XXXVIII – Sin vuelta atrás
–Está aturdida, pero bien.
Conan exhalaba con fuerza el aire de sus pulmones, apoyándose contra una de las paredes, provocando que las miradas de Jodie junto con el del doctor se dirigieran hacia su ubicación, en aquel largo pasillo. Apenas había pasado unos pocos minutos desde que el pequeño detective recibió la llamada que tanto había esperado, haciéndole levantarse de golpe del pupitre para marcharse rápidamente de allí sin dar explicaciones, bajo la fría mirada de Gin… era un milagro que durante el veloz trayecto del parvulario hasta el hogar de Agasa no hubiera terminado atropellado.
–¿Está… despierta?
Necesitaba oírlo para creérselo. Jodie sonrío manteniendo los brazos cruzados, mirando de nuevo al doctor para que terminara con su largo diagnóstico, por una vez era agradable escuchar buenas noticias.
–Sí, como le comentaba, está aturdida, recuerda más o menos todo lo sucedido –repetía el mismo doctor que la visitó la primera vez –. Pero ahora mismo es como una bomba de relojería, intentad que no se estrese durante la rehabilitación de las piernas y volverá a andar en pocos días, ya me he encargado de explicarle la actualidad de todo el mes que se ha pasado durmiendo.
–¿Entonces sabe lo del embarazo?
El hombre rió divertido ante el comentario inofensivo del pequeño, aunque Jodie apartó la mirada avergonzada, también estaba a punto de preguntárselo.
–No, por favor, no me gustaría perderla tan rápidamente ahora que ha logrado romper esa barrera que tanto la protegía.
–¿Entonces?
–Primero que ande, que vuelva a conectar con su entorno poco a poco y ya más adelante se le dará la noticia de la mejor manera –se agachó para coger su maleta, como señal de que ya se marchaba de allí –, el dolor de cabeza le durará un par de días, no es nada de qué preocuparse, la medicación que les he recetado no dañará el feto, intenten primero que coma cosas suaves… ya solo queda que su cuerpo haga el resto.
–Gracias doctor, de verdad, por venir en tan poco espacio de tiempo.
Los pasos de los dos adultos pasaron al lado de Conan, que permanecía inmerso en sus pensamientos, acercándose paulatinamente a la puerta cerrada de la habitación.
¿Por qué ahora estaba tan nervioso?
Soltó un corto suspiro, observando cómo su puño temblaba, incapaz de picar a la única cosa que le separaba de ella. Estaba despierta, después de tanto tiempo ya estaba con ellos… pero no sabía que decirle, como mirarla, sentía como su garganta se cerraba ante los nervios de su primer encuentro.
Solo tenía que dejarse llevar, las palabras ya saldrían con sinceridad nada más verla. Inspiró para alejar sus temores a la vez que cerraba los parpados, dejando que los nudillos se golpeasen suavemente contra la madera de la puerta.
–Adelante.
En parte sintió alivio al encontrase con la mirada del profesor Agasa, que sonreía como el resto de gente que se hallaba en esa misma casa. Sujetaba un pequeño bol que seguramente contenía algún tipo de sopa que la joven científica intentó tomar con su mayor esfuerzo.
Ahí estaba, incorporada con las piernas tapadas, observando la ventana que tanto iluminó sus peores momentos. Tenía el rostro sereno pero ausente, parpadeaba con lentitud, como si intentara recapacitar todos aquellos nuevos datos para darse cuenta de la realidad. Finalmente giró su rostro para ver al pequeño detective.
–Hola Kudo –intentó esbozar una sonrisa bajo una débil voz –, lamento hablar tan flojo pero tengo la garganta muy seca y apenas me entra nada para beber.
–No te preocupes, me alegro de verte.
–El sentimiento es mutuo.
Ambos se miraban, aunque Shiho se había pasado los últimos treinta y siete días durmiendo su mirada mostraba una gran fatiga que era difícil de explicar. Los minutos pasaban y ninguno de los dos decía nada, solo se escuchaba los pasos del profesor para marcharse de allí con la comida que la científica apenas podía comer.
Con más la miraba más se daba cuenta de lo mucho que había cambiado a la joven esa traumática experiencia, incluso se la veía más adulta.
–Oye Shiho…
–Necesitas antídotos, ¿verdad?
Se sentía como un monstruo, apenas habían pasado horas desde que ella había vuelto de aquel extraño lugar, donde escapó mentalmente de su patética vida sin nadie a quien llamar familia. Bajó la mirada avergonzado, apretando los puños.
–Me pondré con ello.
–No quiero que pienses que solo te necesito para eso.
–No lo pienso –sonrió levemente para calmarle, en verdad apenas sentía nada, seguía en un estado de desconexión junto con un latente dolor de cabeza que le impedía pensar en nada –, me han dicho que ha pasado más de un mes así que me imagino que Gin debe de estar subiéndose por las paredes.
–Más o menos.
–Ha sido mucho tiempo, lamento haberte asustado.
Volvió a girar su rostro para volver a estar inmersa en sus pensamientos, a la vez que retornaba a mirar por la ventana. El pequeño deseaba saber en qué pensaba la joven, hasta que se dio cuenta que ésta no miraba el paisaje, si no su propio reflejo con aire melancólico.
–Entonces… Ai Haibara no va a volver nunca.
–Lo siento Shiho –intentaba ocultar con todas sus fuerzas la razón por la que ella era la única que no se había encogido –, pero no te preocupes todo irá bien.
–¿Cómo lo sabes? –suspiró, intentado hacerse a la idea de que toda su nueva vida se quedaba atrás –. Kudo, a la mínima que salga a la calle con este cuerpo me encontraran, recuerda sino lo que tardaron en dar conmigo para volar el tren exprés, un día u otro recibiré un disparo donde menos me lo espere… y tampoco quiero pasarme toda la vida encerrada como un animal.
–Gin ya se ha encargado de tu seguridad.
La científica giró su rostro para mirarle, asombrada a la vez que extrañada.
–¿Has hablado con él?
–Más bien escuché su conversación –recordaba toda aquella tensa charla que tuvo Gin con Vermouth días atrás, para suerte de estos ella no contactó con la Organización, aun por alguna extraña razón… ¿Qué tenía en mente esa mujer? –, Se ha encargado de que todos bajen las armas si te ven, con la excusa de que la Organización necesita a su gran creadora de la Apoptixina viva para que siga avanzando hacia su codiciada meta.
–Tan típico de él –soltó una leve sonrisa, mirándose las palmas de las manos –, siempre hará pensar que lo hace por el bien de la Organización cuando es para su propio interés puro y duro….No me va a dejar marchar tan fácilmente, ¿verdad?
–Shiho…
–Lo siento Kudo pero –cerraba sus ojos, parecía cansada –, me duele mucho la cabeza, necesito descansar aunque sea una hora… ya luego intentaré seguir por donde me quedé del antídoto –miró a su alrededor –, ¿Qué ha pasado que no estoy en el hogar de Agasa?
Conan se giró con mirada inocente, lo mejor era no explicarle nada más.
