Cuando terminaron el banquete los prefectos dieron indicaciones para que los siguieran. Fueron saliendo por casas, primero todo Ravenclaw se puso de pie y se fue seguido de los Hufflepuff.
Sophie estaba jugando con un tenedor cuando alzó la mirada para encontrarse con la de Susan, estaba caminando por la entrada del gran comedor. Susan le dedicó una sonrisa que si bien logró reconfortar a Sophie, le dio la impresión que era una de lastima y no pudo evitar sentirse un poco decepcionada. «No llegué hasta acá para que me tengan lástima, no la necesito».
Después de ver como los Gryffindor se iban, ella al igual que toda la casa se puso de pie y siguió a los prefectos. Los de primero iban por delante, a Sophie le hubiera gustado también acercarse un poco más a los prefectos para empezar a conocer el camino pero no quería parecer tan pérdida a pesar de que lo estaba.
Bajaron lo que le pareció una eternidad a Sophie, distintas escaleras, al principio se mareó un poco con los cambios de estas. Llegaron a las mazmorras y a Sophie le parecieron más lúgubres de lo que las había imaginado. «Al menos en Beauxbatons había pececitos» recordó mientras seguía bajando. Cuando llegó abajo, observó como una gran pared de ladrillos algo mohosos se abrían; esa era la entrada a la sala común. Ella sabía que para que eso ocurriera debían de decir en voz alta una contraseña que cada año cambiaba, lamentablemente no escuchó dicha contraseña y perdió de vista a los prefectos.
«¿Cómo se supone que entre mañana si no sé la contraseña? Lo último que quiero es estar como tonta esperando a que alguien llegue para poder pasar». Con esto en mente, Sophie se acercó a las primeras niñas que vio.
—¿Escucharon cuál era la contraseña?
—La contraseña, ah sí, este año es Salazar Slytherin —dijo despreocupada una rubia.
Sophie le agradeció pero antes de que pudiera seguir avanzando, la chica que estaba agarrada del brazo de la rubia la detuvo.
—¡Tú eres la nueva! Tenía intriga de saber quién eras, no hay muchos alumnos que vengan de otra escuela.
Sophie se giró y las observó bien, ambas eran bonitas y parecían niñas de clase alta. La que acaba de hablar tenía el cabello negro – al igual que Sophie – hasta el cuello; su mirada la incomodó a decir verdad, parecía observar hasta el más mínimo detalle de ella; su voz por otra parte sonaba dulce, o al menos parecía intentarlo. La rubia parecía más seria que su amiga y al igual que la primera, escaneó a Sophie de pies a cabeza.
Sophie sintió que debía tener cuidado de ellas. No es que la asustaran pero algo le dijo que no podía confiar tan fácilmente.
—Esa soy yo —respondió Sophie mientras caminaba junto a las dos.
—¿Ya sabes cuál es tu habitación? — volvió a preguntar la chica de cabello negro mientras le sonreía —Podemos subir juntas y así nos conocemos más, ¿no, Daphne?
Daphne solo sonrió como respuesta.
«Intenta ser amable ¿quieres? Tal vez me puedan ayudar más adelante» se reprochó Sophie mientras subían las escaleras.
—Soy Sophie —dijo cuando recordó que aún no se presentaban.
—Pansy Parkinson y ella es Daphne Greengrass —dijo con algo de orgullo mientras jalaba un poco a su amiga para que Sophie la mirara bien.
Esta vez fue Sophie la que sonrió como respuesta.
«Parece que en este lugar todos están muy orgullosos de sus apellidos».
Mientras seguían subiendo, una chica de cabello cobrizo la detuvo a medio camino.
—¿Tú eres Sophie Bonnet? —no esperó a una respuesta para seguir hablando —Ese es tu cuarto, ya están todas tus cosas ahí — continuó mientras señalaba uno de los cuartos del pasillo.
»Y ten —pronunció mientras le entregaba una hoja— Son tus horarios — y así como llegó, también se fue.
—¡Wow! Te tocó compartir cuarto con Millicent y Tracey —dijo Pansy con una expresión de sorpresa— con gusto te las podemos presentar, somos amigas.
Por alguna razón Sophie sintió algo extraño en la boca de su estómago al escuchar a Pansy decir eso pero no supo cómo expresarlo así que solo sonrió mientras entraba a la recámara.
A Sophie le dio una punzada de coraje lo que vio cuando entró a su cuarto.
Dentro había otras dos niñas una regordeta bastante alta y otra más chaparrita, incluso más que Sophie. Las dos parecían muy entretenidas revisando sus libros –no los de la escuela–, además su baúl estaba abierto.
—¿Me quieren decir quién les dio permiso de tocar eso? —intentó apretar los dientes para no sonar tan molesta, a pesar de que lo estaba.
Cuando se acercó a quitarle de las manos a la más bajita uno de sus libros, Pansy se adelantó y lo tomó ella entre sus manos.
—"Veinte mil leguas de viaje submarino" —leyó el título de la portada con una mueca en el rostro. Parecía sentir disgusto con solo tocar ese objeto.
Sophie sintió que estaba llegando a su límite.
«Primero los imbéciles del comedor y ahora ellas, maldita casa de locos».
Cuando vio a Sophie acercarse ella misma le extendió el libro para que lo tomara.
—Sophie, ¿no nos digas que te gustan esas cosas muggles? Porque estoy muy segura de que ese libro no viene del mundo mágico —exclamó con la nariz arrugada y una diversión extraña en sus ojos.
Sophie no estaba segura de cómo responder, desde antes de llegar sabía que la vida en sí podía ser algo complicada para los nacidos de muggles. Al final de cuentas ella había nacido y crecido como uno, excepto por aquel diario y regalos, – aunque eso era algo que se iba a guardar para ella –. Tal vez lo mejor sería ocultarlo por un tiempo.
—¿Podrían no tocar mis cosas sin mi permiso? Es grosero —declaró mientras recogía sus pertenencias y las guardaba en su lugar. Esperaba cambiar el tema pues estaba bastante cansada y no quería seguir peleando.
—¡Tienes toda la razón! —Pansy dijo —Millicent, Tracey, ¿ustedes abrieron el baúl de Sophie?
—¡No! —pronunció la más bajita— El baúl ya estaba abierto. ¿No es así Millicent?
—Es verdad, no nos quieras culpar de nada. Deberías guardar mejor tus cosas.
Sophie sintió las mejillas hirviendo, la indignación venía en camino.
—¿Yo debería guardar mejor mis cosas? —se señaló a sí misma esta vez con coraje en la voz. —Tal vez tú deberías aprender algo de respeto por las cosas ajenas, ¿no te suena mejor eso?
«La amabilidad saltó por la borda».
Millicent, quién era considerablemente más alta y ancha que Sophie, se acercó a ella de forma amenazante.
«Si quieres pelear, pues eso vamos a hacer» pensó Sophie mientras sacaba su varita su túnica.
—¡Chicas no peleen! —intervino sorpresivamente Pansy— Estoy segura que Milli no quería agarrar tus cosas Sophie. No hay por qué ser tan agresivas.
«¿Ahora es mi culpa? ¿Yo soy la mala?» siguió pensando Sophie con el ceño fruncido.
—Es verdad Sophie, estás siendo una exagerada —ahora fue Daphne la que habló. Hasta el momento, todo lo que había hecho había sido observar la escena sentada desde una de las camas.
Sophie sintió que su confianza se iba por un momento. «Por supuesto que están todas del mismo lado. Si sigo así son capaces de ir con algún prefecto a decirle que empecé una pelea y va a terminar siendo la palabra de las 4 contra la mía».
Antes de responder Sophie respiró profundamente, necesitaba calmarse. Lo último que quería era demostrar que ellas tenían ventaja –a pesar de ser verdad– si demostraba debilidad, nunca la iban a dejar en paz.
«No se las voy a dejar tan fácil»
—Tienen razón, yo guardo mejor mis cosas y ustedes no las tocan —arrastró la última palabra, quería dejar en claro que ella tenía razón.
Millicent bufó como respuesta. Pansy por otra parte, se acercó despacio a Sophie «parece una serpiente» pensó.
—Me parece bien y estoy segura que también a Millicent y Tracey —dijo con una fingida sonrisa en el rostro.
»Es mejor que ya nos vayamos, te vemos mañana en clases Soph.
Daphne se levantó y siguió el mismo camino de su amiga mientras se despedía con la mano.
«No cantes victoria, aún tengo que vivir con estas dos» se recordó mientras miraba a sus ahora compañeras de cuarto.
Sophie realmente no quería saber nada de ellas, ya estaba agotada para ese punto. Había sido un día realmente duró.
Mientras se recostaba en su cama, le echó una mirada a sus indeseables compañeras. Tracey quién resultó ser la chaparrita, ya estaba roncando, Millicent aún estaba en el baño parecía estar preparándose para dormir también.
«Mañana busco un hechizo para mantener ese baúl cerrado, ya solo quiero dormir». Pensó Sophie mientras cerraba sus ojos.
Realmente esperaba que mañana fuera un mejor día.
