LVI – Una confianza agrietada

Mentiroso.

Shiho se ocultó más entre sus rodillas, sentada cerca de la ducha para sentirse más protegida ante la noticia. Escuchando como goteaba el grifo del baño, entre gota y gota sentía como el tiempo se detenía… hundiéndose en los recuerdos con Kudo. Un sollozo surgió de aquel rostro oculto que, una vez más, se negaba a mirar de nuevo el predictor que reposaba a su lado.


¡Mentiroso!

A la mañana siguiente Shiho tomó una de las fotografías de su escritorio, acariciando la zona del rostro de una Ayumi sonriente y feliz que disfrutaba de un día más en el parvulario Beika. Sonrió, rememorando cada uno de los momentos agradables que vivió como Ai Haibara con esos pequeños, con el profesor Agasa, con… Conan.

Entrecerró su cansada mirada a causa de pasar toda la noche encerrada en el baño llorando, al lado del pequeño artilugio que avisaba de su estado actual. Desde que conoció al pequeño detective siempre tuvo confianza ciega en él y sabía que ese sentimiento siempre fue reciproco, demostrándoselo cada vez que se tomaba los prototipos del antídoto sin dudar.

¿Entonces por qué mintió cuando más le necesitaba?

Exhaló pesarosa, guardando las demás fotografías junto con otras pertenencias que necesitaría de aquella sala donde el fuerte olor a lejía predominaba ante lo demás, ocultando el hedor del cruel asesinato. Agradeció salir de allí, asintiendo con la cabeza ante el hombre de negro que esperaba tras la puerta.

Examinó a los dos hombres que la escoltaban hasta el piso de abajo, no eran los de siempre… los que se rieron de ella antes de asesinar a sangre fría a su compañero habían desaparecido de un día para otro. ¿Era un relevo? ¿Decidieron poner a hombres con más experiencia ahora que tendría un poco más de libertad? Fuera lo que fuese, agradeció no tener que volver a verlos.

–Vaya –murmuró para sí misma, sorprendida.

Esperaba encontrarse en el laboratorio con dos o tres personas de su antigua plantilla no a diez de ellos, que se giraban al unísono al ver como su superiora entraba en la estancia. El laboratorio era idéntico al que trabajó antes del boicot: las filas de escritorios con sus ordenadores, pizarras con diferentes fórmulas escritas en ellas, la zona donde se sintetizaba el fármaco… pero sobre todo el ambiente, no era frío ni desconfiado, era como en los viejos tiempos. Esbozó una leve pero cansada sonrisa al ver como la cabecilla de la idea se acercaba hasta a ella.

–Me alegro de volver a verte, Sherry.

–Lo mismo digo.

–Sólo dinos cómo quieres enfocar la investigación y nosotros nos encargaremos del resto.

–Pues –miraba a cada uno de ellos, observando como muchos le doblaban la edad –, primero de todo me gustaría crear un equipo de cinco personas liderado por ti y yo trabajaría con el resto.

–¿Quieres dividirnos en dos grupos?

–Es lo más efectivo para añadir una nueva investigación a parte de la APTX4869 –le entregaba todos los papeles que logró gracias a Mezcal –. Me gustaría que el segundo grupo se centrase en estudiar la composición del primer prototipo que se creó y se probó en la Organización: la Silver Bullet.

–Pero esa idea se descartó hace años por falta de material, es imposible crearla de nuevo.

–No pido que la sinteticéis de nuevo, sólo quiero que consigáis lo más cercano a la fórmula original.

Era la mejor opción para crear los dos antídotos en tan poco tiempo, no sabía cuál era el plan del FBI ni cuando iban a actuar. Bajo la atenta mirada de su compañera recordaba nuevamente la noche anterior… cuando miró su cuerpo desnudo en el espejo tras una larga ducha para ocultar todas sus lágrimas… si no volvió a su estado anterior era porque su cuerpo dio prioridad al feto que crecía en su interior y si sus cuentas no eran erróneas en poco tiempo estaría de tres meses, ahí comenzaría el crecimiento del bebé y su cuerpo comenzaría a cambiar.

¿Y si perdía él bebe a causa del estrés o un accidente?

¿Se encogería delante de toda la Organización negra?

Se mordió el labio, acariciando la zona del útero, se le estaba acabando el tiempo.

–¿Crees que podrás con ello?

–No nos supondrá ningún problema.

–Me alegra escuchar eso, háblalo con todos y que ellos decidan a qué investigación prefieren unirse.

–De acuerdo.

–Antes de marcharte, necesito pedirte otro favor.

–Lo que necesites.

–¿Esta noche podrías tomar una muestra de mi sangre?

La chica parpadeó un par de veces, sorprendida.

–C-Claro.

–Perfecto, ahora si te dejo que lo comentes con los demás yo vuelvo enseguida.

Shiho agradeció que también la permitiesen ir a los baños cercanos del laboratorio, necesitaba intimidad para la segunda fase del plan. Sentada sobre el inodoro encendió el teléfono móvil que Gin le regaló… hacía tanto tiempo que no sabía nada del alto cargo.

Quería estar con él, sentir que todo iba bien.

No, no podía derrumbarse, ahora no.

¿Por qué volvía a llorar?

No, maldita sea…


Un pequeño temblor sobre la mesita de noche llamó la atención del frío asesino, provocando que se dirigiera hacia éste, lanzando de mala manera unos papeles que estaba examinando encima del sillón donde también reposaba su gabardina negra.

Exhaló lentamente en humo del cigarro mientras tomaba el pequeño aparato, observando bajo su flequillo de plata que se trataba de un mensaje privado de Sherry, donde únicamente ponía: muestra de sangre.

–¿Vaya ahora quieres mi sangre, Sherry?

El hombre de negro se mofó ante la idea de quedar a solas con ella para ese único fin, aunque ahora, gracias a la muerte de ese inútil todo sería más sencillo: En el nuevo laboratorio donde Sherry trabajaría no había cámaras de seguridad. Disfrutó un poco más de su cigarro mientras marcaba otro número de teléfono, entrando nuevamente en el comedor, donde esperaría pacientemente.

Las imágenes de la televisión mostraba la gente aplaudiendo a cada uno de los representantes de cada partido político antes de las elecciones. Todo estaba saliendo sobre la marcha, pero para Gin todo estaba siendo tranquilo… demasiado tranquilo. Tampoco sabía nada de Vermouth y su siguiente jugada para sacar de circulación a Sherry. Conociéndola, no iba a dejar tranquila a la joven científica hasta conseguir su tan deseado fin.

¿Dónde se encontraba esa condenada mujer?

¿Qué tendría ahora en mente?

Exhaló nuevamente el humo, en la pantalla de la televisión volvía a aparecer el plano de toda la multitud aplaudiendo con jubileo, escuchando las promesas vacías que daban cada uno de ellos con el fin de conseguir los votos de los indecisos.

Con una sincronía perfecta Gin apagó con el mando la gran pantalla a la vez que Vodka descolgaba.

–¿Aniki?

–Vodka, mañana encárgate tú de la reunión, me han encargado una misión de última hora.

–¿Una misión de última hora? –su voz mostraba algo de confusión –, ¿Queda algo por hacer?

–Simplemente tengo que hacer una visita a un pequeño conocido, no me tomará mucho tiempo.

–Entendido.

Sonrió cruelmente, ocultando su mirada esmeralda mientras cerraba la caja de metal donde se encontraban, intactos, todos los antídotos de ese mes.

Hace mucho tiempo que no nos vemos, Shinichi Kudo.