XLVI – Déja vu
–Recuerda que una vez dentro no tendré ningún tipo de acceso a ti, mi supervisión solo se aplica en cuanto sales de ese edificio –el día comenzaba, observando por el espejo retrovisor de su coche como dos hombres de negro se acercaban hacia su localización, era la señal de que Sherry debía bajarse para ser escoltada hacia los laboratorios que se hallaban a su lado –. El resto del tiempo toda tu seguridad recaerá sobre esos dos hombres, todo lo que necesites o si quieres que vuelva a por ti porque tu cuerpo no puede más tendrás que pedírselo a ellos.
–Bourbon –abría la puerta, con rostro bajo y sin tenerlo del todo claro –. ¿Puedo pedirte un último favor?
Debía permanecer tranquila, volver a crear aquel escudo que una vez se destruyó con el cariño de sus seres queridos, no debía mostrar debilidad ante esos malditos cuervos. Inspiró, entrando nuevamente en un territorio que jamás pensó que volvería a pisar.
Todo sería más fácil si todavía tuviese su teléfono móvil con ella, pero lo único que hubiese logrado es que hubiese caído en manos de los altos cargos al ser atrapada por ellos, sirviéndoles en bandeja de plata la lista de todas las personas que habían tenido contacto directo con ella, objetivos que debían de eliminar sin dudar para proteger el secreto y la existencia de la Organización. Con mirada aún baja recordaba tristemente la última vez que vio a Shinichi: La pastelería, la tarta de fresa, su mirada incrédula en cuanto le pidió ir al cementerio.
Era la única carta que podía jugar contra él, sabía que el joven detective no podría negarse a dejarla visitar a su difunta hermana y más si eran las fechas de su aniversario, era un movimiento sucio pero no había otra elección. Kudo no llegó a imaginarse que al salir del local Shiho encendió la localización de su teléfono para que el FBI supiera en todo momento donde estaban y que luego lanzó antes de llegar a la lápida familiar para que no acabase en manos de su captor… ya no había vuelta atrás, deseaba haber podido despedirse de otra forma de su fiel compañero que tanto le había protegido.
–Ya hemos llegado, Sherry.
Pestañeó ante esa indicación. Uno de ellos se colocaba en la pared de al lado para controlar el exterior mientras el segundo accedía al interior con la científica, cerrando la puerta con llave una vez dentro, apoyándose sobre ésta para aguardar el interior con las manos cruzadas. Bajo un rostro impasible y una mirada que se ocultaba tras las gafas de cristal oscuro que contemplaba como la chica miraba confusa su nuevo entorno.
Miró extrañada su alrededor, tocando la bata que colgaba en el perchero cercano a la puerta para luego andar hasta el centro de la habitación. Los muebles, la distribución de la estantería y sus libros, el modelo de ordenador... incluso el modelo y color del sofá donde ella descansaba las noches que se quedaba investigando: Esa sala era una copia exacta de su antiguo estudio que ardió, junto con todo el laboratorio farmacéutico cuando ella escapó.
Se acercó a la estantería donde antiguamente guardaba todos sus tubos de ensayo, frascos... para continuación ponerse de puntillas, cogiendo con dificultad uno de los botes más altos, aún recordaba como lo utilizaba para guardar el azúcar de sus cafés mañaneros.
Como en un juego macabro para su mente el recipiente contenía eso mismo.
¿Qué querían conseguir con todo eso? ¿Crear una ilusión de que los días posteriores a su traición no habían ocurrido?
¿Qué todo fue un sueño o una trágica fantasía para ella?
–Sherry –la voz masculina en su espalda provocó que diera un pequeño brinco del susto, al girarse examinó como el hombre de negro le ofrecía sobre su mano enguantada un pequeño dispositivo para el oído –, quieren hablar contigo.
–¿Quién? –se colocaba el diminuto aparato dentro de su oído mientras él daba dos pasos hacia atrás –. ¿S-sí?
–¿Cómo se encuentra mi mayor logro?
Una voz distorsionada por varias voces unidas tanto femeninas como masculinas provocaban que la piel de la joven científica se erizase mientras sus pupilas sé contraían, temblando del terror ante esa invisible y oscura presencia que solo podía crear Rum.
–¿Has dormido bien? –continuaba, sabía perfectamente que la chica estaba escuchando pero no era capaz de contestar –. Me alegra saber de ti después de todo este tiempo, nos has tenido muy preocupados.
–Y-yo…
–No te preocupes todo está olvidado, todos hemos tenido riñas en nuestras vida –hablaba de manera paternal/maternal, como si tratara con su propia hija, algo de muy mal gusto y siniestro para la joven –. Entendemos perfectamente tu enfado y que es lo que hicimos mal, intentaremos que no vuelva a ocurrir.
–¿Intentaremos?
–Déjame disculparme por parte de Gin por como manejó la situación aquella vez.
Sintió como su corazón daba un vuelco al escuchar su nombre después de tanto tiempo. El hombre de al lado le indicaba que se acercara al escritorio donde reposaba su pantalla del ordenador y a su lado varias fotografías que no había percatado antes… sin saber que se aproximaba hacia las amenazas que la Organización tenía preparada contra ella.
–No volverá a ocurrir y por ello siempre estaremos atentos de que tus amigos estén seguros y que no les falte de nada en todo momento.
Shiho se tapó la boca para impedir que un quejido de temor saliera de sus labios mientras con la otra mano, temblorosa, tomaba una de las tres fotografías que adornaban su escritorio como una vez hizo la de Akemi… era la imagen de Ayumi que sonreía con unos libros en la mano, era una foto muy actual y lo peor de todo, estaba hecha desde un ángulo muy cercano. Las otras dos se trataban del mismo día y lugar pero de Mitsuhiko y Genta, ambos igual de alegres que su pequeña compañera.
¿Pero por qué no había fotografía de Conan Edogawa?
Amuro dijo que no hubo bajas, ¿verdad?
–Me fascina la vida que llegaste a tener durante estos meses –Rum sonreía escuchando complacido la respiración agitada de su trabajadora, a varios kilómetros de ella, sentado en su lujoso auto conducido por sus hombres de más confianza –, pero recuerda siempre que nosotros somos tu verdadera familia y viviremos ese sueño juntos. ¿Verdad Sherry?
–¿Cómo sé que no les vais a hacer daño a los niños?
Esta vez era la voz de Sherry la que sonaba a través del teléfono móvil del segundo al mando, que la escuchaba con el manos libres mientras miraba con interés las calles a través de sus ventanillas tintadas. Sonreía divertido al ver que aunque la chica intentase mantener la calma su voz la delataba quebrándose en algunos momentos.
–Lo mismo dijisteis de mi hermana y no dudasteis en eliminarla en cuanto la visteis como un estorbo… ¿Cómo sé que un día no haréis lo mismo con ellos?
–Cada semana las fotografías se actualizarán, para que veas que cumplimos con nuestra palabra –sabía que la conversación iría por ese rumbo –. Queremos que estés tranquila y cómoda para que compartas ese milagro con nosotros sin el gran riesgo que conlleva ahora mismo esa pastilla, puedes hacer lo que quieras. Solamente que nunca estarás sola, hay demasiadas moscas del FBI revoloteando a nuestro alrededor y no queremos que te molesten.
–Es un milagro que la Apoptixina funcione, puedo tardar años en conseguir lo que deseas.
–El tiempo es oro, lo aprovecharemos de otras formas –ocultaba su mirada junto con el otro plan que tenía para ella –. Lógralo Sherry y esa persona te premiará con lo que más deseas.
Rum colgó el teléfono sin dar oportunidad de que ella contestara, el mensaje era claro y no había necesidad de alargar la conversación: si quería que los niños sobrevivieran la APTX4869 debía de avanzar. Sin dejar de fruncir el ceño no apartaba la mirada del teléfono móvil.
–Señor… –el hombre de negro que sentaba en el asiento del copiloto se giraba, hacía un instante que habían aparcado –, ya hemos llegado.
–Demasiado sumisa, ¿no creéis? –hablaba para el mismo aún pensativo, repasando toda la conversación de memoria –. Es una sombra de lo que fue en su día.
–¿No sería mejor transferirla a otra prefectura, Señor?
–Sería lo correcto sí pero de momento no, me será muy útil en su debido momento y para ello la necesito lo más cerca de mi posible.
Mientras tanto, en una terraza de un edificio cercano al parvulario Gin observaba desde su tablet las cámaras de seguridad del laboratorio, viendo como Sherry entregaba el pequeño aparato al hombre de negro y como éste lo destruía apretándolo con fuerza entre sus dedos enguantados para dejar caer los restos sobre el frío suelo de mármol.
–Aniki –Vodka pasaba el umbral de la puerta, observando la espalda de su superior.
–¿Qué quieres ahora?
–He recibido una llamada, quieren que nos encarguemos personalmente del formateo.
–De eso siempre se ha encargado Rum, no yo.
No dejaba de mirar la pantalla, el único movimiento por parte del asesino era el vuelo de su cabello plateado a causa del suave viento que daba entrada a la primavera. Vodka sentía como una gota de sudor emanaba de su frente, la sola idea de hacer enojar a su superior lo inquietaba.
–Es que… nos lo ha encargado ahora mismo Rum.
–¿Cómo has dicho?
Cerró el programa de mal humor, esperando que su fiel compañero se acercarse a su lado para darle la explicación de ese cambio de última hora, ¿Qué pretendía ahora?
–¿Qué es eso tan importante que tiene que hacer para mandarme su sucio trabajo?
–Quiere seguir investigando un poco más al detective Kogoro Mouri.
