XXXVI – La pieza que falta

Estoy asustada…

Kudo se incorporó bruscamente del lecho, sudando con jadeos de terror causado por el torturante sollozo de Shiho en su subconsciente. Exhaló, bajando la cabeza, colocando una de sus manos contra la frente para intentar controlarse… sentía como una fría gota de sudor resbala por su sien.

Era de noche aún, todavía muy pronto para ponerse en marcha con sus cosas. Observó la televisión encendida que tenía enfrente, que hablaba de las últimas noticias: El extraño incendio de la casa del famoso inventor y ahora desaparecido, Hiroshi Agasa.

Seguramente Vermouth pensó desde un principio deshacerse de esa casa donde vivió tanto tiempo su peor enemiga con otra vida, aún recordaba esa tensa conversación que tuvo con Gin, y que, irremediablemente escuchó. Todo estaría dentro de su maldito plan, aunque le abriese su despechado corazón a aquel asesino de cabellos plateados que se rió cruelmente de ella, necesitaba una razón para que Gin no le matase a él ni a Ran, incluso sin entender el porqué

Cada uno tenía su plan en diferentes versiones pero, gracias a la destrucción de aquel hogar, Gin había roto todo contacto posible con la científica, ahora necesitaba al detective con vida para saber su estado en todo momento y la actualidad de la situación, en el fondo esa mujer le había salvado la vida aunque le fue de muy poco.

Se levantó, dirigiéndose a la nueva habitación que Agasa preparó para ella. El nuevo piso que le habían dado al profesor para su protección era increíble y no había mejor lugar para ocultarla.

Además de que Shiho estuviera en constante contacto con el cariño de aquel hombre que tanto la cuidó y crió… como si fuera su propia hija pero que ahora sufría en silencio como el resto de las personas que se encontraban allí, intentando asimilar que estuviera embarazada de un hombre que disfrutaba torturándola.

–Hola Shinichi –la voz de Jodie sonaba floja para no perturbar el silencio de la noche, cerrando el libro nada ver como el pequeño abría la puerta de la habitación para entrar en ella –, ¿pasa alguna cosa?

–No nada, solo me gustaría estar a solas con ella.

–Como veas –se levantó, mirándole extrañada –, cuando necesites salir avisa a algunos de mis hombres, iré a ver si James se encuentra algo mejor, gracias por salvarle la vida.

–No debes agradecerme nada, en verdad, es un gran milagro que le encontráramos ileso.

Ambos se sonrieron, caminando en direcciones contrarias. Shinichi se sentó con cuidado sobre el nuevo lecho que protegía a la joven entre las finas sábanas, intentando no chocar contra sus piernas. Éste cerró los ojos, escuchando como la puerta se cerraba para cumplir su único deseo.

–Menuda siesta te estás dando –se burló, cariñosamente, cogiendo una de las heladas manos de Shiho, nunca se acostumbraría a esa gélida sensación –, más te vale que al despertarte no se te ocurra bostezar ni una sola vez.

Escuchaba su tranquila respiración, el joven entrecerró los ojos levemente con una actitud más seria. Apretó levemente la fina mano de su fiel compañera, recordando la última conversación que tuvieron antes de que se fuera.

–No sé si llegas a oírme, sé que ambos fuimos egoístas uno con el otro pero necesito que vuelvas… –trago saliva, hablaba con voz suave –. Nunca me di cuenta de lo que te necesitaba hasta que te fuiste. Siempre estabas encerrada en casa, aislada de todo por el temor de que la Organización te viera aun siendo una niña, y aún así aprovechabas todo ese tiempo para encontrarme una cura, nunca llegué a verlo, solo pensaba en mí y en Ran.

Inspiró profundamente para continuar su conversación.

–Desde el día que hicimos las paces nos va bien, incluso siendo Conan me sonríe y me trata como un igual –aunque ahora no le dejaba dormir con ella u otras cosas por el estilo como darse un baño –. Sabe que no es el momento de hablarlo y lo acepta en todo momento, es una chica increíble, cada día me enamoro más de ella.

Sonrió, en parte agradecía que estuviera dormida, si no ya se estaría riendo de él por ser tan blando con ella o incluso se enfadaría, haciendo que se marchara para no escuchar sus tonterías sobre el amor y la amistad.

–Se nos están acabando los antídotos, las ideas y el tiempo… a mí y a Gin aunque no lo quiera reconocer y nuestra única solución eres tú –volvía a mostrarse serio, mostrando así la cruda gravedad de la situación –. Necesito volver a ser egoísta contigo, quiero que te vayas de ese mundo que seguramente es tu sueño hecho realidad, donde te proteges y vives feliz pero quiero que vuelvas a mi lado, Haibara.

No se movía, solo permanecía con sus ojos cerrados, con el tiempo al chico casi le costaba recordar el color exacto de aquella mirada tan fría pero que, en el fondo, guardaba un gran historia de dolor por todo lo que había tenido que vivir durante su dura y oscura vida en la Organización.

–Eres la mujer más valiente que he conocido en toda mi vida, no te rindas ahora.

Suspiró, sintiendo que todo lo que hacía era inútil. Aquella maldita droga les iba a traer a todos la desgracia como había predicho Vermouth. Soltó su mano, recordando que antes de todo ese horrible accidente los niños le habían dado algo para Haibara, con la excusa de que la pequeña no venía a clases por caer enferma durante su largo viaje con Agasa quisieron hacerle un pequeño obsequio.

–Los niños me dieron estas cartas para ti –abrió la primera observando la letra limpia de la única niña del grupo –. Ayumi te desea lo mejor, te echa muchísimo de menos… por lo que leo sí que te ve como una hermana mayor –sonrió, pensando que si así cuidaba de aquella niña sería una madre maravillosa –, dice que mientras tanto está cuidando tus cosas y que los conejos que cuidabais están muy bien, vuelve pronto Ai.

Abría la segunda carta, a diferencia de la primera estaba más sucia y las letras parecían garabatos.

–Genta como no… –se burló, mirando fugazmente el rostro sereno de Shiho para mirar a continuación la carta, leyéndola en silencio para hacer un pequeño resumen –, te pide que vuelvas enseguida a los detectives juveniles, que tienen muchísimos casos parados para que pasen primero por la asesora –parpadeó –, vaya ¿desde cuándo eres la asesora? Ah, y de casos cero, créeme.

Suspiró, sintiendo como el ambiente se volvía cálido gracias a las palabras puras de los niños, aquella inocencia era contagiosa, haciendo olvidar por un momento todo lo malo y recordar cuando todo estaba bien. Cuando los cinco volvían, sonrientes, a sus casas después de un día tranquilo, antes de que ese maldito cuervo se colará en su vida.

–Por descarte la última es de Mitsuhiko –desplegaba el papel y en efecto se trataba del chico que luchaba por su corazón, su letra era ordenada, pulcra –, veamos… quiere lo mejor para ti y que no tengas en cuenta lo que te dijo al finalizar la cita –repasó la frase, confuso y a la vez divertido –. Já, ¿ves como al final era una cita? Mejor que Gin no lea esto o acabará muy mal –torció el labio –, como terminaré yo si se entera que te besé.

Dobló los tres papeles, guardándolos nuevamente en el bolsillo de su pantalón. Se incorporó para darle un pequeño beso en la frente, apartando su flequillo.

–Buenas noches Shiho, mañana se me acabará el efecto y será mejor que descanse.

–Ah…

Su sangre se heló, la boca de la joven científica se abrió unos pocos milímetros, creando ese suave sonido junto un leve movimiento del dedo índice de la mano derecha.

–¿S-Shiho? –cogió con fuerza la mano que había respondido –, ¿me estás escuchando?