LII – Primer contacto (La Femme Fatale)
–No me defraudes, Sherry.
Los labios de Gin impidieron que un fuerte gemido resonará por toda la habitación, tomando cada centímetro del cuerpo de Sherry al penetrarla con suma firmeza. Quería todo de ella; los labios, el turgente pecho… incluso cada sonido que pronunciase a causa del placer.
La agarró con fuerza de las muñecas, colocándolas por encima de la cabeza de la chica para que no le tocase. Retrocedía y avanzaba, creando así unas fuertes embestidas que humedecían cada vez más el interior de la joven.
Estaba receptiva, muy receptiva. Incluso cada vez que Gin tocaba o lamía uno de los senos el placer era mucho más acentuado de lo que ella recordaba. Pero, a cambio se sentía más cansada de lo normal.
Seguramente él también notaba ese comportamiento mientras aceleraba el ritmo, besándola con fiereza, sin soltarla en ningún momento. Las oleadas de placer no cedían, una detrás de otra, como si ambos desearan olvidar, por unos instantes, todos y cada uno de los problemas que les acechaban fuera de aquella habitación.
El FBI, la Organización, la APTX4869… como la última noche que pasaron eso no importaba, solo ellos dos. La voz de Sherry se elevaba a la vez que la respiración de Gin se hacía más pesada, profundizando cada una de sus embestidas. Sherry forcejeó ante la fuerza de Gin, intentándose liberar: quería tocarlo, acariciarle o arañarle la espalda pero cuando él se ponía tan dominante se lo impedía, como si fuera algo prohibido de hacer.
–¡Gin!
Alzó la cintura, curvando su espalda ante el intenso clímax que eliminaba, como una fuerte corriente, toda la ansiedad acumulada. Se dejaba llevar, calmada, tumbándose de nuevo entre las suaves sábanas. Cerró su cansada mirada, sin darse cuenta colocaba la nariz cerca del fuerte hombro de Gin, oliendo la colonia de ese hombre que amaba, entremezclándose con el sudor… extrañamente eso la relajaba aún más, sintiendo como éste aceleraba, todavía más, el ritmo con toques de agresividad.
Tomó nuevamente la boca de la científica, experimentando como se acercaba al final del acto mientras la apresaba con más fuerza de las muñecas. Finalmente y con una profunda embestida final hizo que se liberara en el interior de la chica, permitiendo que todos y cada uno de sus oscuros pensamientos se marchitasen con ello.
Respiraban con dificultad sin decirse nada, dejando que los minutos pasasen y el calor de sus cuerpos menguase. Sin saber cuánto tiempo había pasado exactamente, Gin permitió que Sherry pudiera tocarle apartando ambas manos, dejando que todo su peso descansara sobre el de ella. Escuchaba los rápidos latidos de ésta y como unas manos le abrazaban lentamente, dirigiéndose a su largo cabello plateado para acariciarlo.
–Necesitamos un nombre, Shiho.
Sherry entreabrió lentamente sus párpados para cerrarlos de nuevo, frustrada. El cansancio a causa de la intensa noche aún se hacía presente en ella, ¿cuántas horas había dormido?
Se incorporó levemente con la ayuda de uno de sus brazos, adormilada, no tenía fuerzas y le dolía cada centímetro del cuerpo. La habitación se hallaba iluminada por la luz tenue de los pocos rayos del sol que podían traspasar las gruesas cortinas.
Una suave espiración salió de los labios de la científica, ladeando lentamente el cuello para desperezarse un poco más. Con mirada cansada buscaba el reloj de la mesita de noche: Eran las nueve de la mañana.
¿Por qué se había despertado tan pronto?
Maldita sea, quería dormir aunque fuera una hora más.
Suspiró, menos mal que Bourbon ya pensó en ello y vendría más tarde.
–¿Qué hora es?
–Las nueve en punto.
La joven científica se volvió a tumbar al ver como Gin levantaba el brazo para que ella se tumbara sobre él. Lo agradeció, sintiendo el calor que emanaba… poco a poco el terror de estar cerca de él disminuía, pasando a ser una sensación de paz y seguridad que ni la misma científica podía comprender. Movió una de sus piernas, acariciando con lentitud el suave y liso tacto del colchón, realmente estaba exhausta y necesitaba dormir esa hora, ya en los laboratorios se mantendría despierta a base de incontables cafés.
Cuando quiso darse cuenta Gin ya no estaba y el reloj ahora marcaba las diez de la mañana. Se había quedado profundamente dormida sin percatarse de los movimientos de sus alrededores. Con una de las sábanas se tapó el pecho, ocultando el resto de su cuerpo mediante más se levantaba de la cama.
Gin se encontraba en el comedor hablando por teléfono, vestido sólo con la ropa interior y con el cabello húmedo, seguramente acababa de salir de la ducha. Sin oír nada de la conversación Sherry podía ver como el hombre no mostraba cansancio alguno. Por una parte admiraba la gran resistencia que podía llegar a tener pero por la otra, la afligía: Sólo era el resultado de un estricto y brutal entrenamiento que le sometieron cuando Gin era mucho más joven dándole, a parte de esa resistencia, una gran tolerancia al dolor que muchos otros no podrían llegar a soportar.
–¿Nuevamente escuchando conversaciones ajenas, Sherry?
–Sólo estaba pensando.
–¿En qué?
–En nada.
Ambos se miraron, la mirada pulcra de ella demostraba que no ocultaba nada.
–Dúchate, hueles demasiado a mí y Bourbon lo detectará nada más te subas al coche.
–Vaya eso no te importó demasiado la última vez.
–Me pareció un buen mensaje para tu caballero andante.
Sherry no pudo evitar entristecer su mirada, apartándose de la puerta para que él pudiese entrar. Quería rebatir esas crueles palabras pero un nuevo factor apareció ante la azulada mirada de ella; Gin al recoger el pantalón dejaba al descubierto el característico frasco donde guardaba las cápsulas anticonceptivas, también conocidas bajo el nombre irónico de: La Femme Fatale.
Bautizada así por las mismas mujeres de alto cargo que, como Vermouth, las utilizaban para poder usar el factor de la sexualidad sin ningún tipo de riesgo a la hora de atrapar, manipular o simplemente sacar toda la información necesaria a la pobre víctima de esa noche.
–¿Podría llevarme un par?
–¿Para qué?
–Estoy investigando todo lo que tomé antes de caer en coma –observaba como, poco a poco, Gin se vestía –. Quiero saber si hubo algún factor que paró el efecto de mi droga.
–Exacto, hablamos de tu prototipo –apretaba la barbilla de Sherry, sonriendo con una de sus sonrisas más macabras –. Eso sólo le beneficiaría a tu querido amigo, ¿no crees?
–Entonces –el alivio salía de sus labios, por fin tenía su tan deseada respuesta –. ¿Está vivo?
–De momento si –no rompían el contacto visual –. No lo voy a matar pero si uno de mis hombres lo ve no lo impediré, Sherry.
La científica abrió levemente la boca pero la palabras no surgieron; una vez más el teléfono del hombre de negro volvía a sonar a través del pantalón.
–Si no me las das, se las pediré a Bourbon –volvía a referirse a las cápsulas que Gin aún tenía en su poder, sabiendo que esa opción no le haría ninguna gracia –, tú mismo.
–¿Ah sí? ¿Y si piensa lo que no es? –la fría sonrisa se ampliaba bajo el incesante sonido de su teléfono móvil –. ¿Qué harías?
–¿No dices siempre que el fin justifica los medios?
Un sonido de fastidio resurgió de Gin, fulminándola con la mirada: ¿Esa mujer sería capar de todo para ayudar a ese puto detective…? Aunque si lo analizaba con frialdad podría sacarle tajada.
–Una y márchate para ducharte de una maldita vez.
Sherry frunció el ceño. Con una muestra iría demasiado justa, como mínimo necesitaba dos para poder llevar a cabo todos los estudios y pruebas posibles, con la ayuda de las máquinas de última tecnología que ahora descansaban en su laboratorio.
El teléfono cesó, pero por unos segundos, entonando nuevamente la llamada… conociendo la paciencia y la personalidad de Gin lo mejor era no cabrearle más.
Además cómo decía el refrán: Mejor pájaro en mano que cien volando.
–De acuerdo.
Victoriosa salió de la habitación con la pequeña muestra, cerrando detrás de ella la puerta sin antes sonreír al escuchar como Gin pagaba su frustración con Vodka.
Se acercó a su maleta para guardar la muestra, no podía perderla después de toda esa tensa conversación. Una vez hecho y aún sonriente sacaba la pequeña caja metálica que contenía los antídotos de Gin, por suerte siempre los llevaba con ella ya que era demasiado arriesgado dejarlas a la vista de los demás;
Todos en la Organización sabían que las cápsulas de la APTX4869 eran de color rojo pero las del antídoto eran azules… un detalle pequeño pero que podía llamar la atención de esos hombres que tanto la escoltaban y acechaban, comenzando a hacerse preguntas.
Quería avisarle pero por el tono de voz lo mejor era dejárselas en la gabardina.
No pudo evitar sentir curiosidad al ver como un fino papel sobresalía del bolsillo izquierdo de la oscura prenda que descansaba sobre una butaca, cerca de la televisión de plasma. Dudó por unos segundos pero finalmente se hizo con él con cautela, observando que se trataba de una fotografía de un hombre saliendo de un edificio. Al girarla pudo observar que había un nombre anotado: Hitoshi Sakaguchi.
¿Esto era lo que tanto buscaba el FBI?
Lo mejor sería investigarlo primero.
