LVIII – Incertidumbres

–¿Ahora lo entiendes?

Conan se acarició la zona del cuello, cauteloso, sin dejar de mirar su reflejo a través del espejo del cuarto de baño. Soltó un leve quejido de dolor al estirar el brazo de más, sintiendo la zona irritada donde Gin había tomado de mala gana una pequeña muestra de sangre.

–Si hubiese presentido que sabías algo más de nosotros no te habría dejado ir tan fácilmente

–Lo sé.

Suspiró, observando como su madre se colocaba enfrente a él con una paleta de maquillaje, el frío contacto del pincel contra su piel provocó que sonriera levemente, agradecido por esa gratificante sensación. Tenía que ocultar cada una de esas marcas para no alarmar a Ran; si supiera que tanto ella como su padre estaban en peligro por su culpa… complicaría aún más las cosas.

–Te apretó con muchísima fuerza –murmuró Yukiko, aplicando uno de los primeros correctores.

–Tengo que admitir que lo cabreé bastante.

–¿Ah, sí?

Akai se acercó interesado con los brazos cruzados ante esa información.

–Entiéndeme, ésta mañana me entero de que Shiho sabe lo del embarazo y a las pocas horas me encuentro con Gin en el parvulario, era demasiada coincidencia –levantaba el rosto para que su madre accediera mejor a las heridas más llamativas –, además de no saber que tenéis pensado para sacarla de ahí, creo que verle… fue la gota que colmó el vaso.

–Shiho no va a ser tan tonta como para contárselo a Gin.

–¿Tú crees?

–Ella lo conoce mejor que todos nosotros, sabe lo que es capaz de hacer si se enterase.

Inspiró con profundidad, mirando al techo, recordando como describieron a la joven científica cuando la vieron el día anterior; se hallaba cansada, exhausta…

¿Valía la pena llegar hasta ese límite para conseguir el antídoto?

Conociéndola, se sentiría traicionada por no habérselo contado.

Únicamente quería que regresase, allí sólo sufriría día tras día.

–Si lo que nos has explicado es cierto, pronto volverás a tener tu cuerpo original.

–Sí, ¿pero a qué precio?

–Conan, volverá a estar entre nosotros, tenlo por seguro.


Ah, las seis de la mañana.

Shiho bostezó por tercera vez mientras subía las escaleras con calma, cada día que pasaba más cansada se sentía. Era una lucha interna mantenerse despierta, poder andar, hablar o pensar… el feto cada vez se estaba quedando con más parte de su energía y eso obstaculizaba la investigación.

Abrió la puerta de su despacho, si el mensaje que Gin le envió por la noche era cierto un frasco de sangre la esperaba en una mini nevera. Abrió sin pensarlo dos veces y ahí estaba: un recipiente de color escarlata, brillante por la humedad del frío.

–¿Ya tienes lo que olvidaste?

–Sí.

Una vez abajo sacó su propia muestra, observando como todos los seres humanos eran iguales bajo la piel; daba igual el sexo, la raza, la edad… todos estábamos formados por lo mismo. Se acercó a una de las maquinas principales para comenzar con los análisis, si estaba en lo cierto podía aprovechar su estado para crear el antídoto definitivo.

–Vaya Sherry, sí que has madrugado hoy –una de sus compañeras hacía acto de presencia, tomando una de las batas que tanto las caracterizaban –, ¿Anoche tuviste una lluvia de ideas y no has podido aguantar las ganas de comprobarlas?

–Qué más quisiera –sonrió, mirando el reloj de pared –. ¿Vaya, ya son las siete?

–¿Quieres un café?

–Te lo agradecería.

Contemplaba como, poco a poco, el resto del equipo llegaba, dejando sus pertenencias en sus escritorios para hablar entre ellos… era como si su huida jamás hubiese ocurrido, provocando que los recuerdos como Ai Haibara se sintiera como algo lejano, traslúcido, inexistente… era todo tan extraño…

–Sherry, el café.

–Gracias.

Sopló el humo para dejar el recipiente de papel sobre la mesa, cerca de la impresora que sacaba los resultados de manera pausada y rítmica. El primer papel era el suyo y el más peligroso ya que el GCH delataba su estado, ocultándolo tras el segundo papel observó como algo no cuadraba: El grupo sanguíneo del segundo frasco no era de Gin, si no de...

¿Cómo olvidar cuando Conan estuvo a punto de morir?

Si no fuese porque Ran tenía el mismo grupo que él…

¿Qué diablos estaba pasando?

Resopló de mal humor, doblando los papeles para marchase de allí rápidamente, ignorando el hombre de negro que seguía cada uno de sus pasos hasta el baño de mujeres. Cerró de mal humor una de las puertas del aseo para tener absoluta privacidad mientras pulsaba el número de teléfono de Gin.

Sonó un toque, dos toques… hasta que finalmente descolgó recibiéndola con sumo silencio.

–¿A qué estás jugando, Gin? –intentaba controlar su temperamento, pasando la mano por el flequillo.

–¿A qué te refieres, Sherry? –aún sin verle sabía que estaba sonriendo a la vez que exhalaba el humo.

–Pedí una muestra de TU sangre, no la de Kudo.

–Vaya, me sorprende hasta que punto llegas a conocer a tu caballero andante.

–Por favor, dime que no le hiciste daño…

Se sentó sobre el baño, sólo de imaginar a ambos juntos aumentaba su ansiedad.

–Sabes cómo trabajo –por el sonido del fondo notaba que estaba en la calle–, en un par de días volverá a estar como nuevo, tampoco es que pueda hacer mucho en el cuerpo de un crío.

–¿P-Por qué lo has hecho?

–Te lo dije en su día, Sherry –se refería al día que ambos tomaron juntos el antídoto –, no me tomaré nada hasta que no lo vea antes en una cobaya.

Escuchó como colgaba el teléfono, dejándola completamente perpleja; no estaba haciendo un antídoto para Gin, si no para Kudo… ¿Entonces significaba que volvería a verle en otra ocasión para dársela? Tenía que hacerlo para ver el resultado, tenerlo durante unas horas bajo supervisión para ver que todo evolucionaba correctamente, aunque fuera al lado de Gin.

¿Pero y si el antídoto fallase?

¿Llegaría a… matarlo?

Suspiró a la vez que se levantaba, tenía que confiar plenamente en su equipo, aunque Generic ya no se encontrase con ellos. Cada uno de ellos estaban altamente cualificados sólo necesitaban a un guía y ese sería su papel.

Ignoró nuevamente a su escolta, sacando los papeles del bolsillo para observarlos una vez más con inquietud, acariciando con cariño la letra del grupo sanguíneo del pequeño detective. Poco a poco se acercaba a su laboratorio pero un pequeño detalle provocó que se detuviese al instante.

Un olor, un perfume que conocía perfectamente… rápidamente miró a su alrededor, temerosa.

–¿Ocurre algo? –preguntó el hombre de negro.

–N-no nada.


Nota de la autora: Disculpar la demora ayer tuve problemas con el internet.