XLIX – Primer contacto (confesiones)
–¿Te han dado una suite?
Shiho asintió con la cabeza ante la incrédula pregunta de Bourbon, el murmullo constante de la multitud que se hospedaba en ese mismo hotel complicaba la comunicación entre ellos dos. Hacía unos minutos que la chica había vuelto de la recepción, tenía que registrarse y sobre todo saber en qué sala se celebraba el evento donde se encontraría con Mezcal. Mientras la amable recepcionista se lo indicaba también le entregaba una misteriosa llave electrónica de color dorado que ahora tenía entre sus manos.
–¿Entonces te quedarás a dormir?
–Seguramente la fiesta terminará hasta tarde y se las estarán dando a todos los invitados, por si alguno bebe de más que se pueda quedar a dormir –aún entre la densa multitud podía ver a su inseparable escolta –. No es la primera vez que lo veo, ¿te importaría si me quedo?
–En absoluto, sólo me preocupa que te quedes a solas.
–Bourbon, tengo media Organización vigilando mis pasos no creo que me ocurra nada.
–Está bien –se rendía, la chica venía preparada con una pequeña maleta con ruedas y un vestido negro que protegía dentro de una bolsa de plástico, sobre su fino brazo izquierdo –. Te recogeré sobre las doce para que descanses bien.
Volvió a asentir, con el ruido ambiental no quería alzar más la voz, una noche a solas volvería a darle su querida intimidad… aunque sólo fuera por unas horas. Miró a Bourbon por última vez antes de voltearse para buscar y llamar el ascensor más cercano.
Sin darle importancia se apartó y permitió que los hombres de la escolta entraran primero, dándoles la espalda al entrar ella mientras seguía mirando la llave; entendía lo de la habitación pero una suite era demasiado y más con su historial. Ensimismada en su razonamiento no sintió la pausa del ascensor, ya se encontraban en la última planta.
Agradeció salir de allí, aún con el paso de los días no dejaba de percibir el olor a muerte que los hombres de negro emanaban, manteniéndose en alerta en todo momento. En un intento rápido para distraerse buscaba el número de puerta que coincidía con el de la llave… escuchando de fondo el sonido de las ruedas de su maleta junto con el coro de pasos.
Una vez frente a ella se mordió el labio, pasando la llave por el lector de tarjetas hasta escuchar el sonido correspondiente para cerrar tras de sí. Tenía que admitir que sin la presencia de Bourbon a su lado se sentía un poco más indefensa de lo normal, aparte de lo extraño de la situación: ¿Por qué nadie había entrado con ella?
Traspasó el pequeño pasillo para entrar en la primera dependencia lujosa de esa suite: Era un gran comedor con muebles antiguos que intentaban imitar el estilo rococó, donde gruesas cortinas de color marfil decoraban las paredes de mármol con lamparillas doradas, como la llave que la chica dejaba sobre una pequeña mesa, frente a una gran televisión que ocupaba media pared.
Sin dejarse impresionar se acercó a las ventanas, abriéndolas para permitir que el suave viento despeinara levemente sus cabellos como recibimiento. Observaba la altura con ojos serios; éstas si se podían abrir a diferencia de las de su laboratorios. ¿Entonces por qué la habían dejado completamente a solas? Si tanta desconfianza tenían sobre sus movimientos, aquí, si ella quisiera, podría saltar para llevar a cabo el suicidio sin ningún tipo de impedimento, cumpliendo así lo que tanto temía la Organización, a no ser…
A no ser que, realmente, no estaba sola en esa habitación.
–¿Qué ocurre Sherry? –una mano sellaba la boca de la chica para que no gritara. La joven científica sentía el sube y baja de su propio pecho a causa de la agitada respiración por el pequeño asalto por su espalda –, ¿el FBI no se puede permitir este tipo de habitaciones?
Con la otra mano enguantada cogía ambas muñecas, viendo como el vestido caía contra el suelo mientras la acercaba más a él, oliendo el perfume de sus rojizos cabellos.
–Si gritas nos meterás en un problema… –cerraba los ojos, deleitándose del olor frutal, separando poco a poco la mano de la boca de Sherry –. Se supone que yo no debería de estar aquí, sino un imbécil cualquiera.
–G-Gin.
–Hola Sherry –la liberaba de su trampa para permitir que ella se girara, conectando así sus miradas –. Da gracias de que fui yo quien interceptó ese maldito email, si no estarías de nuevo atada en una camilla siendo interrogada y él con una bala en la cabeza.
–A mí también me pilló por sorpresa, no esperaba que se pusiera en contacto conmigo.
Sherry bajaba la mirada. No sabía cómo sentirse ni que decirle después de tanto tiempo sin verle. Su último recuerdo con él era de cuando pasaron esa noche juntos y el de la mañana siguiente cuando bajaba del auto para crear los nuevos antídotos.
Gin volvía a estar en su estado original: su destacada altura de metro novena, el largo cabello plateado, su característica gabardina negra. Sin saber por qué era incómodo para ella, no podía ni mirarle a la cara. Por una vez en mucho tiempo se bloqueaba sobre como sentirse… ¿le recriminaba toda su ausencia durante su regreso? ¿Le preguntaba dónde estaba esa libertad que tanto le prometió que le iba a dar? ¿O sólo debía de alegrarse al ver que estaba bien?
Por otro lado Gin contemplaba a la chica, sentía de nuevo el calor que emanaba, el color rosado de la piel… ya no era aquella maldita cascara vacía sobre una cama que éste contempló durante semanas hasta que perdió su rastro, por culpa de Vermouth y sus estúpidos celos.
–Sherry.
–Dime.
–Mírame a los ojos.
Gin colocó la mano bajo la barbilla de la chica para alzar su mirada a la suya. La respiración de Sherry se agitó al sentir como Gin le rodeaba la cintura con el otro brazo para acercarle más a él. Cerró los ojos, al ver como los labios se acercaban, poco a poco, aceptando finalmente el beso de él mientras Sherry se colocaba de puntillas.
Apretó con fuerza el frágil cuerpo de ella contra el suyo, profundizando más ese íntimo gesto, entrelazando sus lenguas, dominando cada centímetro de la tímida boca de la científica, escuchando como ésta emitía un leve gemido como respuesta.
Notó como Sherry, después de tanto tiempo volvía a tocarle, aunque sólo fuera el colocar de sus manos sobre los fuertes hombros de él.
¿Cuánto tiempo hacía que no le tocaba sin miedo?
¿Era una muestra de que con el tiempo todo volvería a ser como antes?
Deseaba más de ella pero Sherry comenzó a apartarse de él, lentamente, bajando la altura mientras colocaba una mano sobre el pecho de Gin para mantener la distancia, abriendo su azulada mirada con un pequeño destello de nerviosismo.
–¿Qué ocurre?
–Alguien ha llamado a la puerta.
Gin chasqueó la lengua molesto por la intromisión, está vez si que escuchó como picaban por segunda vez la puerta de la entrada; no podía ser ninguno de sus hombres ya que dejó muy claro en sus órdenes escritas que no importunaran a la científica.
–Tengo que abrir –se apartaba del todo, con la mente mucho más centrada –. Si tardo un minuto más sospecharán… estoy completamente vigilada.
Éste giró el rostro en forma de desaprobación mientras escuchaba como la chica se alejaba hacia el pasillo, abriendo la puerta. Se apoyó contra la pared para sentir como le vibraba el móvil a través de su pantalón; parecía como si nadie permitiese que tuviera un reencuentro tranquilo con Sherry.
Se trataba de Vodka, con seguridad buscaba las aprobaciones de su superior para poder continuar con la misión que Rum les encomendó, pero ahora mismo al hombre de negro no le apetecía escuchar la estúpida voz de su compañero. Colgó la llamada al ver como Sherry se acercaba hasta su ubicación con un sobre, ya abierto, entre sus manos.
–Es la invitación para poder entrar –se explicaba ante la atenta mirada del asesino –, con seguridad Mezcal me estará esperando abajo.
–Que caballeroso.
La joven suspiró ante el mordaz e irónico comentario de Gin.
–A mi me va bien –soltaba la invitación sobre la misma mesita de antes –. Así no verá la multitud de cuervos que traigo conmigo, ya en la fiesta con los demás invitados quedará todo más oculto ante los ojos de él.
–Ten cuidado con lo que dices una vez estés ahí.
–Lo sé… –se agachaba con cuidado para recoger el vestido del suelo, escuchando como el móvil de Gin volvía a vibrar, seguramente alguien necesitaba urgentemente sus "servicios" –. Intentaré salir lo antes posible para llevarme toda la escolta conmigo, así podrás irte sin que nadie te vea.
–¿Quién te ha dicho que quiera irme? –se mofaba –. ¿Me estás echando?
–N-No… es s-sólo que.
Se acercó nuevamente hacia ella, alzando con un dedo la barbilla de Sherry como hizo antes.
–Voy a pasar la noche contigo –con el pulgar acariciaba los carnosos labios de Sherry, conectando su penetrante mirada esmeralda con la cristalina de ella –. Además, he traído conmigo un par de cosas que vas a necesitar.
