XLI – Removiendo las cenizas
Tarta de fresa. Shiho no pudo evitar sonreír al ver aquella pequeña ración de tal dulce tentación, que se presentaba sobre una preciosa pieza de porcelana. Hacía tiempo que deseaba ese capricho en silencio, aunque debía de admitir alguna vez se le escapó la idea delante del pequeño detective, que le miraba con aire confuso.
El tiempo pasaba y aún con las piernas más fortalecidas se sentía cansada, como si su cuerpo trabajase más de la cuenta. Aunque, si lo pensaba fríamente… lo único que hacía durante el día era pasárselo delante de la pantalla del ordenador, mirando una y otra vez todos aquellos malditos cálculos, que poco a poco se aprendería de memoria si todo se mantenía igual.
Algo le pasaba y, aunque temía decirlo o pensarlo, todo aquello podrían ser los efectos secundarios de aquel maldito antídoto que casi la mata, postrándola durante todo esos días en una cama… soñando una vida feliz con su hermana.
Akemi…
Kudo observó como la chica cortaba una pequeña porción de aquel trozo de pastel con el tenedor, para llevárselo a la boca, ahora con mirada ausente. Deleitándose con el dulce sabor que tanto había ansiado. Para suerte de todos, sus antojos se podían llevar con bastante discreción. Aunque, sin darse cuenta del paso del tiempo y, esperando que la chica se recuperara por completo física y psicológicamente de aquel traumático suceso para darle la noticia, Shiho ya estaba embarazada de dos meses.
–Espero que con esto dejes de llorar un rato –se burló Kudo, dándole un sorbo a su café para romper el tenso silencio que se creaba entre ellos dos, en aquella pequeña cafetería cerca del hogar del profesor Agasa –, y aun así no sonríes… ¿en qué piensas ahora?
–En que no debería haberte dado el antídoto para que me llevases hasta aquí –no le miraba, cerró sus ojos para concentrarse mejor en el sabor –. Pero estoy cansada de que todos esos agentes del FBI estén detrás de mí como si fuera una presa, como si me fuera a escapar en un momento u otro…
–Shiho, solo quieren lo mejor para ti.
–Pues yo no lo he pedido en ningún momento.
Kudo suspiró, apretando los labios, para mirar nuevamente su café, permitiendo que aquella científica tan cabezota siguiera con lo suyo. Dejando que el paso del tiempo calmara un poco la situación, sintiendo el calor de la bebida en sus dedos.
–Oye no tendrías que ser tan fría con ellos, sobre todo con Jodie –volvió a replicar, en verdad no podía dejar el tema atrás, no estaba siendo justa con todos ellos –, ha estado cuando más lo necesitabas.
–Eso no es cierto…
El chico levantó la mirada ante tal comentario, contemplando como Shiho había terminado de comer… acariciaba sus manos, una con la otra, y las escondía sobre su regazo.
–Kudo no te he traído aquí para esto –sus azulados ojos mostraban algo de culpabilidad y responsabilidad con tal acto egoísta –. Sé que afuera están todos esperando a que salga para volverme a llevar con Agasa, pero en esta cafetería hay una puerta trasera, necesito ir antes a un lugar, pero no tengo el valor para ir sola.
–¿Dónde quieres ir?
–Al cementerio…
Shinichi abrió la boca pero la científica se le adelantó haciendo un gesto con la mano para que le permitiera continuar.
–Dentro de poco es el cumpleaños de mi hermana, y… después del coma necesito ir a su tumba sí o sí –vigilaba sus palabras, como si lo que planeaba fuera algo tabú, aunque la mirada del detective ya le indicaba que si –. No la he ido a visitar desde que… bueno ya sabes… necesito hablar con ella de alguna forma.
–No creo que sea buena idea, ese lugar es clave para encontrarte.
–Shinichi, no sabes qué es que maten a un miembro de tu familia –apretaba con fuerza la servilleta, retorciéndola –, es un dolor que no se puede llevar sin más… me pesa cada día más y más, y puede ser que no pueda ser yo misma por la culpa que siento conmigo misma… me rasga todo mi corazón, provocando que cada día que pasa me pregunte qué hubiera pasado si el FBI no se hubiera metido en todo…
–¿Por eso les odias tanto?
–No los odio Kudo –recriminó –, simplemente no pueden venir ahora con la excusa de querer ayudarme cuando, en verdad, el día que más los necesité no estuvieron ahí… sé que me usan para poder atrapar a Gin y así llegar hasta Anokata, lo saben todo –sin darse cuenta hacia trizas la servilleta –. En el tren Bourbon me explicó que el novio de mi hermana era del FBI y que por eso tienen tanta información… me siento una idiota, fui la primera que le dio el pase a entrar en la Organización con una acreditación falsa.
Se tapó el rostro con las manos, sin mostrar expresión alguna mientras Shinichi tragó saliva… ¿Qué era lo mejor? ¿Decirle la verdad? ¿O hacer como si no lo supiera?
Finalmente éste se giró dándole la espalda sin saber que decirle realmente, así que optó por responder a su petición.
–¿Dónde dices que está esa puerta?
El crepúsculo vespertino teñía el cielo de Beika con unos tonos anaranjados con matices rojizos, como si de una lengua de fuego se tratara. Contrastaba con el paisaje de piedra que se perdía hasta el horizonte de los ojos de ambos jóvenes, Shiho dio varios pasos hacia adelante, separándose del detective.
–Creo que la tumba de mi familia está más por la zona oeste…
–¿Crees? –suspiró, guardando las manos en los bolsillos de su pantalón, mirando al lado contrario –, no tenemos toda la tarde, cuando menos nos los esperemos estarán todos aquí, no subestimes a Subaru.
Shiho giró su rostro, parpadeando algo confusa a la vez que hostil.
–En ningún momento le he subestimado, Kudo –volvió a darle la espalda para continuar su camino –. Sé que no es trigo limpio aunque tú no quieras verlo solo porque es fan de Sherlock Holmes –giró hacia la derecha, recordando como lo hizo la ultima vez llena de ira por escuchar como acusaba a su hermana de un crimen que no cometió –. Ya has podido comprobar que muchas de las contraseñas de los archivos de la Organización tienen que ver también con ello, y no por eso son buenas personas.
Éste no contestó intentando seguir el ritmo de su fiel compañera, en parte si tenía razón y no había pensado en ello… pero bueno ahora conociendo el rencor que tenía la joven hacía Akai lo mejor sería dejar que lo supiera lo más tarde posible… o nunca.
Un leve sonido a su espalda le llamó la atención, dejando que la chica siguiera con su camino. Su curiosidad impidió seguirla, tenía que averiguar el origen del sonido pero no había nada… o eso parecía…
Shiho respiraba agitadamente, con la mano apoyada en la zona del pecho. Ya había pasado mucho tiempo pero nunca olvidaría el camino hasta su familia… su delicada mano acarició el frío mármol, por una parte revivía sus peores pesadillas pero a la vez, sentir que estaba tan cerca de los suyos aliviaba un ápice el sofocante y ardiente dolor de su corazón.
–Vive tu vida Shiho, hagas lo que hagas siempre te apoyaré –la voz de su hermana, en aquel dulce sueño del que debió escapar apareció en su mente, provocando que una fina lagrima resbalara por su sonrojada mejilla a causa del fulgor del atardecer.
–Akemi…
–Te lo compensaré Sherry, el resto de mi vida.
Se giró alarmada ante esa voz, pero la oscuridad se la llevó finalizando así el día.
