XLII – El cuervo renegado (Gin)
¿Cuándo cambió todo?
El sonido de un metrónomo, corto y preciso, era lo único que sonaba en aquella extraña habitación. Las paredes, revestidas con miles y miles de diminutas luces blancas hacían que el lugar se sintiera tranquilo, apacible, seguro, pero era una falsa ilusión de libertad, si uno observaba atentamente las cuatro paredes de aquella gran habitación descubriría que la única salida posible de aquel lugar consistía en una fuerte puerta de metal que sólo se podía abrir desde el otro lado, nada más, ni una sola ventana decoraba el lugar.
Todos en la Organización conocían perfectamente ese lugar aún sin haber estado jamás allí, nadie en su sano juicio querría estar ahí ni un solo segundo. Conocida como la Sala de los traidores, su nombre ya indicaba que si te encontrabas o te despertabas allí era porque habías cometido un error, un solo peligroso error en ese mundo de mentiras y corrupción.
Pocos salían allí con vida, los rumores decían que tener una segunda oportunidad por parte de los altos cargos era algo imposible de conseguir, aunque la última persona qué estuvo allí, Curaçao, si que lo logró gracias al voto de último momento de Rum.
Gin apresó una de las muñecas de Sherry contra el apoyabrazos del asiento central de la habitación mientras su fiel compañero se encargaba de la otra, para seguidamente, junto con un asentimiento de cabeza se marcaba de allí, como respuesta Gin dirigió su mirada al rostro dormido de la joven científica, gracias al sonido del metrónomo permanecería en un profundo trance hasta saberse toda la verdad.
El plan era sencillo; tres votos. El suyo, el de Vermouth y el de Rum decidirían el futuro de la joven… y sabiendo perfectamente lo que iba a emitir la asesina que tenía justamente a su lado la mejor opción era ganarse el favor del segundo al mando. Todos sus oscuros pensamientos quebraron al escuchar como uno de sus tacones replicaban contra el suelo, suspirando. Disgustada, encendía uno de sus cigarros, murmurando para si misma lo tedioso que era algunas veces las tardanzas de Rum, la volvía loca. Por unos instantes sus miradas conectaron,
–¿Cuándo cambió todo, Gin?
Éste no respondió, simplemente se limitó a darle la espalda a las dos mujeres sin sacar las manos de sus bolsillos, dirigiéndose enfrente del pequeño aparato que seguía con el mismo ritmo, unas pulsaciones constantes que poco a poco irían al mismo ritmo que la respiración de Sherry.
–Ya se marchó una vez –exhaló un poco más de su cigarro, de una forma elegante que solo sabía hacer ella –. ¿Qué te hace pensar que no lo volverá a hacer?
Realmente, ¿Cuándo empezó todo?
Al principio solo deseaba venganza, su muerte...
Sus pensamientos se hundía bajo el sonido del metrónomo.
El joven asesino levantó sin problema el peso de la joven científica, ocultando en todo momento con una de las ostentosas sábanas de la cama de Vermouth el cuerpo desnudo de Sherry que aún se hallaba inconsciente a causa del disparo errático de un miembro del FBI, en silencio, observaba como la chica respiraba con dificultad.
–¿Vaya, la gatita no ha pasado buena noche? –se burlaba mientras cerraba la puerta tras de sí, observando la curiosa estampa de como un Gin adolescente colocaba su barbilla sobre la frente de la científica –. ¿Tiene fiebre?
–Es el reconstituyente sanguíneo de la Organización –no apartaba la mirada de la joven agonizante, pasando al lado de Vermouth con una frialdad extrema hacia ella, como si el acto íntimo y sexual que tuvieron el día anterior no hubiese ocurrido jamás –, su cuerpo no está acostumbrado a él.
Cerró la puerta tras de sí, equilibrando los pesos, conocía la lujosa casa como la palma de su mano permitiendo que se orientara sin ningún tipo de problema hacia uno de los pasillos de la derecha, donde se encontraba el cuarto de baño más cercano.
El cambio de luz y el sonido de la cascada del agua de la ducha provocó que la joven abriera levemente los ojos, Gin sin dudarlo se colocó junto con ella bajo la misma fría sensación térmica.
–Ah…
Permitiendo que esa lluvia artificial les envolviera, observaba como la tez pálida de Shiho cambiaba a un rosado más saludable junto con una fina sonrisa de alivio que permitió que Gin se relajara después de mucho tiempo, observando más detallado los estragos de aquella última misión.
Estaba mucho más delgada de lo que él recordaba… ¿Era por el terror de vivir con el peso de saber que él la buscaría bajo cielo, agua y tierra hasta obtener su venganza por traicionarle a él y a la Organización?
Unas gotas contornearon las pequeñas heridas de balas que él mismo le provocó en el caso del Hotel Haido City y que permitió reconocerla en su nuevo estado. Bajo su penetrante y fría mirada recordaba como el rojo de la sangre teñía la nieve de aquella noche, como ella le miraba de manera fría y distante mientras luchaba por mantenerse de pie; la misma mirada que tuvo durante su última noche en la Organización mientras le apuntaba con un arma en la frente delante de los demás*.
Una pequeña gota de sangre le volvió a la realidad, la reciente herida ya cosida reclamaba atención, perdiendo su aviso en el espiral del desagüe, desapareciendo al fin, esa noche no llevaba chaleco antibalas y ella lo sabía.
¿Entonces por qué se puso en medio?
Si hubiese resultado herido podría haber huido perfectamente de él.
Una de sus manos acarició la mejilla de la joven científica provocando que una débil mirada azulada se enlazara con la suya, seguramente por la fiebre y las drogas no sabía ni donde estaba ni a quien estaba mirando en ese momento, pero era el momento perfecto para hablar con su subconsciente.
–¿Por qué lo hiciste, Sherry?
Un pequeño murmullo salió de sus labios ocasionando que Gin acercara su rostro al de ella para escucharla mejor, acariciándose entre ellos, sintiendo como sus labios estaban tan húmedos como los de él.
–¿Por qué te interpusiste entre la bala y yo?
–Parece… –susurró, como si hablara en sueños unas palabras que jamás recordaría –, que no logré apagar las cenizas que me quedaban por ti…
Por diferentes motivos ambos cerraron los ojos, permitiendo que el sonido de la ducha disipara esa frágil confesión de la habitación. Sentía como, poco a poco, a causa del frío su musculatura se entumecía ante él peso de ella, no tenía la misma fuerza con ese cuerpo de adolescente. Con cautela apoyó su espalda a la resbaladiza pared donde, lentamente, iba soltando su peso sin dejar de mirar a la chica, para finalmente sentarse bajo la incesante lluvia artificial.
–No puedes morir todavía, confía en mi Sherry y vuelve a la Organización –permitió que la joven apoyara la cabeza contra su pecho y estirara las piernas sobre el frío suelo, haciendo que volviera a sonreír por ese pequeño descanso –, lo llevas en la sangre.
Volveremos a avivar esas llamas, Sherry
Estoy seguro de ello.
Nota de la Autora: Se subirá un capítulo nuevo cada Lunes.
(*) Situación ocurrida en el Fanfic ''El error de Sherry''
