no escuchar más… esas envejecidas cintas, donde las palabras de la madre de Shiho estarían grabadas para toda la eternidad, eran únicamente para ella… ya, con un volumen suave y agradable se los acomodó sobre los oídos de la científica, despeinándola levemente.
Intentaba que las dulces palabras de una madre hicieran que, poco a poco, Shiho conectara con el entorno de la vida real, donde la esperaban expectante con lo sucedido en el hospital que quedaría en secreto entre aquellas cuatro personas que estuvieron allí. Si el tiempo pasase y dejaran que el cuerpo de la científica siguiera con su curso tendría un bebé de una de las personas más peligrosas y mortíferas de Japón.
Se hundió en sus profundos pensamientos, si eso se llevara a cabo y por algún giro del destino Gin llegase a enterarse de esa nueva vida… ¿sería introducido nada más nacer en el oscuro mundo de la Organización, como le ocurrió a la chica que ahora tenía en frente profundamente dormida, inmóvil, al borde del coma? ¿En qué sección estaría? ¿Investigación como su madre o en la unidad ejecutiva como su cruel padre?
¿Pero… dejaría que Sherry lo tuviese?
Imaginarse el rostro sonriente de Gin, con una sonrisa tan gélida como su mirada hizo estremecerse, negando con la cabeza, no tenía que pensar en eso.
–¿Todo va bien? –sonrió Jodie, detrás de él, haciendo que volviera en sí –, ¿no piensas ir al parvulario? Te iría bien desconectar un poco de todo, a ella le va bastante bien.
–Sí, intentaré volver a la rutina, con tres estudiantes menos en el aula la cosa se volvería extraña –cogía la mochila del suelo para acercarse a la puerta –. ¿Tú estás bien con lo de Akai? Desde que volvimos del hospital no le hablas…
–No te preocupes, ya se me pasará.
Conan torció el labio, mirándola por última vez. Aunque ella ahora le sonreía su voz no demostraba que aquello fuese cierto… fuera lo que fuera, el silencio que Shuichi mantenía con ella hacía que sufriera en secreto, apartada de todo el mundo para llevarlo lo mejor posible.
Abrió su paraguas ante aquella pesada lluvia que azotaba esa mañana, aunque todo permanecía tranquilo, apacible. El pequeño detective caminaba con la mirada baja a la espera de que su propio subconsciente le llevase hasta la escuela.
Ayumi le recibió con una de sus mejores sonrisas, el cálido y puro ambiente del aula hacía sentir que nada malo había ocurrido desde que el negro llegó al parvulario Beika, para llevar a la desgracia a la única traidora, superviviente, de esa Organización.
–¡Qué bien! –aplaudió, mirando hacia atrás para contemplar cómo sus dos fieles amigos también sonreía ante ello, sentados en su mesa –, ¡Uno más que ha vuelto con nosotros!
El pequeño detective parpadeó, confuso.
–¿Uno más?
Se hallaba incrédulo. El asiento de Haibara permanecía vacío pero… en cambio, el asiento trasero al de ella se encontraba Kurosawa, que miraba con sus ojos ausentes una de sus libretas, fingiendo apuntar todo lo que decía la profesora.
¿Qué hacia él ahí? Sabía perfectamente que Sherry permanecía dormida en la casa del profesor Agasa que él mismo daba por muerto. Se mordió el labio, recordando ese dato, estaría bien hacer que el profesor también fuera a visitarla… aunque sufriría al verle en ese delicado estado, él siempre la cuidó como si fuera su propia hija.
No pudo evitar sonreír al recodar como Haibara gritaba al profesor cuando éste comía de más. Sabía que era una manera de agradecerle todo lo que hacía por ella, a su manera: digna. Y ahora iba a ser madre… con dieciocho años, ojala Akai encontrara la manera de impedirlo sin que ella llegara a enterarse de ello. Pero… ¿eso estaba bien?
El timbre de la hora del recreo hizo que el pequeño volviera en sí, con la lluvia afuera mojando el suelo todos tendrían que quedarse igualmente en el aula. Suspirando sacó su merienda, no tenía ganas de hablar con nadie y menos con Gin, pero al parecer éste sí quería hablar con él.
Estaba delante, sentándose sobre el pupitre de Haibara, mirándole impasible bajo sus rasgos angelicales de niño pequeño con las manos en los bolsillos. ¿El bebé llegaría a heredar esos rasgos o saldría con el mismo patrón que la madre?
Ah, deja de pensar en eso Kudo,
Ese feto tenía los días contados.
–Hola.
–No tengo muchas ganas de hablar Jin –remarcó bien la J de su nombre, abriendo de mala manera el bento –. Cómo puedes ver estoy ocupado.
–Vaya, ¿ahora no quieres hablar? –sonrió con desdén –, el día que nos conocimos sí que parecías interesado en nosotros, hasta te dignaste a escuchar conversaciones que no eran de tu incumbencia, sigo teniendo tu grabadora en mi escritorio.
Conan abrió más los ojos, sin mirarle, aterrado. Sentía como en su interior su propia sangre se volvía fría haciendo que se mantuviera estático, en alerta. Escuchando como sus latidos del corazón repicaban contra su tórax, ahí habían inocentes de por medio… no podía ser capaz de…
–Qué pena que no llegara a romperte ese cráneo tuyo –le fulminaba con sus penetrantes y gélidos ojos verdes, aunque con voz tranquila, mostrando su parte más sociópata –. Todo hubiera acabado más rápido, sin esa maldita droga de por medio.
–Maldito seas… hay niños aquí dentro.
–¿Ahora quieres hablar? –remarcó más su sonrisa –. ¿Shinichi Kudo?
Sus pulsaciones se acentuaban, creando un dolor bajo su pecho, el miedo junto con la inquietud se mezclaba con su sensación helada de la sangre. Sabía que dejarse ver le traería consecuencias pero tenía que darle el antídoto de la Apoptixina antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que mantener la calma, si aun no le había hecho nada para cubrir su error era porque necesitaba algo de él.
–¿Qué quieres?
–¿Sigues teniendo los antídotos de Sherry? –se acercaba a él, remarcando así todavía más el juego del ratón y el gato que creaba –, sé que ella es de crear copias de todo para emergencias, siempre me gustó lo recelosa que era para sus cosas.
–No, no las hay.
–¿Ah, no?
–No.
–Mientes fatal, chico.
Apretó los dientes, preguntándose cómo diablos Shiho fue capaz de haber tenido una relación con Gin durante tantos años… el pequeño detective solo había mantenido una conversación con él durante unos pocos minutos y ya le sacaba de quicio. Soltó un leve suspiro, sin dejar de fruncir el ceño.
–¿Para que las quieres? –miró de reojo a Ayumi que pasaba por su lado, acercándose a Genta para hablar de sus cosas. Agradeció que todos estuvieran alejados de esa tensa conversación –. Solo lograrías tu cuerpo de adolescente.
–Con eso me basta para sacar la visita inesperada que tenéis entre vosotros –sonreía con indiferencia, recordando como Vermouth desapareció del mapa nada más saber que él tenía los archivos de Shinichi Kudo –. Al parecer no os habéis dado cuenta pero, tenéis un agente más entre vosotros desde hace tiempo que está esperando que Sherry esté sola para acabar con ella y parezca una muerte natural.
