XL – Sombras en las sombras

Un fuerte y confiado golpeteo resonó por toda aquella oscura sala, provocando que el hombre de alto cargo que permanecía en su interior mirando por la ventana girase levemente el rostro, hacia el lugar donde se había producido el sonido. Ya hacía una semana que había vuelto a la sede central de la Organización gracias al nuevo antídoto que Sherry preparó exclusivamente para él, aunque quien se lo dio en mano fue aquel pequeño detective que tanto odiaba. Aquella mirada de satisfacción que Shinichi le dedicó a Gin al saber que éste nunca llegaría a saber donde estaba esa mujer, por la que movería tierra y cielo para llevársela con él… le hizo hervir la sangre.

Detestaba a ese estúpido crio, incluso más que el difunto Shuichi Akai que ahora su cuerpo era pasto de los gusanos a varios metros bajo el frío suelo. Fue una verdadera pena no poder matarlo personalmente y con sus propias manos, pero necesitaba una prueba de confianza para que Kir volviera entre ellos una vez más.

Aunque aún tenía sus sospechas. Observó como el dueño del golpe se adentraba con seguridad en su estancia, para cerrar la puerta detrás de sí.

–¿Qué quieres Bourbon? –permanecía quieto, con un brazo apoyado sobre el marco de la ventana –. Si no tienes nada que hacer no incordies a los demás.

–Pensé que este material tendría que pasar primero por tus manos –aunque mostraba seguridad, la mera presencia de Gin le intimidaba como a casi todos los miembros de esa especie de colmena del mal, entre su característico e inexpresivo rostro junto con su mirada, nunca se sabía por dónde iba a salir los tiros.

Y nunca mejor dicho.

–¿Qué material? –le miró por el rabillo del ojo antes de dirigirse hacia su escritorio, una manera de indicar que estaba interesado por escuchar sus palabras. Bourbon aceptó ese gesto para acercarse más a su localización.

El joven sacó un pequeño sobre que escondía en un bolsillo interior, cercano a su corazón. Nada más lanzarlo, contra la mesa, se abrió automáticamente para mostrar el contenido: Fotos y más fotos de Sherry en el hospital, una sujetándose con esfuerzo en una barra para no caer, otra sentaba sobre un banquillo con un rostro de frustración, otra sonriendo a una persona que le daba la espalda al objetivo de la cámara... eran bastantes instantáneas en diferentes ángulos y de distintos días.

Gin apartaba las fotos con sus manos enguantadas para poderlas ver todas con total claridad. Por una vez su último recuerdo de ella no sería su rostro dormido sin vida en aquella cama donde descansó tanto tiempo.

Sacó la cajetilla de cigarros para encender uno, que comenzó con mucha calma.

–Me pareció sospechoso que Sherry se encerrara sin más en aquel vagón lleno de C4 –empezó a explicar al ver como el asesino plateado le fulminaba con sus ojos verdes, sin pronunciar palabra, era una sensación de presión que helaba toda su sangre –, algo tenía que tener pensado, pero era imposible huir de la onda expansiva, si no fuese que la chica pudiera volar o tuviera contacto con el FBI que también se hallaba en ese mismo tren.

¿Si Akai sobrevivió al ataque directo de la Organización porqué no Sherry?

Gin se sentó en su asiento, apoyando cómodamente su espalda contra el respaldo de éste. Exhaló el humo, para volver a abrir los ojos, encontrándose con los de él que hablaba cautelosamente. Nunca le gustaría ver a Gin enfadado, a nadie le gustaría vivir esa experiencia, bueno Generic si lo conoció y todos vieron trágicamente como terminó.

–Me puse a investigar nuevamente hospitales, el FBI vigilaba demasiado uno de ellos, un par de veces, con un mes de separación y la sensación de que ella estaba viva y ahí dentro crecía dentro de mi –no cortaba la mirada con Gin, intentando mantener el rostro lo más sereno posible –, me infiltré en uno de sus furgones gracias a un disfraz de Vermouth y ahí estaba… demacrada, al parecer salir de esa explosión le causó daños que le causaron un coma, poco más pude sacar de allí, había un silencio pactado –tragó saliva, eso de que Gin no moviera ni un ápice le hacía sentirse como una presa a punto de ser cazada.

El hombre de negro levantó una de las fotografías, Bourbon agradeció que esa mirada estuviera fija en esa imagen, que repasaba una y otra vez para no perder ningún detalle.

–Bourbon dame la fotografía que ocultas, aquí falta un factor.

–¿Qué fotografía?

–La que tienes guardada en el bolsillo.

¡Joder!

Tragó saliva de nuevo, intentándose calmar a la vez que sentía como un fuerte escalofrío atizaba a cada uno de sus músculos del cuerpo, impidiendo que se moviera de allí. Gin no le miraba… seguía atento a las imágenes mientras apartaba la otra mano, dejando que el fino humo del cigarro ambientara la sala.

–No se la enseñé porque pensé que no tenía importancia –sonrió ocultando su máxima resignación, podía escuchar los latidos de su propio corazón deseando salir de aquella maldita sala –, es uno de los hombres que la protegen, no tiene ninguna importancia.

Era una instantánea de Okiya Subaru, que miraba hacia arriba, donde se hallaba oculto el objetivo de la cámara con tanta seguridad que parecía que supiera que Bourbon estaba ahí en todo momento y se lo dejó pasar.

–¿Quién es? –le recordaba; era uno de los tres hombres que salieron de aquel edificio que él mismo encendió, salió junto con el pequeño detective que llevaba a Haibara en su espalda. ¿Así que también era del FBI? Solo faltaba descubrir quién era aquel chico de piel oscura.

–No lo conozco –Aunque le odiase por lo que le hizo a Scotch, tenía que recordar la última conversación que tuvo con Akai, aquella frase que lo cambio todo… recuerda quien es el enemigo común –. Solo sé que sin su supervisión la chica no puede hacer nada y ella no le soporta.

–Buena chica.

Bourbon se permitió relajarse al ver como la tensa conversación finalizaba, Gin lanzó la última foto sobre todas las demás para levantarse sin importancia y darle la espalda a su invitado. Él respondió girándose para marcharse de allí, colocando la mano sobre el pomo de metal para no molestar más a su superior pero, faltaba una cosa…

–¿Entonces?

–¿Entonces, qué?

–¿Qué hago con la chica?

–Déjala, al parecer si quieres el trabajo bien hecho lo tienes que hacer tú mismo.

Abrió los ojos de par en par, asombrado, parpadeando para girar su rostro sereno hacia la plateada espalda de Gin. Sin soltar el pomo de la puerta en ningún momento.

–¿Se va a encargar de la misión?

–Sí, de lo mío ya se encarga RUM, así que me divertiré un rato cazando.

–Es verdad –agachó la mirada, recordando como Kir le avisó espantada de que el asesor estaba activo y en movimiento –. ¿Qué busca en especial?

–Solo hacer un poco de limpieza.

–¿Limpieza?

Alzó la vista, atónito… pero fue lo peor que pudo hacer, su mirada conectó con la fría de Gin que le recibía con una de sus más crueles sonrisas, apuntándole con su fiel Beretta, por la distancia apuntaba en la zona del corazón del joven inglés.

–¿Te preocupa algo Bourbon? –se burló con desdén sin bajar el arma –. Solo es… que hay demasiadas ratas en la Organización y nadie quiere un lugar sucio, ¿verdad?

–Claro que nadie querría eso –sonrió, siguiéndole el juego –, ¿tantas ratas hay?

–Demasiadas.

El silencio se expandía por la estancia, sin que ninguno de los dos huéspedes se moviera del lugar. Uno no hablaba, sonriente haciendo que los peores temores de la segunda persona afloraran sobre su piel, era un juego psicológico donde solo uno podría ganar o salir ileso por un tiempo.

–Pero si tú no estás metido en esto no tendrás de porque preocuparte –remarcó Gin, mirándole con una mirada que penetraba en su alma, pareciendo que lo supiera todo de él; que tenía los días contados, era su fin. Guardó su arma en el bolsillo interno de la gabardina para darle la espalda una vez más y por última vez –, vete a hacer lo que tengas que hacer, Bourbon, si no yo te daré trabajo y, te aseguro, que no te gustará en absoluto.

Aguantó un suspiró de terror mientras giraba la manilla con fuerza para lograr su libertad. Manteniendo el cuerpo con tal confianza que el joven pudo marcharse de allí como si nada, con pasos firmes ante las amenazas de la mano izquierda de esa persona. Una vez la puerta bien cerrada, se apoyó sobre ésta, dejando que, por fin, sus piernas le temblasen… aquello no era un despacho… era la puerta al mismo infierno en el que pocos podían salir con vida. Como decía la divina comedia, para entrar ahí tenías que abandonar toda la esperanza.

Pasó la mano por los cabellos ya húmedos por el sudor del miedo, peinándoselo hacia atrás. Ahora Sherry no era su trabajo, si no intentar salvarse de RUM. Si lo que le había contado Gin era cierto, estaban todos en peligros, ya nadie se encontraba a salvo en esa Organización…