XXXV – Cenizas del pasado
Una respiración tranquila, otra agitada mientras dos pares de ojos observaban como la dueña de la segunda respiración se levantaba con dificultad del suelo. Su largo cabello ocultaba su bello rostro, ahora hacia abajo. Apoyó la mano sobre su hombro, con el forcejeó con Gin se lo había dislocado.
–Cool guy… –intentaba no mostrar dolor, mordiéndose el labio divertida –. ¿Por qué te metes en esto? ¿Ahora estás de su lado?
–Yo solo estoy del lado de la verdad –se acercaba a ella, tranquilo, por una noche lo dejarían todo atrás. Ambos dependían del futuro de Shiho –, ya has roto por tercera vez nuestro trato, tenía fe y esperaba que fueras distinta al resto de la Organización… te respetaba, pero con lo que has querido hacer esta noche la has perdido por completo.
–Lo hacía por ti, para alejaros de él –se refería también a su dulce ángel –, te lo debo…
–No me debes nada.
Se mordió el labio, soltando un pequeño suspiro con motas de una risa triste y atormentada. Giró la cabeza, para ver el rostro dormido de la joven que había logrado tener el frío corazón de Gin que ella nunca logró.
–¿Sabéis qué? –ponía más recta la espalda para remarcar su dignidad como mujer –, me da igual, un día u otro los tres os hundiréis en la miseria, tanto ella como tú y… –miró dulcemente al detective, no le culpaba por nada –, la Organización.
Una pequeña bola plateada salió del bolsillo, tirándolo con fuerza contra el suelo de la habitación. Shinichi miró ese artilugio, extrañado pero, por el movimiento rápido de Gin para intentar parar aquel objeto le hizo sentir que no se trataba de nada bueno.
Esparcía como un líquido que rápidamente se extendió por suelo y paredes como si de una onda expansiva se tratase. En cuestión de segundos las llamas emergieron de ese extraño invento creado por la Organización.
El fuego se enganchaba a todo lo que tocaba, expandiéndose rápidamente por toda la habitación y saliendo de ella, arrasando en cuestión de segundos toda la casa por completo. Era un invento útil para acabar rápidamente, en cuestión de segundos, con los lugares que más podía implicar a los hombres de negro.
–¡Mierda, Vermouth! –gritó el joven de negro sacando el arma para apuntarla, fulminándose entre sí con la mirada, separados ante un muro de fuego –, ¿¡Qué se supone que haces?!
Ella no contestó, solo dio dos pasos hacia atrás, huyendo por la ventana que previamente Shinichi había roto con su balón, sin antes desear lo peor a aquella mujer de cabellos rojizos que dormía plácidamente entre las llamas. Las altas temperaturas hacia que la estructura del edificio se lamentara, podía ceder en un momento u otro.
–Este fuego no se puede apagar –explicaba Gin tranquilamente aun en aquella situación, soltando el gotero de la joven para acogerla entre sus brazos –, será mejor que salgamos antes de esto se derrumba sobre nosotros.
Shinichi observaba la nuca de la joven, su rostro ahora se hallaba pegado a la zona del corazón del joven de negro.
–Tengo que coger sus estudios, el antídoto… –se mordía el labio, sintiendo como el aire del fuego movían sus cabellos, tenía que ir con cuidado hacia donde apoyaba sus pies –, es lo único que tenemos sin ella aquí.
–Más te vale que te des prisa –sonrió fríamente, acercándose a la ventana para bajar con cuidado a una zona segura –. No pienso ayudarte a salir si te quedas atrapado, ya que no me importaría que te quemaras vivo –remarcó su gélida sonrisa –, veamos de que eres capaz, caballero andante.
El detective apretó el puño, furioso, pero necesitaba su ayuda para que sacara a la científica ilesa de allí, si ésta se sintiera en peligro profundizaría más su sueño para proteger la vida que crecía dentro de ella y sería más difícil traerla a la realidad.
Se giró sin mirarle, apretando los dientes mientras corría hacia las escaleras que tuvo que saltar para que sus piernas no fueran el alimento de aquellas intensas llamas, cayendo por inercia y con fuerza contra el ardiente suelo. Un intensó humo negro le recibía en el salón principal, que hizo llorar sus ojos y toser de manera escandalosa.
–M-Maldita sea…
Sentía como un dolor crecía en el hombro derecho, que aumentaba gradualmente debido al apoyar todo su peso sobre éste. Con dificultad se levantó, sin rendirse, para dirigirse hacia a las escaleras que le llevarían al piso inferior donde se hallaba la antigua y solitaria habitación de la científica. Gracias a la luz de su reloj guardado en su bolsillo pudo dar luz en aquellas malditas tinieblas.
Las llamas ya se alimentaban del lecho de ella, junto con los libros y su portátil, miró con desespero el ordenador de la mesa, solo quedaba una opción. Apenas quedaba tiempo para pensar. Abrió con velocidad el cajón del escritorio, evitando abrasarse las manos, cogiendo la caja con los antídotos que ocultó dentro de su chaqueta junto con las cintas de la madre de Shiho, su último tesoro. No iba a dárselas tan fácilmente a Gin.
Un lamento junto un fuerte crujido de las vigas le llamó la atención… el humo se expandía provocando que los pulmones de joven detective sufrieran lentamente, causándole una horrible sensación de asfixia mientras le hacía caer de rodillas para toser de manera escandalosa.
Se estaba ahogando, Gin sabía perfectamente que aquello era una gran locura en la que no quería participar. Lo tenía todo planeado, sabía que Vermouth buscaría alguna manera de deshacerse de Sherry, como lo intentó en el tren exprés junto con todos los avances de la científica que podrían ayudar al asesino a volver a su querida normalidad, sabiendo perfectamente que él intentaría salvarlos.
Pero había una cosa que Gin no sabía, que no iba a dejarse ganar. Con mirada decidida y con sus últimas fuerzas cogió la silla de escritorio donde una vez su fiel amiga se sentó para encontrarle el camino a su destino, estampándolo de un solo golpe contra la torre del ordenador.
–¡Ábrete, maldita sea! –alzó de nuevo el pesado mueble para atizarlo contra su duro objetivo, que bien le hubiera ido los inventos del profesor Agasa en su estado infantil…
Clack, PAM
Por fin…
Se tapó la boca para volver a toser, cogiendo con la otra la memoria interna del ordenador con la importante información. Estaba agotado, sudando, sufriendo y no tenía fuerzas para nada más… no podía más…
–Que ingenuo –sonrió con desdén, mofándose de la situación que se hallaba delante de él, pasando los minutos. Ajeno a los gritos de todos los vecinos, policía y bomberos que inútilmente intentaba apagar ese ardiente espectáculo con la que se deleitaba el joven asesino –. No sé qué veías en ese chico, Sherry…
Ella no contestó, permaneciendo en silencio dentro de su eterno sueño aún entre los fuertes brazos de él. Seguía con la cabeza apoyada sobre su tórax, dándole la espalda en todo momento al incendio, tapada por la chaqueta negra de Gin que antes perteneció a la persona que ahora sufría entre aquellas llamas. Finalmente el gran edificio cedió, provocando una columna gigante con el fuego que se liberaba de aquellas débiles paredes. Éste suspiró.
–Me esperaba más de él, la verdad, que decepción.
–Lamento decepcionarte –contestó Shinichi, apareciendo entre las sombras con el codo apoyado sobre el tronco de un árbol mientras con la otra mano sujetaba el intacto disco duro con la solución de todos sus problemas –, ya lo intentarás otra vez.
